1ª SEMANA DE ADVIENTO CICLO ‘A’
El cristiano ‘VELA’ no porque tiene miedo a la llegada del "señor", sino porque quiere
que el Señor, cuando se presente -y siempre será de improviso- lo encuentre
comprometido en la construcción de una ciudad terrena más justa, fraterna, habitable.
Lunes 2 de diciembre
Mateo 8,5-11 “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos”.
La fe del centurión romano sorprende a todos. En primer lugar, no pide un favor para sí, sino para alguien que está bajo sus órdenes y del cual se siente responsable. En segundo lugar, el soldado del imperio romano reconoce que también él está sujeto a órdenes de otras personas, de sus ‘superiores’. Lo realmente interesante es que este oficial romano se pone a las “órdenes de Jesús” ignorando las reglas sociales de la época. Al igual que el soldado, Jesús al ver la fe este hombre, se salta las reglas sociales y le concede lo que pide.
¿Estoy dispuesto a ayudar a todas las personas que Dios coloca en mi camino?
Martes 3 de diciembre San Francisco Javier (MO)
Lucas 10,21-24 “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido”.
El texto de hoy revela el fondo del corazón de Jesús; nos presenta al Señor en un “arrebato” de felicidad por el éxito de la misión de los 72, que al volver, comparten con Él su experiencia misionera. La razón de la alegría de Jesús es la alegría de los amigos y agradece a Dios por la forma cómo el Plan de Dios obra entre la gente sencilla, que descubre que es capaz de transformar las cosas. La suya no es una alegría superficial, viene del Espíritu Santo. Ya los llamados sabios no monopolizan el conocimiento de Dios, y ahora los simples pueden acceder a Él de un modo más libre y pleno.
Que en este tiempo de adviento, tiempo de esperanza, seamos portadores de ella, aceptando la invitación a pensar en una o varias cualidades de personas sencillas del grupo o la comuni-dad en que nos movemos, o en historia de éxito de algún “pequeño” que nos ayudan a descu-brir el Plan de Dios y esforcémonos en concretarlo en nosotros mismos.
A la luz de este texto nos podemos preguntar ¿cuál es la raíz de nuestra alegría? ¿Superficial o profunda? ¿Por qué?
Miércoles 4 de diciembre
Mateo 15,29-37 ¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?” Jesús les dijo: “¿Cuántos panes tienen?”
El evangelio de hoy nos muestra a Jesús que no es indiferente a la necesidad de los pobres, enfermos, despreciados y pecadores, que acuden a él. Es su corazón de pastor la que lo mo-viliza; nos imaginamos ruidos, gritos, movimiento de gente y atropellos para llegar al Señor. No obstante, en el gran desorden, Jesús interviene, atiende y sana. Y no solo eso, también alimenta, con lo que la gente tiene: con el pan material. “¿Cuántos panes tienen?” – pregunta; “Siete y unos cuantos peces”. Con estos pocos panes y peces Jesús sacia el hambre de todos. Si hoy compartiéramos lo que tenemosi ¡Sobrarían muchas cosas!
En el relato los discípulos, ante la dificultad presente, esperan que la solución venga de fuera. Jesús en cambio pide una solución desde dentro (lo que la gente tiene). ¿Con qué posición me identifico más?
Jueves 5 de diciembre Primer Jueves Rezamos especialmente por las vocaciones
Mateo 7,21.24-27 … el que cumple la voluntad del Padre entrará en el reino de los cielos.
El evangelio de hoy cuenta la parte final del Sermón de la Montaña y nos recuerda que no basta decir “¡Señor, Señor!”, o unas bonitas palabras sobre Dios, sino hacer la voluntad del Padre y comprometerse a ser una revelación de su presencia y amor en el mundo.
Somos cristianos, practicamos la fe, celebramos el culto frecuentemente, rezamos, pero ¿eso basta para vivir el Reino de los Cielos? La imagen de la construcción que utiliza Jesús es muy clara: si todo eso no se apoya en la Palabra de Dios, si no crece a partir de la Palabra vivida, todo se desmorona porque es débil y sin sustento.
Hoy nos podemos preguntar: ¿Soy de los que dicen “Señor, Señor”, o de los que ponen en práctica la palabra?
Viernes 6 de diciembre Primer viernes
Mateo 9,27-31 “… lo siguieron dos ciegos pidiéndole a gritos: Ten compasión de nosotros, Al llegar a la casa, se le acercaron los ciegos; Jesús les preguntó: ¿Tienen fe en que puedo hacer eso? Sí, señor. Entonces les tocó los ojos diciendo: Según la fe que tienen que se les cumpla.
Jesús atendió y curó a los ciegos que a viva voz le suplicaban. Antes de actuar, Cristo les preguntó: “¿Creen que puedo hacerlo?”, Era necesario que tuvieran fe para poder ver, ya que su vista dependía de la firmeza de su fe: “Que se haga en ustedes conforme a su fe”. Tal vez nosotros nos sintamos tocados porque los ciegos recuperaron la vista; tal vez no nos sintamos tan movidos a imitar su fe en Cristo. Jesús inauguró el Reino de Dios y los milagros y maravi-llas que vemos en la historia cristiana, son señales de que el Reino ya está entre nosotros.
Presentémosle hoy nuestro corazón abierto y dejemos que el Reino de Dios eche raíces en nosotros. Luego, actuemos por fe. De esta forma se nos abrirá la vista espiritual, que es la que más importa, porque no sólo perdurará en la vida eterna, sino que nos permitirá ver y con-templar la hermosura del Señor.
“Señor Jesús, Hijo de David, Mesías, ten piedad de nosotros. Tú, que eres la luz del mundo, ilumina nuestra oscuridad y sana nuestra ceguera, fortalece nuestra fe y llévanos a tu luz.”
Sábado 7 de diciembre San Ambrosio (MO) Primer sábado
Mateo 9,35-10,1.5ª.6-8 • “Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cose-cha”
«La falta de obreros para la mies de Dios constituía, ya en los tiempos evangélicos, un desafío para Jesús mismo. Su ejemplo nos permite comprender que el número demasiado escaso de consagrados es una situación inherente a la condición del mundo, y no sólo un hecho acci-dental debido a las circunstancias actuales. El Evangelio nos muestra que Jesús, recorriendo ciudades y aldeas, sentía compasión por las muchedumbres, porque «estaban fatigados y decaídos, como ovejas sin pastor. Procuraba aliviar esa situación, brindando su enseñanza a la muchedumbre, pero quería que sus discípulos participaran en la solución de ese problema, invitándolos, ante todo, a la oración: “Rogad […] al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. El acento que se pone en la oración es sorprendente. Jesús insiste en la cooperación y la res-ponsabilidad de sus seguidores. También a nosotros, hombres de hoy, nos enseña que po-demos y debemos influir con la oración en el número de las vocaciones. El Padre acoge esa oración, porque la desea y la espera, y Él mismo la hace eficaz. En los tiempos y lugares don-de es más grave la crisis de las vocaciones, mayor será la necesidad de esa oración. Pero debe subir al cielo en todo tiempo y lugar. Por tanto, toda la Iglesia y todos los cristianos tienen siempre una responsabilidad en este campo».
Domingo 8 de diciembre La Inmaculada Concepción de María (S)
Prevalece sobre el 2º Domingo de Adviento (Indicaciones Para la celebración Calendario Litúrgico p. 163)
Lucas 1,26-38 “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra. Y el Ángel se alejó”
Frente al saludo del ángel, María quedó desconcertada y se preguntaba qué quería decir. No entendía mucho lo que estaba sucediendo. Pero supo que venía de Dios y dijo ‘sí’. María es la madre del ‘sí’. Sí al sueño de Dios; sí al proyecto de Dios, sí a la voluntad de Dios. Un ‘sí’ que, como sabemos, no fue nada fácil de vivir. Un ‘sí’ que no la llenó de privilegios o diferencias, sino que, como le dirá Simeón en su profecía: ‘A ti una espada te va a atravesar el corazón’. Por eso la queremos tanto y encontramos en ella una verdadera Madre, que nos ayuda a mantener viva la fe y la esperanza en medio de situaciones complicadas.
Querida Madre, te pedimos que nos ayudes a iniciar un camino de santidad, correspondiendo cada día al amor que Dios nos regala.
En la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, aparece la gran protagonista de este tiempo de Adviento, La Virgen María, que es la madre de la Esperanza porque llevó la Esperanza en su vientre. María la Inmaculada, fue elegida y predestinada para ser la madre de nuestro Salvador; y con su «hágase en mí según tu palabra», inauguró el plan de Dios para la salvación de la humanidad. Que a ejemplo de María y llenos de humildad y sencillez dejemos que sea Dios quien haga en nosotros lo que Él quiera. No hay nada imposible para Dios cuando nos disponemos a obedecer su voluntad.