LITURGIA SEMANAL - 13º SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

13º  SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO


JULIO: INTENCIÓN DE ORACIÓN UNIVERSAL
Para que todos aquellos que administran la  justicia obren con integridad
y para que la injusticia que atraviesa el mundo no tenga la última palabra.


Lunes 1 de julio 
Mateo 8,18-22     “Sígueme…”

Jesús usa las palabras más duras para destacar la radicalidad de su llamado. No está tan inte-resado en los números, sino en la calidad del compromiso de los discípulos/as, y en la pronti-tud para seguir los pasos del Maestro.
“El Hijo del Hombre no tiene donde reposar su cabeza”. Jesús nació en un pesebre y murió en una cruz, fuera de las murallas de la ciudad. No es raro que descubramos que seguirlo significa alguna renuncia de bienes materiales y comodidades para cada uno, si bien en gra-dos diferentes.
Podemos describir las exigencias del seguimiento de Jesús de esta manera: imitar el ejemplo del Maestro: vivir y anunciar la presencia del Reino,  participar del destino del Maestro: com-prometerse a estar con Él en las pruebas, las persecuciones y hasta dar la vida por Él; tener la vida de Jesús dentro de sí: como los expresa San Pablo en sus cartas “ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”.
 
Martes  2 de julio    Fiesta de Nuestra Señora del Huerto
Mateo 8,23-27: Por qué tienen miedo hombres de poca fe”

Jesús viene a nuestro encuentro y nos infunde serenidad y calma cuando repentinamente surgen momentos de tormenta en nuestra vida personal, familiar o laboral En esas situaciones críticas en las cuales sentimos que no hundimos, no tengamos miedo de invocar el auxilio del Señor, que nunca desoye las súplicas de sus hijos. Por eso dirijámosle nuestra súplica confiada: “Señor, sálvanos que perecemos.
Señor, pongo mi vida en tus manos, porque yo solo con mi fragilidad no puedo enfrentar los misterios de la vida, ni puedo dominar los males que me amenazan, pero contigo tengo la seguridad que me permite enfrentarlo todo, con confianza.

Miércoles 3 de julio   Santo Tomás Apóstol  (F)
Juan 20,24-29;”Señor mío y Dios mío”

En este día celebramos la fiesta de Santo Tomás, aquel apóstol que primeramente no pre-senció la manifestación de Jesús a sus discípulos. Tomás no le cree a sus hermanos y pide una serie de condiciones para aceptar la resurrección del Señor. Tomás, de ser el discípulo incrédulo, pasa a ser el hombre de fe. Cuando hace el camino de reconocimiento de Jesús resucitado, manifiesta una oración “Señor mío y Dios mío”, después de haber tocado las llagas, de haberlo reconocido. La respuesta de Jesús no se hace esperar: “Felices los que creen sin haber visto”. También nosotros estamos llamados a hacer un camino de fe, de reconocimiento de la presencia de Jesús vivo y resucitado. El Señor que es el Señor de la vida y es aquel que nos ofrece la vida en abundancia.
Pidámosle al Señor, que como a Tomás, nos regale la gracia de descubrirlo vivo y resucitado y sobre todo podamos manifestarlo con nuestra propia vida para ser defensores y anunciado-res de la vida, de la vida del resucitado entre nosotros.

Jueves 4 de julio        Primer jueves –  Recemos de modo especial por las vocaciones
Mateo 9,1-8: ”Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados”

Jesús, vuelve a Cafarnaúm, su ciudad. Durante el regreso tiene lugar el encuentro con el pa-ralítico. Por el camino le llevaron un paralítico y Jesús se dirige a él llamándolo “hijo”, un gesto de atención que pronto se convertirá en un gesto salvífico: “tus pecados te son perdonados” .
Para Jesús, la enfermedad más grave y urgente del paralítico, no es la enfermedad física, sino la enfermedad del alma, es decir el pecado. De este modo anuncia y hace presente la misericordia del Padre, y deja constancia, una vez más, que Él no ha venido para condenar, sino para perdonar y salvar, para dar esperanza incluso en la oscuridad más profunda del sufrimiento y del pecado, para dar la vida eterna. Para algunos de los presentes, como los escribas, las palabras de Jesús anunciando el perdón de los pecados, son una verdadera blasfemia. Para ellos Jesús es un arrogante, ya que sólo Dios puede perdonar. Este juicio sobre Jesús no lo manifiestan abiertamente, sino murmurando entre ellos. Jesús, que escruta sus corazones, les reprocha su incredulidad.  A diferencia de los escribas, la multitud se llena de asombro y glorifica a Dios.

Viernes 5 de julio      Primer viernes
Mateo 9,9-13: Misericordia quiero, y no sacrificio. ..  no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.

En este evangelio hay dos cosas que Jesús nos invita a advertir. Una es que no lo tenemos todo y que somos gente necesitada, limitada por naturaleza y por tanto en necesidad de sa-nación. La otra realidad que él nos pide considerar y creer es que si bien somos pobres, cada uno, como Mateo, está llamado para estar con Jesús como su compañero, o incluso como su amigo.
Muchas personas miraban a Mateo como un pecador a ser evitado. Jesús vio en él mucho más. Miremos con asombro como Jesús llama a Mateo a ser uno de sus más cercanos com-pañeros, y uno del pequeño grupo que nos deja el retrato escrito de su maestro. Él se dio cuenta de la gracia que significó su llamado, y quiso celebrarlo con sus amigos. Quizá noso-tros celebramos poco nuestro llamado, porque no estamos convencidos de haber sido llama-dos sin merecerlo.

Sábado 6 de julio       Primer sábado
Mateo 9,14-17: “El vino nuevo se pone en odres nuevos, y así ambos se conservan”

En el Evangelio de hoy Jesús, frente a los discípulos de Juan comienza a predicarles y a hablarles sobre la llegada de nuevos tiempos que tiene que ver con su misma presencia. Un nuevo tiempo que se indica con algunas imágenes, por ejemplo la presencia del esposo que llega a la fiesta de bodas y por lo cual los amigos no pueden estar tristes. El género nuevo que no puede ser utilizado para remendar un vestido viejo. El vino nuevo que no se puede colocar en odres viejos.
Con la llegada de Jesús, se abre un tiempo novedoso, donde lo viejo ya no puede existir, porque la presencia de Jesús hace nuevas todas las cosas. Y se trata de vivir con su presen-cia, una fiesta verdadera, una fiesta donde todos estamos invitados y donde el amor, la mise-ricordia, el perdón, el bien común, serán los platos principales para que todos podamos com-partir. Todos somos responsables, como hermanos en la Fe, de hacer presente la alegría, sabiendo que Jesús siempre sale a nuestro encuentro, para hacer presente el Reino de Dios en medio de nosotros.

Domingo 7 de julio    (14º del tiempo ordinario)
Lucas 10,1-12.17-20: “Jesús eligió a setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos… La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha.”

Leemos hoy el envío que Jesús hace de un numeroso grupo de discípulos para que vayan delante de él anunciando el mensaje del Reino.  Las instrucciones que Jesús da a quienes envía a misionar, marcan el estilo que debe presidir el anuncio del Reino. Viajar sin bolsa, ni alforjas, ni sandalias. Lo verdaderamente importante, en realidad lo único importante, es tener plena confianza en el Señor que envía. Y el hecho de pedir a los misioneros que «no se de-tengan a saludar a nadie por el camino» significa que la urgencia de la misión, el anuncio del Reino apremia, y hay que darse prisa. La segunda parte del pasaje evangélico se hace eco de la inmensa alegría manifestada por los discípulos al regreso de la misión después de haber constatado el éxito de la misma. Así se lo manifiestan a Jesús que, sin embargo, les responde que en modo alguno deben considerar el éxito obtenido como un triunfo personal. Lo im-portante es que han sido elegidos por Dios para ser sus colaboradores en el anuncio del evangelio.