19º SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Lunes 13 de agosto
Mateo 17, 22-27“Jesús dice: Pedro, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábre-le la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti".
El Evangelio de hoy nos muestra dos hechos diferentes; por un lado, el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús; por otro, una referencia explícita al pago de los impuestos y las tasas del Templo. La fe es eso: algo definitivo, radical, absoluto, trascendental y, al mismo tiempo, algo cotidiano, concreto, presente… La fe tiene que ver con lo más sublime, pero toca vivirla en este mundo concreto y cotidiano en que nuestra vida se desenvuelve.
En lo relacionado con el pago al impuesto del Templo, Jesús tiene un mensaje muy claro. Nosotros no somos súbditos, ni extraños. Todos, somos dueños del Templo, de todos los templos, porque somos hijos muy queridos del dueño del Templo.
Jesús, después de expresar su enseñanza termina colaborando con el Templo, pero lo hace desde otro lugar, lo hace como el mejor de los hijos, que va a colaborar siempre con la causa de su padre, con la Casa de su Padre. Pidamos al Señor esta gracia enorme: la de entrar al Templo y sabernos y sentirnos en Casa, en nuestra propia casa.
Martes 14 de agosto San Maximiliano Kolbe (MO)
Mateo 18, 1-5. 10, 12-14. "Les aseguro que si no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Jesús ve en los niños rasgos y actitudes esenciales para alcanzar el Cielo. El niño vive con plenitud el presente. El niño carece de todo sentimiento de suficiencia; es fundamentalmente un ser necesitado. Así debemos ser delante de nuestro Padre Dios. Hacerse interiormente como niños, nos puede resultar una tarea costosa ya que requiere fortaleza en la voluntad y un gran abandono en Dios. Este abandono, que lleva consigo una inmensa paz, solo se consigue cuando quedamos indefensos ante el Señor, renunciando a la soberbia, a la autosuficiencia, reconociendo que nosotros solos nada podemos, porque necesitamos de la gracia, del poder de nuestro Padre Dios, para aprender a caminar y para perseverar en el camino. Ser pequeños exige abandonarnos como se abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños. El camino de la infancia espiritual lleva consigo un trato de una confianza sin límites en Dios nuestro Padre del cielo.
San Maximiliano Kolbe de quien hoy hacemos memoria, es un santo franciscano que estuvo en un campo de concentración nazi y que ofreció su vida a cambio de la vida de un padre judío, que tenía varios hijos .
Miércoles 15 de agosto Solemnidad de la Asunción de la Virgen María
Lucas 1,39-56: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
Al finalizar su vida terrena, la Madre de Cristo ascendió en alma y cuerpo al Cielo. El cántico de la Virgen, que leemos hoy en la liturgia, nos deja entrever el sentido profundo de la historia de María. Las “cosas grandes” hechas en Ella por el Omnipotente no tiene que ver solo con María; nos tocan profundamente, nos hablan de nuestro viaje en la vida, nos recuerdan la meta que nos espera: la casa del Padre. Nuestra vida, vista a la luz de María asunta al Cielo, no es un deambular sin sentido, sino que es una peregrinación que, aún con todas sus incer-tidumbres y sufrimientos, tiene una meta segura: la casa de nuestro Padre, que nos espera con amor. Como miembros de la Iglesia, somos destinados a compartir la gloria de nuestra Madre. Mientras transcurre la vida, Dios hace resplandecer “para su pueblo, peregrino sobre la tierra, un signo de consolación y de esperanza segura”. Ese signo tiene un rostro y un nombre: el rostro luminoso de la Madre del Señor, el nombre bendecido de María, la llena de gracia, porque ha creído en la palabra del Señor.
Hoy todos juntos le rezamos, para que, mientras se desata nuestro camino en esta tierra, Ella vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos, nos despeje el camino, nos indique la meta, y nos muestre después de este exilio, a Jesús, el fruto bendito de su vientre. (Papa Francisco)
Jueves 16 de agosto San Roque (ML)
Mateo 18,21 19,1. ¿Cuántas veces tengo que perdonar?
La Palabra de Jesús nos sigue iluminando y orientando, hoy gracias a la pregunta que Pedro le hace: ¿Señor, hasta cuantas veces debo perdonar, hasta siete veces? El Señor le responde rápida y claramente, “no solo siete veces, sino hasta setenta veces siete”, es decir, siempre y para profundizar lo dicho nos deja la parábola del servidor despiadado y cierra el relato diciendo: “lo mismo hará mi padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”. Hacer memoria, recordar todo lo que Dios nos ha perdonado es la tarea, Sólo si nos reconocemos perdonados y salvados, podremos perdonar de corazón a los hermanos. Recordemos ahora, enumeremos todo lo que nos ha perdonado y sigue perdonando el Señor, si hemos recibido tanto, y nos auxilia siempre su gracia, ¿podemos negarnos a perdonar alguna ofensa del hermano? Quizás en algunos casos haya situaciones muy dolorosas, o difíciles que nos hacen sentir que es imposible, que no queremos o no podemos, sin embargo, nada es imposible para Dios. Señor Jesús: perdona nuestras ofensas, … te pedimos que agrandes nuestra capacidad de amar y perdonar de corazón, para ser perdonados y liberados.
San Roque se ha hecho famoso en el mundo por los grandes favores que consigue en beneficio de pobres y enfermos. Nació en Montpellier, al sur de Francia, hijo de una rica familia. Muertos sus padres, vendió sus posesiones, repartió el dinero entre los pobres y se fue como peregrino hacia Roma a visitar santuarios. En ese tiempo estalló la peste en Italia y la gente se moría por montones. San Roque se dedicó a atender a los más abandonados. La popularidad del Santo ha sido verdaderamente extraordinaria cuando a pueblos o regiones han llegado pestes o epidemias, porque conseguía librar de la enfermedad y del contagio a muchísimos de los que se encomendaban a él.
Viernes 17 de agosto
Mateo 19, 3-12. Lo que Dios unió no lo separe el hombre.
El debate del divorcio estaba vigente en el tiempo de Jesús y todavía lo está en nuestro tiem-po. Su enseñanza es clara y sus estándares altos. Dice que un hombre y una mujer casados son una sola carne. El matrimonio en el plan de Dios está destinado a ser para toda la vida.
Los fariseos atraen a Jesús a una noción de matrimonio, acerca de la cual había mucha con-troversia. Jesús resolvió el tema descartando el divorcio y colocando al hombre y a la mujer al mismo nivel. Al percibir en las palabras de Jesús, la tremenda seriedad del matrimonio, los discípulos se asombran. Y llegan a decir que si es así, es mejor no casarse. Pero Jesús res-ponde que eso, que es humanamente difícil de comprender, -una fidelidad para toda la vida-, puede vivirse gracias a un don de Dios.
Señor, otorga la gracia de la fidelidad, a los que se han unido en matrimonio; y ayúdalos a superar las dificultades que amenazan al amor
Sábado 18 de agosto
Mateo 19, 13-15. "Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos".
Este sábado Jesús nos invita a cultivar una actitud fundamental en nuestra vida, una actitud necesaria para poder entrar en el Reino de los cielos: Y dice que nos debemos hacer como niños, porque el Reino de los cielos, pertenece a los que son como ellos. Jesús dice a los discípulos: “No impidan a los niños que vengan a mí, porque el Reino de los cielos les perte-nece.
Ser como niño es tener una actitud confiada, de docilidad, de entrega y abandono en las ma-nos de Dios. Así como un niño, en los brazos de su padre, se siente seguro, y está dispuesto a ir con él a cualquier parte, así también nosotros, estamos llamados a ponernos en las manos de Dios, cada día de nuestra vida, para afrontar con confianza todo lo que nos sucede, sin-tiéndonos seguros, como el niño, que se sabe abrazado, que se sabe sostenido y que por lo tanto, nada tiene que temer y que nada malo le puede pasar
Hacerse como niño por el Reino es también estar en el lugar de los últimos y desde esa pe-queñez participar de la grandeza del Reino.
Domingo 19 de agosto (20º durante el año)
Juan 6, 51-59. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. …. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él “.
El evangelista, hoy, nos hace caer en la cuenta que comer el Pan vivo bajado del cielo significa vivir al estilo de Jesús, meditar su palabra, aprender de su forma de actuar, de su cercanía para con todos, de forma especial con los más desheredados, vivir sabiendo que el centro de nuestra existencia es Dios mismo. Jesús tiene vitali-dad y fuerza al hablar, sabe que quienes le siguen tratan de vivir como Él lo hace. Por eso dice “quien habita en mí, yo habito en él”. La eucaristía es el pilar central de nuestra fe, en ella compartimos la mesa y la fe, nos nutrimos de su Palabra, pero también de su Cuerpo y su Sangre, y gracias a ello “Viviremos para siempre”. Ayer como hoy los creyentes en Jesús deben acercarse frecuentemente al banquete que propor-ciona la fuente de vida para todos.
Pidamos a Jesús que hoy cuando pasemos a comulgar vivamos una fiesta en nuestro co-razón y no un compromiso como que sólo marcamos tarjeta.