1ª SEMANA DE ADVIENTO 4-10 de diciembre
Lunes
4 de diciembre
Mateo 8,5-11: “Les aseguro que jamás he encontrado en Israel una fe tan grande”.
Jesús manifiesta con sus milagros, su poder sobre la
naturaleza, especialmente sobre la enfermedad. Sus encuentros con la fe de los
hombres lo mueven a la compasión y lo llevan a aliviar sus necesidades.
Jesús
quedó admirado por la fe del centurión
romano. Es importante que nos
preguntemos qué es lo que causó la admiración del Señor. Las palabras del centurión fueron: Señor, no soy digno de que entres en mi casa. A veces pensamos que
de alguna manera merecemos la amistad de Jesús con nuestras obras. No fue esa
la actitud del centurión.
La
Iglesia nos invita a decir esas palabras antes de recibir la comunión
eucarística. De esa manera nos pide que reconozcamos que la comunión no es un
premio para los perfectos, sino un alimento para los débiles. Nos acercamos a
recibir a Jesús por puro don, por un regalo puramente gratuito, por una invitación
suya que no tiene nada que ver con nuestros méritos y dignidades sino con su
inmenso amor que nos invita.
Martes
5 de diciembre
Lucas 10,21-24: “En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu
Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra….”
El evangelio de hoy nos muestra a Jesús que se estremeció de gozo,
movido por el Espíritu Santo. La suya no es una alegría mundana, o una euforia
psicológica, sino el gozo que procede del Espíritu Santo. El motivo de la
alegría de Jesús es muy particular. Él se alegraba contemplando cómo los más
pequeños y sencillos recibían la buena noticia y captaban los misterios más
profundos del amor de Dios. Su gozo era descubrir la sabiduría del Padre en el
mundo, especialmente en los más sencillos. Porque el Padre les manifiesta interiormente
las cosas que permanecen ocultas para los sabios de esta tierra. Contemplemos
el corazón de Jesús inclinado hacia los pequeños, los olvidados, los
despreciados de la sociedad. Son los "descartables" que muchas veces
albergan en su sencillez un tesoro divino.
Qué lindo descubrir que el Señor quiere mover
nuestro corazón para alabar al Padre y alabarlo porque descubrimos cuantas
cosas nos revela, nos muestra... y alabarlo también porque descubrimos que Él
nos invita a ser de aquellos pequeños, que se dejan enseñar, que se dejan guiar
y conducir por Él.
Miércoles
6 de diciembre
Mateo 15,29-37 “Todos comieron hasta
saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas”.
Hoy
la Palabra nos presenta a Jesús en la orilla del lago, junto a sus amigos, los
discípulos.. Nos dice también que recibe a mucha gente que se acerca a él; no
vienen solos, sino trayendo a sus hermanos que están sordos, ciegos, y otros
muchos enfermos. Jesús los sana, provocando en todos admiración, alegría, gozo,
alabanza, fiesta. Y no sólo eso, sino
que dándose cuenta de que no tenían qué comer, pide ayuda a sus discípulos para
darles pan a todos y saciarlos.
El
adviento es un tiempo de gracia, que nos invita a estar despiertos, a no cerrar
los ojos, a mirar como Jesús, para poder descubrirlo en las situaciones de
nuestra vida cotidiana, en los necesitados, en los enfermos…
Si
queremos vivir bien este tiempo, necesitamos, salir de nosotros mismos,
levantar la mirada, y como Él, mirar a nuestro alrededor, salir a las
periferias buscando a los necesitados de ser sanados, para encontrar junto con
ellos y en ellos a Jesús, que sacia, que sana y genera, alegría, admiración,
fiesta.
Jueves
7 de diciembre: San Ambrosio,
Doctor de la Iglesia (MO)
Mateo 7,21.24-27: «No todo el que me dice “¡Señor, Señor!” entrará en el Reino de los
cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.
En la vida podemos vernos absorbidos por miles de
tareas que nos mantienen ocupados y corremos el peligro de descuidar lo único
importante: escuchar a Dios y cumplir su voluntad. No se trata de obedecer a
una persona cualquiera, sino de realizar el plan de Dios sobre nuestras vidas,
de llevar adelante la misión confiada. Seguir la voluntad de Dios significa muchas
veces ir contra los propios deseos, supone siempre abnegación, quiere decir
abandonarnos a Él y permitirle que se sirva de nosotros como Él disponga. Para
vivir así es necesario ejercitarse en pequeñas renuncias y darle al Señor
nuestros pequeños “sí”, incondicionalmente, sin quejas o amarguras. Hace falta
vida de oración y entrega a las exigencias cotidianas de nuestros deberes como
cristianos y miembros de la sociedad. Sabemos que cuando se apuesta todo por
Cristo, nada se pierde y que en medio de nuestros desprendimientos, que en un
primer momento pueden costarnos, se experimenta la alegría profunda y creciente
de la amistad con Cristo. Entreguémonos a la voluntad de Dios. Él sabe lo que
nos conviene.
Viernes
8 de diciembre:
Solemnidad de la Inmaculada Concepción
Lucas 1,26-38 : "He aquí la esclava del
Señor, hágase en mí según tu palabra".
María
tiene “algo especial”. Gracia, lo llama el evangelista. Es el encanto, la
belleza, el reflejo divino,... Esta mujer está iluminada por Dios. El Señor
está con ella. La Iglesia desde siempre, con la sabiduría que caracteriza al
Pueblo de Dios al que asiste el Espíritu, contempla y descubre en María una
existencia enteramente envuelta por la Gracia, por el encanto de Dios.
El
Evangelio de hoy se concentra en el Misterio de la Encarnación y de María, en
particular. En este cuadro, Dios, lleno de ternura y comprensión, se acerca de
nuevo a la Humanidad representada en María, casi pidiéndole permiso para entrar
en su vida; en todo caso, proponiéndole con una invitación, que sea
protagonista del plan de salvación.
Llama
la atención el estilo de Dios que es diálogo, respeto, libertad, invitación
amorosa,… Llama la atención cómo Dios se sirve de la fragilidad y la pequeñez
humana para llevar adelante su plan. Y llama la atención la actitud de María,
tímida y dudosa al comienzo para terminar entregándose con un sí decidido y
confiado.
El
“Sí” total y final de María abre la historia de María a una nueva dimensión y
abre su propia historia a la acción de Dios, que por su mediación, gracias a su
“sí”, se hará efectiva entre nosotros. Hoy el “Sí” de María se hace referente
de nuestro camino creyente y modelo de nuestro estilo de vivir la fe.
Sábado
9 de diciembre:
Mateo 9,35-10,1.5-8 “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos…”.
Ante estas palabras de Jesús nos preguntamos qué
podemos dar para ayudar o en qué nos puede necesitar Jesús, teniendo en cuenta
la exhortación con la que termina hoy el Evangelio: “Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente”.
Todo lo que hemos recibido de Dios, desde su gran
amor y generosidad, los dones, los talentos, los carismas y hasta la propia
vida, son para ponerlos al servicio de los demás. Y si somos capaces de hacer
todo lo que Jesús nos diga nos convertiremos en canal de bendición de Dios, a
favor de tantos hermanos que aún no conocen que hay un Dios capaz de hacer
nuevas todas las cosas, que hay un Dios capaz de romper cadenas, que hay un
Dios que puede sanar nuestras heridas y curar nuestras dolencias.
Este llamado que Jesús nos hace es urgente, y no se
puede posponer, quizás sea tiempo de que nos preguntemos: si Dios nos ha
bendecido con toda clase de bienes espirituales y terrenales, ¿qué estamos
dispuesto a ofrecer?, ¿qué cosas estamos dispuestos a dar de nuestra vida, para
que el reino de Dios se haga presente en medio de nosotros?
Domingo
10 de diciembre (2º de
adviento ciclo B)
Marcos 1,1-8 "Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una
voz grita en el desierto: "Preparen el camino del Señor, allanen sus
senderos."
“Preparen
el camino al Señor”. Éste es el
inicio solemne y gozoso del evangelio de Marcos. Pero, a continuación, de manera
abrupta y sin advertencia alguna, comienza a hablar de la urgente conversión
que necesita vivir todo el pueblo para acoger a su Mesías y Señor.
En el desierto aparece un profeta diferente. Viene a
preparar el camino del Señor. Éste es su gran servicio a Jesús. Su llamada no
se dirige sólo a la conciencia individual de cada uno. Lo que busca Juan va más
allá de la conversión moral de cada persona. Se trata de preparar el camino del
Señor, un camino concreto y bien definido, el camino que va a seguir Jesús defraudando
las expectativas convencionales de muchos.
La reacción del pueblo es conmovedora. Según el
evangelista, dejan Judea y Jerusalén y marchan al desierto para escuchar la voz
que los llama. El desierto les recuerda su antigua fidelidad a Dios, su amigo y
aliado, pero, sobre todo, es el mejor lugar para escuchar la llamada a la
conversión.
Allí el pueblo toma conciencia de la situación en
que vive; experimenta la necesidad de cambiar; reconoce sus pecados; siente
necesidad de salvación.