III SEMANA DE PASCUA
Lunes 6 de mayo
Juan 6,22-29: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?". Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado".
Después de la multiplicación de los panes, todos fueron detrás de Jesús. Hay algo en Él que los atrae, pero aún no saben por qué y para qué lo buscan. Jesús les descubre el sentido de su búsqueda: por haberse hartado de pan y no por haber interpretado las señales. Habían visto el milagro, habían comido hasta saciarse y ¡querían más! No trataron de buscar la señal o la llamada de Dios que había en todo eso. Según ellos, Jesús hizo lo que Moisés había hecho en el pasado: alimentar a todos en el desierto, hasta la saciedad. Yendo detrás de Jesús, ellos querían que el pasado se repitiera. Pero Él les pide que además de trabajar por el pan que perece, trabajen por el alimento que no perece. Este nuevo alimento lo dará el Hijo del Hom-bre. Él da la vida que dura para siempre. Él abre para nosotros un horizonte sobre el sentido de la vida y sobre Dios. Ellos preguntan: ¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios? Jesús responde que la gran obra que Dios nos pide “es creer en Aquel que Dios envió”. En definitiva es ¡creer en Jesús!
“Señor, no dejes que nos olvidemos de las necesidades más profundas que sólo con la fe podemos saciar. No permitas, que las angustias de cada día y las cosas urgentes, nos lleven a olvidar las cosas más importantes, que sólo tú puedes dar”
Martes 7 de mayo
Juan 6,30-35 “Es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo”.
San Juan cuenta que una multitud se había reunido en torno a Jesús para pedirle pruebas de su identidad y le recordaron que, en los días de Moisés, Dios había enviado el maná del cielo para demostrar que estaba con el pueblo. Querían ver una “señal” que les hiciera entender quién era Jesús. Como respuesta, Jesús les explicó que la señal era él mismo: “Yo soy el Pan de la vida”. Y les reveló que Dios había dado el maná al pueblo para alimentarlo y ayudarlo en su falta de confianza; pero ahora él era el verdadero Pan del cielo, enviado para saciar a su pueblo con la vida divina. Y les dijo que, para beneficiarse de este pan de vida, cada uno debía primero apoyarse en la fe, porque de otra manera, no podría recibir lo que él tenía re-servado para ellos. Nosotros hoy: ¿Creemos que Jesús es el verdadero Pan del cielo? ¿que Cristo es Dios hecho hombre, que murió y resucitó para alimentarnos con su Cuerpo y su Sangre? Decidámonos a creer en el Hijo de Dios; si lo hacemos, la paz y la seguridad de su amor se harán presentes en nuestro corazón, porque todo el que cree, aunque sea nada más que un poco, recibe la prueba incuestionable del amor de Dios.
“ Señor Jesús, tenemos la plena convicción de que tú viniste a salvarnos del pecado y de la muerte. Nuestra fe es débil, pero te rogamos que fortalezcas la poca fe que tenemos, hasta que sea un fundamento firme para confiar en todas tus promesas.”
Miércoles 8 de mayo. Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Rep. Argentina (S)
Juan 19,25-27: “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre … Al ver cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa”.
Celebramos hoy la fiesta de Nuestra Señora de Luján. El Evangelio que leemos, muestra a Jesús clavado en la cruz, y al pie de la cruz a María, su madre, y Juan, el discípulo amado. María, la madre de Jesús aparece dos veces en el Evangelio de Juan: al comienzo, en las bodas de Caná y al final, a los pies de la Cruz. Está última ocasión, demuestra que la Virgen María se mantuvo de pie, fuerte, no se dejó abatir sino que sufrió con Jesús. Su presencia silencios, apoya al Hijo en su entrega hasta la muerte en cruz. Pero en ese difícil momento, la Voluntad de Jesús fue entregar a su madre al discípulo amado. Las palabras de Jesús son significativas; María entra así en la casa del Discípulo Amado, en la comunidad cristiana, se convierte en su Madre, la Madre del silencio, que escucha la palabra de Dios, la pone en práctica y cumple la Voluntad de Dios. María no se limitó a aceptar pasivamente el plan de Dios, sino que siguió a Jesús en todo momento, incluso hasta la cruz, demostrando tener la suficiente voluntad para soportar las pruebas, dificultades y sufrimientos necesarios para per-manecer junto a su hijo.
Virgen de Lujan Salva a todos los pueblos, Ruega por nosotros! Madre del amor y del servicio. Ayúdanos a buscar a Jesús en nuestros hermanos. Que, como tú, estemos siempre disponibles a ayudar y acompañar a quienes más lo necesitan. Madre Buena, llévanos a Dios y enséñanos a amarlo como tú. Te pedimos que protejas a nuestras familias y des paz a nuestros corazones. Virgen Humilde y llena de gracia, Virgen de Luján, ruega por nosotros ante tu Hijo y Señor nuestro, Jesucristo.
Jueves 9 de mayo
Juan 6,44-51 "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
“Jesús dice que no vino a este mundo para dar algo, sino para darse a sí mismo, para dar su vida como alimento para los que tienen fe en Él.
Esta comunión con el Señor nos compromete, a sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra existencia, de nuestros comportamientos, pan partido para los demás, como el Maestro partió el pan que es realmente su carne. Cada vez que participamos en la santa misa y nos nutrimos con el Cuerpo de Cristo, la presencia de Jesús y del Espíritu Santo obra en nosotros, plasma nuestro corazón, nos comunica actitudes que se traducen en comportamientos conformes al Evangelio. La Eucaristía hace que madure en nosotros un estilo de vida cristiano. La caridad de Cristo, recibida con el corazón abierto... nos transforma, nos hace capaces de amar, no según la medida humana, siempre limitada, sino según la medida de Dios: sin medida. Gracias a Jesús y su Espíritu, también nuestra vida se convierte en "pan partido" para nuestros hermanos”. (P. Francisco)
Viernes 10 de mayo
Juan 6,51-59 “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es comida verdadera y mi sangre es bebida verdadera. … El que come este pan vivirá para siempre”.
Jesús es el pan vivo bajado del cielo, el que Dios da. Su “carne” es alimento de vida en tanto y en cuanto creemos en él y adherimos a su persona, haciéndonos parte de su proyecto de sal-vación para el mundo. Los judíos dudaban, diciendo: ¿cómo puede éste darnos de comer su car-ne? No aceptaban que la salvación pudiera venir de la entrega de un hombre. Más aún, recha-zan que el Hijo de Dios se hubiera hecho hombre y que su muerte sería fuente de vida para todos. La cruz aparece aquí como un escándalo, inaceptable para la mentalidad religiosa de Israel. Como respuesta a sus objeciones, Jesús mantiene el anuncio que tanto les molestaba: añadir la sangre a la carne, significa que el pan que el dará, es su misma persona.
Si creen esto, los discípulos vivirán de la misma vida del Hijo de Dios. La carne y la sangre son verdadera comida y bebida, porque sacian perfectamente el hambre y calman la sed. Creer en Jesús, adherir a su persona, es aceptar el misterio de su muerte como un don que da vida. Creer en Jesús, es ser introducido en la comunión divina, porque Jesús es el lugar de co-munión entre Dios y los creyentes.
Sábado 11 de mayo
Juan 6,60-69: “…Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Simón Pedro respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".
Las afirmaciones de Jesús producen una fuerte reacción en la comunidad de Jesús y en todos los discípulos que Él tenía. Su lenguaje es claro pero es duro, y por lo tanto muchos se es-candalizan, no les gusta lo que Jesús dice y deciden irse.
Jesús mira a los apóstoles y les pregunta: ¿Ustedes también quieren irse? Pedro, en nombre de todos, le dice "Señor a quien vamos a ir, si solamente tú tienes palabras de vida eterna"...."nosotros creemos y confiamos en tí, nosotros sabemos que tú eres el elegido, el enviado, eres el Santo de Dios”.
También hoy en nuestra cultura y en nuestros lugares cotidianos, de estudio, de trabajo, de la familia y amigos... el lenguaje de Jesús, aún siendo un lenguaje que busca la salvación y lo mejor para cada uno, sigue siendo un lenguaje duro y desafiante, un lenguaje donde nos pre-senta la verdad como es y nos pone en la encrucijada...le decimos que sí, o le decimos que no, seguimos su camino o elegimos otro…
Hoy Jesús también te pregunta: ¿De qué lado estás? ¿También tú quieres dejarme? Hoy es un día para pedir al Señor la gracia de no abandonarlo jamás.
Domingo 12 de mayo (4º de Pascua) Jornada Mundial de oración por las vocaciones
Juan 10,27-30: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos…”
Cristo es el verdadero pastor, que realiza el modelo más alto de amor por el rebaño: Él dispone libremente de su vida, nadie se la quita, sino que la dona a favor de las ovejas. En abierta oposición a los falsos pastores, Jesús se presenta como el verdadero y único pastor del pueblo: el mal pastor piensa en sí mismo y explota a las ovejas; el pastor bueno piensa en sus ovejas y se dona a sí mismo. A diferencia del mercenario, Cristo pastor, es un guía que participa en la vida de su rebaño, no busca otro interés, no tiene otra ambición que la de guiar, alimentar y proteger a sus ovejas. Y todo esto al precio más alto, el del sacrificio de la propia vida. (Papa Francisco)
En esta Jornada, unámonos en oración, pidiéndole al Señor que conceda a quienes han em-prendido un camino vocacional, una profunda adhesión a la Iglesia; y que el Espíritu Santo re-fuerce en los Pastores, en las familias y en todos los fieles la comunión eclesial, el discerni-miento y la paternidad y maternidad espirituales:
Padre de misericordia,
que has entregado a tu Hijo por nuestra salvación
y nos sostienes continuamente con los dones de tu Espíritu,
concédenos comunidades cristianas vivas, fervorosas y alegres,
que sean fuentes de vida fraterna y que despierten entre los jóvenes
el deseo de consagrarse a Ti y a la evangelización.
Sostenlas en el empeño de proponer a los jóvenes
una adecuada catequesis vocacional
y caminos de especial consagración.
Dales sabiduría para el necesario discernimiento
de las vocaciones, de modo que en todo brille
la grandeza de tu amor misericordioso.
Que María, Madre y educadora de Jesús,
interceda por cada una de las comunidades cristianas,
para que, hechas fecundas por el Espíritu Santo,
sean fuente de auténticas vocaciones
al servicio del pueblo santo de Dios.