Lunes 6 de enero La Epifanía del Señor (S)
Mateo 2,1-12 “Hemos venido del Oriente a adorar al Rey”
Epifanía quiere decir “manifestación”. El Evangelio según San Lucas cuenta como los pastores fueron los primeros en adorar al niño. Sin embargo, para Mateo, los Magos, es decir, gentiles, fueron los primeros en reconocerlo. Estos Magos de Oriente eran probablemente personas sabias y cultas que poseían conocimientos de astrología y astronomía. Sin embargo, los esfuerzos por identificar qué estrella vieron no nos debe alejar de la importancia de la historia. En este relato los magos representan a las otras religiones que no son las de la Biblia. Así, pues, mientras los sacerdotes de los judíos, jefes del pueblo de Dios, no recibieron aviso del nacimiento de Jesús, Dios lo participó a algunos de esos amigos suyos que estaban muy lejos de su pueblo. Esta lección vale para todos los tiempos: Jesús es el Salvador de todos. Dios habla por medio de los acontecimientos, y nos encuentra allí mismo donde lo buscamos. Llamó a los Magos por medio de una estrella, y a los pescadores después de una pesca. La conversión de los gentiles y su incorporación al cuerpo de Cristo, y el rechazo de Israel, prefigurado en la actitud hostil de Herodes, eran dos temas fundamentales de la iglesia primitiva.
La lectura de hoy nos presenta tres ideas importantes:
• La Epifanía es la manifestación a toda la humanidad del misterio de Dios hecho hombre.
• Debemos aprender de los Magos: 1) a descubrir los signos, 2) a caminar con determinación, 3) a no permitir que nada ni nadie nos desvíe del camino hacia el Señor.
• La Iglesia es una casa abierta donde caben todos los pueblos, razas, y culturas.
Martes 7 de enero
Mateo 4,12-17.23-25 “Al enterarse de que Juan había sido arrestado, Jesús se retiró a Galilea, salió de Nazaret y se estableció en Cafarnaún…”
Aquí estamos al comienzo del ministerio de Jesús. Deja Nazaret y se instala en Cafarnaún, un centro pesquero en el mar de Galilea. Su llamado al arrepentimiento es idéntico al de Juan el Bautista. El Evangelio de hoy describe como se inició la misión universal de Jesús. Juan había dicho:»Arrepentíos, porque el Reino de Dios está cerca» . Por esto fue encarcelado y decapitado por Herodes. Jesús comienza el anuncio de la Buena Noticia andando por toda Galilea. Es un hombre que comienza tarde, un joven que va de prisa. Su héroe, Juan, ha sido decapitado y se da cuenta de que su tiempo puede ser breve. Él se dirige a grandes multitudes, proclamando la Buena Nueva del Reino de Dios, sanando a todo tipo de enfermos y exorcizando demonios.
No se queda parado, esperando que la gente llegue y vaya a Él. Él mismo va a las reuniones de la gente, a las sinagogas, para anunciar su mensaje. La gente le lleva los enfermos, a los endemoniados, y Jesús acoge a todos y los sana. Este servicio a los enfermos forma parte de la Buena Noticia y revela a la gente la presencia del Reino.
Señor, tú me conoces y me has dado todo, permite que lo pueda poner a tu servicio, dame la valentía para enfrentar mis temores, no permitas que me aleje de tu compañía. Amén
Miércoles 8 de enero
Marcos 6,34-44 Al desembarcar, Jesús vio toda aquella gente, y sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles largamente.
Hoy nos encontramos con Jesús enseñando a la multitud, compadecido porque se da cuenta que no tienen a nadie que los escuche, que les enseñe, que los acompañe con un corazón de Pastor. Por eso Jesús se queda un largo rato enseñándole.
Son los apóstoles quienes se dan cuenta de la hora, que ya es hora de comer y que para colmo no hay alimentos para darles. Sin embargo sabemos que siempre que está Jesús hay abundancia, que siempre que está el Maestro no nos va a faltar nada. Así ocurre también en esta oportunidad. Ante la pregunta de Jesús “¿cuántos panes tienen ustedes?”, allí comienza a organizar lo que va a ser la comida que pareciera improvisada, pero que con el gran corazón de Jesús no sólo alcanza sino que sobra. Los que comieron eran 5 mil hombres, dice la Palabra: “Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado”.
Siempre hay abundancia cuando Jesús está presente en nuestras vidas. Ese alimento de la presencia de Dios cada día es muy valioso si lo sabemos utilizar para crecer en la vida espiritual en el seguimiento de Jesús. Pidamos hoy la gracia de poder valorar lo que nos regala, de poder acercarnos cada vez más a Él a través de su Palabra, esa que nos llena de vida, de esperanza y alegría.
Jueves 9 de enero
Marcos 6,45-52 ” Jesús ordenó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo fueran a esperar a Betsaida, … mientras él despachaba a la gente. Jesús despidió a la gente, y luego se fue al cerro a orar”.
Contemplemos hoy a los discípulos que están lejos en el mar sin Jesús, y Jesús solo en la tierra, habiendo subido el monte para orar. Me uno a Jesús en oración en la ladera del monte.
Jesús está orando – hablando con su Padre. ¿Está quizá pensando acerca de cuál sería la mejor manera de comunicar a la gente lo que su llegada realmente significaba? ¿Quizá está recordando la gran demostración que fue el alimentar a 5.000 personas? Sin embargo, en la mente de la gente, esto fue visto solamente como el comienzo de una campaña política. Y sus discípulos sólo estaban un poco mejor. Los discípulos todavía no entienden quién es Jesús. No captan el significado de los signos que ha hecho.
Por tanto ahora Él está a punto de intervenir a un nivel diferente: salva a sus discípulos de una tormenta: simplemente para mostrar que es lo suficientemente fuerte para que su causa “triunfe”, sin tener que confiar en la disposición del ánimo popular. ¿la adulación de la multitud lo había molestado? Esa silenciosa contemplación, es una comunión con el Padre y el Espíritu. Jesús es lo suficientemente fuerte como para llevar a cabo su plan para nuestra vida, sin tener que confiar en las personas que “tienen influencia”.
Viernes 10 de enero
Lucas 4,14-22: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”.
Hoy nos encontramos en el Evangelio a Jesús, que anuncia su programa de misión, Él es el lleno del Espíritu Santo y el enviado del Padre, su envío es a anunciar una buena noticia que nos llena de alegría y nos llena de esperanza, una buena noticia que llena de esperanza la vida de los pobres, la vida de los débiles y que llena de alegría un año de Gracia del Señor.
En consonancia a lo que nos está motivando el Papa Francisco, que la carta, el Evangelio de la alegría nos dice, “La alegría del Evangelio, llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús, quienes se dejan salvar por Él, son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior y del aislamiento, con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”
Ojala que lo podamos experimentar en el corazón, que para nosotros Jesús, signifique siempre esperanza y alegría y que en eso sea el mensaje que con nuestra palabra y sobre todo con nuestra vida, con nuestro testimonio, podemos dejar a los demás, en especial a tantos hermanos que necesitan de este anuncio.
Sábado 11 de enero
Lucas 5,12-16: “Apenas vio a Jesús, el leproso se postró con la cara en tierra y le suplicó: "Señor, si tú quieres, puedes limpiarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda limpio". Y al instante le desapareció la lepra.
Un leproso llega cerca de Jesús. Era un excluido. Debía vivir alejado de los demás. ¡Quien lo tocara quedaría impuro! Pero aquel leproso tenía mucho valor. Transgredió las normas de la religión para poder llegar cerca de Jesús. Dice: Señor si quieres, puedes limpiarme. O sea: “¡No necesitas tocarme! ¡Basta con que el Señor quiera para que yo quede sano!” La frase revela dos enfermedades: la enfermedad de la lepra que vuelve a alguien impuro; la enfermedad de la soledad a la que estaba condenado por la sociedad y por la religión. Revela también una gran fe del hombre en el poder de Jesús. Profundamente compadecido, Jesús cura las dos enfermedades. Primero, para curar la soledad, toca al leproso. Es como si dijera: “Para mí, tú no eres un excluido. ¡Yo te recibo como hermano¡” Luego, cura la lepra diciendo: ¡Lo quiero! ¡Queda limpio! Le ordenó que no se lo dijera a nadie.
Para poder entrar en contacto con Jesús, el leproso había transgredido las normas de la ley. Asimismo, para poder ayudar a aquel excluido y revelarle así un nuevo rostro de Dios, Jesús no sigue las normas de su religión y toca al leproso.
El mensaje que Lucas da es éste: anunciar la Buena Nueva es dar testimonio de la experiencia concreta que se tiene de Jesús. El leproso cuenta a los demás el bien que Jesús le ha hecho. Y este testimonio lleva a los demás a aceptar la Buena Nueva de Dios que Jesús nos trajo.
Domingo 12 de enero El Bautismo del Señor (F)
191 aniversario de la Fundación del Instituto de las Hermanas del Huerto
Mateo 3,13-17 “Apenas fue bautizado, Jesús vio el Espíritu de Dios descender sobre Él”
En el Evangelio de hoy, el Mesías va al Jordán para ser bautizado por Juan, y el Espíritu Santo desciende sobre él en forma de paloma y se escucha la voz del Padre que declara: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.” Así revela el Padre la identidad de Jesús. Qué bendición poder ser señalado como quien complace al Padre. Nosotros también estamos llamados a ser, como Jesús, hijos fieles y obedientes que complacen al Padre. Es difícil. Pero no olvidemos que Cristo ha comunicado la fuerza regeneradora y purificadora del Espíritu Santo a las aguas del río, y por extensión a todas las aguas bautismales.
Todo esto nos sitúa, inmerecidamente, en un plano que podríamos calificar de semejanza con la divinidad. Pero no basta con esta primera regeneración: necesitamos revivir constantemente la gracia bautismal por medio de un proceso continuo, como un “constante segundo bautismo”, que es la conversión.
El Bautismo es impactante por la manera como se manifiesta su eficacia en la persona bautizada, pero el gran reto del católico es creer aquello que ha recibido en el sacramento: no solo el perdón de los pecados, sino que también llega a ser, por el Bautismo, hijo de Dios, en cuyo corazón lleva la presencia del Espíritu Santo.
Todos los bautizados y confirmados hemos sido sellados con la marca indeleble de la pertenencia a Cristo Jesús, y así pasamos a formar parte de la familia humana de Dios.
“Amado Jesús, gracias por hacerme hijo de Dios y miembro de tu Cuerpo místico. Gracias por salvarme y darme una vida nueva, aunque sé que no lo merezco.”