19º domingo durante el año c 11 de agosto
«Dichoso el sirviente que se encuentre preparado»
El futuro de cada hombre, con todo su espesor, es imprevisible. El meteorólogo puede prever el tiempo para mañana, aunque con riesgo de equivocarse. El economista puede prever la inflación en el país durante el mes de mayo o el próximo año, con mayor o menor aproximación. Pero la historia del hombre es imposible de prever, porque es una historia de libertad. Libertad del hombre, y sobre todo libertad de Dios.
La imprevisibilidad del futuro reclama vigilancia. El hombre prudente, sensato, no considera la actitud vigilante algo simplemente posible. La vigilancia es la mejor opción. Vigilar para saber descubrir la acción del Espíritu en tu interior, en el interior de los hombres. Vigilar es mantener íntegras la fe, la esperanza y la caridad, «cuando Él venga» o cuando nosotros vayamos a Él. La vigilancia no es una opción, es una necesidad vital. ¿Cómo vivo la sana vigilancia en mi vida?
ORACIÓN INICIAL
Ven, oh Santo Espíritu, llena los corazones de tus fieles.
Tú que ya has venido para hacernos fieles,
ven ahora para hacernos dichosos.
Tú que has venido para que, con tu ayuda, pudiésemos gloriarnos
en la esperanza de la gloria de los hijos de Dios,
ven de nuevo para que podamos gloriarnos también de su posesión.
LECTURA Lucas 12,32-48
Hoy el Señor nos hablará de nuestra fe y de la vigilancia que hemos de tener para que nuestro encuentro con Dios no cause sorpresa, sino gozo. Que su presencia avive nuestra fe y nuestra esperanza.
El discípulo no puede afanarse por lo superfluo cuando ya es suya la gran riqueza: el Reino. Sin embargo, no podrá bajar ni un momento la guardia, sino que deberá mantenerse vigilante y despierto. Escuchemos:
¿QUÉ DICE EL TEXTO? Lc 12:32-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No temas, pequeño rebaño, porque el Padre de ustedes ha tenido a bien darles el reino. Vendan sus bienes y den limosna; consíganse bolsas que no se desgasten, y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acercan los ladrones ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón. Tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Ustedes estén como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentra despiertos; les aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprendan que, si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría asaltar su casa. Lo mismo ustedes, estén preparados, porque a la hora que menos piensen viene el Hijo del hombre. Pedro le preguntó: - Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos? El Señor le respondió: - “¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración de alimentos a sus horas?” Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Les aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: “Mi Señor tarda en llegar”, empieza a pegarles a los criados y a las criadas, y se pone a comer y beber y a emborracharse, llegará el Señor de aquel criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que conoce la voluntad de su Señor, pero no está preparado o no hace lo que él quiere, recibirá un castigo muy severo. En cambio, el que, sin conocer esa voluntad, hace cosas reprobables, recibirá un castigo menor. A quien se le dio mucho, se le exigirá mucho; y a quien se le confió mucho, se le pedirá mucho más.
PREGUNTAS PARA LA LECTURA
¿Por qué razón no deben temer los discípulos de Jesús, el “pequeño rebaño”?
¿Qué deben hacer para poseer el Reino?
Las parábolas que propone Jesús en el relato,
¿a qué actitud invitan? ¿cuál es la razón de la vigilancia?
¿Qué quiere decir la expresión “a quien se le dio mucho, se le podrá exigir mucho…”?
Cristo en el evangelio nos pide que velemos, después de amonestarnos a no tener miedo, porque el Padre se ha complacido en darnos ¡el Reino! Debemos acumular tesoros en el cielo, tesoros de buenas obras y especialmente de limosnas, tesoros que estarán seguros del robo y de la polilla. Debemos mantener libre nuestro corazón, para buscar el Reino y su justicia, preparados para el regreso del Señor, cuya hora no se sabe.
¿Qué sentimientos ha suscitado en mi la lectura del texto? ¿Miedo, confianza, sorpre-sa, gozo, esperanza, confusión...?
La vida cristiana: ¿Cuánto tiene para mí de gozo, cuánto de peso? ¿Cuánto es deber, cuánto es amor?
El pensamiento de mi muerte imprevista: ¿Qué suscita en mí?
¿En qué medida es esperada la comunión con Dios, en qué medida se posee de mí?
Ser vigilantes, fieles, trabajadores por el Reino, preparados: ¿Qué comporta a mi vida?
¿QUÉ ME DICE EL TEXTO?
El seguidor de Jesús es alguien consciente de que tiene que vivir no en función de lo material, sino en función de las cosas del Reino. Reflexionemos sobre el significado de este pasaje para nuestras vidas:
El Evangelio nos exhorta a juntar riquezas celestiales, a tener bolsas que no se gastan.
Siendo así, ¿qué estoy haciendo para hacerme rico ante Dios?
“…donde está tu tesoro…, ahí está tu corazón…”, ¿dónde está mi corazón?, ¿cuáles son mis tesoros…, eso que da sentido a todo lo que soy y a todo lo que hago y busco?
¿Qué quiere transmitir e inculcar la parábola del portero, donde nos exhorta a estar vi-gilantes y despiertos?
Es indudable que el Señor me ha dado mucho: ¿qué me ha dado y me sigue dando a lo largo de mi vida?, ¿qué me puede estar exigiendo que yo entregue, que yo ofrez-ca...?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
¿Dónde está nuestro tesoro en verdad? ¿Dónde hemos depositado nuestra confianza?
¿Cómo llevo mi vida con respecto a los bienes? ¿Las cosas que yo tengo están al servicio del Reino de Dios? ¿Soy generoso con lo que tengo?
El Señor dice “donde está tu tesoro allí está tu corazón” ¿Dónde está mi tesoro y mi corazón? ¿Sería importante replantearme este tema?
¿Qué significa estar a la espera de la llegada del Señor? ¿Estoy preparado? ¿Tengo la ropa puesta y la lámpara encendida?
¿Eres tú un administrador fiel y prudente? ¿Qué significará esto en tu vida?
¿Hasta qué punto, tu vida es coherente o llevas una vida disipada? ¿Entiendes lo que pasará si no prestas atención a las palabras del Señor?
Embriagarse, no sólo de alcohol, sino llevar una vida sin sentido, olvidándose de lo importante, es lo que nos sugiere este texto. Recordemos que el Señor volverá… ¿es-tamos preparados? ¿Qué habría que mejorar?
ORACIÓN ¿QUÉ LE DIGO O DECIMOS A DIOS?
Gracias Señor por tu Palabra que nos alienta a vivir en forma coherente. Gracias por recor-darnos también que Tú volverás a juzgarnos. Gracias de antemano por perdonar nuestras faltas. Te pedimos Señor la gracia de saber encontrar tu Voluntad Sagrada sobre nosotros. De tener la fuerza y el coraje de ir contra la corriente de la sociedad que nos lleva lejos de Ti y de lo que esperas para nuestra vida y nuestra felicidad.
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración.
COMTEMPLACION Los discípulos de Jesús han recibido el Reino como herencia del Padre.
¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evan-gelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón. «Porque donde está el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón.» (V. 34) «A quien mucho se le dio mucho se le pedirá; a quien mucho se le confió mucho más se le exigirá.» (V. 48) Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
ACCIÓN ¿A QUÉ ME O NOS COMPROMETEMOS CON DIOS?
Nos proponemos revisar nuestras cosas, y ver dónde está nuestro tesoro. Ofrecer de lo que tenemos algo para compartir con quien lo necesite. Puede ser algo material, o también nuestro tiempo para compartir con alguien en un hospital, o visitar a personas que están solas y dar de nuestro tiempo para estar con ellas.
Hacer el propósito firme para que Dios y su Reino sea siempre el “gran tesoro” de mi vida y de mi corazón.
¿Qué hacer para que mi tesoro y el sentido de mi vida sea el Señor y así viva su Palabra y me identifique con Él?
ORACIÓN FINAL
Es justo bendecirte, Padre nuestro del cielo,
porque Jesús nos mostró el camino de la felicidad verdadera,
el auténtico tesoro que solamente en ti podemos alcanzar.
No permitas, Señor, que prefiramos tener cosas a ser personas;
pues, más que bienes, necesitamos razones para vivir,
amar y compartir con los hermanos lo que tenemos, poco o mucho.
Enséñanos por tu Espíritu la sabiduría de la vida,
y ayúdanos, Señor, a elegir alegremente ser pobres con Cristo,
sin amontonar bienes perecederos que defraudan nuestro corazón.
Así, cuando tú vengas, nos encontrarás con las manos ocupadas
en la tarea de amarte a ti y a nuestros hermanos. Amén.