34º SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
Lunes 25 de noviembre
Lucas 21,1-4: “Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie
Para la mayoría de los que escuchaban a Jesús, incluidos sus discípulos, las monedas de los ricos eran mucho más útiles para hacer la caridad, que los pocos centavos de la viuda. Pero Jesús tiene criterios diferentes. Al llamar la atención de los discípulos hacia el gesto de la viuda, les enseña a ellos y a nosotros dónde debemos procurar ver la manifestación de la voluntad de Dios, a saber, en los pobres y en el compartir. La práctica de dar limosnas era muy importante para los judíos. Era considerado una “buena obra”. Dar limosna era una manera de reconocer que todos los bienes y dones pertenecen a Dios y que nosotros no somos más que adminis-tradores de esos dones. Pero la tendencia a la acumulación sigue muy fuerte. Cada vez rena-ce de nuevo en el corazón humano. La conversión es necesaria siempre. La práctica del compartir y de la solidaridad es una de las características que el Espíritu de Jesús quiere realizar en las comunidades. Para aprender el camino del Reino, todos debemos volvernos alumnos de aquella pobre viuda, que compartió con los demás hasta lo necesario para vivir.
Martes 26 de noviembre
Lucas 21,5-9: “No quedará piedra sobre piedra”
El Evangelio de hoy es el inicio del último discurso de Jesús, llamado Discurso Apocalíptico. Es un largo discurso, que será el argumento de los evangelios de los próximos días, hasta el final de esta última semana del año litúrgico. Para nosotros, el lenguaje apocalíptico es extraño y confuso. Pero para la gente pobre y perseguida de las comunidades cristianas de aquel tiempo era la manera que todos entendían y cuyo objetivo principal era animar la fe y la esperanza de los pobres y oprimidos. Hoy nos dice a nosotros “No se alarmen”, como enseñanza ante el fin del mundo. Lo dirige a sus discípulos y a todo el mundo. “No se alarmen” significa permanecer en la confianza en Dios, él no nos dejará solos ni en la muerte ni tampoco al final de los tiem-pos. Su promesa es para siempre, eterna. Mientras a nosotros nos toca cuidarnos los unos a los otros. Vivir con fe. Cuidar la creación. Ante la actuales calamidades de tidi tipo nos preguntamos “¿cuándo sucederá esto?”. Y por muchos cálculos que se hagan, no deja de ser una especulación. Es necesario tomar actitudes ecológicas que cuiden de la tierra, pero no es necesario vivir con pánico. La tierra durará lo que tengan que durar sus días. Lo mismo que nuestra vida.
Miércoles 27 de noviembre
Lucas 21,10-19 “… yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que nadie podrá contradecir…”
Como hizo en otras partes del Evangelio, Jesús claramente anticipa que sus seguidores serán perseguidos. Esto pasará porque ellos llevan su nombre, una realidad que pondrá a prueba incluso nuestras relaciones más preciadas: seremos traicionados hasta por nuestras relaciones más cercanas y por nuestros amigos. Al mismo tiempo Jesús es totalmente tranquilizador: promete palabras y sabiduría, que se demostrarán irresistible a los que nos acusan, y además, nos asegura una total protección por parte de la providencia de Dios. Esto suena paradojal ya que se sitúan junto a sus palabras que algunos de nosotros sufrirán incluso la muerte durante los acontecimientos finales. Pero hoy nos vuelve a decir: “No se alarmen”,
Miro a Jesús crucificado y veo que esto es lo que pasó en su pasión y resurrección. Le pido a Jesús que me ayude a dejar mi vida en las manos del Padre, tal como Él lo hizo.
Jueves 28 de noviembre
Lucas 21-20-28 “Entonces verán al hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria”
El evangelio describe la destrucción de Jerusalén y del Templo. Sin embargo, este hecho no implica que termine la historia. Es Dios quién conduce el devenir de los acontecimientos. Este hecho doloroso provocará que las naciones extranjeras que no conocen a Dios puedan comu-nicarse con Él. También Lucas describe unos acontecimientos cósmicos que han de com-prenderse dentro de la literatura apocalíptica de la Sagrada Escritura. Se trata de diferenciar la primera venida de Cristo en su encarnación, limitado humanamente, pobre y manso, de su segunda venida o parusía, en la cual el Maestro vendrá glorioso y lleno de poder. Lo importante es que el cristiano pueda discernir “los signos de los tiempos” y aguardar con esperanza a quién liberará toda la creación. ¿Soy capaz de comprender con los ojos de Jesús lo que su-cede en torno mío?
Viernes 29 de noviembre
Lucas 21,29-33 “Sepan que el Reino de Dios está cerca”
En las escrituras de estos últimos días, Jesús nos ha hablado del paso de las cosas, y de los terribles eventos asociados con el fin del mundo, tal como lo conocemos. Hoy Él lo resume en la historia de la higuera. Jesús nos dice que advirtamos los signos de los tiempos, que nos ayu-darán a discernir entre lo que realmente vale y lo que es pasajero.
La parábola se puede usar para ilustrar una parte de lo que llamamos hoy “discernimiento”. La palabra se aplica a un proceso para buscar la voluntad de Dios y decidir cómo responder a ella. A través de la contemplación del Evangelio, nos permitimos absorber las actitudes y valores de Jesús. Ellos serán entonces los criterios con los cuales evaluamos la situación en que nos encontramos y el tema particular que nos pide una decisión. De alguna manera, estamos buscando “signos”. Estos no serán perturbaciones cósmicas en los cielos, sino movimientos interiores de consolación o desolación espiritual.
Al finalizar el año litúrgico, ¿hay algo en mi vida que necesito discernir? Si es así, rezo para que pueda reconocer los signos e interpretarlos correctamente.
Sábado 30 de noviembre San Andrés, Apóstol (F)
Mateo 4,18-22 “Ellos, dejando la barca y a su padre, lo siguieron”
Hoy es la fiesta de san Andrés apóstol. Fue uno de los dos primeros jóvenes que conocieron a Jesús a la orilla del río Jordán y que tuvieron una larga conversación con Él. Enseguida buscó a su hermano Pedro, diciéndole «Hemos encontrado al Mesías» y lo llevó a Jesús. Poco tiempo después, Jesús llamó a estos dos hermanos pescadores amigos suyos, tal como leemos en el Evangelio de hoy: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres». En el mismo pueblo había otra pareja de hermanos, Santiago y Juan, compañeros y amigos de los primeros, y pescado-res como ellos. Jesús los llamó también a seguirlo. Es maravilloso leer que ellos lo dejaron todo y le siguieron “al instante”, palabras que se repiten en ambos casos. A Jesús no se le ha de decir: “después”, “más adelante”, “ahora tengo demasiado trabajo”...
También a cada uno de nosotros Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos, esto significa dejarlo todo, no tener nada como propio, para que, vi-viendo con Él las tareas de nuestro trabajo profesional y de nuestra familia, seamos “pescado-res de hombres” y que ayudemo a quienes nos rodean en la familia y en el trabajo, a que en-cuentren a Cristo que es la única luz para nuestro camino.
Diciembre: Intención de Oración del Papa
Para que todos los países, decidan tomar las medidas necesarias para hacer
que el futuro de los más jóvenes sea una prioridad, especialmente de aquellos
que están sufriendo.
Domingo 1º de diciembre (1º domingo de adviento Ciclo A)
Mateo 24,37-44: “Estad en vela para estar preparados”
El Señor viene como un ladrón nocturno: inesperado, sorprendente, impredecible. Por eso hay que estar preparado en todo momento. No debemos nunca bajar la vigilancia. Hay que vivir responsablemente según la voluntad del Señor, de manera que podamos responder en cualquier momento por ella y con la frente en alto. La venida del Señor no debe ser motivo de miedo sino de movilización para la preparación. Obviamente tendremos miedo de la venida del Señor si tenemos deudas con la historia y no tenemos a punto la vida; en este caso: ¡A poner en orden la casa! ¡A preparar la venida del Señor! Entonces nuestra vida tendrá reposo, tendremos fuerza interior, soñaremos y construiremos los sueños de Dios, para los cuales tanto nos animan los profetas.
Un día el Señor nos invitará a quedarnos definitivamente con él. Ese día el fin mar-cado por la muerte será en realidad el comienzo: naceremos definitivamente para la vida después de este lento proceso de gestación terrenal formando a Jesús en nosotros. Mientras tanto aguardamos vigilantes el momento del encuentro. Tengamos presente que la “vigilancia” que nos pide el evangelio no sólo se refiere al encuentro final con Dios (al final de mi mundo, de mi vida). Cada día Dios está viniendo a nuestro encuentro y no podemos dejarlo pasar de largo. Viene en la Palabra, en la Eucaristía, en la comunidad, en la presencia escondida en las personas más necesitadas, en las diversas formas en que nos regala su gracia.