2ª SEMANA DE CUARESMA 18-24/3
Lunes 18 de marzo
Lucas 6,36-38 “…Sean compasivos como el Padre es compasivo … la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes”.
Hemos entrado de lleno en el tiempo de Cuaresma. El mensaje del Santo Padre nos invita a no desaprovechar estas semanas, para fortalecer nuestra vida cristiana, dejándonos iluminar y guiar por la Palabra de Dios. Por eso acogemos atentamente el Evangelio de hoy que, aunque muy breve, es como un resumen de algunos puntos clave de la vida cristiana. Como solemos ser demasiado propensos a juzgar y condenar a los demás, nos trae una muy clara consigna: “Sean misericordiosos”. El Señor es misericordioso con todos sus hijos. Los discípulos de Jesús debemos irradiar este amor misericordioso, y por ello Jesús nos recuerda que si no queremos ser juzgados no debemos juzgar. Hoy hagamos un ejercicio muy necesario en esta Cuaresma: “ayuno de palabras y juicios temerarios, que juzgan y condenan a nuestros prójimos”, y que tal vez nos cuesta más practicar que el ayuno y la abstinencia.
Lleva hoy este mensaje de Jesús, como un regalo. La compasión es la forma de mirar al mundo que tiene Dios. Jesús te pide que te parezcas a Dios en la compasión.
Martes 19 de marzo Solemnidad de San José.
Mateo 1, 16.18-21.24: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer»
Hoy, la Iglesia celebra la solemnidad de San José, el esposo de María, el hombre justo que escribe una página de amor, única e irrepetible en la historia de la salvación. A pesar de las dudas que lo afligían, se fía de la palabra de Dios y cumple su mandato de recibir a María como esposa y proteger al Niño Jesús. José es el claro ejemplo de cómo debemos confiar más en la gracia de Dios que en nuestras habilidades, más en sus planes que en los nuestros. No le debió ser fácil a San José ver que María «antes de empezar a estar juntos, se encontró em-barazada por obra del Espíritu Santo». Se había propuesto deshacer el acuerdo matrimonial, pero «en secreto». Pero «cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños”, revelándole que él tenía que ser el padre legal del Niño, lo aceptó inmediatamente «y tomó consigo a su mujer». La Cuaresma es una buena ocasión para descubrir qué espera Dios de nosotros, y reforzar nues-tro deseo de llevarlo a la práctica. Pidamos a Dios «por intercesión del Esposo de María», que avancemos en nuestro camino de conversión,
imitando a San José en la aceptación de la voluntad de Dios y en el ejercicio de la caridad con el prójimo.
Miércoles 20 de marzo
Mateo 20,17-28 “El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate por muchos”
En el evangelio de hoy Jesús habla de tres temas: el tercer anuncio de la pasión, la petición de la madre de los hijos de Zebedeo y la discusión de los discípulos que quieren el primer puesto. El anuncio de la pasión y de las humillaciones que tendría que sufrir el Señor, no siempre se escuchan. Parece más interesante pensar en ese reino de felicidad que vendrá y en los pues-tos más destacados en este reinado.
Hoy como ayer, Jesús rechaza esos deseos mundanos y nos pide que no caigamos en esa trampa. En la nueva comunidad que Él inicia en esta tierra, la autoridad es servicio, no gloria. Seguir a Jesús implica estar dispuestos a servir de corazón, aun cuando no obtengamos ningún éxito ni premio humano por ello. La madre de Santiago y Juan pide favores, Jesús promete sufrimiento. Nosotros ¿qué le pe-dimos al Señor en la oración? ¿Cómo aceptamos el sufrimiento y los dolores que acontecen en nuestra vida?
Jueves 21 de marzo
Lucas 16,19-31: “Había un hombre rico... y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal”…
Con la parábola de Lázaro y el rico, Jesús no condena la riqueza; lo que rechaza es el hecho de que los que viven en la abundancia, tienden a olvidarse de las necesidades de los demás. Es una parábola de grandes contrastes, pero su mensaje central es simple: estén atentos a las necesidades de los que están a su lado. Jesús nos recuerda que la distancia que nos puede unir o apartar de su gloria, se va construyendo en este mundo, y puede ser menor o mayor, según como nos comportemos con las personas que sufren. El rico no es presentado siendo cruel o maltratando a Lázaro. Fue condenado por no hacer nada; por ver el estado de miseria de Lázaro y no hacer nada para aliviarlo. La parábola no habla de hacer el mal de parte del rico. Dice que el rico cierra sus ojos hacia los necesitados que están a sus puertas. Jesús le pide a su audiencia abrir los ojos hacia lo que hay alrededor de ellos, y abrir sus oídos al mandatos del Evangelio: ama a tu prójimo.
Viernes 22 de marzo
Mateo 21,33-46 “Este es el heredero: vamos a matarlo…”
Jesús se dirige a los jefes de los sacerdotes, a los ancianos y a los fariseos y da una respuesta a la pregunta que ellos le habían hecho sobre el origen de su autoridad. Por medio de una parábola, Jesús aclara varias cosas sobre el origen de su autoridad: es el Hijo, el heredero. Denuncia el abuso de autoridad de los viñadores, esto es, de los sacerdotes y ancianos que no cuidan del pueblo de Dios. Defiende la autoridad de los profetas, enviados por Dios, pero masacrados por los sacerdotes y ancianos. Desenmascara a las autoridades que manipulan la religión y matan al hijo, porque no quieren perder la fuente de renta que consiguieron acumular para sí, a lo largo de los siglos. Pero el dueño de la viña – el Padre misericordioso – intenta probar que estaba dispuesto a perdonar y ofrece otra oportunidad. Pero como el plan de Dios no puede fracasar… otros darán los frutos que Dios espera de su viña.
Que en esta Cuaresma no pensemos en quedarnos con los frutos, sino en compartirlos, que sepamos vaciarnos de nosotros mismos para que Dios pase a vivir en nuestros corazones.
Sábado 23 de marzo
Lucas 15,1-3.11b-22: “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y echando a correr se le echó al cuello, y se puso a besarlo”
La parábola del padre misericordioso, revela la grandeza del amor de Dios hacia todos sus hijos y expresa su deseo de que todos entremos a gozar de su banquete en el Reino de los cielos. Esta parábola es clave para entender el nuevo rostro o imagen de Dios que tiene Jesús. Dios es exclusivamente amor, misericordia, perdón infinito. Eso es lo que Jesús dice de su Padre. El hijo mayor no lo entiende y no puede comprender a Dios sino desde el ejemplo del hombre religioso y observante que sólo vive de normas, impidiéndole vivir la alegría y la fiesta del perdón que devuelve la vida a su hermano, que estaba muerto.
Solo el amor incondicional de Dios, pone en pie de nuevo la vida maltrecha. Estemos como estemos, Jesús nos espera. Cuando nos ve a lo lejos se conmueve, echa a correr, nos llena de besos. ¡Tanta es su alegría por el encuentro! Cada uno de nosotros hemos nacido de un abrazo entrañable. Somos hijos de un Padre, al que le da un vuelco el corazón cuando nos ve llegar. Gracias, Señor, por la acogida, por el perdón, por la ternura... Gracias porque tu misericordia supera todos mis límites.
Domingo 24 de marzo (III Domingo de Cuaresma )
Lucas 13, 1-9 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás".
Jesús sigue hablando y preparando el Reino de Dios. En la parábola que utilizó Jesús para hacer más comprensible su mensaje, nos compara con una higuera que no da el esperado fruto. Esto lleva al dueño de la viña a decidir cortarla, pero su cuidador intercede ante el dueño para que la deje más tiempo, él la cuidará, la protegerá y seguirá abonándola para intentar que por fin dé fruto. Esa higuera somos nosotros, nos decimos seguidores de Jesús, pero nuestro fruto no llega. Jesús nos nutre cada día con su Palabra, su ejemplo de vida, pero nosotros seguimos prefiriendo vivir de espaldas a Él, cumplir con la Eucaristía como rito antes que abrir nuestro corazón y como el barro en manos del alfarero, dejarnos amasar. Estamos en cua-resma. Jesús nos da otra oportunidad para que seamos capaces de salir de la rutina y ser una higuera fértil. Una higuera que da el fruto generoso del amor entre todos los hermanos, haciendo visible a Dios en la tierra pero, para ello, tenemos que estar dispuestos a cambiar.
Felices quienes emplean sus manos, su mente, sus pies en el servicio gozoso
de los demás, quienes más allá de todas las crisis, mantienen, ofrecen y practican
la esperanza de la resurrección a todos los desvalidos, marginados y oprimidos
del mundo. Entonces sí que habrá brotado la flor de la Pascua al final de un gozoso
sendero cuaresmal.