21 DOMINGO DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO ‘C’
La imagen de la puerta
estrecha es símbolo de la obra de transformación que empeña al cre-yente
en un lento y progresivo trabajo sobre sí mismo para delinearse como
personalidad plasmada por el evangelio. Precisamente el hombre que
arriesga la perdición es aquel que no se propone ninguna meta y no se
empeña en ninguna relación de reciprocidad con Dios, con los otros y con
el mundo. La salvación es una realidad posible para todos. Todo hombre
puede conseguirla, pero a tal oferta por parte de Jesús es necesario
una efectiva y personal repuesta por parte del hombre. En la enseñanza
de Jesús no hay una amenaza para concientizar al hombre sobre la
salvación, sino una invitación a ser plenamente conscientes de la
oportunidad extraordinaria e irreversible del don de la misericordia y
de la vida en relación y en el diálogo con Dios.
Estamos delante
de ti, oh Padre, y no sabiendo como dialogar contigo nos ayudamos con
las palabras que tu Hijo Jesús ha pronunciado por nosotros.
Concédenos
escuchar la resonancia comprometedora de esta palabra: “Esforzaos por
entrar por la puerta estrecha, porque muchos, os digo, tratarán de
entrar y no lo conseguirán”.
Es una palabra que dices Tú a cada hombre y mujer que oyen el evangelio de tu Hijo.
Concédenos
comprenderla. Para poder leer tu Escritura y gustarla, sentirla arder
como un fuego dentro de mi, te suplicamos, oh Padre: danos tu
Espíritu.
Y Tú, María, Madre de la contemplación, que has
conservado por tanto tiempo en el corazón las palabras los
acontecimientos y los gestos de Jesús, concédenos contemplar la Palabra,
escucharla, y dejarla penetrar en el corazón.
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO:
Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones,
a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos
a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida
y se haga vida en nosotros. Amén
CONTEXTO:
En el Evangelio que leemos se marca un tiempo y a la vez se confirma la
doble actividad de Jesús: su marcha hacia Jerusalén y su enseñanza. Es
la marcha del Mesías que avanza hacia Jerusalén, lugar de su pasión y lo
hace enseñando.
TEXTO BÍBLICO: Lucas 13, 22-30.
Jesús
iba enseñando por ciudades y pueblos mientras se dirigía a Jerusalén.
Uno le preguntó: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Les contestó:
Apenas se levante el dueño de casa y cierre la puerta, ustedes desde
afuera se pondrán a golpear diciendo: Señor, ábrenos. Él les contestará:
No sé de dónde son ustedes. Entonces dirán: Hemos comido y bebido
contigo, en nuestras calles enseñaste. Él responderá: les digo que no sé
de dónde son ustedes. Apártense de mí, malhechores. Allí será el llanto
y el crujir de dientes, cuando vean a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos
los profetas en el reino de Dios, mientras ustedes sean expulsados.
Vendrán de oriente y occidente, del norte y el sur, y se sentarán a la
mesa en el reino del Señor. Porque, hay últimos que serán primeros y
primeros que serán últimos.
LECTURA: ¿Qué dice el texto?
La
lectura está formada por una parábola y una máxima final. La pregunta
por el número de los salvados preocupaba entonces a los judíos. Todos
pueden salvarse. El verdadero plan-teamiento no es, pues, "quiénes se
van a salvar", sino "qué hacen ustedes para salvarse". A los judíos, que
daban por cosa hecha su salvación, Jesús les dice: Esforzaos para no
estar entre los que pueden perderse; ser los primeros en haber conocido
el plan de "Dios no es un privilegio o un salvoconducto".
Preguntas para recordar y reconstruir el texto
¿Por dónde iba Jesús?
¿Quién se le acercó? ¿Qué le preguntó a Jesús?
Jesús responde con tres movimientos: ¿los recuerdas?
¿Qué será la puerta estrecha?
¿Qué sucederá con aquellos que han compartido las enseñanzas de Jesús y no han cumplido?
¿Quiénes vendrán a entrar entonces en el Reino de los Cielos?
MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Jesús
sigue su camino ininterrumpido hacia Jerusalén. Cumple su misión y
enseña a vivir, a acoger y a testimoniar el evangelio como oportunidad
para nuestra salvación. Jesús sigue caminando por mi vida invitándome a
un sí continuo, constante, permanente. Él está cum-pliendo así la
voluntad de su Padre Dios. Me invita a que lo escuche día a día, a ir
tras El, por la puerta estrecha, que va hasta Jerusalén; dispuesto a
acoger la conversión en mi vida, la adhesión al Cristo de la fe. Si
falto al compromiso, a la palabra dada, a la no aceptación de su
misericordia, puedo ser excluido. Podría ser buen cristiano, cumplidor
de mi misión, más, qué peligro, dejar de lado el discernimiento de su
Palabra, a la luz de los acontecimientos, donde cada día me habla, y me
manifiesta su querer. Como cristiano no tengo privilegios. Si escu-cho
hoy su voz, no puedo endurecer el corazón. Mi vida adherida a la de
Cristo tiene que concretarse en una práctica fundamentada en la
justicia, en la solidaridad, en la humanización de todas las realidades
donde vivo inmerso; en la unión profunda y vital con el Señor. Pero este
compromiso, debe traducirse en un combate, en una lucha, en un despojo
de mí, a imagen del destino de Jesús.
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
¿Hasta qué punto yo estoy interesado en la salvación? El concepto “salvación” ¿entra dentro de los planes de mi vida?
Cuando yo realizo las cosas cotidianas de la vida, estudio, trabajo,
vida en mi hogar, mis amigos, mis relaciones personales, etc.
¿Estas cosas las hago todas en orden al fin último de mi vida que es mi salvación?
En la administración de mi tiempo
¿Qué cosas ocupan más los días normales de mi vida? ¿A qué le dedico
más tiempo? A lo pasajero, a lo mundano, o a las cosas más importantes,
que me hacen crecer más como persona, como hijo de Dios.
¿También puedo hacerme la pregunta sobre cuántos son los que se
salvarán? ¿Me llama la atención en mi vida? ¿Qué hago entonces para
poder descubrir lo que aún me falta para llevar una vida coherente con
el mensaje de salvación del Señor?
Qué significaría para mí pasar por la puerta estrecha, hoy, en mi vida?
Me doy cuenta que Dios en su infinita misericordia quiere invitarme a
formar parte del pueblo de la Salvación ¿Qué hago para merecerlo y
continuar este camino?
ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar,
es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo
escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el
mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.
Qué hay en
tu corazón para conversar con el Señor sobre este tema tan importante,
se trata tal vez de lo más importante: Tu propia salvación.
Dile al
Señor lo que brote de tu corazón, dale gracias, pídele perdón, vuelve a
incorporarte en el pueblo de la salvación y junto a toda la Iglesia,
recita el salmo 116
Hacemos un momento de silencio y reflexión para
responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos
llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración.
CONTEMPLACIÓN: ¿Como interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para
el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este
versículo del Evan-gelio para que vaya entrando a nuestra vida, a
nuestro corazón.
«Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.»
Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Si queremos entrar por la puerta estrecha….
¿Qué debemos cambiar en nuestra vida para entrar por esta puerta estrecha?
En lo personal, piensa, y prepara un listado de cosas que crees que te
impiden pasar por esta puerta estrecha. Luego preséntalo al Señor y
pídele que te limpie, que te puri-fique de estas cosas. Si crees que es
necesario puedes recurrir también al sacramento de la reconciliación.
Con tu grupo, puedes hacer un listado de todo lo que en la sociedad nos
impide pasar por la puerta estrecha. Y poner este listado en un cartel
que vea la comunidad. Tam-bién poner al lado acciones que pueden cambiar
estas actitudes que nos impiden pasar por la puerta estrecha y formas
de mejorar.