LECTIO DIVINA - 20ºDOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTIO DIVINA - 20ºDOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

El Señor emplea hoy un lenguaje, en apariencia contradictorio, para dar a entender en qué consiste el verdadero amor a Él.  El amor, como lo debemos entender realmente, está muy lejos de ser un diluido sentimiento de afecto, bonito y pasajero. Más bien es como el fuego que a la vez lo enciende todo y va consumiendo una y otra cosa; es algo que se extiende, que tiende, por su naturaleza, a expandirse con calor, con pasión y que divide los corazones fríos y mezquinos, que sólo piensan en llenar sus pobres pretensiones.  Los que quieren  seguir a Jesús y comprometerse, sin componendas, en favor de Su verdad, saben que encontrarán oposiciones y se convertirán, sin buscarlo, en signo de división entre las personas, incluso en el seno de su mismo entorno, porque no pueden anteponer nada al amor a Dios.

Siguiendo los pasos del Señor Jesús, los cristianos nos convertimos en “instrumentos de su paz.” No de una paz inconsistente y aparente, sino real, buscada con valentía y tenacidad con el esfuerzo diario por vencer el mal con el bien, y, pagando personalmente el precio que esto implica.Si vivimos consecuentes con nuestra fe y amor a Dios todos conocerán que somos de Cristo, y tendrán confianza en Él, y experimentarán que el amor siempre logra la victoria defi-nitiva sobre el pecado y la muerte. Con esta fe y esta gozosa esperanza pidamos a Dios, por intercesión de María: “Envía tu Espíritu, Señor, para que renueve la faz de la tierra”.


ORACION INICIAL

Señor Jesús,
tú nos has dejado tu palabra para
que te conozcamos cada vez más,
para saber cómo actúas y te manifiestas
para indicarnos cómo debemos seguirte,
qué debemos hacer para imitarte
y vivir tu estilo de vida.
Ahora que vamos a rezar con tu Palabra
danos tu Espíritu Santo para que nos ayude
a penetrar en tu Palabra,
para descubrir tu voluntad,
para dejarnos transformar por ella.
Danos Señor, tu Espíritu Santo
y quédate con nosotros.  Amén                   
   
TEXTO BÍBLICO Lc. 12. 49-53    Lee despacio y con silencios, para poner atención ¿Por qué crees que da conflictos y divisiones la vida de Jesús? ¿Hay alguna alusión en el texto a su muerte y resurrec-ción?
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

LECTURA  Empieza por disponerte, procura entrar en la onda del Señor ¿Reconoces la presencia del Señor en tu vida?  La Palabra ilumina los pasos. Mira por dónde van tus asuntos. Hay lecturas que funcionan como un espejo en el que mirarse

¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, he venido a traer división. He venido a prender fuego en el mundo. Nos resultan extrañas estas palabras de Jesús, sin embargo reflejan lo que le está pasando. Si nos fijamos en la vida de Jesús, nos daremos cuenta que sus palabras pro-vocan división: unos a favor, otros en contra, unos son entusiastas seguidores, otros no cesan hasta que lo crucifican.  Muchos cristianos por ser fieles a Dios han tenido problemas y han dado su vida. Pensemos, también, en tantas personas, cristianas o no, que se la juegan, ante las autoridades y ante sus vecinos, que no miran hacia otro lado cuando se pisotea el honor y la dignidad de personas y de pueblos, cuando se ofende a Dios.

     Hoy nos podíamos preguntar:
     Y yo ¿cómo vivo mi cristianismo?
     ¿denuncio las injusticias que se cometen a mi alrededor?
     ¿lucho con todas mis fuerzas contra el pecado?
     ¿o me contento con lamentarme, con criticar y con rezar?

Hemos de reconocer que vivimos nuestro cristianismo con demasiada tranquilidad, sin asumir riesgos, sin meternos en líos, sin luchar por el bien de los que más sufren.
Atribuyen a Gandhi esta frase: ‘No me asusta la maldad de los malos, me aterroriza la indife-rencia de los buenos’. Ciertamente, en el mundo, muchos malos han podido hacer atrocidades porque los buenos se han callado y se han cruzado de brazos.
Abramos nuestros ojos a las injusticias, grandes o pequeñas, cercanas o lejanas, que sufren muchas personas; y pidamos a Dios que nos dé fuerza, valentía y constancia para enfrentar-nos a ellas.

MEDITACION  ¿Qué sentimientos suscita en ti esta lectura? ¿Qué  dice a tu forma de seguir a Jesús? ¿Puedes resumir en una frase breve el mensaje de este texto?

 “¿Pensáis  que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.” ¿Qué significa esto? Sig-nifica que la fe no es una cosa decorativa, ornamental; vivir la fe no es decorar la vida con un poco de religión. La fe comporta elegir a Dios como criterio-base de la vida, y Dios es siempre positivo, Dios es ¡amor! Y el amor es positivo.
Dios es misericordia, Dios es fidelidad, es vida que se dona a todos nosotros. Por esto Jesús dice: he venido a traer división. No es que Jesús quiera dividir a los hombres, al contrario: Jesús es nuestra paz, ¡es reconciliación! Pero esta paz no es la paz de los sepulcros, no es neutralidad. Esta paz no es un acuerdo a cualquier precio.
Seguir a Jesús comporta renunciar al mal, al egoísmo y escoger el bien, la verdad, la justicia, también cuando ello requiere sacrificio y renuncia a los propios intereses. Y esto sí divide los lazos más estrechos. No es Jesús el que divide. Él pone el criterio: vivir para sí mismo, o vivir para Dios y para los demás; hacerse servir, o servir; obedecer al propio yo u obedecer a Dios. En este sentido Jesús es signo de contradicción.
La verdadera fuerza del cristiano es la fuerza de la verdad y del amor, que comporta renunciar a toda violencia. Fe y violencia son incompatibles. En cambio fe y fortaleza van juntas. El cris-tiano no es violento pero es fuerte con la fuerza de la mansedumbre, la fuerza del amor.

ORACION         ¿Qué hace en tu corazón el rostro de Jesús de esta lectura? ¿Te mueve a la oración y a esponjarte en su angustia? ¿Quieres hablar con él de tus pobrezas y sufrimientos? 

Mi Dios, me gustaría que todos te amen como yo lo intento a diario; porque  tu Palabra, aunque parece dura y bastante severa, es muy sabia y exige mucho de nosotros.
No es que seas Tú el que nos divida, son las indiferencias y la negación a no seguir tus man-datos lo que causa que algunos se alejen de nosotros, los que te anunciamos y te amamos.
Veo mi vida hoy, Señor, y me pregunto si he aportado algo para hacer crecer la fe en el co-razón de los demás. Ayúdame con tu gracia a edificar mi camino de santidad renunciando a una vida de pecados y a rechazar todo tipo de sentimiento egoísta.
Sólo tu presencia me asegurará un camino lleno de auténtica felicidad, y me dará la confianza para estar firme aún en el momento de la prueba y de la división. Confío en tu Paz, Señor. ¡Ven Señor, ven! Amén.

CONTEMPLACION ¿Qué mensajes para tu vida recibes de esta Palabra? ¿Qué significa el fuego para la vida de fe tibia y sin compromiso en la que vivimos tantos cristianos?

El amor está en el centro del evangelio, como un «fuego» que Jesús desea ver «ardiendo» sobre la tierra más allá de la pasividad, la mediocridad o la rutina del buen orden. Según el profeta de Galilea, Dios está cerca buscando hacer germinar, crecer y fructificar el amor y la justicia del Padre. Esta presencia del Dios amante habla de amor apasionado y de justicia fraterna que es lo más esencial del Evangelio.

El mundo está lleno de la gracia y del amor del Padre. Esa fuerza creadora es como un poco de levadura que ha de ir fermentando la masa, un fuego encendido que ha de hacer arder al mundo entero. Jesús soñaba con una familia humana habitada por el amor y la sed de justicia. Una sociedad buscando apasionadamente una vida más digna y feliz para todos.

El gran pecado de los discípulos de Jesús será siempre dejar que el fuego se apague. Sustituir el ardor del amor por el orden o el cuidado del culto; dejar que se pierda el poder transformador del cristianismo. Jesús alentó un «nuevo ser», el alumbramiento de un nuevo hombre movido radicalmente por el fuego del amor y de la justicia.
Quien no se ha dejado quemar o calentar por ese fuego no conoce todavía lo que Jesús quiso traer a la tierra. Practica una religión pero no ha descubierto lo más apasionante del mensaje evangelio.

ACCIÓN ¿A qué me compromete la reflexión sobre este Evangelio?  ¿qué acciones concretas  me inspira?

     Pedir a Jesús que me dé madurez, coherencia y coraje para no tener miedo a la vida, que con su gracia pueda seguirle en todas las circunstancias, que me dé la fuerza de voluntad que necesito para serle siempre fiel.
     Ante Jesús preguntarme: ¿cómo vivo mi cristianismo? ¿denuncio las injusticias que se cometen a mi alrededor? ¿lucho con todas mis fuerzas contra el pecado? ¿o me con-tento con lamentarme, con criticar y con rezar?
     Dar gracias a Dios en la oración y cuidar de ser agradecido con todas las personas con las que convivo. Tratar a todos los que se acerquen a mi con comprensión, bondad y misericordia.