23º Semana del tiempo ordinario ciclo B
Lunes 10 de setiembre
Lucas 6, 6-11 Jesús dijo al hombre que tenía la mano
paralizada: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó
curada. ….”
Jesús
entró en la Sinagoga y comenzó a enseñar. En medio de la gente había un hombre
con su mano paralizada. Estaba allí como otros tantos sábados de su vida. Y Jesús
hace este milagro para enseñanza de todos. Sana al enfermo que escucha dos
indicaciones de Jesús: “levántate” y “extiende tu mano”. Jesús tiene la iniciativa, es
Jesús quien da el primer paso, y lo hace por puro amor. El hombre no le pidió
nada. Jesús actuó con libertad, por pura gratuidad. Todo se llevó a cabo ante
la mirada atenta de los escribas y fariseos que buscaban algo de qué acusar a
Jesús. Conociendo el pensamiento de ellos, Jesús les hizo una pregunta: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o
perderla?". Y
dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: "Extiende tu
mano".
El la extendió y su mano quedó curada. Pero los fariseos se enfurecieron, y
deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús, que enseñaba que
hacer el bien al hermano estaba por encima de las demás leyes, porque Él es
amante de la vida, un dador de vida plena.
Martes 11 de setiembre
Lucas 6, 12-19: “Jesús se retiró a una
montaña para orar, y pasó toda la noche en oración…. ”
En el
Evangelio de hoy nos encontramos con la elección de los apóstoles. El Señor
quiso elegirlos para que fueran compañeros en su vida y continuadores de su obra,
después de su muerte. Y tomó su decisión
luego de una noche transcurrida en oración, en diálogo con su Padre Dios. Jesús
dirige su mirada más allá del grupo que lo escucha, hacia un futuro lejano en
el cual sus enseñanzas cambiarán el mundo. Con este propósito, escogió y llamó
a doce personas, hombres humildes, sin influencias ni preparación alguna. Lo
que poseyeron, lo recibieron de Jesús: su Amor y su Palabra.
El
Señor siempre tiene la iniciativa, Él es el que nos llama, quien nos elige,
quien cuenta con cada uno de nosotros y nos brinda la oportunidad de ir a
trabajar a su viña.
Los
apóstoles eran hombres corrientes, con defectos, con debilidades. Y, sin
embargo, Jesús los llama para hacer de ellos pescadores de hombres,
administradores de la gracia de Dios. El Señor sabe a quien llama, sabe de
nuestras dificultades y sin embargo quiere realizar su obra contando con
nuestra pequeñez, con nuestra debilidad para que se vea que es obra suya.
Miércoles 12 de setiembre Santísimo nombre de María (ML)
Lucas 6, 20-26. “Felices ustedes los
pobres… el Reino de Dios les pertenece”.
Según
la narración de Lucas, Jesús se dirige a los pobres ‘a secas’, a los que pasan hambre y lloran en
su miseria y su angustia. No son los pobres “de espíritu”, sino los que soportan
las peores penurias. A ellos se les promete un premio celestial abundante, y
pueden saberse especialmente amados por el Padre. Esa es la lógica del Reino.
Dios trastoca aquello que no comunica vida y trae abundancia para quien está
necesitado
Pero Jesús
se dirige al mismo tiempo a los ricos, cómodos y satisfechos diciéndoles: “ay de ustedes”… Su
conversión no puede quedarse en lo íntimo del corazón. Debe llevarlos a cambiar
también su actitud ante las posesiones y ante el propio bienestar. No hay
esperanza alguna en el poder mundano, porque las glorias terrenas nada valen a
los ojos de Dios y terminarán dejando el corazón sumido en la angustia.
Jueves 13 de setiembre San Juan Crisóstomo, Obispo y Doctor de la
Iglesia (MO)
Lucas 6, 27-38. Con la medida con que midan, se los medirá …”
Los
pedidos de Jesús que hoy leemos en el Evangelio, nunca podremos
comprenderlos con criterios humanos. Hacer
el bien a los que nos odian. Bendecir al que nos maldice. Rogar por el que nos
difama. Es un lenguaje duro. Es llegar a lo que humanamente parece imposible.
El
amor a los enemigos, sólo se entiende con el amor que el Señor nos regla. Se
expresa en tres actitudes: tratarlos bien, desearles el bien y rezar por ellos.
Así se logra hacer entrar a los enemigos en el propio corazón, superando la mera
justicia. Se va más lejos, a lo más profundo y se comienza a ser verdaderamente
hijos del Padre celestial, que es bueno también con los ingratos. Jesús nos invita a responder al mundo tal
como Él lo hizo: amando, bendiciendo, orando y ofreciendo. Somos llamados a
esta misión, no sólo cuando enfrentamos algo que aprobamos, sino en todas las
circunstancias de la vida. La actitud contraria a la propuesta de Jesús, sería
desearles el mal, la sed de castigo,
pero Jesús nos advierte que la misma medida se usará con nosotros.
San Juan Crisóstomo, cuya
memoria celebramos hoy. es uno de los líderes
de la justicia evangélica. que ha sentado las bases de la doctrina social de la
Iglesia, un pastor de las periferias, con olor a oveja, (en palabras del Papa
Francisco), que supo transformar este olor en aroma de Cristo. San Juan enseñaba
a los creyentes que encontrarían a Cristo en la liturgia y en el servicio a los
pobres: El mismo que dijo: “Esto es mi cuerpo”, y con su palabra llevó a
realidad lo que decía, afirmó también:
“Tuve hambre, y me disteis de comer”». Y él lo puso en práctica. ‘Quien tenga
oídos para oír, que oiga’: en la acción de oír y dar fruto nos ayudará
grandemente el testimonio de aquellos que nos han precedido en el camino, como San
Juan Crisóstomo.
Viernes 14 de setiembre Exaltación de la Santa Cruz (F)
Juan 3,13-17: “es necesario que el Hijo
del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan
Vida eterna”.
Hoy
contemplamos a Jesús elevado en la cruz, exaltado en su trono, porque allí
despliega todo su poder redentor, nos
muestra toda su gloria. Hoy se nos invita a gozar con la gloria triunfante de
Cristo crucificado. Esto es lo que destaca el Evangelio de Juan. Además, en el
texto que leemos tenemos una declaración de amor: “Tanto nos amó el Padre que
por nosotros, entregó precisamente a su Hijo. Ese Hijo crucificado es salvación
y no juicio. Vino a traer vida eterna y a salvar al mundo. Entonces no
necesitamos comprar nuestra salvación, sino levantar los ojos y aceptarla. No
tenemos que fabricar la vida eterna, sino recibirla. Basta mirar la cruz llenos
de confianza.
Pidámosle
al Señor que al mirar la cruz podamos descubrir la grandeza del amor que Dios
nos ha tenido. Que al mirar la cruz podamos comprometernos con el seguimiento,
con el anuncio del Reino, sobre todo entregando toda nuestra vida así como lo
hizo Jesús.
Sábado 15 de setiembre Nuestra Señora de los dolores (MO)
Juan 19,25-27: Jesús, al ver a la Madre y
junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a
tu hijo.» Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento
el discípulo se la llevó a su casa”
Celebramos
hoy la memoria de Nuestra Señora de los Dolores, contemplando
a María de pie, junto a la Cruz de su
Hijo. Él sufrió el abandono y el aparente fracaso, pero no le faltó una madre a
su lado. La dignidad de esa Madre fiel ante su hijo destrozado y despreciado, irradia una suprema belleza. Pero el inmenso
dolor de María, con el corazón traspasado es un sufrimiento que hace nacer
nuevos hijos para el Reino. Con el poder y la gracia que brotaban de las llagas
de Cristo, todos nacimos como una nueva humanidad redimida. Todos estábamos
presentes, representados por el discípulo, cuando Jesús nos entregaba a María
como Madre. Y el discípulo que la recibió en su casa, nos invita a recibirla,
también nosotros, como Madre nuestra.
Domingo 16 de setiembre
(24º durante el año)
Marcos 8, 27-35. “Quien pierda su vida por
mí y por el Evangelio, la salvará”
El
texto del Evangelio que leemos hoy nos sitúa junto al Señor y sus discípulos,
caminando hacía un poblado a las afueras de Galilea. Y mientras caminaban, Jesús les pregunta
acerca de su propia identidad. “¿Quién dice la gente que soy Yo?” Pregunta que en principio no
compromete la opinión de sus discípulos, que responden:
“algunos dicen que…”, pero el Señor va más
allá, como si deseara acercarse a la profundidad de sus corazones. “Y ustedes ¿quién dicen que soy Yo?” El único que toma la voz es Pedro,
confirmando frente a todos “Tú eres el mesías”. Y Jesús comienza a anunciarles
con claridad lo que le iba a suceder. Pedro, que sólo quería la gloria para su
maestro, estaba tan entusiasmado con el poder que le reprochó a Jesús que
anunciara su pasión. Jesús, en cambio destacó que su obra pasaba por la cruz y
que los discípulos también debían aceptarla en sus vidas Si el Maestro cargó
con la cruz, los discípulos no pueden pretender un camino sin ella. Jesús
quiere despertar a Pedro para que se dé cuenta que es Satanás el que lo engaña:
Retírate, ve detrás de mí, Satanás. Así queda claro que la búsqueda de la
propia gloria no es el camino de Dios. Cada vez que hay una cruz en nuestro
camino, podemos lamentarnos y rechazarla,
o podemos unirnos a Jesús y aceptarla voluntariamente
Jesús
introduce en su discurso una frase, que sondea las profundidades de nuestro
corazón. “El que quiera venir detrás de mí, que
renuncié a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. Renunciar, cargar y seguir.
En estos tres verbos, el Señor nos da las pistas para nuestro propio caminar.
En estos tres verbos, se resume el modo en cómo vivió el Hijo de Dios.
Pero
esta frase quedaría incompleta e incómoda, si no fuese por la mirada y el horizonte
que el mismo Jesucristo le otorga al terminar diciendo: “el que pierda su vida por mí y por la buena noticia, la salvará”