5º DOMINGO DURANTE EL AÑO ‘L’
El texto del Evangelio de este domingo forma parte del Sermón de la Montaña y es como el punto de unión entre la proclamación de las bienaventuranzas y la presentación de la Ley por parte de Jesús. El Señor quiere que comprendamos la misión que tenemos como personas y como comunidad:
La sal existe para dar sabor a la comida. La luz existe para iluminar el camino. La comunidad y en ella cada uno de los bautizados existimos para servir. Cuando Mateo escribió su evangelio, la comunidad vivía una situación muy difícil. Ellos observaban fielmente la ley de Moisés, pero eran expulsadas de la sinagoga. Ellos sabían que habiendo venido el Mesías, la ley de Moisés estaba superada”. Pero esta convicción causaba tensiones e incertezas. La apertura de unos parecía criticar la observancia de otros. Este conflicto generó una crisis que llevó a cada cual a encerrarse en su propia posición.
Algunos querían avanzar, otros querían poner la lámpara bajo la mesa. Muchos se pregunta-ban: "Al final, ¿cuál es nuestra misión?"
Ayúdanos, Señor, a vivir el Evangelio
como respuesta a un mundo que busca y nos reta.
Padre, haz que tu ejemplo nos estimule,
y la Verdad nos ilumine en el trabajo y en la oración.
Concédenos tu fuerza para transmitir a los demás
lo que contemplamos y vivimos.
Recordando y actualizando las palabras de Jesús, el Evangelio de Mateo fue para los primeros cristianos y para nosotros hoy una ayuda: leamos …
TEXTO BÍBLICO Mt 5,13-16.
“Ustedes son la sal de la tierra y la sal se vuelve desabrida, con qué se le puede devolver el sa-bor? Ya no sirve para nada, sino para echarla a la basura o para que la pise la gente.
Ustedes son luz para el mundo. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un cerro.
No se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón. , sino para ponerla en un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. Así pues, debe brillar su luz ante los hombres, para que ellos vean sus buenas obras, y den gloria al Padre de ustedes, que está en los cielos.
LECTURA: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice. Jesús habla con compara-ciones, con metáforas para que sus oyentes comprendan lo que quiere decir.
“Ustedes son la sal de la tierra”
La sal tiene la doble virtud de estar en todo y de ser discreta: nadie habla de ella, a menos que haga falta o se haya echado en exceso.
Cuando el Señor habla de la ‘sal de la tierra’ nos remite al mundo de la agricultura; en el oriente antiguo se agregaba sal al abono para hacerlo más fecundo.
La sal también tenía una relación sagrada en los sacrificios: No omitirás nunca en la ofrenda la sal de la alianza de tu Dios. Todas las ofrendas llevarán sal.
El Evangelio contiene la verdadera sabiduría (sabiduría viene de sabor). El que encuentra esta sabiduría ha encontrado el verdadero tesoro, que se oculta a los sabios de este mundo y se les manifiesta a los pequeños. Es la sabiduría de la cruz, que explica san Pablo. Cristo es fuerza y sabiduría de Dios.
Podríamos decir: Cristo es la verdadera sal, que da la auténtica sabiduría. Donde no está Cristo, las cosas no tienen su verdadero sentido ni sabor.
Pero, cuidado con la sal que el discípulo ofrece. Puede desvirtuar el Evangelio. Si la sal pierde su sabor, ¿con qué se salará? Ya no sirve para nada, sino para tirarla fuera y que la pisen los hombres.
“Ustedes son la luz del mundo”
La luz existe para los demás: se consume, da calor e ilumina a los que están cerca.
La luz es para alumbrar la vida y el camino de los que están en la casa; se coloca sobre un candelero; no se le esconde debajo de una olla. Su finalidad es, sobre todo, alumbrar. El cris-tiano tiene la misión de ser luz para los demás.
Cristo es la luz del mundo. Y el bautizado recibe también el cirio encendido, símbolo de Cristo resucitado, con esta recomendación: Camina siempre como hijo de la luz, a fin de que, perseve-rando en la fe, puedas salir con todos los santos ale encuentro del Señor.
Para concluir, las imágenes de la “sal” y de la “luz” se traducen en su equivalente concreto: “sus buenas obras”. La comunidad no se proyecta en el mundo por vanidad, sino porque esa es su misión; la finalidad última es la “gloria” del Padre.
Al fin y al cabo, lo que se verá en todas las formas de actuación de los discípulos de Jesús –si es que es auténtico- no será el protagonismo personal (de individuos o comunidades) sino el de Dios: se descubrirá que detrás de todo Dios mismo está en acción, amando responsablemente como Padre que es. El rostro del Padre “que está en los cielos”, y por lo tanto invisible para los que estamos en la tierra, se descubre en el rostro de los hijos que honran el apellido que llevan.
El cristiano, por ser portador de la luz de Cristo, ha de dar testimonio, con sus obras y palabras, de la fe que recibió en el bautismo.
Brille su luz delante de los hombres... para que den gloria al Padre. Lo bueno que el cristiano realiza tiene tal finalidad: que todos los que lo ven se animen a glorificar al Señor con su propia vida. La luz del cristiano ilumina el camino del Evangelio.
MEDITACIÓN: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida
La idea de fondo en este texto evangélico es nuestra vida. La imagen de la sal que “se des-virtúa” (literalmente: “se vuelve insípida”), es símbolo de inutilidad.
Esta comparación entre la sal y nosotros es una invitación para que, personal y comunitaria-mente, seamos activos, y aprovechemos el potencial que tenemos para servir al estilo de Jesús..
El discípulo de Jesús ha de aprender, en contacto con Él, a saborear y sacarle jugo a la vida, para después enseñar a los demás. El Evangelio, bien entendido y vivido, da sabor a cada una de nuestras actitudes y actividades.
¿Sé lo que el Señor y los que viven conmigo esperan de mí, por ser su discípulo?
El cristiano está inmerso en los acontecimientos de la historia familiar, social, eclesial. No es alguien que se separa de la realidad. Ahí, metido en los sucesos diarios, ha de ejercer su mi-sión, siendo sal y luz.
¿Me intereso por lo que pasa o por lo que no pasa en mi ambiente?
¿Soy significativo para los que me rodean? Mi presencia dice que Cristo está ahí?
¿Mis palabras y actitudes sirven de referencia para quienes me tratan?
Con las imágenes de la vida cotidiana, sencillas y directas, Jesús hace saber cuál es la misión y la razón de ser de una comunidad cristiana: ‘ser sal y ser luz’.
El cristiano está para “salar” la tierra, para dar sabor y sentido a la existencia humana.
¿Cómo realizo mi misión? ¿Qué tengo que cambiar en mi vida?
Tal vez, en algunas ocasiones soy sal insípida y luz débil para los demás. Lo importante es significar para que quienes nos tratan se encuentren con Dios y sintiéndolo vivo y presente en sus vidas, realicen su vocación humano – cristiana.
La comunidad debe ser luz, debe iluminar. No debe temer que aparezca el bien que hace. No lo hace para que la vean, pero lo que hace es posible que se vea. La sal no existe para sí. La luz no existe para sí. Y así ha de ser la comunidad: no puede quedarse encerrada en sí misma. “Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos."
Con estas dos imágenes audaces y sorprendentes Jesús dice qué piensa y espera de sus seguidores. Pide que la comunidad de los creyentes no se encierre en sus propios intereses, su prestigio o su poder. Si bien es un grupo pequeño en medio de la sociedad, ha de ser la “sal” que necesita la tierra y la “luz” que le falta al mundo.
¿Somos una comunidad sal? ¿Qué tanto iluminamos a nuestro entorno?
¿Cómo nos ven? ¿Nuestra vida atrae? ¿Es señal? ¿De qué y para quiénes?
El Papa Francisco le pide a la Iglesia que no se encierre en sí misma, ni se paralice por los miedos, alejándose de los problemas y sufrimientos. Él espera que ella dé sabor a la vida mo-derna y ofrezca la luz genuina del Evangelio. Su palabra de orden para todos los bautizados es: “salgan a las periferias”.
¿Qué implica el ir a las periferias para mí? ¿Cuáles serían esos espacios a los que no voy por tantos motivos y sin embargo me están necesitando?
La llamada de Francisco se dirige a todos los cristianos: “No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos”. “El Evangelios nos invita a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro”. El Papa quiere introducir en la Iglesia lo que él llama “la cultura del encuentro”. Está convencido que “lo que necesita hoy la iglesia es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones”.
¿Qué importancia tiene para mí ‘encontrarme con el hermano, para que él encuentre en mí persona, en mis actitudes a Dios y viva es ‘encuentro definitivo que tano necesita para ser feliz?
ORAMOS nuestra vida desde este texto:
Dios Bueno, te pedimos que nos hagas sal y luz. Que el Evangelio nos cuestione y nos haga vivir lo que Cristo Jesús nos dice para significar en nuestros espacios.
Te pedimos que haya muchos verdaderos discípulos que al conocer tu Misterio, lo vivamos con más conciencia. Que descubramos el valor de la sal y de la luz, aunque nos cueste para iluminar el desconcierto que se crea por la crisis de valores que vivimos. . No permitas que nos confunda el mundo con sus falsas propuestas. No dejes que nos acobardemos ante las exigencias de tu seguimiento. Que como tu Hijo, Jesús, nuestro Hermano, sepamos ir donde Tú nos estás esperando, para darnos vida, y dárnosla en abundancia, porque muchos la están necesitando y en la medida que se las demos, Tú nos la aumentarás para seguir dándola. María, haznos capaces de ser sal y luz con Cristo y como Él. ¡Así sea!