LITURGIA SEMANAL - 20 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

LITURGIA SEMANAL - 20 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO


Lunes 19 de agosto
Mateo 19,16-22  Maestro, ¿qué cosas buenas tengo que hacer para conseguir la vida eterna?

Seguramente nosotros también nos hemos sentido alguna vez como este joven: deseamos hacer lo correcto pero nos cuesta vivir como Cristo nos manda. El joven era rico y deseaba llegar a la vida eterna, por eso buscó a Jesús para que lo aconsejara.   Lo interesante es que, en su respuesta, Cristo empezó por repetirle los mandamientos. Cumplir los mandamientos de Dios es el primer paso para obtener la vida eterna. Pero este joven había percibido que necesitaba algo más que la sola observancia de la ley. Este “algo más” era el deseo de una dimensión más espiritual, por encima del cumplimiento de la ley. El Señor, perfectamente consciente de que el joven necesitaba establecer una relación de amor y entrega personal con Dios, no le dio más mandamientos; le pidió su corazón. Pero el joven no pudo aceptarlo, porque esto significaba renunciar a sus riquezas, que eran muchas.  Jesús dice que la riqueza puede ser un obstáculo para seguirlo a él, y que todos tenemos que cuidarnos de que las posesiones materiales no nos impidan seguirlo más fielmente.
 “Amado Señor, queremos  amarte y llegar a la vida eterna contigo. Enséñanos, Señor, a no afe-rrarnos a los bienes de este mundo.”

Martes 20 de agosto    San Bernardo  Abad y Doctor de la Iglesia.   (MO)
Mateo 19,23-30  "Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios."

Debemos poner nuestras prioridades en orden y situar a Jesús en el primer lugar de nuestras vidas. Para entrar por una puerta estrecha, un camello debe arrodillarse para que lo liberen de su carga. También nosotros debemos despojarnos de todo lo que nos pesa y retiene. Ningún sacrificio que hagamos para acercarnos a Dios dejará de ser premiado.
Señor, hoy día nuestra oración es para no tener miedo de que nos vayas a pedir algo que no podamos hacer. Ayúdanos a rendirnos totalmente ante Tí, confiando en que Tú, sólo Tú, eres todo lo que necesitamos.
Hoy la Iglesia hace memoria de San Bernardo de Claraval, gran renovador de la vida cristiana y del monaquismo a principios del segundo milenio. Con la mirada y el pensamiento puestos en Cristo, san Bernardo oraba y trabajaba por la unidad de la Iglesia, por la comunión entre los hermanos y por la vivencia de una vida verdaderamente cristiana con la extensión del Reino de Dios. Cimentado en el amor de Dios, san Bernardo exhortaba a sus monjes a vivir en la caridad, para alcanzar así la unidad en uno mismo y en la Iglesia: «Amémonos, porque somos amados: es nuestro interés y el interés de los nuestros. En aquello que amamos, nosotros reposamos; a quienes amamos, les ofrecemos nuestro reposo. Amar en Dios significa tener caridad; buscar ser amados por Dios, quiere decir servir a la caridad».
Siguiendo las enseñanzas de san Benito, San Bernardo se aplicó en la escuela del servicio divino y así nos mostró la importancia de la vida comunitaria en la fe cristiana.

Miércoles 21 de agosto   San Pio X   papa (MO)   Día del Catequista Recemos por ellos
Mateo 20,1-16: ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? (Mateo 20, 13)

Trabajar todo el día y ganar lo mismo que otro que trabajó sólo una hora, sería una clara in-justicia. Si entendemos esta parábola desde el punto de vista humano, sin duda solidarizamos con los que trabajaron más, pues eso sería lo justo y correcto. Los primeros comenzaron a trabajar cerca de las 6 de la mañana y durante casi doce horas laboraron bajo el sol ardiente para ganar el jornal de todo un día, mientras los últimos trabajaron apenas una hora y recibie-ron el mismo salario.

Pero la aparente injusticia de esta parábola no es tal, puesto que en realidad no se refiere a horas y salarios, sino a la generosidad de nuestro Padre Dios. Ninguno de nosotros merece nada de Dios, ni jamás podría exigirle nada. Todo lo que tenemos, es un don gratuito que hemos recibido por la pura gracia de Dios. ¡Trabajar en la viña del Señor no es una carga sino un gran privilegio, porque la paga (o el premio) que recibimos es mucho más de lo que le damos! Si seguimos fielmente a Jesús, también tendremos el privilegio de servirle sin reservas en su viña.
“Jesús, Señor nuestro, inflama nuestro corazón con el deseo de servirte devotamente en tu viña, y líbranos del error de compararnos con otros que tú también has llamado.”
Memoria del papa S. Pío X, que fue sucesivamente sacerdote con cargo parroquial, obispo de Mantua y después patriarca de Venecia. Finalmente, elegido Sumo Pontífice, adoptó una forma de gobierno dirigida a instaurar todas las cosas en Cristo, que llevó a cabo con sencillez de ánimo, pobreza y fortaleza, promoviendo entre los fieles la vida cristiana por la participación en la Eucaristía, la dignidad de la sagrada liturgia y la integridad de la doctrina. Es el patrono de los Catequistas.

Jueves 22 de agosto   Santa María Reina  (MO)
Lucas 1,26-38 “me proclamará feliz, todas las generaciones”

Esta fiesta litúrgica fue instituida por Pío XII, y se celebra a en la octava de la Asunción, para manifestar claramente la conexión que existe entre la realeza de María y su asunción a los cielos. "La Virgen Inmaculada, asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial, fue ensalzada por el Señor como Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo… ". (LG, n.59).
El pueblo cristiano, siempre reconoció la regia dignidad de la Madre del "Rey de reyes y Señor de señores".  Al ser Madre de Dios, María se vio adornada por Él con todas las gracias y títulos más nobles. Fue constituida Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles. Es tan Reina poderosa, como Madre cariñosa, asociada como se halla a la obra redentora y a la consiguiente mediación y distribución de las gracias.
La Iglesia la proclama Señora y Reina. Ella es Reina del Cielo y de la Tierra, gloriosa y digna Reina del Universo, a quien podemos invocar día y noche, no sólo con el dulce nombre de Madre, sino también con el de Reina, como la saludan en el cielo con alegría y amor los ángeles y todos los santos.
S.A. Gianelli dice:¡Que gozo y qué delicia habrá en el cielo al tener siempre presente como compañía, amiga y confidente a la misma Reina de los Ángeles y de los hombres….! María, tiene, entre todos los santos, el mayor poder de intercesión ante su Hijo por ser la que más cerca está de Él. María, une a un tierno corazón, un gran poder por medio del cual todo lo puede ante Dios”

Viernes  23 de agosto  
Mateo 22,34-40 "Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?" "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo."

Hoy nos encontramos con Jesús que sintetiza la ley de Dios y el Evangelio, diciendo que lo más importante es amar al Señor con todo el corazón y amar a los demás como a nosotros mismos.  Las palabras de Jesús son poderosas y penetran directamente hasta el corazón, porque Dios nos creó a su imagen y semejanza, para que recibiéramos su amor y ese amor diera fruto en nosotros. No hay poder más grande que el amor divino; desde el comienzo, Dios quiso que su amor fuera la fuerza dominante de su Reino. El Altísimo rige todo lo creado con la ternura y la compasión de su amor eterno, y nos llama a todos sus fieles, como personas y como comunidad, a adoptar el amor a Dios y al prójimo como principio muy superior a todo lo demás. Hemos sido creados para amar y amar no es teoría, amar no es solamente sentimiento, amar es decisión, amar es opción, amar es obra, obra a Dios y obra a los her-manos que nunca se pueden separar.
Le pedimos al Señor que ante este Evangelio podamos volver a sorprendernos, volver a des-cubrir su frescura, volver a descubrir su hermosura en este programa de vida que el Señor nos propone.
“Amado Salvador y Redentor, participamos de tu Cuerpo y de tu Sangre con amor y devoción, para que nuestro Padre celestial reine más plena y libremente en nuestro corazón.”
Sábado 24 de agosto    San Bartolomé Apóstol   (F)
Juan 1,45-51  “Felipe le dice a Natanael: Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José” … “¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?”
Según la enseñanza de los escribas, el Mesías vendría de Belén de Judea; no de Nazaret de Galilea. Felipe da a Natanael la misma respuesta que Jesús había dado a los otros dos discí-pulos: “¡Ven y lo verás!” Al ver a Natanael, Jesús dice: “¡Éste es un verdadero israelita en el que no hay doblez!” ¿Qué quería decir el Señor con las palabras “verdadero israelita”? Se refería a aquel israelita auténtico que sabía renunciar a sus propios conceptos y prácticas cuando per-cibía que no actuaba de acuerdo con la voluntad de Dios. El israelita que no está dispuesto a esta conversión no es ni verdadero ni honesto. Lo mismo puede decirse del cristiano. Natanael esperaba al Mesías según la enseñanza oficial de la época. Pero el encuentro con Jesús le ayudó a percibir que el proyecto de Dios no siempre es como la gente se lo imagina o lo desea. Pero reconoce su equivocación, cambia de idea, acepta a Jesús como Mesías y con-fiesa: “¡Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel!”
“Amado Señor Jesús, concédeme la gracia de la conversión y la fidelidad para que también tú puedas decir de mí: ‘He aquí un cristiano verdadero’.”

Domingo   (21 durante el año)
Lucas 13,22-30  "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvarán?" Jesús respondió: "Esfuércense por entrar por la puerta angosta, porque yo les digo que muchos tratarán de entrar y no lo lograrán”.

Cuando el hombre reflexionó sobre la respuesta del Señor, probablemente lamentó haber hecho la pregunta, porque en su respuesta, Jesús puso todo al revés, cuando dijo: “Los prime-ros serán los últimos, y los últimos serán los primeros.” Era una declaración que sorprendió y enfureció a los fariseos. Pero el Señor, además, trababa amistad con los pecadores y los marginados. Para los fariseos, estas acciones eran una traición para la gente “virtuosa”, como ellos; pero Jesús declaró que a esto había venido: a buscar y salvar a los pecadores.
A los judíos que pensaban que podrían entrar en el Reino sólo por el hecho de ser judíos, les decía: “den frutos de arrepentimiento; si no, su condición de privilegio no les beneficiará en nada”.
Jesús declaró que para entrar en el Reino de los cielos era necesario convertirse y lo consi-guió en varios casos, con personas que costaría imaginarse que se convertirían. Numerosos fueron los pecadores que prestaron atención a la invitación a la conversión y se incorporaron al Reino; en cambio, muchos otros, supuestamente religiosos, se negaron a aceptar la invita-ción y así se excluyeron voluntariamente. Al final de cuentas, la salvación es un regalo que Dios concede por su pura misericordia, pero eso no significa que no debamos tratar de ser merecedores, haciendo lo necesario para llevar una vida recta, de bondad y honestidad.
“Dios y Señor mío, ten misericordia de mí y de los míos y permite que nuestra fe y nuestras acciones nos permitan llegar un día a contemplar tu rostro en la morada eterna.”