5º DOMINGO DE PASCUA (lectura orante)

“No pierdan  la calma, crean en Dios y crean también en mí”.

 

Frente a la oscuridad y el desconcierto que a veces nos amenaza, está la serenidad de saber que vivimos acompañados. Frente a la mirada perdida y sin horizonte, tenemos los ojos puestos en Jesús. Frente a la desconfianza que reseca la vida, aparece la belleza de una audaz confianza en el Padre. Frente al sinsentido de la vida, se nos regala el sentido novedoso y lleno de frescura del Espíritu. Frente a los caminos solitarios, surge la cultura del encuentro para caminar juntos con la Iglesia. Orar es iniciar un camino hacia el amor, porque solo el amor es digno de fe. «En el Espíritu, creemos en ti, Jesús. Creemos, en ti, Padre. Amén».

 

ORACION

 

Jesús, eres camino,

camino al Padre.

Jesús eres verdad,

verdad de que podemos

conocer a Dios y amarlo.

Jesús eres vida,

vida que da la paz,

la alegría y la fuerza

que tanto deseamos como Felipe.

 

 

TEXTO BÍBLICO Jn. 14. 1-12

 

“No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».

Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?

Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre”.

 

LECTURA

 

El relato evangélico de este domingo, narra el momento en el que ya se vislumbra la despedida. …Ese “no pierdan  la calma” en labios de Jesús sale al paso de la comprensible zozobra y del miedo quizás, de la gente que más ha compartido con el Señor su Persona y su Palabra.

Toda la vida del Señor, fue una manifestación maravillosa de cómo llegar hasta Dios, cómo entrar en su Casa y habitar en su Hogar. La Persona de Jesús es el icono, la imagen visible del Padre invisible.

Quien ha visto y ha oído a Jesús, ha contemplado y escuchado al Padre, Quien cree en Jesús, cree en su Padre. El camino de Jesús, es el camino de la bienaventuranza, el de la verdad, el de la justicia, el de la misericordia y la ternura… Jesús no sólo es el Camino, sino también el Caminante, el que se ha puesto a andar nuestra peregrinación por la vida, vivirlo todo, hasta haberse hecho muerte y dolor abandonado.

Jesús no se limitó a señalarnos “otro camino” sino que nos abrazó en el suyo, y en ese abrazo nos posibilitó andar en bienaventuranzas, en perdón y paz, en luz y verdad, en gracia. … Los cristianos no somos gente diferente sino que en medio de nuestras caídas y dificultades, en medio de nuestros errores e incoherencias, queremos caminar por este Camino, adherirnos a esta Verdad, y convivir en esta Vida: la de Quien nos abrió el hogar del Padre, haciendo de nuestra vida, un hogar en el que somos hijos ante Dios y hermanos entre nosotros.

 

MEDITACION

 

Miremos a Jesús… Él es el «camino, la verdad y la vida», que viene a sacarnos de la mentira de creer que nadie puede cambiar. Jesús nos ayuda a caminar por senderos de vida y de plenitud. Que la fuerza de su amor y de su Resurrección sea siempre camino de vida nueva.

Descubran que se puede “ver” a Dios también en el rostro de los hermanos, especialmente de los más olvidados: los pobres, los hambrientos, los sedientos, los extranjeros, los encarcelados. …Para entrar en la lógica del Reino de Dios es necesario reconocerse pobre con los pobres. Un corazón puro es necesariamente también un corazón despojado, que sabe abajarse y compartir la vida con los más necesitados. (Papa Francisco).

 

El encuentro con Dios en la oración, mediante la lectura de la Biblia y en la vida fraterna les ayudará a conocer mejor al Señor y a ustedes mismos. La voz de Jesús les abrirá los ojos para reconocer su presencia en la historia personal de cada uno de ustedes, descubriendo así el proyecto de amor que tiene para sus vidas. (Papa Francisco).

 

 “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”. El objetivo hacia el que debe orientarse nuestra vida: encontrar a Jesús tratando de ver en él a Dios mismo, al Padre. …Felipe nos enseña a dejarnos conquistar por Jesús, a estar con él y a invitar también a otros a compartir esta compañía indispensable; y, viendo, encontrando a Dios, a encontrar la verdadera vida. (Benedicto XVI).

 

¿Qué tanto me he dejado conquistar por Jesús? ¿Le estoy dando algún espacio en mi vida? ¿Busco momentos para encontrarme con Él o sólo acudo a él en los momentos de dificultad? ¿Invito a otros a compartir la experiencia de Jesús? (Benedicto XVI).

 

ORACION

 

Jesús, gracias por permitirme encontrarme contigo; gracias por enseñarme que mi vida sólo tiene sentido contigo.

Hoy quiero pedirte tan sólo que aumentes mi fe para que creyendo pueda confiar en ti y amarte más. Jesús eres mi Amigo, mi Hermano, ¿cómo podré conocerte, si me alejo de ti?

La intimidad, la familiaridad, la cercanía contigo,  Jesús me hacen descubrir tu verdadera identidad.

 

CONTEMPLACIÓN

 

Al final de la última cena Jesús comienza a despedirse de los suyos: ya no estará mucho tiempo con ellos. Los discípulos quedan desconcertados y sobrecogidos. Aunque no les habla claramente, todos intuyen que pronto la muerte les arrebatará de su lado. ¿Qué será de ellos sin él?

«Que no tiemble vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí». Han de seguir confiando en Dios, pero en adelante han de creer también en él, pues es el mejor camino para creer en Dios.

Jesús les descubre luego un horizonte nuevo. Su muerte no ha de hacer naufragar su fe. En realidad, los deja para encaminarse hacia el misterio del Padre. Pero no los olvidará. Seguirá pensando en ellos. Les preparará un lugar en la casa del Padre y un día volverá para llevárselos consigo.

«Yo soy el camino, la verdad y la vida». …Jesús se ofrece como el camino que podemos recorrer para entrar en el misterio de un Dios Padre. El nos puede descubrir el secreto último de la existencia. El nos puede comunicar la vida plena que anhela el corazón humano.

«Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre». La vida de Jesús: su bondad, su libertad para hacer el bien, su perdón, su amor a los últimos… hacen visible y creíble al Padre. Su vida nos revela que en lo más hondo de la realidad hay un misterio último de bondad y de amor. Él lo llama Padre.

Los cristianos vivimos de estas dos palabras de Jesús: «No tengan miedo porque yo voy a prepararles un sitio en la casa de mi Padre», «Quien me ve a mí, está viendo al Padre». Siempre que nos atrevemos a vivir algo de la bondad, la libertad, la compasión… que Jesús introdujo en el mundo, estamos haciendo más creíble a un Dios Padre, último fundamento de nuestra esperanza.

 

ACCIÓN

 

Interioriza el texto e intenta escuchar como si estuvieras presente en aquel encuentro último de Jesús con sus discípulos. Escucha sus palabras como dirigidas a ti, hoy, en este momento.

Escucha la invitación de Jesús a renovarte constantemente, a sacudirte de perezas y seguridades, a crecer como persona… a apoyarte en Él en el camino de cada día.

En muchas ocasiones, ¿no es cierto que podría Jesús levantar su voz y decirte: hijo mío, tanto tiempo contigo, enseñándote mi estilo de vida, mostrándote mi perdón, mi misericordia, mi amor… y aún no me conoces, no sabes decir quién soy, lo que deseo, lo que te pido?

En tu vida de relación con los demás, procura hacer más creíble a Dios Padre, último fundamento de nuestra esperanza.