ROSARIO GIANELLINO

Misterios gozosos (lunes y sábados)

 

“En compañía de María uno queda maravillado y humilde al contemplar en los misterios gozosos, a un Dios, que para salvar al hombre no desdeñó revestirse de las miserias humanas, y sometiéndose a las leyes más humillantes, vivió entre nosotros angustiado, desfigurado y despreciado”.

 

      La anunciación del Hijo de Dios  

 

“Escuchando el saludo del Ángel a María: Ave, llena de Gracia, hablamos de la plenitud de Gracia que Dios reservó para Ella, para su gloria y para nuestro bien, para que podamos alabar y bendecir a Dios y convertirnos en verdaderos devotos de María.  Cuando se habla de la plenitud de Gracia que Dios ha puesto en María, es necesario pensar en el proyecto de Dios que la había destinado a ser Madre del Verbo, Corredentora del mundo, y que,  por lo tanto la preparó con gracia especial y abundantísima, para que pudiese cumplir  a la perfección la misión confiada.

Grandes y pequeños, ricos y pobres, felices o afligidos, justos o pecadores, todos podemos encontrar  en María la gracia y el auxilio que necesitamos

Tú María, nos haces esperar que, después de haber contemplado el inmenso tesoro de gracia que Dios ha infundido en Ti, lo derramarás sobre cada uno de nosotros”.

 

      2. La visitación de María a su prima Isabel

 

“¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Por qué he de merecer que entre a mi casa la madre de mi Señor?  María entonces agrega

Proclama mi alma la grandeza del Señor… y se queda con su prima, ella, la Madre del Redentor,  para ofrecerle sus humildes servicios

“En toda actividad que hagamos imitemos a María. Edifiquemos con el testimonio y ejercitemos la caridad. Recordemos que procurando el bien espiritual y corporal de nuestros prójimos, no servimos a los hombres sino verdaderamente a Dios, el cual, como dice el Santo Evangelio, se esconde en los pobres; y que su premio no es terreno y pasajero sino celestial y eterno”.

 

      3. El nacimiento del Hijo de Dios  

 

            “Por entonces, salió un decreto del emperador Augusto, mandando hacer un censo del mundo entero. Todos iban a  inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, subió a Belén, para inscribirse  con su esposa María, que estaba encinta. Estando allí dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió  en pañales y lo acostó en un pesebre…

            Dios se valió de María para darnos al Salvador; quiso infundir en María tantas gracias, para que las hiciese llegar a nosotros. Por su medio nos comunicó el Autor de la gracia… ”.   “Adoremos el gran Misterio y callemos: o bien, si queremos decir algo, postrémonos ante María y digamos con toda nuestra devoción y piedad: Ave María, Oh gran Virgen y Madre, rica, llena, colmada de todas las gracias. Ave María…bendito el fruto de tu vientre, Jesús”.

 

      4. La presentación de Jesús en el Templo.

 

 “A Ti una espada te traspasará el alma”  “En el momento de la presentación de Jesús en el Templo, y oída la profecía del anciano Simeón, una espada de dolor atravesó el alma de María… La profecía especificaba qué tipo de sufrimientos esperaban a su Hijo. El Niño que María sostenía entre sus brazos, llegaría a ser objeto de contradicción… en este instante habrá exclamado en lo íntimo del corazón: Hijo mío tendrás que sufrir para la salvación de muchos; y ella acogió en lo íntimo de su corazón este gran misterio y se ofreció a sí misma para que se cumplieran los proyectos del Padre... ¡Y la Madre junto con el Hijo comienzan a hacer la gran ofrenda, el gran sacrificio que tendrá después su cumplimiento sobre el altar de la cruz”  

 

      5. Jesús, perdido y hallado en el Templo  

 

Encontraron al Niño en el Templo haciendo preguntas y respondiendo a los Doctores de la ley. Las respuestas de Jesús eran tan ricas de sabiduría que todos estaban maravillados.  

Perdido Jesús, María y José iniciaron una fatigosa búsqueda, y lo encontraron en el Templo entre los doctores de la Ley.  Al oírlo también sus padres quedaron maravillados… María conserva esas palabras en su corazón para mejor comprenderlas y meditarlas.  Aprendamos de María a custodiar y meditar la Palabra del Señor”.

Jesús es encontrado en el Templo. Nosotros que con el pecado perdemos a Jesús, debemos buscarlo como María y José. Él se encuentra en el Templo, en la Iglesia, en los sacramentos y ahí debemos ir a buscarlo sin dormirnos en nuestros pecados”.

 

 

Misterios de dolor (martes y viernes)

 

            Sigamos a María dolorosa en Getsemaní,  por las calles de Jerusalén y del Calvario para ver a Jesús agonizante, traicionado, flagelado, coronado de espinas, condenado a muerte y crucificado.

 

      La oración en el Huerto  

 

“Jesús se aleja de los discípulos en el Huerto de los Olivos abrumado por el dolor. Ve en el horizonte las traiciones, los insultos, las infamias, los azotes, las espinas, la cruz, los clavos, la muerte, todo el amarguísimo cáliz  le es presentado allí. Él había deseado intensamente esta hora desde siempre, pero ahora su humanidad sufre todo el peso de la misma: comienza a tener miedo y a temblar… y dice: “Mi alma siente una tristeza de muerte”.

Su infinito amor por nosotros no le permite decir basta… nada puede darle alivio, sino nuestra conversión.. Si nos arrepentimos de nuestros pecados y caminamos hacia él seremos su alegría más grande, caso contrario seremos el motivo de aquel sufrimiento”.

 

      2. La flagelación  

 

“Los soldados se lanzan contra Jesús, lo despojan de las vestiduras, lo atan a la columna y con azotes de cuero, y ganchos de hierro se disputan quien puede golpearlo más.

Con sólo ver la expresión suplicante de Cristo martirizado, habría sido suficiente  para enternecer los corazones más duros y obstinados, pero los verdugos se vuelven cada vez más feroces.

Jesús tiembla, su piel se muestra magullada, se rasga, deja salir la sangre que riega el suelo, mancha sus manos,… Se abren las venas, se ven los huesos, pero para Él no hay piedad alguna. Si desisten, es sólo para que llegue vivo a penas mayores, al tormento supremo de la cruz.

Convenzámonos que, amando el pecado, continuamos gritando: Sea Crucificado!! “

 

      3. La coronación de espinas  

 

“Después de tan cruel flagelación, lo revisten con el manto púrpura, tejen una corona de espinas y se la clavan en la cabeza golpeándola con unas cañas…

Dolor más dolor, lo hacen un rey para la burla y continúan golpeándolo y escupiéndolo…  Pilato piensa  lograr que la multitud se calme al ver a Jesús desfigurado por el dolor… Pero el pueblo grita: Que sea crucificado! No queremos verlo más delante de nuestros ojos.

Pilato aun habiendo reconocido su inocencia, lo ha hecho flagelar por temor de perder los favores del César, y lo condena a muerte y a morir en la cruz. 

Con el pecado el hombre elige el juicio del mundo sobre el juicio de Dios, repitiendo la misma condena de Pilato, los mismos gestos de los verdugos, y la condena de la Cruz. Infeliz de aquel que se deja guiar por el mundo y los respetos humanos, más que por su fe!”. 

 

 

      4. Jesús lleva a cuestas la cruz  

 

            “Tenemos en Cristo una nueva vida, es decir la verdadera vida, y el instrumento para ello es la Cruz, tenemos en Él la salvación, pero el signo más seguro es la Cruz; tenemos en Él nuestra resurrección segura, pero el símbolo que mejor la manifiesta es la Cruz: nuestra vida, salvación y resurrección. Es por lo tanto la Cruz el medio más eficaz de nuestra Redención;  es decir de nuestra vida;…

            Abracémonos a la cruz, y sepamos que con ella se va detrás de Cristo. Quien la tenga por compañera en la vida, la tendrá de compañera también en la gloria.

            Los cristianos reunidos en el nombre de este santo signo, nos regocijamos y nos gloriamos en la Cruz de Jesucristo que es el instrumento por excelencia de nuestra salvación y el símbolo más evidente de la resurrección que tendremos en él y por él”.

 

      5. Jesús muere en la cruz  

 

“Jesús sigue siendo Amor por el hombre y habla al Padre: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen![1] Perdona todos los pecados del mundo y de todos los tiempos. Ellos no comprenden el gran mal que se hacen!... Me abandono a Ti, Padre. Ninguno debe morir, porque Yo muero por todos!...

Querida Madre, tu no tendrás más sobre la tierra a tu Hijo,  pero tendrás otro en Juan: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. En él están todos los hombres, todos mis fieles, protégelos como tus hijos.

Juan, recibe en mi lugar a mi Madre, es todo cuanto me queda  para entregar, junto con la Salvación por la cual he venido a la tierra.

Mi sed no se extingue con el vinagre, sino con vuestra salvación! Esto deseo, esto quiero, ésta es la sed que me devora. Todo está cumplido.

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu![2] Te confío a todos los pecadores. Tiembla la tierra y la envuelven las tinieblas. Cristo muere!  Considerando la Pasión de Cristo, es necesario rendirse a Él totalmente o renunciar a la Fe…  Pidamos perdón a Cristo, pidamos bendiciones para nosotros y para el mundo… meditemos frecuentemente su pasión de manera de morir con su nombre en los labios y en el corazón”.

 

 

Misterios de gloria (miércoles y domingos)

 

            En los Misterios gloriosos contemplamos a María que se alegra con Jesús, al verlo vencedor del infierno y de la muerte, subiendo triunfante a los cielos, adonde le sigue con su mirada y su pensamiento. Después de la santificación de todo el mundo, obra llevada a cabo por el divino Espíritu y por la predicación apostólica, contemplamos a  María que, en cuerpo y alma es llevada al cielo, coronada y glorificada por encima de toda criatura terrena o celeste.

 

      Jesús resucita de entre los muertos  

 

“Con la gloriosa Resurrección, Jesucristo resurgió de las sombras de la muerte, a las cuales se sujetó a fin de conquistar para nosotros la verdadera vida… El pecado nos sometió a la muerte del alma y del cuerpo; Cristo nos devolvió la vida de uno y otro, de tal manera que… la gloriosa Resurrección de Jesucristo es para nosotros una abierta e indefectible garantía. Porque, habiéndonos Él asegurado mil veces que había venido  a morir para darnos la vida y para dárnosla más abundante y más rica que la que habíamos perdido, con su Resurrección ha confirmado su promesa y no podemos dudar más de nuestra futura resurrección a una vida inmensamente mejor…

Jesús mío… nosotros queremos pertenecerte, nosotros queremos seguirte en el camino de la cruz, para ser parte de tu Resurrección y de la gloria que posees en lo alto de los cielos, pero, acuérdate que sin Ti, nosotros nada podemos, por tanto todo lo esperamos de Ti.”

 

      2. La Ascensión del Señor  

 

“Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo… Señor  en este día de tanta gloria para ti y de tanta fiesta para nosotros, no tengas en cuenta nuestras faltas, sino mira nuestra fe, la adoración que te queremos prestar. Mira oh Señor los males que nos oprimen…Mándanos la fuerza y la gracia  para superar cada dificultad y para que después podamos ir contigo al cielo. Haz que nuestras oraciones sean sinceras, devotas nuestras alabanzas, de manera que después de haberte venerado en la tierra, Verdadero Dios con el Padre y con el Espíritu seamos admitidos a la vida beata, para adorarte por siempre”.

 

      3. La venida del Espíritu Santo  

 

“Jesús ordenó a los Apóstoles, no alejarse de Jerusalén hasta no ver cumplida la promesa del Padre. El Espíritu vino: los apóstoles y María estaban reunidos  en oración, cuando un fuerte viento llenó la casa y llamas de fuego se posaron sobre la cabeza de cada uno. Y fue entonces que, llenos del Espíritu, comenzaron a hablar en lenguas…

            ¡Oh Santo y Divino Espíritu, que eres luz, eres verdad, eres fuego de amor, purifica, limpia y santifica nuestro pobre corazón para que, ahora y siempre, pueda ser tu verdadero templo y nosotros, purísimas víctimas de tu caridad!

            Que tu Divino fuego erradique de nuestra alma todo afecto terreno para atraerla a Ti, para que amándote y sirviéndote fielmente sobre la tierra, podamos alabarte y bendecirte con el Divino Padre y con el Verbo Divino, con quienes estás y estarás; y nosotros, ahora y siempre, te reconocemos verdadero, único y amabilísimo Dios nuestro.  Amén”

 

      4. La asunción de María en cuerpo y alma al cielo  

 

La Asunción de María en cuerpo y alma al cielo  es, al mismo tiempo, preludio y promesa de que también nosotros  seremos llevados al cielo con nuestro cuerpo.

la Asunción de María refuerza nuestra esperanza y es objeto de nuestra fe; Dios no fallará si es que no nos hacemos indignos de la promesa… Después de la visión de Dios, seremos felices en el cielo, por la presencia de María y será fuente de tanta alegría  que no nos alcanzará la eternidad para gozarla.

María nos quiere junto a ella. Debemos quererlo nosotros, y sólo así podremos estar a salvo… La Asunción de María es garantía de la nuestra!  Y yo los invito a  ser verdaderos devotos de María.”

 

      5. María coronada reina del universo  

 

“Hoy estamos llamados a contemplar a María coronada como reina y señora. "Debemos gozar de esta inmensa exaltación de María. Somos devotos hijos de Aquella que, hecha madre de Jesús, se llamaba a sí misma humilde sierva y que, coronada como reina del cielo y de la tierra, ostenta un único cetro: el de la misericordia, por ello es reina y madre de misericordia.

Atraídos por su dulzura, por su bondad, por ese amor que dulcemente manifiesta, encontramos un gozo especial y una gran confianza para rezarle, honrarla y consagrarnos a ella. Y no solamente esto.

Estamos llamados a seguirla en la gloria y a participar de su triunfo".

 

 

Misterios luminosos (jueves)

Comprenden los momentos de la vida de Jesús que van desde el Bautismo en el Jordán hasta la Institución de la Eucaristía (inicio de la Pasión).

      El Bautismo de Jesús en el Jordán

“Jesús no necesitaba para sí mismo el bautismo de conversión que administraba Juan para el perdón de los pecados. Pero, para cumplir el designio del Padre, Jesús tenía que asumir los pecados del mundo, y «hacerse pecado por Juan  administraba su bautismo a aquellas personas que querían cambiar de vida y que procuraban  seguir su predicación penitencial y exigía de ellos el cambio de vida. Dios de misericordia que llamas a la penitencia a los pecadores y nos llenas de consolación, danos un verdadero espíritu de penitencia, concédenos, que, si en el pasado hemos seguido el pecado, ahora sigamos el camino de la conversión y la penitencia hasta la muerte”.

 

      2. La autorrevelación de Jesús en las Bodas de Caná   

 

“Qué nos enseña María en este caso?...  que María es tan buena que no puede ver nuestras necesidades sin tener piedad, que enseguida se presta a venir en nuestra ayuda y que, especialmente si se trata de sus devotos, lo hace antes de que lo pidan y frecuentemente los socorre sin que  hubieran advertido ni la necesidad en la que se encuentran, ni la gracia incluso milagrosa que se les da, María se ocupa no sólo de las necesidades de nuestras almas, sino también de las de nuestro cuerpo, … cuando María se empeña en obtener alguna gracia, no hay obstáculo que lo pueda impedir.

En este hecho del santo Evangelio, Jesús nos enseña que su primer milagro lo realizó por la intercesión de María, y que sus gracias más especiales deben venir por medio de María, que todo se obtiene mediante su intercesión y, que por lo tanto, todos debemos recurrir a ella”.

 

3. El Anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión  

 

“El Bautista comenzó su predicación, llamando a todos a la conversión, y así inició su misión el Señor Jesús… Hacer penitencia…, o sea el arrepentimiento de corazón es indispensable para todos. “Rasga tu corazón y no tus vestidos”[3]

Por ello la Iglesia nos enseña que, para obtener el perdón de los pecados cometidos después del bautismo, es necesario este arrepentimiento del corazón, o sea la firma decisión de dejar el pecado, sin esto no serviría ni la oración ni la penitencia…

Este es el tiempo oportuno, son estos los días de salvación. Vengan, por tanto, vengan, hasta que reine y triunfe en ustedes esta incansable Misericordia que los invita con los brazos abiertos  ‘Venid todos a Mi, venid, venid…’ “

 

 

      4. La Transfiguración de Jesús (Lc 9, 35)

 

“Ah Señor, que afortunados somos nosotros por un acontecimiento tan bello y fascinante como lo es tu transfiguración. Para nosotros es un gran bien el estar aquí… nos gustaría, como a tus discípulos quedarnos para siempre en este lugar…  Sabemos que no podemos ascender al Monte Santo de Dios ni gozar de su beatífica visión, sin la fe de Pedro, sin la esperanza de Santiago, sin la caridad de Juan. Sin la fe no podemos agradar a Dios, la esperanza es la que nos salva, grita el Apóstol, sin caridad, aún si tuviésemos todos los otros dones, no somos nada y no nos sirven para nada.

Crezcamos por tanto, en la vitalidad de la fe, depositemos en Dios toda nuestra esperanza y, entonces sí, que se encenderá nuestro corazón y el bello fuego de la caridad nos llevará al monte santo de Dios”.

 

      5. La Institución de la Eucaristía (Jn 13, 1)

           

“Cristo antes de su pasión y muerte, instituyó este Sacramento y recomendó a sus Discípulos de renovarlo en su memoria: ‘Haced esto en memoria mía’. Es probable que los apóstoles comenzaran a celebrar la Eucaristía antes de la venida del Espíritu Santo.

La Iglesia ha conmemorado este hecho siempre el Jueves Santo, día en el que el Señor Jesús lo instituyó, para unirnos más estrechamente a Él”

 

 


ORACIÓN

 

Pidiendo la canonización de la Beata María Crescencia Pérez

 

Padre de Jesús y nuestro que por tu Divino Espíritu

haces florecer la santidad en la Iglesia