SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y SANGRE DE CRISTO 23 DE JUNIO
La Eucaristía nos permite el no disgregarnos, porque es vínculo de comunión, y cumplimiento de la Alianza, señal viva del amor de Cristo que se ha humillado y anonadado para que per-manezcamos unidos. Participando a la Eucaristía y nutriéndonos de ella, estamos incluidos en un camino que no admite divisiones. El Cristo presente en medio a nosotros, en la señal del pan y del vino, exige que la fuerza del amor supere toda laceración, y al mismo tiempo que se convierta en comunión, también con el más pobre, apoyo para el débil, atención fraterna con los que fatigan en el llevar el peso de la vida cotidiana o están en peligro de perder la fe.
(Papa Francisco.)
Este mandamiento del Señor nos empuja a vivir, gastar nuestra vida como Él. No se trata so-lamente de repetir un gesto litúrgico, se trata de repetir su vida de entrega, una vida para los demás. HAGAN ESTO EN MEMORIA MIA” Es la propuesta eucarística: una vida para los demás
TEXTO BÍBLICO Lc. 9, 11b -17.
“Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce le dijeron: “despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado”. Él les contestó: “Denles ustedes de comer” Ellos replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos peces; no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente”. Porque eran unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: “Hagan que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno”. Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos”.
LECTURA
Jesús quiso aliviar la necesidad de los muchos que le seguían. Pero también quiso enseñar a sus discípulos: “Denles ustedes de comer“. Las objeciones que ellos pusieron a Jesús son humanamente comprensibles. Era un gentío el que estaba en torno a Jesús y en un descam-pado. ¿De dónde iban a sacar comida para tantos?
¿Acaso Jesús con la pregunta a los suyos no les estaría indicando que no solamente existe el hambre material? El mismo Jesús había dicho en otra ocasión que “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Este “hambre de Dios” no quiere decir que nos tengamos que olvidar del “hambre material”. A quien tenga hambre hay que darle de comer. Pero no debemos olvidar que hay mucha gente satisfecha de comida, pero vacía de Dios. Ambas “hambres” no son excluyentes ni se repelen. Para un cristiano deben ir unidas.
Jesús satisface el hambre material de la multitud (partió [los panes] y se los dio) no sin antes alzar la mirada al cielo y pronunciar la bendición. Solo podremos llevar a los demás a Jesús, si antes nosotros nos hemos alimentado de Él. Esta experiencia de Dios será la que nos empuje a ayudar a nuestros hermanos.
MEDITACIÓN
En este Evangelio hay una expresión de Jesús que me impresiona siempre: «Denles ustedes de comer». Partiendo de esta frase, me dejo guiar por tres palabras: seguimiento, comunión, compartir. (P Francisco)
También nosotros buscamos seguir a Jesús para escucharle, para entrar en comunión con Él en la Eucaristía, para acompañarle y para que nos acompañe.
Preguntémonos: ¿cómo sigo yo a Jesús? Jesús habla en silencio en el Misterio de la Eucaristía y cada vez nos recuerda que seguirle quiere decir salir de nosotros mismos y hacer de nuestra vida no una posesión nuestra, sino un don a Él y a los demás.
Ante la necesidad de la multitud, la solución de los discípulos es despedir a la muchedumbre. ¡Cuántas veces nosotros cristianos hemos tenido esta tentación! No nos hacemos cargo de las necesidades de los demás. Pero la solución de Jesús va en otra dirección «Denles ustedes de comer».
La Eucaristía es el Sacramento de la comunión, que nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento, la fe en Él. Todos deberíamos preguntarnos ante el Señor: ¿cómo vivo yo la Eucaristía? ¿La vivo de modo anónimo o como momento de verdadera comunión con el Señor, pero también con todos los hermanos que comparten esta misma mesa? ¿Cómo son nuestras celebraciones eucarísticas?
«Denles ustedes…», «dar», compartir. ¿Qué comparten los discípulos? Lo poco que tienen: cinco panes y dos peces. Pero son precisamente esos panes y esos peces los que en las ma-nos del Señor sacian a toda la multitud. Y son justamente los discípulos, perplejos ante la in-capacidad de sus medios y la pobreza de lo que pueden poner a disposición, quienes acomo-dan a la gente y distribuyen – confiando en la palabra de Jesús – los panes y los peces que sacian a la multitud.
En la Iglesia, pero también en la sociedad, una palabra clave de la que no debemos tener miedo es «caridad», o sea, saber poner a disposición de Dios lo que tenemos, nuestras humildes capacidades, porque sólo compartiendo, sólo en el don, nuestra vida será fecunda, dará fruto.
En la Eucaristía el Señor nos hace recorrer su camino, el del servicio, el de compartir, el del don, y lo poco que tenemos, lo poco que somos, si se comparte, se convierte en riqueza, por-que el poder de Dios, que es el del amor, desciende sobre nuestra pobreza para transformarla.
Preguntémonos… al adorar a Cristo presente realmente en la Eucaristía:
¿me dejo transformar por Él?
¿Dejo que el Señor, que se da a mí, me guíe para salir cada vez más de mi pequeño recinto, para salir y no tener miedo de dar, de compartir, de amarle a Él y a los demás?
ORACION
Señor Jesús: ¿De qué nos sirve hablar todas las lenguas?
Si nos falta el amor, sólo hacemos ruido.
¿De qué nos sirve hablar en nombre de Dios, conocer los secretos y poseer toda la ciencia?
Si nos falta el amor, nos falta lo esencial.
¿De qué nos vale tener tanta fe como para mover montañas?
Si nos falta el amor, nada somos.
¿De qué nos sirve entregarlo todo a los pobres, e incluso entregar la propia vida?
Si nos falta el amor, de nada nos aprovecha.
Señor Jesús, tú nos enseñaste: Que el amor es comprensivo y servicial;
que nada sabe de envidias, de arrogancias ni de orgullos.
Señor, enséñanos a amar.
Que el amor no es grosero ni egoísta, no se impacienta, no es rencoroso.
Señor, enséñanos a amar.
Que lejos de alegrarse con la injusticia el amor encuentra el gozo en la verdad.
Señor enséñanos a amar.
Que el amor disculpa sin límites, confía sin límitesespera sin límites, soporta sin límites.
Señor, enséñanos a amar.
Tú nos enseñaste, Señor Jesús, que el amor es más fuerte que la muerte.
Señor, enséñanos a amar.
CONTEMPLACIÓN
Es el momento de descubrir que no es posible seguir a Jesús y colaborar en el proyecto humanizador y salvador del Padre sin trabajar por una sociedad más justa y menos corrupta, más solidaria y menos egoísta, más responsable y menos frívola y consumista.
Es también el momento de recuperar la fuerza humanizadora que se encierra en la eucaristía cuando es vivida como una experiencia de amor confesado y compartido. El encuentro de los cristianos, reunidos cada domingo en torno a Jesús, ha de convertirse en un lugar de concien-ciación y de impulso de caridad , con todos, dando el pan material y espiritual al que lo necesi-ta. No podemos comulgar con Cristo en la intimidad de nuestro corazón sin comulgar con los hermanos que sufren. No podemos compartir el pan eucarístico ignorando el hambre de millo-nes de seres humanos privados de pan y de justicia. Es una burla darnos la paz unos a otros olvidando a los que van quedando excluidos socialmente.
La celebración de la eucaristía nos ha de ayudar a abrir los ojos para descubrir a quiénes hemos de defender, apoyar y ayudar en estos momentos. Vivida cada domingo con fe, nos puede hacer más humanos y mejores seguidores de Jesús. Nos puede ayudar a vivir la crisis con lucidez cristiana, sin perder la dignidad ni la esperanza.
ACCION
Pide para que la participación en la Eucaristía nos provoque a seguir al Señor cada día, a ser instrumentos de comunión, a compartir con Él y con nuestro prójimo lo que somos y lo que tenemos.
Jesús dice:“Denles ustedes de comer”¿Qué puedes hacer en concreto en este sentido con aque-llos que necesitan de ti?
Vive con mayor conciencia, fe, amor y gratitud cada Eucaristía y acude con frecuencia a visitar a Jesús en el Sagrario con actitud de adoración y gratitud.
Sé testimonio de caridad concreta con los hermanos, especialmente con los que tienen mayor necesidad de justicia, de esperanza, de ternura, de fe. Míralos y acompáñalos con ternura y misericordia como Jesús.