LECTIO DIVINA IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 3 de febrero

IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO     3 de febrero

Seguimos avanzando en la vida pública de Jesús. La semana pasada Jesús entró en la sinagoga y lleno del Espíritu Santo proclamó el año de Gracia. Esto llena las expectativas del pueblo en su espera mesiánica, pues Jesús está respondiendo al plan de Dios con su palabra y con su vida.
Lo que no gusta a sus contemporáneos es la  forma cómo lo va a realizar, de allí que de la admiración pasen al rechazo. Jesús les echa en cara su incredulidad proponiéndose como profeta, aludiendo a Elías y a Eliseo que no pudieron hacer milagros en su tierra.
Los paisanos de Jesús no soportan que él sea un profeta. Ellos hubieran soñado con un su-perhombre. También Jeremías en la primera lectura es el símbolo del profeta que como Jesús será rechazado y perseguido. Jesús trae el amor y con ello la Iglesia nos presenta hoy la lectura  de Corintios 13. El amor es la santidad y la humildad es el camino. Solo pegados a Cristo podremos vivir esta experiencia de fe que nos conduce por el camino de la cruz, hasta la certeza de la eternidad, desde la mística y la profecía.

EL TEXTO  Lucas 4,21-30.
La Palabra que escuchamos nos convierte en verdaderos profetas con misión de gra-cia para con todos los que están en necesidad y viven con sencillez de corazón.

 “Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga, todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: “¿No es este el hijo de José?”.  Pero él les respondió: “Sin duda ustedes me citarán el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún”.  Después agregó: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.  Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país.  Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.  También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio”.
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.  Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino”.

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

Terminada la lectura le devolvió el rollo al encargado y se sentó para proceder a su explicación. Jesús se limitó a decir que “hoy” se había cumplido  el texto proclamado. Es un “hoy” que se enmarca en el “ya” pero “todavía no” y que supone dar a cada generación la misma oportunidad para subirse al carro salvador. Nos encontramos con una palabra, un pa-saje de la Escritura, una oportunidad a la mano, un cambio de vida posible…todo eso quiere decir “hoy”. La escucha exige una toma de postura que contemple que el reino viene de la mano del rey.
Parece que por el mensaje de esperanza de Jesús, el tono, la seguridad, la autoridad que emitía su persona, sus paisanos quedaron admirados, reconociendo que Dios estaba detrás de sus palabras. El asombro era aún mayor cuando le reconocían como hijo de José.

¡Una persona como ellos no podía ser quien trajera la liberación anunciada de Dios!
También había que pensar que, para el pueblo judío del siglo primero, la primera obligación de un joven era para su familia, su pueblo y su clan, y no parece que la vida que estaba llevando Jesús siguiera ese camino, lo que no hablaba en beneficio suyo,
La respuesta de Jesús a esta reacción de sus paisanos se centra en hacerles ver que la lectura que él ha hecho tiene su origen y razón de ser en la propia Sagrada Escritura que ellos parecen conocer tan bien. Los invita a que recuerden el capítulo 17 del primer libro de los reyes y el capítulo 5º del segundo libro de los Reyes. En el primer caso la beneficiaria de la acción es una mujer libanesa; en el segundo, un general sirio. ¡Líbano y Siria! ¡Casi nada, entonces y hoy! El desenlace es brutal. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejó.

Estamos en los comienzos de la actividad de Jesús en versión de Lucas. El autor nos presenta a un Jesús sintetizando y llevando a cumplimiento el mensaje de gracia acumulado a lo largo del Antiguo Testamento, mensaje que, sin embargo, el Pueblo de Dios parece haber olvidado e incluso manipulado en beneficio suyo. El viento del Espíritu sopla fuerte en la obra de Lucas ya desde los comienzos de ésta. En el interior del Pueblo de Dios hay malestar y rabia por los aires del Espíritu.

¿QUÉ ME DICE A MI EL TEXTO?

     Me fijo en Jesús.
Es Jesús el primero que se da cuenta de lo que va aconteciendo dentro de la sinagoga, ya que lee en los corazones una actitud que no corresponde  con este entusiasmo inicial. Todo va en crescendo: del asombro se pasa a la extrañeza, de ésta al rechazo, a la indignación y a la hostilidad.
En medio de esto Jesús discierne y da la respuesta. Cita un proverbio popular que podía ser despreciativo para su persona: “Médico, cúrate a ti mismo”, seguido de otro sobre los profetas, que no son acogidos entre los suyos.  Jesús no se equivoca al catalogarse como profeta a la hora de definir su identidad, pues la mayoría de sus coetáneos le tildan con ese título que conlleva rechazo aparejado con muerte.
Jesús no vive a medias tintas, como tal vez me pueda pasar a mi o a cualquiera de nosotros, por eso hay una invitación muy especial hoy a retomar nuestro profetismo bautismal, donde fuimos ungidos como Jesús para ser profetas.
El profeta es UN “HOMBRE DE DIOS”; Dios irrumpió en su vida. El profeta se trans-forma en una persona disponible, que no vive ya para sí mismo; que no se pertenece. Esta disponibilidad no es en ocasiones fácil. El profeta experimenta dificultades y crisis; es acosado por el temor. Con todo, termina abriéndose a los planes de Dios y va a donde lo envía Yahvé y proclama todo lo que Él le manda.

El profeta, en cierto modo, sintoniza con Dios a quien percibe cercano y presente en la historia. Y su experiencia se transforma en testimonio y en compromiso con las exigencias de Dios sobre el pueblo. Es el siervo que ejecuta los mandatos de su Señor; el discípulo que acoge las enseñanzas de su maestro y las transmite y pone en práctica.
El profeta conoce la realidad y está enraizado en ella. Por este motivo vuelve a propo-ner siempre el proyecto de Dios y anuncia el juicio de Dios en esa situación. Sacude, de este modo, las conciencias y las enfrenta al juicio de Yahvé  que purifica y exige decisiones nuevas como expresión del cambio y de la vuelta al camino de la Alianza.

Hoy, el Señor, nuevamente, nos pone el dedo en la llaga. Ser profeta no es nada fácil, comporta riesgos. Pero hay algo importante, muchos profetas de todos los tiempos han muer-to porque sintiéndose libres, plenos en Dios y apasionados por él, no escatimaron ponerse al frente de la verdad y decir y actuar como Jesús lo hubiera hecho ante situaciones de opresión e injusticia.
Nuestra Iglesia necesita tomar conciencia de que hemos sido ungidos como profetas para dar testimonio y hacer valer los derechos de los más pobres, no comulgando con el sistema establecido. Cuando digo Iglesia digo cada uno de nosotros los cristianos. Tenemos una identidad muy definida y es que somos hijos/as de Dios y por tanto, vivimos por encima de todo un proyecto de comunión, inclusión que debe hacernos cada vez más humanos y más hermanos como lo fue Cristo desde su práctica de la misericordia y la compasión.

     Me fijo en sus paisanos

Sorprende cómo reacciona la gente: al principio todos están admirados de las palabras de Jesús, y dan testimonio de él, poco después preguntan por la identidad de Jesús. Pero al oír los ejemplos de la viuda de Sarepta y el sirio rico y  leproso Naamán, se llenan de ira y quieren matar a Jesús. Quizá a los oyentes no les gustó la opción de Dios a favor de los gentiles, o de los pobres como la viuda, o de los ricos como el leproso. O puede ser que los oyentes reflejen a las personas acomodadas: les gusta escuchar palabras bonitas y edificantes, pero no aceptan que el mensaje se realice en el mundo y cambie. Ellos, que están, no sufren, no tienen ningún interés personal en cambiar su situación, porque este cambio podría conllevar inconvenientes y no les representa ninguna ventaja para ellos.
A ninguna persona se le pide que ella sola mejore y cambie el mundo. Elías ayudó sólo a una viuda y Eliseo curó únicamente a un leproso, pero ambos consiguieron que una persona experimentara la salvación de Dios.
     ¿Qué pequeños pasos podría dar yo para que alguien experimente la voluntad salvífica de Dios?

¿QUÉ ME HACE DECIR EL TEXTO?

Gracias Señor por tu palabra. Es una palabra que molesta si voy a lo profundo de mi ser. Me deja removida por dentro y cuestiona mi actuar como cristiano.
En esta sociedad donde estoy sumergido ¡qué difícil es marcar la diferencia! ¡Qué difícil es vivir contracorriente en un mundo que lo tiene todo y no quiere desacomodarse! Allí también estoy yo formando parte de él.
¡Incomódame Señor con tu palabra!, no permitas que me vaya devorando la vorágine de la prisa, del trabajo, del consumo, del relativismo, del no compromiso con la justicia, del miedo a perder…
Ayúdame a mirar de frente la realidad y a vivir haciendo el bien, pero desde una profunda intimidad contigo, Maestro, para que eduques mi corazón y se conforme a tu voluntad, que es la expresión máxima de tu gran misericordia.

¿QUÉ NOS HACE HACER EL TEXTO? ¿A qué nos comprometemos?

     a tener siempre nuestro corazón dispuesto a recibir con humildad a quienes nos ayu-dan a caminar en nuestra tierra, en nuestros espacios, en la vida.
      Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es la acción concreta que te invita a realizar?