SEMANA SANTA 2021

Lunes 29 de marzo   Lunes Santo
Juan 12,1-11 “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.

Estamos entrando en la Semana Santa, en la semana de la pascua de Jesús. Hoy el Evangelio nos muestra cómo Jesús, perseguido por los judíos, va a Betania a la casa de sus amigos. Allí, María guarda silencio, pero habla a través de un gesto lleno de simbolismo para con Jesús; el gesto tiene gran fuerza y no deja indiferentes… incluso incomoda a algunos. En contraste a la fuerza de la amistad de María, en el relato del Evangelio nos encontramos con otras actitudes, que aunque humanas, reflejan la mezquindad, la superficialidad y la maldad que en ocasiones nos brota desde dentro. Una de esas actitudes la encontramos en Judas, un discípulo de Jesús, del que precisamente se habría esperado una conducta más noble, muestra sus propios intereses, utilizando para su provecho el compromiso con los pobres. El reproche de Judas por el gesto de María refleja  su incapacidad  de ver más allá y abrirse al amor.
¿Con qué podemos ungir hoy los pies de Jesús? ¿Qué hay en nosotros que podamos entregarle a Jesús y que inunde de buen aroma toda la comunidad, la casa de Dios?

Martes 30 de marzo    Martes Santo
Juan 13,21-33.36-38:    “Uno de ustedes me entregará… No cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces”

Estamos en el segundo día de la Semana Santa. Los textos del evangelio de estos días nos confrontan con los hechos terribles que llevarán a la detención y a la condena a muerte  de Jesús. Hoy el evangelio aunque nos ofrece el anuncio de la traición, el foco no está puesto sobre esa vergonzosa traición de Judas, ni tampoco en la torpe temeridad de Pedro, sino sobre lo que nos ofrece en definitiva la libertad suprema de Jesús que, aunque sufre, se sabe parte de un proyecto más grande y sigue adelante.
Sufre por la traición y la negación, pero no interviene para “vulnerar” nuestra libertad. Él asume las consecuencias. El día de hoy se nos regala como un tiempo de decisiones.
Detengámonos un momento y pensemos en las decisiones que estamos tomando… ¿Qué camino estamos tomando para seguir a Jesús más radicalmente?

Miércoles 31 de marzo   Miércoles Santo
 Mateo 26,14-25: “… Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me darán si se lo entrego?” Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo”.

Ayer el Evangelio habló de la traición de Judas y de la negación de Pedro. Hoy nos habla de nuevo de la traición de Judas. En la descripción de la pasión de Jesús, en Mateo se acentúa fuertemente el fracaso de Jesús con los discípulos, pero con el objetivo de señalar que su amor es mayor que nuestra infidelidad. Es impresionante constatar que en este escenario, Jesús nos diga que se queda con nosotros en la Eucaristía. Esto nos muestra, la enorme gratuidad del amor de Jesús, que supera la traición, la negación y la huida de los amigos. Su amor es a prueba de toda bajeza humana.
Miremos ahora nuestra vida: cada vez que faltamos a la verdad, cuando no somos solidarios con el que sufre, cuando nos corroe la envidia, cuando hacemos aspavientos con nuestros logros frente a los otros para vender una mejor imagen, cuando justificamos nuestro egoísmo y cobardía… ¿no nos estamos acercando a la actitud de Judas?
Comprometámonos esta Semana Santa, junto a Cristo Crucificado, a aceptar todo lo que Dios tiene para nosotros sin traicionarlo. Pidámosle que no nos deje caer en la tentación …

JUEVES 1º DE ABRIL    JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR
Juan 13,1-15:  «Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, dando gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: «Tomad y comed todos, porque esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en conmemoración mía». Y lo mismo hizo con el cáliz».

En la noche «en que iba a ser entregado», Jesús «se entregó». Él era plenamente consciente del significado de lo que estaba haciendo y de lo que iba a suceder después. Por eso pidió a sus discípulos que celebren perpetuamente el «memorial» de su entrega.
Cristo pide a sus apóstoles que sigan celebrando la cena como memorial suyo. No se trata de un simple recuerdo, sino de una verdadera y real actualización y comunión en el ofrecimiento que el Señor hace de sí mismo.
Hay algunos gestos humanos que nos conmueven profundamente. El evangelio de hoy con el que comenzamos el Triduo Pascual nos narra uno de estos gestos. Jesús se levanta de la mesa y, con la simpleza y la profundidad de los gestos que son proféticos, lava los pies de sus discípulos. Dice el evangelista que Jesús en esta cena “amó a los suyos hasta el fin”. ¿Qué nos quiere decir esta expresión? Que Jesús los amó de un modo que sobrepasaba todo amor imaginable. Un gesto de amor sin medida, que involucra toda su existencia.
Jesús no pide a sus discípulos que sean buenas personas, que se amen con una medida humana. Él quiere mucho más, por eso dice: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» El punto de partida no es el mandamiento («Amaos los unos a los otros») sino el don («como yo os he amado»). Porque él nos ha amado primero, nos ha enseñado qué es el amor y nos ha capacitado para amar.

VIERNES 1º DE ABRIL  VIERNES SANTO    (dia de ayuno y abstinencia)

Jesús es el Siervo del amor crucificado, al que el desamor de los hombres le ha desfigurado el rostro. Lleva en su corazón todo el sufrimiento de la humanidad y hace brillar la luz de la esperanza  y del consuelo en el mundo. Maltratado y condenado injustamente abre un camino de perdón a los enemigos y de abandono en el Padre.
Acerquémoos hoy a la cruz… Jesús está en la cruz desnudo, solo, derrotado, ultrajado, mirado por el pueblo en espera de un último milagro: “¡Que baje de la cruz!”; pero Él, silencioso, sigue confiando en el Padre: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu”
Jesús tiene los brazos abiertos en la cruz, quiere abrazar a todos, reconciliar a todos, derribar el muro del odio que separa a unos pueblos de otros; desea atraer a todos a su amor sin límites: “Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” .
La cruz es el lugar donde todo termina y donde comienza lo nuevo. En la cruz se cumplen las Escrituras y se abre la fuente viva de la gracia, la tierra se riega con la sangre y con el agua del costado abierto de Cristo. De la cruz nace la Iglesia. En los labios de Jesús brota esta última palabra:   “Todo está cumplido” .
Jesús, me postro ante tu cruz.  En ella veo a todos los crucificados de este mundo: Los que han sido alcanzados por esta pandemia y no disponen de medios para combatirla. Los que sufren violencia, los que están empobrecidos, deshumanizados, los que padecen enfermedades incurables, soledad, abandono, marginación. Dame valentía y creatividad para trabajar por un mundo más humano.

SÁBADO 2 DE ABRIL  SÁBADO SANTO
“Junto a la cruz de Jesús estaba su madre…”.  

María se queda en silencio. La palabra de Jesús llenó siempre su corazón. Ahora, su Hijo ha muerto, ... El mundo se ha quedado en silencio y a oscuras.  María y las mujeres no apartan de Jesús la mirada del corazón. María y las mujeres están a la espera.
Como sucedió otras veces, «ella conservaba estas cosas, meditándolas en su corazón». No comprende lo que ha sucedido, pero persevera en la oración silenciosa, poniendo los acontecimientos y su vida en las manos de Dios.
Esperemos hoy en silencio, con María. La experiencia de la cruz ha sido tremenda. Tener en sus brazos el cuerpo de su Hijo también a Ella la ha crucificado. Junto al discípulo amado ha oído las últimas palabras de Jesús, su último suspiro.
Ella estuvo junto a la cruz de Jesús. Sin palabras. Son sus gestos, sus manos, sus ojos, su silencio, los que hablan. Está allí porque ama mucho, sabe mucho de pérdidas y de dolor; de fe y de esperanza.
Por eso a ella nos dirigimos, en ella buscamos la compañía  para esperar. Ella no ve, ni sabe, ni entiende, pero ella, cree y espera «contra toda esperanza».
Déjame estar contigo, María de la Soledad. Sin decir nada, María del Silencio. A la espera de Jesús, María de la Esperanza.

DOMINGO 4 DE ABRIL        DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN
Juan 20,1-9

El primer día de la semana, María la Magdalena, fue al sepulcro al amanecer. Y vio la losa quitada del sepulcro. Ve, pero no sabe interpretar lo que ve. La señal de vida la interpreta como señal de muerte. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba. Su reacción en el momento difícil: Ir en busca de los amigos, que comparten con ella el amor a Jesús. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro.  Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro. En la mañana salen, corren, buscan. Al llegar a la tumba cada uno de ellos ve un poco más de lo que vio el anterior, se complementan por el intercambio de dones: María vio la piedra corrida, el discípulo amado, vio los lienzos, Pedro vio el sudario.   Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.. El amor le abrió los ojos para ver. No se dice lo que vio, lo que vio es que Jesús no estaba, es decir, no vio nada, o vio rastros de vida, pero todo eso lo llevó a creer. Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.  Los discípulos descubrieron, no por razonamientos sino por vivencia, que Jesús seguía vivo y que les comunicaba vida. “Rompamos las rutinas en lo que somos y hacemos… Hagamos del hoy que vivimos un amanecer de resurrección” (Papa Francisco).