28º semana durante el año
Comienza la novena de San Antonio María Gianelli
Lunes 12 de octubre Ntra. Sra. del Pilar (ML)
Lucas 11, 29-32: “A esta generación no le será dado otro signo que el de Jonás”.
El evangelio de hoy nos presenta una acusación muy fuerte de Jesús contra los fariseos y los escribas. Ellos querían que Jesús diera una señal, pues no creían en las señales y en los mi-lagros que estaba haciendo. ¿Qué más señales hacen falta para creer que Jesucristo viene a inaugurar el Reino de Dios? Los más cercanos a Jesús eran los más incrédulos. Por eso, Él pone como ejemplo a los extranjeros y que, desde el extremo de la tierra, se acercaron y cre-yeron antes de ver señales. La buena nueva es un regalo que se ofrece para ser recibido con fe. Esas personas, a las que a veces calificamos de “alejadas” en muchas ocasiones saben descubrir a Dios sin pedir señales extraordinarias. ¿Somos capaces de reconocer la presencia, la llamada y acción de Dios en los acontecimientos cotidianos?
Martes 13 de octubre
Lucas 11,37-41 Jesús entró y se sentó a la mesa. El fariseo, que lo vio, se extrañó que no se lavase antes de comer…y el Señor le dijo: “ustedes los fariseos limpian por fuera la copa y el plato, cuando por dentro están llenos de robos y malicia. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? … den limosna de corazón y entonces quedarán limpios”.
En tiempos de Jesús, los fariseos representaban un sector del judaísmo que se sentía interpe-lado por el mensaje de este Mesías, que conocía profundamente los anhelos y motivaciones del obrar humano. Era un sector confrontado por su legalismo e hipocresía, pero a quienes siempre Jesús dejó abierta la puerta de la misericordia y de la conversión. Jesús aceptó la invitación del fariseo: entró a su casa, a su mesa, a su corazón; y desde allí le habló y lo invitó a transformarse desde adentro y ser auténtico y veraz. Jesús desenmascaró la falta de corazón de los Fariseos, tan respetuosos de la ley. Él se focalizó en lo que hay dentro de la persona, en el corazón humano. La entrega de limosna con un espíritu genuino de compartir con los necesitados, es un signo auténtico de bondad e integridad interior. Jesús, una vez más, coloca el amor y la bondad interior por sobre los mandatos de la ley.
Señor, Tú me buscaste y Tú me conoces mejor que lo que yo me conozco a mí mismo. Limpia mi corazón de todo vestigio de avaricia y crueldad, y siembra en mí Tu Espíritu generoso.
Miércoles 14 de octubre
Lucas 11,42-46: “¡Ay de ustedes, Fariseos! ¡Ay de ustedes, Doctores de la ley!
El texto del Evangelio que leemos hoy se centra en las discusiones de Jesús con las autori-dades religiosas de su tiempo. Muchos de ellos hacían de su servicio religioso una oportunidad para buscar el aplauso y el reconocimiento de los demás.
Es muy duro el relato que Lucas hace de este episodio, en el que Jesús, dirigiéndose a los fariseos, que presumían de ser justos y cumplidores de la ley, les reprocha que sus actos estén motivados a que los vean los demás, a cuestiones legales y externas, olvidándose de lo realmente importante. Jesús enumera una serie de lamentaciones para denunciar dos defor-maciones religiosas típicas: la hipocresía y la vanidad. Este duro discurso de Jesús, también debe decirnos algo hoy a nosotros que podemos convertimos en “Cristianos de Vitrina”, para que los demás vean lo buenos que somos y admiren muestra justicia y muestras buenas obras. (Papa Francisco)
Jueves 15 de octubre Santa Teresa de Jesús (MO
Lucas 11,47-54: “ Ay de ustedes, doctores de la Ley, que se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden”.
Los doctores de la Ley de tiempos de Jesús no eran mejores que sus padres. Con una pro-funda ironía Jesús desenmascara su falsedad. Por un lado, pone de manifiesto que su vene-ración por los profetas es hipócrita, porque no están dispuestos a escuchar las llamadas de Dios, exactamente igual que hicieron sus padres en el pasado. Jesús ataca la arrogancia inte-lectual y religiosa de los doctores de la ley que, aun disponiendo de los instrumentos necesa-rios, no han reconocido el camino que conduce a Dios, indicado por la Ley y por los profetas; al contrario, lo han hecho inaccesible también al pueblo, quitando a los preceptos y las normas su auténtico significado.
MEMORIA: Santa Teresa de Jesús, que fue la primera mujer en recibir el título de Doctora de la Iglesia. nació en Ávila (España) el 28 de marzo de 1515. A los 18 años ingresó en el Carmelo y a los 45 años, buscando responder a las gracias extraordinarias que recibía del Señor, emprendió una misión renovadora. Por ello, junto a San Juan de la Cruz introdujo la gran reforma carmelitana. A pesar de haber sido incomprendida y perseguida, fundó nuevos conventos, optando por una vida más austera, sin vanidades, ni lujos.
San Pablo VI dijo de ella: La vemos ante nosotros como una mujer excepcional, como a una religiosa que, envuelta toda ella de humildad, penitencia y sencillez, irradia en torno a sí la llama de su vitali-dad humana y de su dinámica espiritualidad; la vemos, además, como reformadora y fundadora de una histórica e insigne Orden religiosa, como escritora genial y fecunda, como maestra de vida espiritual, como contemplativa incomparable e incansable alma activa”.
Viernes 16 de octubre
Lucas 12,1-7: "Cuidado con la levadura de los fariseos, con su hipocresía. Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, … no tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más… teman al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tienen que temer ¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios."
Los discípulos de Jesús debemos estar atentos a no contaminarnos con la levadura de la hipocresía y ge la mediocridad, que tergiversan las enseñanzas del Maestro. La hipocresía no es evangélica, es una distorsión que se erige a sí misma como modelo de perfección, haciendo que olvidemos que la voluntad de Dios no es narcisismo o engreimiento personal o comu-nitario, sino más bien, la ardua tarea del servicio solidario y alternativo a los más pequeños del reino. Tenemos que ser fieles a Dios, a su amistad y palabra, manifestada en Jesús. Dios es quien tiene la soberanía sobre nuestras vidas y proyectos, por tanto, es necesario poner nues-tra fe y nuestra confianza en Aquél que es el Señor de la creación y de la historia.
Sábado 17 de octubre San Ignacio de Antioquía (MO)
Lucas 12, 8-12 “…, dijo Jesús a sus discípulos: " Cuando los conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados …, no se preocupen de lo que van a decir, o de cómo se van a defender. Porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que tienen que decir."
Jesús llamó a la comunidad de discípulos para que sean sus testigos y no sus abogados. El no necesita que lo defiendan. Por eso la labor de los discípulos es dar un testimonio creíble de su presencia entre nosotros. Para creer en Jesús no basta con pensar que Él es el Hijo del Padre, que es presencia de Dios entre nosotros. Es necesario además creer en lo que Él creyó y amar como Él amó.
Jesús creía profundamente en el valor y la dignidad de la persona humana; en la posibilidad de que el reinado de Dios se manifestara en el mundo por medio de la justicia y la igual dignidad de las personas. Esta fe de Jesús en una nueva humanidad era la expresión de su fe en Dios Padre. Una fe que se manifestó en su inmenso amor por los necesitados, oprimidos y marginados, mediante sus obras; no sólo en palabras. Un amor sin medida por sus amigos y discípulos, y amor por todos aquellos que carecían de afecto y comprensión. Por eso, creer hoy en Jesús no puede ser sólo un acto de aceptación verbal, sino, ante todo, un acto de soli-daridad y adhesión práctica a su propuesta: creyendo en lo que él creyó, amando a quienes él amó, y actuando en consecuencia, como él actuó.
Domingo 18 de octubre (29 durante el año)
Mateo 22,15-21: «Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios»,
A través de una situación complicada como lo es contraponer lo que pertenece a este mundo con lo que pertenece a Dios, el Evangelio quiere hacernos caer en la cuenta de una de las ma-yores convicciones de la fe: todo es de Dios.
En este evangelio sorprende `el elogio´ de los fariseos a Jesús: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no buscas el favor de nadie”.
Esto lo dijeron con malicia, pero encierra una profunda verdad marcada por la bondad de Jesús, que con hechos y palabras se ha convertido en el amparo de todo el que lo busca. Una verdad que traspasa toda lógica humana, ofreciendo paz y descanso. Una verdad tan tierna que sabe recomponer y dar sentido a la enfermedad, a los problemas, incluso a la muerte. Cuando Jesús dice: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, sabe muy bien que a Dios le pertenece «la tierra y todo lo que contiene, …” ¿Qué le puede pertenecer al César, que no sea de Dios? Y a nosotros, ¿qué nos puede pertenecer que no sea de Dios?
Dar a Dios lo que es de Dios es practicar con obras y palabras la misma convicción de Jesús, para quien todo lo humano y todos los humanos encuentran eco en su corazón. Si queremos dar a Dios lo que es de Dios, necesitamos comenzar por hacer nuestros los gozos y esperan-zas y las tristezas y angustias de los hombres y mujeres del tiempo que nos toca vivir. Esta es la misión que tenemos los cristianos