3º DOMINGO DE ADVIENTO ‘B’ ‘L’
‘¿Quién eres tú?’.Ciertamente la figura de San Juan Bautista es bastante inquietante para las autoridades religiosas judías. ‘Si no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta, por qué bautizas?’. Es que Juan viene a cumplir una misión que es la de allanar los caminos del Señor . Pero él no es el Cristo y no quiere ser confundido con Él. ‘El espíritu del Señor me ha enviado para dar la buena nueva...me ha enviado para anunciar...’ Jesús iniciará su predicación haciendo suyo el pasaje de Isaías acerca de aquél que, ungido por el Espíritu de Dios, viene a anunciar la Buena Nueva y la liberación a los cautivos. Finalmente, San Pablo, el apóstol enviado por el mismo Jesús, llevará a cabo su misión mediante la predicación y sus cartas. En su primera carta a los Tesalonicenses les exhorta a vivir de acuerdo al mensaje anunciado y a estar preparados para la venida de nuestro Señor Jesucristo que «es fiel a sus promesas.
ORACIÓN INICIAL
Se hace breve, oh Cristo, el tiempo que falta a tu venida.
Sólo el temor de no reconocerte nos hace hoy detenernos a suplicar:
purifica nuestro corazón para encontrarte,
abre nuestras manos para socorrerte,
ensancha nuestro amor para amarte.
en todos aquellos a los que vendrás
en primer lugar como consolador y Salvador:
los pequeños de la tierra, los olvidados de todos,
los que urgen con sus lágrimas tu retorno.
Y aviva esta alegría nuestra, pues Tú llevarás a término para gloria del Padre
las horas que aún faltan para tu encuentro. Amén.
La venida del Señor tiene precursores, mensajeros que van por delante allanándole el camino. Esa fue la misión de Juan Bautista, cuya presencia en medio de Israel hace presentir ya próxima la llegada de Cristo. Él no es el Mesías esperado, sino sólo una voz que clama para que todos se preparen a acoger la luz que llega con Jesús.
TEXTO BÍBLICO:¿Qué dice el texto? Juan 1, 6-8.19-28
‘Apareció un hombre enviado por Dios, llamado Juan, que vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino un testigo de la luz. La luz verdadera que ilumina a todo hombre estaba viniendo al mundo. Éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos le enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle quién era. Él confesó y no negó, confesó que no era el Mesías. Le preguntaron: Entonces, ¿eres Elías? Respondió: No lo soy. ¿Eres el profeta? Respondió: No. Le dijeron: ¿Quién eres? Tenemos que llevar una respuesta a quienes nos enviaron; ¿qué dices de ti? Respondió: Yo soy la voz del que grita en el desierto: Enderecen el camino del Señor, según dice el profeta Isaías. Algunos de los enviados eran fariseos y volvieron a preguntarle: Si no eres el Mesías ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas? Juan les respondió: Yo bautizo con agua. Entre ustedes hay alguien a quien no conocen, que viene detrás de mí; y yo no soy digno de soltarle la correa de su sandalia. Esto sucedía en Betania, junto al Jordán, donde Juan bautizaba”.
1.- LECTURA:
El texto comienza con una parte del prólogo de Juan diciendo: “ Apareció un hombre enviado por Dios, llamado Juan, que vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creye-ran por medio de él.”
El evangelista aclara muy bien la misión de Juan, es TESTIGO y por lo tanto un testigo DA TESTIMONIO y en este de caso el testimonio es LA LUZ.
El Bautista es un puente, para creer en la luz. Lo que más tarde él mismo dirá cuando aparezca Jesús en escena, es necesario que Él crezca y yo disminuya. Aquí el evangelista hace alusión a la luz, en contraposición de las tinieblas. Tema muy propiamente suyo. Las tinieblas, la oscuridad son una representación del mal, del enemigo de Dios. Jesús, tal como recitamos en el Credo, es “DIOS DE DIOS, LUZ DE LUZ”, esto significa que la luz vence a las tinieblas y las tinieblas no han podido soportar la luz.
La segunda parte del relato es el testimonio concreto de Juan, quien dijo claramente que no era el Mesías, y a los que venían de parte de los judíos y de los sacerdotes, también les aseguró que no era ninguno de los profetas. Entonces dijo con seguridad, repitiendo al profeta Elías: Yo soy la voz del que grita en el desierto: Enderecen el camino del Señor
Reconstruimos el texto:
¿Cómo comienza este relato?
¿A quién envió Dios? ¿Con qué misión?
¿Qué significa ser testimonio de la luz?
¿Cuál es la diferencia entre la luz y las tinieblas?
¿Quiénes fueron a preguntarle a Juan quién era él?
¿Qué les respondió Juan?
¿A qué profeta hizo alusión?
¿Quién vendría después de Juan?
¿Qué dignidad tenía Juan con respecto al que venía detrás?
MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Juan es sólo una “voz” que clama. Conoce sus carencias y sabe que sólo Jesús puede llenarlas. Por eso es una figura tan importante en el Adviento y puede ayudarnos a vivir este tiempo de espera ahondando nuestro deseo de que el Señor se haga presente en medio de nosotros.
Juan habla de ser testimonio de la Luz
¿Hasta qué punto somos testigos y testimonios de la luz?
En mi vida, en mi corazón, en mis acciones, pensamientos y sentimientos,
¿cuánto dejo entrar la luz verdadera y cuánto hay de oscuridad en mi vida?
En los caminos de mi vida…
¿Pongo obstáculos a la Gracia de Dios?
¿Cuáles son las cosas que me impiden que Jesús entre plenamente en mi vida?
La palabra testigo o testimonio, también implica el martirio.
¿Soy consciente de esto?
¿Ayudo a los demás a encontrarse con Jesús?
Juan dijo “yo soy la voz…”
¿También yo puedo decir que soy la voz de Jesús, prestando mi vida, mis actitudes, mis palabras y acciones para testimoniar a Jesús?
Anunciar el Evangelio ofrece una dignidad única sin precedentes en la historia de la humani-dad. Sin embargo, Juan, el precursor, dice que no es digno ni siquiera de desatar la correa de su sandalia
¿Me creo yo mejor que otros por ser cristiano?
¿Cómo puedo ejercitarme en la humildad?
ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de de-cirle algo al Señor:
Tomemos como oración el cántico de María, el Magníficat, que es el Salmo de este Domingo:
María dijo: Mi alma canta la grandeza del Señor,
mi espíritu festeja a Dios mi salvador,
porque se ha fijado en la humildad de su sirvienta
y en adelante me felicitarán todas las generaciones.
Porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí, su nombre es santo.
Su misericordia con sus fieles se extiende de generación en generación.
Despliega la fuerza de su brazo, dispersa a los soberbios en sus planes,
derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes,
colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos.
Socorre a Israel, su siervo, recordando la lealtad,
prometida a nuestros antepasados,
en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.
Añadimos nuestras intenciones de oración.
CONTEMPLACIÓN: ¿Como interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
«Que vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
de modo que todos creyeran por medio de él»
Y de esta forma nos ponemos en contemplación, agradeciendo a Jesús que venga.
ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Volver a leer detenidamente las lecturas. Se está hablando de ser testigo de la luz de Cristo.
Elegir una actividad que nos lleve a demostrar con humildad que podemos ser un punto de referencia para que otros crean.
Preparar una acción concreta y no dejar pasar mucho tiempo sin realizarla.