Hombre
y Santo
Algunos aspectos de
la personalidad de Gianelli, que quedaron grabados en la mente de sus amigos y
de las personas que convivieron con él o
que lo trataron esporádicamente, fueron
puestos de manifiesto por sus biógrafos y por los testigos en los Procesos de
beatificación, algunos de ellos contemporáneos del Santo. (Cultura Gianellina,
Personalidad humana del Fundador, Plan de Formación n. 56.1)
Los detalles de la
conformación física de Gianelli están indicados en las biografías de A.
Pellicani, que fue su primer biógrafo, y de Sanguineti. Pellicani se atuvo
mucho a la que recoge la “colección Daneri”, pero tiene en cuenta, sobre
todo, los testimonios de las personas
que lo conocieron personalmente.
Esto es lo que escriben:
“Monseñor Gianelli era alto de estatura, pero
más bien estilizado, delgado. Su rostro era ovalado, majestuoso, imponente, de
colores vivos; la frente alta, surcada por arrugas, sombreada por abundantes
cabellos.
Los ojos vivos y naturalmente alegres, se hacían
majestuosos o severos, según las circunstancias” (Pellicani)
“Era alto, delgado... su figura seca revelaba su
dedicación incansable al trabajo y la mortificación constante” (Sanguineti)
En
1844, nuestro Santo predicó una misión
en Piacenza. Los que asistieron a esa
misión, dieron los siguientes
testimonios:
“Precozmente adelgazado, inspiraba confianza y
piedad... Su palabra era dulce, su mirada viva, profunda, penetrante,
magnética, acaparadora”
“Siempre calmo y sereno, despertaba admiración y
respeto” (testimonios para el proceso de beatificación)
B –
Flash sobre las cualidades psíquicas y espirituales de Gianelli
Las
fuentes más atendibles siguen siendo
Pellicani y Sanguineti
Pellicani escribe:
“Unía a la dulzura de la mirada, la jovialidad y
la amabilidad de la sonrisa, de la voz, de los modales, con lo que se
conquistaba todos los ánimos. Grave, erguido y compuestísimo. Infundía respeto a todos, también a sus
enemigos. Como era de temperamento sanguíneo y muy sensible, fácilmente
transparentaba en el rostro sus sentimientos interiores.
“Por naturaleza tenía una fantasía ardiente y la
mostraba en la vivacidad en el hablar, en el gesticular, en el declamar. En él
no hablaba solamente la lengua, sino también los ojos, el rostro, los
movimientos,, los gestos (era vivísimo, pero compuesto).
Este es el motivo por el que su palabra,
vigorosa y fuerte, ejercitaba, sobre las auditores, una maravillosa atracción, una especie de
fascinación. Movía y conmovía los ánimos.
Naturalmente inclinado a la modestia, enemigo de
toda jactancia, lejano al interés y a la gloria, constante e intrépido frente a la dificultad y al peligro.
Con un empeño fuera de lo común, no se daba
tregua, no tomaba descanso. Su ánimo era excelso y grande, apto para cosas
grandes. No había empresa, por grande que fuera a la que no se entregara con
toda el alma. Y con su celo generoso, en todo ponía mano, afrontando impávido,
toda clase de contradicciones y dificultades”
Esta
descripción de Pellicani es un tanto idealizada. Sanguineti, con los
testimonios dados en los procesos, redimensiona la figura del Santo. Esto no va
en desmedro de la gloria de Gianelli. Por el contrario. Mostrarlo en su
realidad natural, tal como era, agiganta
su figura de Santo, ya que una santidad demasiado fácil, no es santidad,
porque le falta el sello del heroísmo.
Dice
Sanguineti:
“Su comportamiento era digno y correcto, su
mirada viva y penetrante, su gesto medido, su palabra apropiada y justa, su
obrar lleno de reserva y al mismo tiempo, condescendiente y generoso..., todo
en él revelaba una inteligencia superior, un espíritu elegido y
maravillosamente templado en el equilibrio armónico de sus facultades.
A primera vista se lo podía juzgar como con
tendencia a la severidad y al rigor. Para esto daban pie algunas
características externas: la imponencia del semblante, que se hacía más
imponente por su alta estatura; una flacura no excesiva, ponía de manifiesto su
costumbre de hacer prolongados esfuerzos y de una continua mortificación; el
color casi oscuro de su rostro, rodeado de un marco de abundantes cabellos, la voz de timbre
metálico, que penetraba en los corazones y despertaba ciertos ecos misteriosos
en las almas, un trato parco, resuelto, enérgico... todo en él parecía haberse conjugado para
formar una personalidad recia y para mandar. En él se descubría fácilmente al
hombre de gobierno; firme y decidido... En él no se descubría fácilmente la
virtud longánime del Padre. Pero quien
se acercaba y se entretenía un rato con él, no tardaba en darse cuenta que la
severidad rigurosa la tenía reservada solamente para sí mismo.
Por otra parte, la dulzura de sus modales y la
gran paciencia que demostraba en el acoger a las personas, en el compadecer del
defectos y en el perdonar las ofensas y los errores, ponían de manifiesto su
amabilidad y la benignidad de que estaba
dotado”.
Inteligencia
“Ingenio despierto, gran amor al estudio,
conducta irreprensible...”
Barabino, uno de sus
biógrafos evidencia la siguiente:
”era como si Dios lo hubiera trabajado
especialmente para los altos fines para los que lo había elegido””
“Hombre preciso, con ideas claras... fiel hasta
el escrúpulo en el cumplimiento de sus deberes”
“No conocía la mediocridad, ni en sus relaciones
con los hombres ni en su relación con Dios.
Por su atención a los detalles, fue considerado
por algunos, intolerante. El orden externo e interno era como una consecuencia
del orden y de la delicadeza de su mundo moral”
Carácter
“De índole mansa, dócil, obediente, desde niño.
Por naturaleza era de carácter suave y su porte era grave. Era de una gran
afabilidad y dulzura, pero al mismo tiempo enérgico en el obrar. Al verlo
parecía severo, pero hablándole se lo descubría misericordioso y sus palabras
tocaban el corazón. Era medido en sus gestos, pero sumamente decidido. No
era para nada rígido, ni tenía modales
desgarbados. Todo en él era reflejo de su compostura, de su armonía interior”.
Análisis
grafológico
(existe una traducción completa del estudio realizado
por el Padre Moretti y fue entregado a las Hermanas de
El Padre Moretti, hizo un
estudio de las cartas manuscritas y de otros escritos del Padre Fundador. De
todos estos escritos, particularmente de
las cartas, este estudioso pudo
descubrir las tendencias y las inclinaciones naturales que, asumidas e
iluminadas por la gracia, fueron el terreno de la lucha y de las victorias de
San Antonio María Gianelli. Con este material humano, es decir con su conformación psicosomática,
Gianelli construyó esa santidad original e irrepetible que le fuera
reconocida por sus contemporáneos y por
la misma Iglesia que lo proclamó santo el 21 de octubre de 1951, hace
exactamente 50 años atrás.
Con respecto a su
inteligencia, el examen garfológico reveló:
“Inteligencia
muy exacta en la sustancia de las cosas y en los detalles particulares;
inteligencia superior a la media,... tiene capacidad y tendencia para hacer y
terminar sus trabajos con mucha precisión... Es un tipo de persona que no puede
tolerar la confusión y el desorden.
Carácter: tiende a ocuparse excesivamente del
propio yo y de sus exigencias. Es un tipo más
bien introvertido, no demasiado dadivoso (no es largo de mano) y por
esta razón podría tomar el camino de la avaricia. Tiene muy claro el sentido de
la justicia y tiende a dar a cada uno lo que le corresponde, pero también
reclama sus propios derechos y lo que le compete o corresponde.
Es un tipo avispado (no se deja pasar las cosas
por debajo de la nariz) al que no se engaña fácilmente. Tiende a poner de
manifiesto lo que no le gusta y lo que cree que debe ser manifestado.
Naturalmente siente gusto al ver humillado a su
enemigo. Tiende a vengarse de las ofensas recibidas. Si alguien cayó en su
desgracia difícilmente lo vuelve a rehabilitar
Tiende a mandar y si llega a tener autoridad,
difícilmente cambia de opinión y no
modifica fácilmente lo que tiene establecido, o lo que cree oportuno.
Tiende a ser testarudo y tiene que hacer grandes esfuerzos para
salir de su inflexibilidad
Como superior, tiende más a hacerse temer que a
hacerse amar, porque es austero y recio
En los juicios tiende a ser objetivo. Es un tipo
que sabe superarse y llegar a ser independiente.
Tiene fuerza natural para penetrar en el ánimo
de los demás y para convencer y podría hacer juegos de astucia.
Con respecto a la afectividad, es reservado;
tiende a la ponderación y a considerar las cosas con calma. Es decidido, firme y fuerte.
El Padre Moretti concluye
su estudio diciendo:
“Como hombre de virtud debe haber luchado terrible y tenazmente para
conquistar el dominio sobre su parte
instintiva y ser fiel a su vocación y misión.
Sus tendencias naturales eran como las hormigas termitas que, poco a
poco y subterráneamente, van destruyendo
todo el edificio”
A continuación y con el
apoyo de otros documentos trataremos de demostrar que ,a pesar de las
tendencias naturales e instintivas, Gianelli
fue construyendo día a día, su propia santidad, colaborando con la
gracia de Dios, con fidelidad y constancia.
·
“Tiende
a ocuparse demasiado de las exigencias del propio yo”
La atención excesiva a las
exigencias del yo, es un indicio de orgullo, de inmortificación y de autosuficiencia.
Demuestra tendencia a la autoafirmación y al bienestar personal, a la comodidad
y a la vida fácil.
Gianelli combate esta
tendencia durante toda su vida. Leamos algunos testimonios sobre su vida de
niño:
“se mostraba como un ángel de piedad y de obediencia”
(Observación 10). En casa siempre modesto y disponible, pronto a ayudar a
todos. Era admirable por la dulzura, la mansedumbre, la humildad
(Observación 10).
Es significativo lo que escribió su sobrino Santiago,
siempre en las “Observaciones”:
“Domingo, el hermano menor del santo, no se
ofreció jamás a sustituir el pastor del pequeño rebaño, considerando ese
trabajo demasiado vil. Antonio iba con gusto todas las veces que era necesario,
también cuando volvía a casa para las vacaciones de verano y en vísperas de ser
ordenado sacerdote. Nunca hizo pesar
sobre sus hermanos o sobre la gente de Cereta, su superioridad cultural.
Ayudaba con humildad y con mucha generosidad. Daba lo que podía y trataba a
todos amablemente”
En
casa de
En el seminario figuraba entre los pocos, tal vez el
único, que encontraba todo bueno, más bien óptimo, tanto en la comida como en
la habitación y en el tratamiento general
“Siendo
vicario cooperador en
“En Cárcare
quiere la habitación más
incómoda, pequeña y fría; las fatigas más humildes, a tal punto que en broma, se lo llamaba el asno de la
comunidad, porque llevaba el peso de todo”. Allí fue el siervo de todos y
llamado el “hace todo”.
El examen grafológico ponía
en evidencia que habría tenido éxito como técnico, en trabajos de precisión. En
la realidad se las ingeniaba, no sólo en el estudio, sino también en las mil
cosas que hay que reparar en la casa. Ese “hace todo” que le aplicaron en
Cárcare, casi no lo podemos comprender en toda su dimensión, porque significaba
que entendía y se ocupaba de todo lo referente a una escuela y a un internado de muchachos, incluso en la
parte de limpieza, arreglos reparaciones, etc. Y al mismo tiempo predicaba,
enseñaba, confesaba en el Colegio y en
En Chiávari, después de la
muerte de su padre, llevó consigo a su madre, pero quiso que los suyos
siguieran viviendo en la pobreza en que habían nacido. A la madre le compraba
lana, lino, hilo para que continuara tejiendo, como lo hacía en Cereta, para
las familias más pobres. En Chiávari como en Cereta, muchas veces se comía el
pan duro para ahorrar para los pobres y, también como en Cereta, seguía
comiendo castañas y un poco de vino.
En Bobbio eligió para sí,
los locales y los ambientes más pobres y vivió en pobreza, mucho más que en
Chiávari. Durante las misiones, las fatigas mayores, se las reservaba para sí
mismo.
“No supo jamás que era Obispo, por las
atenciones que recibía o por las comodidades que podía tener, sino por la mayor
cantidad de fatigas. En Bobbio redujo todo: la mesa, los domésticos... Derrochó
sólo con los pobres” (Dasso).
Como todos los santos, era
severo consigo mismo, pero era amplio y generoso con los demás, especialmente
con sus colaboradores.
En los testimonios de los
procesos, las declaraciones que llaman más la atención son las que se refieren
a su celo, a su pasión apostólica. En el ejercicio de su misión, en ese
inmolarse por la salvación de los demás, nunca supo verdaderamente qué cosa
fuese la “atención a sí mismo y a su propio yo”. Su actividad apostólica fue el
altar de su continuo sacrificio.
Entre muchos testimonios
elegimos algunos:
“La virtud más espléndida y que constituía la personalidad del Siervo de
Dios, era su ardiente celo por la salvación de las almas, celo ejercitado
extraordinariamente durante toda su vida”“Delicado y enfermo, llamaba la
atención su dedicación a los demás...”
“Nunca conocí un hombre como este”. “Impulsado por su celo, no se
perdonó fatigas e inclemencias. Esto, al decir de los médicos, fue la causa de
su temprana muerte. Cuando en 1845 Gianelli se enferma gravemente, el Obispo de Tortona le dijo a unos de sus
Seminaristas que él había ordenado Sacerdotes porque, por su enfermedad,
Gianelli no podía: “Recomienden a su
Obispo que tenga un poco más de compasión y misericordia consigo mismo”.
·
“Es
un tipo más bien introvertido”
La tendencia a la
introversión, no se presenta en Gianelli como rechazo a los demás, sino como un
modo de ser que favoreció notablemente su amor al retiro, a la oración y la superación constante de esta inclinación
natural, lo llevó a la apertura a los demás.
Leamos algunos testimonios:
“desde niño no amaba las diversiones; prefería
el retiro y la soledad, era extremadamente reservado con todos. Tal vez el lugar
donde pasó su infancia lo llevó también por este camino...”
Esta capacidad de
introversión favoreció la reflexión, la meditación la ponderación, pero no
impidió en nada su relación con los demás. Ordenado Sacerdote se transformó en
el hombre para los demás: acogedor, disponible a toda hora, a tal punto que
conversar con él era un verdadero placer, “porque parecía que el santo lo
estaba esperando a uno”, dicen los testigos.
Abierto a la amistad más
sincera, a la colaboración, a la ayuda fraterna, estaba siempre dispuesto a dar
con generosidad y a pedir con grandísima humildad y apertura de corazón. Esto
lo podemos comprobar leyendo sus cartas.
Atraía a todos por su
jovialidad y estaba siempre pronto a hacer bromas. El Padre Agustín Dasso, su
grandísimo amigo, en el Elogio Fúnebre dice de él: “Era muy ameno y jovial,
pero en el fondo siempre conservó su natural reserva”.
·
“Tiende
a no ser demasiado largo de mano. Podría tomar el camino de la avaricia”
Y sabemos que tuvo horror a
la avaricia para sí mismo y señaló los peligros de la misma hablando con sus
sacerdotes. No quiso proponer para las sagradas órdenes a un clérigo avaro,
diciendo que ese defecto del candidato hacía poco honor al altar (Fidel
Luxardo).
De la pobreza vivida en
familia aprendió el cuidado de las cosas, el justo sentido de la economía, y ya
desde niño ejercitó la generosidad. De las mujeres que ayudaba en Cereta a
recoger leña, nunca quiso recibir una recompensa.
Sacerdote, predicó y
enseñó, pero sobre todo vivió el desprendimiento del dinero y de las cosas. Los
sermones más enérgicos, durante los ejercicios a los sacerdotes, son
precisamente los que tratan el tema de la avaricia. Al Clero de Bobbio dictó
los siguientes remedios contra la avaricia:
Un sacerdote que no quiera perderse por la avaricia debe:
·
Abandonarse
a la divina providencia
·
Tomar
lo que viene
·
Gastar
lo necesario
·
Dar
lo que sobra
·
Desear
morir sin dinero
·
Disponerse
a morir en la necesidad
¿Les parece demasiado? Yo les aseguro que para un Sacerdote que no es
poco, poco, muy poco.
Fue su gran amor a la
pobreza y al desprendimiento, lo que le llevó a decir: “Si muero pobre, rogad
por mí, pero si muero rico, no recéis por mí porque me habré condenado”
A la luz de los
testimonios, vamos a examinar también su
generosidad con los pobres, su desprendimiento y el espíritu y la práctica de
la pobreza.
La ausencia de avaricia se
nota, sobre todo, en su relación con los pobres, que entonces como ahora,
abundaban en todas partes.
“Hacía mucha limosna, daba todo lo que tenía.
Era tan grande su generosidad con los pobres, que a ellos destinaba todo lo que
provenía de su ministerio”
“Recomendaba a su sobrino que fuera generoso
...” “Distribuyó entre los pobres de Chiávari y de Lavagna, lo que allí le
dieron por la predicación de una Cuaresma”.
“La escalera del Obispado de Bobbio estaba siempre llena de pobres”.”Hacía
distribuir trigo y harina entre los pobres, sobre todo, en tiempo de carestía”.
“Algunas familias vivían todo el año con las limosnas que el Obispo les
daba”
“Por su gran generosidad contrajo deudas que
apenas se pudieron pagar después de su muerte, vendiendo los muebles...”
“En la línea del servicio y de la caridad nunca
se aferró a “esto es mío” o “esto es
tuyo”. Todo era de los pobres”.
La pobreza es un capitulo
exaltante de su vida. El dinero lo administraba el ecónomo. Cuando iba a las
misiones siempre llevaba una sotana vieja y gastada, de sus tiempos de simple
Sacerdote: “Bandera vieja, gloria del
capitán”, respondió a los que querían cambiársela por otra mejor.
Vivía como un verdadero
pobre y decía con frecuencia a los que estaban
con él: “quiero vivir como pobre y quiero morir más pobre todavía”.
Y murió pobrísimo. No dejó
nada a sus parientes que después de su muerte, continuaron siendo los pobres
campesinos que siempre habían sido.
·
Es
un tipo avispado que no deje, como vulgarmente se dice, pasar las cosas por
debajo de la nariz (no era ingenuo y no se dejaba engañar
fácilmente).
Es verdad que era santo,
pero no era tonto; era bueno pero no ingenuo y fácilmente burlable. Hasta los
impostores se cuidaban de tenderle trampas. No creía fácilmente en el chisme o
en la charlatanería. Al decir de los testigos, pedía consejo a los amigos y
colaboradores, pero nunca se dejó llevar por nadie de la nariz.
Pide, por caridad a sus
Sacerdotes, a sus superiores que no dejaran de avisarle de sus errores y
equivocaciones, pero también advierte que no era muy fácil hacerlo cambiar de
opinión, cuando las cosas las tenía pensadas, ponderadas y resueltas. Pero pide
que no se le prive de la caridad del aviso fraterno.
·
No
deja pasar inobservada una cosa que debe ser puesta en claro o evidenciada
No
por capricho o por puntillo de honor, sino siempre y sólo por amor al deber y
por la búsqueda de la verdad, Gianelli no podía callar lo que era necesario
poner de manifiesto. Siendo Vicario foráneo y después Obispo, tuvo que asumir
actitudes enérgicas y decisivas en relación a Monasterios y después a algunos
sacerdotes.
No
se calló por comodidad o cobardía, aún sabiendo que actuando así se atraía el
odio y la persecución. Y esto también en relación a ciertos laicos que daban
escándalo. Siempre se distinguió por una rectitud y una firmeza incomparable.
“Amaba cumplir con su deber también a costa de
sacrificios y disgustos. En esto era un verdadero ejemplo para los demás. Por
el deber y la verdad habría sido capaz de ir al encuentro de un ejército o
enfrentar un carro armado... No demostró menor valentía y paciencia en el
tolerar toda clase de fatigas. Soportaba todo con admirable igualdad de ánimo.
Fue firme, sobre todo en el exigir al clero el cumplimiento de su deber. Sufrió
muchas contradicciones y todo lo
soportaba con calma y resignación y tenía costumbre de sonreír cuando le venía
alguna contrariedad,. Ningún miramiento humano habría sido capaz de doblegarlo
o hacerlo volver atrás en el cumplimiento de su deber”.
·
Tiende
a vengarse” (era vengativo por naturaleza)
Con la gracia de Dios
superó esta tendencia natural y cuando alguien lo ofendía, o cuando se veía contrariado, y aparecía su natural
inclinación a la venganza, actuaba de este modo:
“Cuando era ofendido no se lamentaba ni buscaba
vengarse. Sufrió dolores y amarguras, pero nunca dio muestras de resentimiento
o impaciencia”.
“En 1840, fue injustamente acusado en Turín. El
Rey, amigo de Gianelli, cuando descubrió quien había sido el falso acusador,
quiso castigarlo; Gianelli intervino y pidió que fuera perdonado”.
Cuando se trataba de sí mismo, nunca se mostró
molesto por las injurias por graves que fueran. Fue calumniado, difamado, amenazado
de muerte, formalmente acusado ante las autoridades, ... pero no se mostró
preocupado ni ofendido. Su respuesta fue siempre: Dejemos hacer a Dios, dejemos
en sus manos la respuesta”.
Cuando fue nombrado
director de disciplina en el seminario de Génova, sufrió mucho por la
hostilidad y la oposición del Rector a sus intentos de poner un poco de orden y
disciplina entre los seminaristas. Al final viendo la imposibilidad de la
empresa y la inutilidad de los esfuerzos, renunció a su cargo. Los hechos posteriores
le dieron la razón a Gianelli, pero él no tuvo nunca una palabra en contra del
Rector y nunca volvió a mencionar las
injusticias de que fue objeto.
“Fácilmente perdonaba.
Invitado a defenderse respondía tranquilamente: “Pensará Dios en hacerlo”.
·
Tiene
tendencia a mandar (autoritarismo)
“
Por naturaleza tenía un aspecto más bien grave, serio, vivo, decidido, al punto
que sus compañeros lo llamaban emperador; pero era al mismo tiempo, amable,
dulce, afable...”
“En
el Seminario tenía una cierta autoridad sobre sus compañeros, que le venía de
la edad, pero sobre todo de su virtud y de su amor al estudio. Se imponía sin
quererlo y sin buscarlo. Sabía conquistarse el ánimo de todos por su caridad y
su humildad, sin darse aires de superioridad y sin pretensiones”.
·
Tiende
a ser testarudo. Para él es un esfuerzo
grande salir de su inflexibilidad.
En
este punto es cierto que el Padre tuvo
que luchar fuertemente durante toda su vida. Veía muy claro lo que era
conveniente hacer y le costaba admitir otros puntos de vista. En una carta
escrita por Gianelli a Nicolás Barabino, se puede entrever y comprobar cuánto
le costó someterse a la opinión del amigo, carísimo por otra parte, que lo
contradecía; pero insiste para que lo ayude con la corrección fraterna[1].
Provincia
en Ventimiglia. Quería a toda costa que se estableciera en Ventimiglia una
Provincia Religiosa de las Hijas de María. Se impuso al Consejo de Chiàvari,
reclamando por primera vez los derechos de Fundador. Cedió solamente ante la
firmeza y el parecer negativo de
“Con tal de que se haga el bien y de manera
estable y segura, me quedo indiferente. Piénsenlo bien. Pero en mi corazón
quedará siempre el deseo de tener el Noviciado y una Provincia en Ventimiglia”[2]
“Era firme, pero de una gran afabilidad. Era vivísimo y muy efectuoso.
También fue acusado de ser precipitado y rígido”
·
Pero
sabía reparar sus errores”
“Un sacerdote
considerado culpable, fue retirado por Gianelli de la actividad
apostólica. Cuando el Padre se dio cuenta de que era inocente, fue a
encontrarlo en su casa. A la hora del almuerzo, en presencia de todos los
sacerdotes de la zona, lo abrazó y le pidió perdón por haberlo amargado. Le dio
confianza y lo consideró, de ahí en más, una amigo por toda la vida”
·
Tiende
más a hacerse temer que a hacerse amar porque es austero y enérgico.
“Integro, justo y firme”. Un ejemplo de su firmeza la
da siendo aún muchacho, en Castello. Un compañero le dijo un día:
“de tu familia y en tu casa ninguno fue capaz hasta hoy de hacer gran cosa. ¿Para
qué te preocupas tanto del estudio? Deja todo. Y él, como respuesta afirmó: a
pesar de todo eso y de todo lo que dicen, yo seguiré adelante, haciendo lo que
me corresponde”.
Para cumplir con su deber
no tenía miedo de las persecuciones. La gente que lo conoció, decía:
“ tenía coraje apostólico. Era de índole fuerte
y resuelta. No se doblegaba sino por fuertes y graves motivos. Era de una santa
severidad cuando se trataba de conservar las buenas costumbres de los clérigos y de sus
feligreses. Fue un Párroco celoso y atento a sus deberes. Predicaba con
valentía y firmeza. No se callaba delante de nadie, hombres, mujeres,
autoridades... se lo llamaba el santo de hierro, tanto por su resistencia a la
fatiga como por su firmeza en corregir y combatir el vicio”.
“Cuando se trataba de cumplir con su deber, no
conocía temores. El Cardenal Tadini decía que era capaz de ir al encuentro de
un cañón.
“... entonces me parecía demasiado rígido,
pero ahora me doy cuenta que tenía razón
para obrar de esa manera...”
“Por una parte era firme en sus decisiones, por
otro lado estaba dotado de una gran afabilidad”
·
Y
fue intensamente amado
El Padre Agustín Dasso,
hace esta confesión con respecto a su relación con Gianelli:
“Mi corazón, con una mezcla de reverencia, de
veneración y de filial ternura, en todo tiempo lo amó. Lo amó como a uno
que se admira profundamente. Lo amó
primero subyugado por su celo infatigable... lo amó después cuando lo vio en
mil pruebas de caridad, de fortaleza, de angustias. Por último, lo amó por una
especie de fascinación, porque una vida como la suya tenía una gran atracción”[3]
·
Tiene
poder para penetrar en el ánimo de los demás.
Ejercía sobre sus oyentes
una especia de fuerza magnética. Pero usó de esta capacidad solamente para
atraer las almas a Dios. Se sirvió de este don para los santos fines de su
ministerio, en el ejercicio de su apostolado. Hablaba al corazón de sus
oyentes, porque sus palabras brotaban del corazón y era escuchado con
admiración.
·
Por naturaleza tiene la capacidad de la decisión
fuerte y de la austeridad
Esta capacidad la ejerció,
sobre todo, en la mortificación y en la penitencia.
“De su aspecto delicado se trasparentaba una
particular dulzura que atraía los ánimos; se notaba particularmente su amor a
la mortificación”
... practicaba la frugalidad y la aconsejaba sus
sacerdotes. No era delicado ni en la comida ni en la habitación y se adaptaba
fácilmente a todo. Su mesa era
frugalísima”
“A la cena comía algunas cosas simples, tanto
como para vivir. Durante las misiones, servía él mismo a los misioneros y
muchas veces pasaba por alto su plato. Nunca pidió comidas especiales y era en
lo último en que pensaba. No sólo se contentaba con lo que llegaba a la mesa,
sino que nunca demostró preferencias por
nada. Ayunaba tres veces a la semana. Muchas veces, durante el día, tomaba
solamente café. A las dos de la tarde, habitualmente todavía estaba en el
confesionario. Cuando el criado le avisaba que la sopa estaba servida y se
enfriaba, respondía: no importa, la tomaré como está”
Con una complexión tan delicada, todos se
preguntaban cómo se mantenía comiendo tan poco y tal mal.
Practicaba la mortificación también en las
visitas pastorales. Era admirado como modelo de virtud cristiana. Amaba la
penitencia. Usaba el cilicio. Después de su muerte se encantaron cadenillas y
otros instrumentos de penitencia”
·
Fatiga
apostólica
La fatiga apostólica fue su
ininterrumpida penitencia. A sus Hijas dejó escrito: “... tienen la penitencia
en la fatiga..”
Causaba admiración por su
dedicación al trabajo. A la noche velaba hasta muy tarde escribiendo,
estudiando, rezando.
La firmeza, y la austeridad
marcaron toda su vida. Nunca fue compasivo consigo mismo. Nunca exigió a los
demás lo que él no había hecho antes. A sus Hijas no les pidió nada de lo que
él antes no vivió. Esto lo dijo Mons. Salvador Magnasco, Arzobispo de Génova y
compañero de Gianelli, que lo conocía muy bien.
La santidad de Gianelli,
podemos decirlo sin equivocarnos, germinó y se desarrolló en una naturaleza que
de por sí era adversa y no una aliada de la gracia. Al contrario, fue una
fuerza negativa que lo llevó a entablar una lucha continua durante toda su vida.
Los factores que lo
ayudaron en este camino de santidad fueron:
La fortaleza cristiana, la
firmeza de su voluntad la gracia y la oración asidua.
Con su constante empeño por
dar a Dios lo mejor de su vida y de su tiempo, la gracia lo fue transformando
en Santo.
Lectura-
noticia Para Bajar y recordar
Un
poco de historia gianellina para recordar y agendar
1834
Significado
del 8 de septiembre para
Antonio Gianelli, fundó
Las Hermanas ya hacía tres años
que se habían dedicado a las obras de caridad y ya vestían un hábito religioso
aquellas que iban a los hospitales y al Hospicio de caridad y Trabajo. Pero,
por razones de pobreza, no todas tenían ese uniforme negro que las distinguía.
Gianelli quería complacerlas, pero por la pobreza del Instituto no se podía
tener esa satisfacción Y Gianelli les decía: somos pobres, Hijas mías y tenemos
que esperar que
Este día pasó a ser parte de las
fechas importantes de la historia gianellina. Las Hermanas, después de haber
hecho su noviciado, hacían los votos de pobreza, castidad y obediencia (en forma privada, hasta que
Otras FECHAS
IMPORTANTES
8 DE SETIEMBRE DE
1769,
8 de septiembre de
1910 fue coronada
solemnemente la imagen de
26 de septiembre de
1908, Mons.
Mariano Soler, murió en el viaje de regreso a su tierra natal. Este año se
conmemora el centenario de su nacimiento. Recordemos elevar una oración en su
memoria.