31º DOMINGO DEL TIEMPO
ORDINARIO ‘L’
La Palabra
del evangelio de hoy es contundente. Jesús resume toda la Biblia, toda la Ley y
los Profetas en dos mandamientos: amar a Dios, amar a los hermanos.
Por tanto, si
uno lo que quiere es formar parte de la comunidad de los seguidores del camino
de Jesús, lo que tiene que hacer es justamente esto: amar a Dios, amar al
prójimo.
No podemos de
ninguna manera separar ambos amores: si amo a Dios, ese amor es al hermano; y
todo amor al hermano es en definitiva amor a Dios. Son inseparables. Van tan unidos
que si bien los distinguimos no lo podemos separar.
INVOCAMOS AL ESPÍRITU SANTO
Tú, Señor de
la Vida, nos prometiste la ayuda del Espíritu
para que
pudiésemos recordar todo lo que habías dicho
y comprender
más profundamente
el
significado y la verdad de tu Palabra.
Envíanos hoy
este Espíritu Santo
para que llene
de alegría y paz mi corazón
y dé
sabiduría a mi mente para poder entender
la Palabra de
Dios. Amén.
Cantar «Espíritu Santo Ven, Ven».
LECTURA. ¿Qué
dice el texto? Mc 12,28-34
Leo poco a
poco.
Subrayo. Procuro captar qué hacen y qué
dicen los personajes del texto; cuáles son sus actitudes, sus reacciones.
Especialmente me fijo en la persona de Jesús.
“Un escriba que oyó la discusión, viendo
lo acertado de la respuesta, se acercó y le preguntó: « ¿Qué mandamiento es el
primero de todos?». Respondió Jesús: «El primero es: "Escucha, Israel, el
Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser". El segundo es este: "Amarás a tu prójimo
como a ti mismo". No hay mandamiento mayor que estos». El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, sin
duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de
él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el
ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y
sacrificios». Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No
estás lejos del reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”.
COMENTARIO BÍBLICO
Estamos en
Jerusalén, Jesús ha hecho su entrada con aclamaciones, y ha expulsado a los
mercaderes del Templo. Son los días previos a su detención y ejecución; son
días de máxima tensión. Ha profetizado que Dios apartaría sus promesas de
Israel porque los dirigentes del pueblo matan a los profetas, ha discutido con
los saduceos sobre la resurrección de los muertos, y ahora lo viene a encontrar
un maestro de la ley.
La pregunta
sobre el mandamiento más importante no resulta extraña en la literatura judía
de la época: con un conjunto de 613 mandamientos extraídos de los libros bíblicos,
los intentos de jerarquización de tanta normativa eran importantes.
A la pregunta
del maestro, Jesús apela a Deuteronomio 6,4-9 que es el inicio de la Shemah (escucha
Israel): un conjunto de tres fragmentos bíblicos que hablan de la actitud con
la que el fiel debe vivir su relación con Dios, y que el buen judío aún recita
tres veces cada día. El texto citado invita a amar a Dios en su totalidad, como
una persona a la persona amada: con todo el corazón, todo el entendimiento, y
todas las fuerzas. No eran pocos los rabinos que consideraban este como el
primer mandamiento.
El maestro de
la ley, sin embargo, añade un segundo mandato, extraído de Levítico 19,18b.
“Amarás a tu
prójimo como a ti mismo”. La solicitud hacia los necesitados aparece numerosas
veces en la Ley de Moisés. Al otro lo debemos amar tanto como nos queremos
nosotros mismos. De esta manera el amor a Dios y al prójimo son puestos en
paralelo y de forma complementaria como fundamento de toda la Ley de Moisés.
En medio de
las controversias y tensiones de los últimos días de la vida de Jesús, la
respuesta del maestro de la Ley suena como un rayo de luz, hasta el punto que
Jesús mismo lo elogia diciéndole que está a las puertas del Reino: tal elogio
no la había dirigido ni a sus propios discípulos.
MEDITACIÓN. Meditar significa profundizar el mensaje
que Dios te quiere comunicar. ¿Qué te está diciendo a través del diálogo con el
maestro de la Ley? ¿Qué quiere comunicarte?
Imagínate
encontrarte entre Jesús y el maestro de la ley. Tú eres discípulo de Jesús y no
quieres perderte ninguna de sus palabras.
¿Qué
descubro en Jesús y en el maestro de la Ley?
El
mandamiento primero consiste en tener una relación muy personal con Dios, con
tu Dios. Esta relación personal con Dios se basa en el amor agradecido:
"ama".
"Corazón",
"alma", "pensamiento", "fuerzas". Según los
judíos, se está diciendo: Es toda la persona la que queda marcada por ese amor
a Dios. No hay rincón en la persona creyente que quede al margen. Todo lo que
forma parte de nuestro ser, desde el centro, la intimidad, donde se forjan los
sentimientos y los pensamientos, pasando por las intenciones y de la responsabilidad,
hasta todas las facultades que poseemos para realizar la propia naturaleza,
todo se orienta hacia Dios y su amor sin límites. A este Dios que Jesús muestra
no se le puede amar a medias: o se le ama por completo o no se le quiere.
"El
segundo es..." A pesar de ser segundo y, por tanto, subordinado, para
Jesús este mandamiento forma una unidad indisoluble con "el primero".
Los dos mandamientos se dan contenido mutuamente: en cuanto al segundo, amar
"a los otros", sean quienes sean, por ejemplo, los enemigos, los que
no me caen bien..., tiene sentido si se ama a Dios del todo y unitariamente; en
cuanto al primero, el lugar de encuentro con Dios y la única concreción y verificación
posible del amor a Dios es el amor "a los otros".
ME PREGUNTO:
¿De
verdad sigo a Jesús en amor a Dios y a los demás?
¿Jesús
me consideraría cerca del Reino de Dios?
ORACIÓN. La
meditación lleva a la oración, que puede ser de petición, de acción de gracias,
de alabanza, de quietud, o bien presentando a Dios alguna necesidad o alguna
persona.
Para nuestra oración de respuesta a la
Palabra escuchada y meditada, leemos lentamente un fragmento de la 1ª carta a los Corintios.
Aunque yo hablara todas las lenguas de los
hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o
un platillo estruendoso.
Aunque tuviera el don de profecía y
conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera una fe como
para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes y
entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.
El
amor es paciente, es servicial, [el amor] no es envidioso ni busca aparentar,
no es orgulloso ni actúa con bajeza, no busca su interés, no se irrita, sino
que deja atrás las ofensas y las perdona, nunca se alegra de la injusticia, y
siempre se alegra de la verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera,
todo lo soporta. (…)
Ahora nos quedan tres cosas: la fe, la
esperanza, el amor. Pero la más grande de todas es el amor.
Después de haber leído el
mensaje de este texto, formula tu oración personal.
Cada uno puede expresar sus intenciones.
CONTEMPLACIÓN.
Permanece
tranquilamente y con amor ante el texto, sin prisas. Trata de entrar en un
silencio amoroso para que la experiencia sencilla y normal que acabas de tener,
llegue a lo más profundo de ti mismo y todo tú te abras al Espíritu.
Quizás con la
vista baja o los ojos cerrados; quizás mirando el texto en aquel punto
concreto, deja que tu mente vaya repitiendo lentamente la palabra, la frase o
la expresión.
ACCIÓN Disponte
a vivir lo que has meditado, rezado y contemplado.
Recoge
la llamada o llamadas que hayas percibido y anótalas para tenerlas en cuenta
durante la semana. .
Puedes
realizar la experiencia de comenzar el día repitiendo esta oración bíblica:
“ESCUCHA, Israel: el Señor
es nuestro Dios, el Señor es el ÚNICO.
Ama al Señor, tu Dios, con
todo el corazón, con toda el alma y con todas tus fuerzas.
Quiere a los otros como a ti
mismo.”
ORACIÓN FINAL:
Dios, Padre misericordioso,
Tú que nos amas hasta el extremo,
enséñanos a amar a los demás
con todas nuestras fuerzas,
y que nuestro amor no se quede sólo en
buenas palabras
sino que se traduzca en obras de
justicia, de amor
y de servicio a la extensión de tu
Reino en el mundo.
Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN