PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO ‘C’
“Tengan ánimo y levanten la cabeza,
está por llegarles la liberación»
El Adviento es un tiempo de esperanza. Esperamos el nacimiento de aquel que es luz y gloria de las naciones, también de la nuestra. Es el tiempo, como dice el Papa, “para redes-cubrir la alegría de creer, intensificar el testimonio de la Caridad y fortalecer la esperanza”. Es un tiempo, para seguir descubriendo a Dios en nuestra vida, ese Dios que se hizo niño una vez, y que se quedó para siempre entre nosotros, compartiendo nuestros sufrimientos y nuestras alegrías. Es el Dios-cercano, el Dios-con-nosotros, el Emmanuel. El profeta Jeremías, en es-tos tiempos difíciles, nos sigue invitando a la esperanza. En su época, la ciudad de Jerusalén estaba amenazada por las tropas babilónicas.
Ahora estamos asistiendo a nuevos conflictos a nivel mundial. Y en nuestra Patria se-guimos con las crisis y sus consecuencias. Pero el profeta sabe ver un futuro esperanzador, donde se cumplirán las promesas de Dios: "Mirad que llegan días… en que cumpliré la promesa", dice el Señor, y "suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra". Ese "vástago" es Jesús, el Mesías, que traerá la justicia y el derecho a la tierra.
En este tiempo de Adviento estamos llamados a permanecer vigilantes y activos frente a tan-tas necesidades que hay a nuestro alrededor. El nacimiento de Jesús fue motivo de alegría para los más pobres, los pastores, que pasaban la noche al raso. También lo ha de ser para los pobres de hoy, para los necesitados, para nuestros vecinos, para los que se han quedado sin trabajo, para que no pierdan la esperanza, para que tampoco la perdamos nosotros. El Señor nos invita a mirar la vida con la cabeza levantada. Él viene a nuestro encuentro. Es todo un Dios que se hace niño, que se hace pobre, naciendo en un pesebre, con el buey y la mula, o sin ellos, pero cercano, humilde, pequeño… para hacernos grandes.
Creemos en ti, Jesús, y por eso confiamos y esperamos.
Estamos despiertos ante ti.
Sal a nuestro encuentro, Jesús.
Mira nuestra vida con tu misericordia.
Ya no es hora de andar encorvados.
Solo Tú nos liberas, Señor Jesús.
PALABRA Lucas (Lc 21, 25-28. 34-36)
San Lucas con este discurso quiere suscitar en el corazón creyente, las actitudes de vigilancia y oración mientras se espera al Señor. Las palabras que escuchamos hoy, después de muchos siglos, no están dirigidas a otros destinatarios. Son llamados que hemos de escuchar los que vivimos ahora en la Iglesia de Jesús, en medio de las dificultades e incertidumbres de estos tiempos.
"Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación». Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre»."
LECTURA: ¿Qué dice el texto?
“Habrá señales en el sol…, y en la tierra, angustia de la gente”. Los signos de los tiempos están ahí, delante de nuestros ojos: crisis de todo tipo, refugiados, inmigrantes, enfermedades, crisis de sentido, muerte, pueblos enteros humillados por el ansia de poder... No queremos ni podemos esconderlos. En nuestro camino parece que todo se derrumba, crece la angustia, no hay esperanza. La humanidad pasa por una sombría noche de sentido. Pero, a pesar de todo, nada es más fuerte que nuestra fe en Jesús. Él está en medio de nosotros, ha apostado por nosotros. Jesucristo es el rostro de la misericordia entrañable del Padre. Su Espíritu suscita señales de vida, que muchos acogen y convierten en proyectos solidarios de nueva humanidad.
“Y entonces verán venir al Hijo del hombre, en una nube, con gran poder y gloria”. La fe que más agrada a Dios es la esperanza, porque sabe interpretar los signos como confianza y dis-ponibilidad, tarea misionera y compromiso. En esto consiste nuestro Adviento: en mirar al mundo, porque es nuestro, y en mirar también a Jesús, porque es lo más nuestro, lo que se nos ha dado y no se nos quitará. Solo hay un camino para no caer en la angustia y en el mie-do: creer en Jesús como presencia siempre renovada, esperar de Él la salvación. La imagen más fuerte para nuestra oración es la venida de Jesús de Nazaret que, con su palabra, sus gestos y su persona revela la misericordia de Dios.
“Cuando empiecen a suceder estas cosas, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación”. Hay momentos, en los que, de un modo más intenso, estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia de Jesús, cuidando la oración. Con palabras fuertes, esperanzadoras, Jesús nos atrae hacia Él, nos fortalece y consuela en medio de las pruebas e incertidumbres de estos tiempos.
“Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre»." Despiertos en medio de la noche, orantes siempre, libres para tomar opciones creyentes en esta hora, lúcidos para dejar atrás la mente embotada. No caminamos movidos por el miedo sino urgidos por la esperanza.
COMENTARIO
Los discursos apocalípticos recogidos en los evangelios reflejan los miedos y la incer-tidumbre de aquellas primeras comunidades cristianas, frágiles y vulnerables, que vivían en medio del vasto Imperio romano, entre conflictos y persecuciones, con un futuro incierto, sin saber cuándo llegaría Jesús, su Señor.
Esos discursos representan, en buena parte, los avisos que se daban unos a otros, recordando el mensaje de Jesús. Ese llamado a vivir despiertos, cuidando la oración y la con-fianza, es un rasgo original y característico de las primeras comunidades cristianas.
La Iglesia actual marcha a veces “Con la cabeza baja”, consciente de sus errores y peca-dos, sin poder mostrar con orgullo la gloria y el poder de otros tiempos. Es el momento de escuchar el llamado que Jesús nos hace a todos: “Estén siempre despiertos”.
Despierten la fe en sus comunidades.
Estén más atentos a mi Evangelio.
Cuiden mejor mi presencia en medio de ustedes.
Vivan ”pidiendo fuerzas”
¿Cómo seguiremos los pasos de Jesús si el Padre no nos sostiene?
¿Cómo podremos «mantenernos en pie ante el Hijo del Hombre»?
Pero hay maneras de vivir que impiden caminar con la cabeza levantada, confiando en esa liberación definitiva. Por eso, «tengan cuidado de que no se les embote la mente». No se acostumbren a vivir con un corazón insensible y endurecido, de espaldas al Padre del Cielo y a sus hijos que sufren en la tierra.
RESUENA LA PALABRA
En este primer domingo de adviento nos colocamos bajo el signo de la espera. Esperamos vivir un doble acontecimiento:
La venida de Cristo en la carne, por tanto repercusión en cada uno de nosotros …
La venida de Cristo en gloria, que ha de manifestarse en nuestra vida …
Ambos acontecimientos los vivimos en esperanza:
Esperanza del final que está aconteciendo hoy, ahora, en cada uno de nosotros.
Esperanza a la que hemos de dar forma en el camino de la vida diaria.
Esperanza audaz, vivida en el “discernimiento” permanente del encuentro con el Hijo en cada humano.
Esperanza orientada hacia el encuentro con Él:
En la Palabra cotidiana
En los Acontecimientos sencillos de cada día
En la mirada limpia de los humildes
En las alegrías de los pobres
En los Sacramentos de la Iglesia y de la vida.
Cuando estas cosas “comiencen a suceder”, “levanten la cabeza: se acerca su liberación”
Vivamos esta espera “despiertos, pidiendo fuerza”, para poder ofrecerla a los hermanos que tantas esperanzas necesitan. En tiempos difíciles: se impone la lucha y la esperanza.
MEDITACIÓN
El sentido del Evangelio que hoy nos regala la liturgia, no es un anuncio del fin del mundo, sino la venida del Señor. “Estén siempre despiertos… y manténganse en pie ante el Hijo del Hombre”. Somos invitados a permanecer vigilantes, como disposición necesaria para no de-jarnos sorprender; por eso repetimos:
¡ Ven, Señor ! ¡ Ven, Salvador ! ¡ Ven, Señor, no tardes! El Señor es mi fuerza …
PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA
¿En qué esperas concretas apoyamos nuestra existencia?
¿En quién confiamos, de quien nos fiamos?
¿Hacia dónde está orientado nuestro compromiso?,
¿qué acciones concretas lo explicitan?,
¿quiénes son los receptores, beneficiarios, de nuestra esperanza?
¿La oración “vigila y orienta” nuestras acciones y nuestras expresiones esperanzadas?
¿Esperamos purificando nuestra vida, orientándola y creando amor en nosotros?
PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA
Podemos partir de los últimos versículos del Evangelio:
“Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre»."
¿Qué nos está indicando este versículo?
“Estar prevenidos (despiertos)”, ¿qué supone?
“Orar incesantemente” ¿Cómo lo practicaremos en nuestra vida cotidiana?
“Para quedar a salvo” ¿qué nos asedia, nos aliena, nos esclaviza …?
“Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre" ¿esto qué supone … ?