LECTURA ORANTE DOMINGO DE RAMOS
Puesto que el Evangelio de la celebración narra la Pasión de Jesús que también contempla-remos el próximo viernes, vamos a orar hoy con el evangelio de la entrada de Jesús en Jeru-salén y las dos primeras lecturas de la celebración del Domingo de Ramos.
Lucas 19,18-40
“Marchaba por delante subiendo a Jerusalén. Y sucedió que, al aproximarse a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciendo: «Id al pueblo que está enfrente y, entrando en él, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre; desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", diréis esto: "Porque el Señor lo necesita."» Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: «¿Por qué desatáis el pollino?» Ellos les contestaron: «Porque el Señor lo necesita.» Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino. Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto. Decían: «Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.» Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos.» Respondió: «Os digo que si éstos callan gritarán las piedras”.
CUANDO LEAS
La primera lectura invita a detener nuestra mirada sobre la figura del Siervo de Yahveh. Éste es también el protagonista de las lecturas que la liturgia nos presentará los próximos días: lu-nes, martes, miércoles y viernes santo.
Las palabras de Isaías 50, 4-7 constituyen lo que se denomina el tercer oráculo o canto del Siervo. Con esta lectura queremos adentrarnos más en las actitudes y sentimientos que Jesús hizo suyas, que lo mantuvieron firme hasta su entrega radical y amorosa y que caracterizan al discípulo que, como el Siervo, saben bien que “el Señor ayuda”.
El texto se centra en la figura del Siervo de Yahveh, que habiendo recibido una misión desea mantenerse en fidelidad a Dios y a los hombres, por ello permanece firme en el sufrimiento y en el aparente fracaso. La suerte de este atento discípulo de la Palabra de Dios prefigura la de Cristo, el humilde que no opuso resistencia a la voluntad del Padre, sino que “a pesar de su condición divina… se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz” (se-gunda lectura, Flp 2, 6-11).
La vocación del siervo lo muestra como un discípulo que, por don y misión de Dios, trasmite la Palabra a los desanimados e indecisos (“para saber decir al abatido una palabra de aliento” Is 50, 4a). Pero esto sólo ocurrirá si él el primero se abre diariamente como un discípulo pronto a escuchar la Palabra que no es suya y de la cual no puede disponer ni a su gusto ni exclusiva-mente para él.
En este tercer poema se acentúa el tema del fracaso, presente también en el segundo oráculo (“me había cansado en vano y había gastado mis fuerzas para nada” . El siervo encuentra hostilidad y persecución, incluso violencia: golpes, insultos, salivazos y ultrajes. Pero cons-ciente desde el principio de las exigencias de su vocación, el Siervo no opone resistencia a Dios; y su pleno consentimiento le hace fuerte y manso de cara a los perseguidores: ni huyó ante la Palabra “yo no me he rebelado ni me he echado atrás”, ni se arredró ante las injurias y la violencia de los que quisieron acallarla, reduciéndola al silencio.
Si no se rinde ante el sufrimiento es porque confía en la ayuda de Dios: "El Señor me ayuda, por eso soportaba… sabiendo que no quedaría defraudado”, porque confía en que es valioso para el Señor, y "en Dios se halla mi fuerza”, y porque confía en que Dios le sostiene y le dará su Espíritu, como se afirmará el lunes: “Este es mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me complazco. He puesto sobre él mi espíritu”.
EL EVANGELIO de Lucas 19,28 ss
- Fíjate en dónde ocurre cada escena: en la primera, están más o menos en la mitad del Monte de los Olivos y los personajes son Jesús y sus discípulos. La segunda escena tiene lugar en la aldea cercana y los personajes son los discípulos enviados y los propietarios del pollino. En la tercera, están ya bajando del Monte y los personajes son Jesús y la multitud de los discípulos. En lugar de conversación, hay exclamaciones de alegría y alabanza. En la cuarta el clima jubiloso anterior es reemplazado por la murmuración de los fariseos y la respuesta tajante de Jesús.
- Observa cómo todo el texto está marcado por el descenso: Jesús desciende de “arriba” (Be-tania, Betfagé, el Monte de los Olivos...) y va hacia “abajo” ( Jerusalén lo está con relación al Monte, el pollino es un animal pequeño, los mantos están en el suelo...).
Mira el verde de los olivos, el colorido de los mantos tendido en el suelo, el esplendor de las murallas que rodean Jerusalén. Siente la fuerza deslumbrante del sol de la mañana, el polvo del camino, el lomo cálido del pollino. Escucha el griterío de la gente, las alabanzas, la bendi-ción, la aclamación que repite la que oyeron los pastores en Belén. Escucha las protestas de los fariseos que ofrecen un trasfondo oscuro a la luminosidad de la escena. Trata de escuchar también a esas piedras que gritan...
CUANDO MEDITES Nos detenemos en algunas palabras claves del texto:
REY: al proclamar a su manera el evangelio, Lucas ha querido, más aún que los otros evan-gelistas, presentar a Jesús entrando en Jerusalén como para una entronización regia. El tras-fondo del texto es la entronización del rey Salomón. «Los allegados de David hicieron montar a Salomón sobre la mula del rey... todo el pueblo gritó: 'Viva el rey...'. Subió después todo el pueblo detrás de él; la gente tocaba las flautas y manifestaba tan gran alegría que la tierra se hendía con sus voces». Jesús sigue el patrón de sus antepasados y se presenta como rey en Jerusalén y como un Rey poderoso, que da órdenes con un tono soberano, prevé las dificul-tades con que chocará su realización pero afirma su cumplimiento seguro: “Id al pueblo que está enfrente y encontraréis... Y si alguien os pregunta... Encontraron... Les preguntaron...»...
Pero la realeza de Jesús aparece marcada por signos diferentes: el de la paz y el de la humildad. La semejanza con la coronación de Salomón, cuyo nombre significa «el pacífico», es pretendida, con el fin de apoyar el tema, como también el recuerdo del himno cantado por los ángeles la noche de Navidad. Jesús es un rey de paz que trae a Jerusalén, la ciudad cuyo nombre significa «ciudad de paz», la paz que su nombre reclama.
ASNILLO. El término aparece 4 veces como sustantivo y 7 como pronombre (van subraya-dos) y evoca la profecía de Zacarías: “Alégrate, ciudad de Sión; aclama, Jerusalén; mira a tu rey que está llegando: justo, victorioso, humilde, cabalgando un asnillo, una cría de borrica.” Nos recuerda que nuestro rey está en medio de nosotros como el que sirve y su realeza apa-rece marcada por la pobreza y la mansedumbre. Ya el samaritano había echado mano de una cabalgadura para llevar al hombre herido. Aquí el pollino “sube de importancia” y de él se dice algo muy importante: ¡Jesús tiene necesidad de él!
PIEDRAS. Las palabras de Jesús están seguramente tomadas de un texto de Habacuc: ¡Ay del que mete en casa ganancias injustas y anida muy alto para librarse de la desgracia! Las piedras de las paredes gritarán alternando con las vigas de madera. Se diría que tanto el pro-feta como Jesús están capacitados para captar una “frecuencia de onda” inaudible para nues-tros atrofiados oídos. En el contexto de Habacuc, las piedras gritan ante la injusticia. En el de Jesús, y frente a la dureza de corazón y de mente de los fariseos, las piedras tomarían el relevo de la proclamación de su realeza si callara la aclamación de sus discípulos.
CUANDO ORES
Todos: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel!
¡Bendito eres Tú, Jesús, Señor y Maestro nuestro,
que, desde el seno del Padre, desde tu Cielo,
bajaste a nuestra Tierra y abrazaste nuestra carne
para ser la Presencia Viva de Dios en medio de nosotros!
¡Bendito eres, Señor de todo lo creado,
porque no hiciste alarde de tu categoría de Dios,
sino que te despojaste y, por amor a nosotros,
tomaste la condición de esclavo, pasando por uno de tantos!
¡Bendito eres, Señor y Salvador nuestro,
que pasaste por el mundo haciendo el bien
y curando a muchos sus enfermedades y dolencias!
¡Bendito eres Tú, Médico y medicina!
¡Bendito eres Tú, Esperanza de los pobres!
¡Bendito eres Tú, Perdón de los pecadores,
bendito eres Tú, Luz de los que andan en tinieblas!
¡Bendito eres Tú, manantial para el sediento,
bendito eres Tú, Pan vivo bajado del cielo!
¡Bendito eres Tú, Rostro del Padre, reflejo de su Gloria e impronta de su Ser,
misericordia hecha gesto y palabra
para la humanidad destinada a la salvación!
¡Bendito eres Tú, Jesús, que ahora subes a Jerusalén
y entras aclamado como Rey poderoso
sobre un asnillo, cabalgadura de pobres y de pacíficos!
¡Bendito eres Tú, Rey convertido en Siervo!
¡Bendito eres Tú, Príncipe de la Paz!
¡Bendito eres Tú, Maestro y Dador del Amor, la Reconciliación y la Vida!
¡Bendito eres Tú, Pan eucarístico de la Nueva Pascua
sellada con tu Cuerpo entregado y tu Sangre derramada!
¡Bendito eres Tú, el Divino hecho humano,
El Rico convertido en pobre,
El Fuerte convertido en débil,
El Todopoderoso sometido a la impotencia...
El Bondadoso sentenciado como a un malhechor,
El Justo condenado injustamente,
El Amado del Padre tenido por “abandonado de Dios”,
El Digno de adoración despreciado y crucificado!
Fijemos los ojos en Él, entremos con Él a Jerusalén
y aprendamos su lección de amor y fidelidad.
Todos: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel!
(La lectio divina contiene comentarios de Mª Pilar Casarrubios,
y de mis propios materiales (oraciones) y comentarios).