13º
DOMINGO TO –Ciclo B
Este
domingo, el evangelista san Marcos nos presenta el relato de dos curaciones
milagrosas que Jesús realiza en favor de dos mujeres: la hija de uno de los
jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y una mujer que sufría de hemorragia. Son
dos episodios en los que hay dos niveles de lectura; el puramente físico: Jesús
se inclina ante el sufrimiento humano y cura el cuerpo; y el espiritual: Jesús
vino a sanar el corazón del hombre, a dar la salvación y pide fe en él. En el
primer episodio, ante la noticia de que la hija de Jairo había muerto, Jesús le
dice al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe», lo lleva con él
donde estaba la niña y exclama: «Contigo hablo, niña, levántate». Y esta se
levantó y se puso a caminar. San Jerónimo comenta estas palabras, subrayando el
poder salvífico de Jesús: «Niña, levántate por mí: no por mérito tuyo, sino por
mi gracia. Por tanto, levántate por mí: el hecho de haber sido curada no
depende de tus virtudes»
El
segundo episodio, el de la mujer que sufría hemorragias, pone también de
manifiesto cómo Jesús vino a liberar al ser humano en su totalidad. De hecho,
el milagro se realiza en dos fases: en la primera se produce la curación
física, que está íntimamente relacionada con la curación más profunda, la que
da la gracia de Dios a quien se abre a él con fe. Jesús dice a la mujer: «Hija,
tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
ORACIÓN INICIAL
Señor
Jesús, una mujer enferma, que no tenía nombre,
creyó
y esperó en ti; estaba convencida que
con solo tocarte,
quedaría
curada, y así lo hizo y así sucedió,
pues
al tocar tu manto, quedó inmediatamente curada.
Señor,
que el ejemplo de esta mujer nos ayude a conocerte mejor,
a
tener una fe viva, a creer en ti y a creerte a ti,
para
que nuestra vida, esté animada e impulsada por ti,
esperando
todo de ti, confiando siempre en ti.
Auméntanos
la fe y ayúdanos a creer siempre más en
ti.
INVOCACION AL ESPÍRITU SANTO: Cantamos ven Espíritu Santo…
LECTURA Que dice el texto Mc 5,21-43
Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los
elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la
lectura atenta.
El
texto de hoy muestra la respuesta de fe que los discípulos no supieron dar,
puesta en los labios y en la vida de una mujer y de un dirigente de la sinagoga
judía. Esa fe hace posible que Jesús se manifieste como Señor de la vida y de
la muerte. Escuchemos.
"Cuando Jesús regresó en la barca a
la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto
al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo,
se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo;
ven a imponerle las manos, para que se cure y viva». Jesús fue con él y lo
seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí
una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho
en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al
contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó
por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar
su manto quedaré curada». Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en
su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza
que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó:
«¿Quién tocó mi manto?». Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te
aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?». Pero él seguía
mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy
asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a
arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: «Hija, tu fe
te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad». Todavía estaba
hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le
dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?».
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No
temas, basta que creas. Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro,
Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.
Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo:
«¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme». Y se
burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a
la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La
tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo
ordeno, levántate!». En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y
comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó
insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran
de comer a la niña."
PREGUNTAS PARA LA LECTURA:
¿Qué
personajes intervienen en el texto? ¿Con qué intenciones buscan a Jesús?
¿Cómo
reacciona Jesús ante ellos? ¿Con qué gestos o palabras?
En
el encuentro con la mujer que padece hemorragias, ¿qué le llama la atención a
Jesús? ¿Qué actitud de esta mujer es felicitada por el Señor?
Con
la hija de Jairo, ¿cómo reacciona la gente ante su muerte? ¿Qué hizo Jesús y
qué les dijo?
¿Qué
le dice a la niña en arameo? ¿Qué significa? ¿Qué sentido tiene esta frase en
el texto?
MEDITACIÓN ¿Qué me dice Dios a través del texto?¿Algún
aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de
tus dimensiones?
Jesús
sigue ofreciendo hoy dignidad y vida verdadera a quienes se acercan a él con
fe. Su milagro en cada uno de nosotros es, además, una invitación a extender su
vida a otras personas y a otros ambientes.
¿Qué
aspectos del texto te invitan a confiar en el Dios de la Vida?
¿Con
qué personaje me identifico? ¿A qué me invita cada uno de ellos?
En
los dos milagros está presente la fe en Jesús:
¿Qué
significa para mí tener fe?
En
las dificultades:
¿Me
comporto como una persona de fe? ¿En qué se nota?
Jesús
entrega su vida y salud a dos “intocables” de su tiempo. Hoy,
¿quiénes
son los marginados, los “impuros” en nuestra sociedad?
¿Cómo
podemos llevarles vida y dignidad?
Luego de un tiempo de meditación personal,
compartimos con sencillez nuestra reflexión, lo que el texto ME dice a mi
propia realidad y situación personal.
ORACIÓN ¿Qué le dices a Dios
gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de
gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios...?
Con
toda confianza, abrámosle el corazón al Señor y pidámosle que nos ayude a que
nuestra fe en Él sea cada vez más vivencial y más testimonial.
Luego
de un tiempo de oración personal, podemos compartir en voz alta nuestra oración,
siempre dirigiéndonos a Dios mediante la alabanza, la acción de gracias o la
súplica confiada.
Podemos
iniciar nuestras oraciones con esta frase: Señor Jesús, para que tengamos una
fe firme, haz que…
Se
puede, también, recitar el salmo responsorial que corresponde a este domingo
(Salmo 29).
CONTEMPLACIÓN ¿qué me lleva a hacer el texto?
La fe
de los pequeños y de los sencillos siempre será un modelo para nosotros.
¿no
han oído decir alguna vez que Dios escogió a los pobres para hacerlos ricos en
la fe?... La fe es una gran posesión para los pobres, ya que una fe viva
obtiene de Dios todo cuanto razonablemente queremos. Si somos verdaderamente
pobres, somos también verdaderamente ricos, ya que Dios es nuestro todo.
¿Quién
ha oído decir jamás que los que se han fiado de las promesas de Dios se han
visto engañados? Esto no se ha visto nunca, ni se verá jamás. Dios es fiel en
sus promesas, y es muy bueno confiar en él, y esa confianza es toda nuestra
riqueza, y nuestra seguridad. ¡Qué felices seremos, si no nos falta nunca esta
confianza!
COMPROMISO: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha
movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer
efectiva esa enseñanza?
La fe
es una gracia, un don que el Señor nos da. ¿Qué puedo hacer para que mi fe en
el Señor, crezca, madure y fructifique en buenas obras?
ORACIÓN FINAL
Si Tú pasas de nuevo, oh Cristo, no
moriremos para siempre…
Si Tú nos ves, no veremos más las sombras
del sepulcro.
Si Tú nos lo ordenas, nos levantaremos
de nuevo hacia la vida:
¡oh Dios de la vida y vida de los que
creen!
Aumenta nuestra poca fe, anima nuestra esperanza,
ayúdanos a testimoniarte frente al que
muere y no espera.
Alienta nuestro último aliento, de tal
manera que,
aunque desconcertados por el peso de
la muerte
y la angustia del sufrimiento, podamos
acercarnos a tu manto,
y desde la pobreza de nuestra fe recibir
nuevamente la gracia de la vida.