DICIEMBRE: TIEMPO LITÚRGICO, CICLO ‘C’: ADVIENTO-NAVIDAD


DICIEMBRE: TIEMPO LITÚRGICO, CICLO ‘C’:
ADVIENTO-NAVIDAD


Diciembre es un mes entrañable, lleno de belleza y encanto.  Es el mes del Adviento, lo que significa ilusión y esperanza. Es el mes de la Inmaculada, estampa de limpieza y hermosura; y es el mes de la Navidad, cuando Dios se hizo niño y ternura, cuando recibimos mensajes de renovación y alegría desbordante, de vida familiar, de paz y deseos de felicidad para todos, de cercanía a los pequeños y a los que sufren, de apertura al Dios que quiere nacer en nosotros.
El centro de atención de todo este mes es la Palabra de Dios que nos grita: “Estén prevenidos y oren incesantemente.
Vale la pena preparar la Navidad con el Adviento, sin frivolidades ni excesos, con esa sencilla locura de amor de María y José y de todos los pequeños de la tierra. Siempre tenemos nece-sidad de contemplar el misterio de la misericordia. Jesús, el rostro de la misericordia, nos espera. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz.
Todo lo miramos con una clave: tu amor fiel y gratuito, Jesús.
Así te esperamos. De pie. Con alegría.  Maranatha. Ven, Señor Jesús.



     PARA NUESTRA FORMACIÓN LITÚRGICA
       
    El adviento es el primer periodo del año litúrgico cristiano, que consiste en un tiempo de preparación para el nacimiento de Cristo. Su duración puede variar de 21 a 28 días, dado que se celebran los cuatro domingos anteriores a la fiesta de Navidad.
Es un tiempo de reflexión y de perdón.

El Adviento consta de cuatro semanas, casi siempre incompletas, dividas en dos etapas:
     La primera etapa: Comienza el primer Domingo de Adviento y concluye el 16 de di-ciembre. En esta etapa la liturgia nos invita a meditar sobre la segunda Venida del Señor, al final de los tiempos. Contemplamos a Jesús, como el Justo Juez que vendrá, rodeado de ángeles y cubierto de gloria. Dentro de esta etapa debemos tener en cuen-ta:

     La novena a la Inmaculada comienza el 29 de noviembre, y concluye el 7 de di-ciembre. En las celebraciones litúrgicas del 8 de diciembre, Solemnidad universal de la Inmaculada Concepción, los  ornamentos han de ser festivos.

     La segunda etapa: comienza el 17 de diciembre y culmina el 24, antes de las prime-ras vísperas de Navidad: En estas "ferias privilegiadas", que constituyen como una "Semana Santa de Navidad", meditamos sobre la Espera de la primera Venida del Señor (Encarnación y Navidad).

Durante el Adviento, en las Misas, se omite el himno “Gloria a Dios”, salvo que se trate de Fiestas o de Solemnidades litúrgicas. Como el “Gloria” es el que cantaron los ángeles la Noche de Navidad, porque se cumplía la promesa de la Venida del Mesías, es lógico que durante el Adviento, en que evocamos la espera del Salvador, dicho himno se omita hasta la Noche en que celebremos y revivamos el cumplimiento de aquella promesa.

En el Tercer Domingo de Adviento, llamado “Gaudete”, se pueden usar ornamentos rosados. Es el color que, entre el morado y el blanco, simboliza el gozo por la inminencia de la Navidad. Sería aconsejable adornar el templo con flores, más abundantes que en los otros domingos.

A partir del Cuarto Domingo de Adviento, los textos litúrgicos, adquieren un acento mariano mucho más notable.

El Aleluya se recita o canta siempre, sin excepciones, durante todo el Adviento.

La tradicional Corona de Adviento  está compuesta de ramas y hojas verdes, más los cuatro cirios, tres morados, y uno rosado o blanco (para encender en el Tercer Domingo).
La Corona no es un signo propiamente litúrgico pero sí puede ser incorporado a la celebración litúrgica (De hecho, los cuatro cirios pueden ir encendiéndose durante los respectivos domingos, en la Misa, luego del Saludo inicial, y en la Liturgia de las Horas, antes de las primeras vísperas domi-nicales).   Es aconsejable no desestimar tal práctica.

El uso de las flores en los lugares sagrados debe ser moderado, al igual que el uso de música instrumental. Pero en la normativa vigente, nada de esto está prohibido.


LA CORONA DE ADVIENTO

Es un símbolo propio de este tiempo de espera. Con toda la fuerza evocadora de su simbología, nos ayuda a que preparemos en nuestros corazones, un clima apropiado de disposición y espera gozosa del nacimiento de nuestro Salvador. Presenta las siguientes características:
     La forma circular
El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y  sin fin.
     El color verde de la corona
Es el color de la esperanza y de la vida, Dios quiere que esperemos con entrega y perseve-rancia, su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas.

     Las Cuatro velas
Nos hacen pensar en la oscuridad provocada por el pecado, que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Así como las tinieblas, se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando, con la cada vez más cercana llegada de Cristo a nuestro mundo. Son cuatro velas que se colocan en  la corona y se prenden  de una en una durante los cuatro domingos de Adviento. Representan la luz de Cristo que ya viene.

     Hay una tradición de adviento: a cada una de esas cuatro velas se le asigna una virtud que hay que mejorar en esa semana, por ejemplo: la primera, el amor; la segunda, la paz; la tercera, la tolerancia y la cuarta, la fe.