18º semana durante el año
Unos minutos de Evangelio cada día, al amanecer, o al caer la tarde,
puede ser tu forma agradecida de decir «amén» a la bondad y ternura del Padre
y ser un poco de luz, un rayo de esperanza, en medio del mundo y de la gentes
Lunes 3 de agosto
Mateo 14,22-36: “Tranquilícense, soy Yo; no teman”. Pedro le respondió: “Señor, si eres Tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua”.
El evangelio de hoy describe la travesía difícil y cansada del mar de Galilea en un barco frágil, empujado por el viento contrario. Hoy podríamos reconocer en esa travesía al otro lado del lago, la difícil travesía de las primeras comunidades. Ellas tenían que salir del mundo cerrado de la antigua observancia de la ley, hacia una nueva manera de observar la Ley del amor… También nosotros hoy estamos en una travesía difícil para un nuevo tiempo y una nueva ma-nera de ser iglesia. Travesía difícil, pero necesaria. El texto nos muestra a Jesús caminando sobre las aguas turbulentas, Pedro quiere imitarle y por un momento lo consigue, pero el viento le hace dudar, y cae. Pedro siente su debilidad; es frágil. Por eso reconoce que, para no sucumbir al mal, deberá tomarse de la mano del Señor. Solo así no caerá… Hoy más que nunca debemos recordar que debemos confiar y pedir la ayuda del Maestro.
A la luz de la Palabra de Dios, nos podemos preguntar ¿Qué estamos haciendo para superar los vientos contrarios? ¿Cómo está nuestra fe?
Martes 4 de agosto San Juan M. Vianney (MO)
Mateo 15,1-2.10-14 “¿Por qué tus discípulos transgreden la tradición de los antepasados? … no se lavan las manos a la hora de comer”
El Evangelio de hoy narra la discusión de Jesús con los fariseos sobre lo que es puro e impuro. El texto habla de las costumbres religiosas de aquel tiempo y de los fariseos que enseñaban estas costumbres a la gente, y habla de las instrucciones de Jesús respeto de esas cos-tumbres, que ya habían perdido su sentido. Jesús ayuda a la gente y a los discípulos a entender mejor el sentido de las leyes de la pureza. Los fariseos critican el comportamiento de los discípulos; “¿Por qué tus discípulos transgreden la tradición de los antepasados? y no se lavan las manos a la hora de comer” Fingen estar interesados en conocer el porqué del comportamiento de los discípulos. En realidad, critican a Jesús por permitir que transgredan las normas de la pureza. El pueblo, esperaba que el mesías viniese a indicarles otros caminos para llegar a Dios. En Jesús se realiza esta esperanza. La Buena Nueva anunciada por Jesús sacó al pueblo del miedo y le devolvió la voluntad de vivir, la alegría de ser hijos de Dios.
La respuesta de Jesús es clara y no deja lugar a duda: “Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz. Dejadlos: son ciegos y guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el pozo.”
• Los fariseos eran judíos practicantes, pero su fe estaba desligada de la vida de la gente. Por esto, Jesús los critica. Y hoy, ¿en qué nos criticaría Jesús?
Miércoles 5 de agosto
Mateo 15,21-28: “…Jesús le dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!” Y en ese momento su hija quedó sana.
Una región apartada; una mujer de otro pueblo, no judía. Esta mujer, desde su condición de “lejana”, expresó el clamor de muchos otros que, sin ser “del grupo del pueblo elegido”, irrum-pió y rompió los límites. Al principio, Jesús –tal vez consciente de que su misión principal era liberar al pueblo de Israel y dar cumplimiento a las profecías- o tal vez queriendo dejar una enseñanza más profunda, - en un primer momento no presta oídos a los reclamos de la mujer extranjera. La mujer insiste ante la indiferencia de Jesús. Pasa por alto la negativa y sigue rogándole: “dame la sobra de lo que cae de la mesa de los señores”. Los dos, Jesús y la mujer, se encontraron en los márgenes y a la humilde insistencia de su fe, Jesús responde con un gesto de salvación. Jesús queda impactado y alaba a la mujer por su fe. Con esto Jesús revela que la salvación es para todos y nos dirige una invitación a tener una actitud de “apertura” hacia todos, creyentes o no creyentes, y romper con esa mala práctica que distingue y excluye, es decir, una disponibilidad y acogida sin reserva hacia cualquier ser humano. No es un privilegio de algunos, todos los que nos acercamos a Él y lo reconocemos, de algún modo somos sal-vados. A la luz de la Palabra de Dios, que nos invita a romper nuestra cerrazón y nuestros pequeños esquemas. ¿Somos capaces de acoger a todos los hermanos que se acercan a nosotros?
Jueves 6 de agosto La transfiguración del Señor (F) Primer jueves
Mateo 17,1-9: “…una voz que salía de la nube dijo: "Este es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido, escúchenlo!"
La escena conocida como “la transfiguración de Jesús” concluye de una manera inesperada. Una voz venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: ‘Este es mi Hijo amado’: el que tiene el rostro transfigurado. ‘Escúchenlo’. No a Moisés, el legislador. No a Elías, el profeta. Es-cuchen a Jesús. Sólo a él. ‘Al oír esto, los discípulos caen con el rostro en tierra, llenos de miedo’. Les asusta la presencia cercana del misterio de Dios, pero también el miedo a vivir en adelante escuchando sólo a Jesús. La escena es insólita: los discípulos preferidos de Jesús caídos por tierra, llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar ante la voz de Dios. La actuación de Jesús es conmovedora: Se acerca para que sientan su presencia amistosa. Los toca para infundirles fuerza y confianza. Y les dice unas palabras inolvidables: Levántense. No teman. Póngase de pie y síganme. No tengan miedo de vivir escuchándome a mí.
En medio de su Iglesia Jesús sigue vivo, pero necesitamos sentir con más fe su presencia y escuchar con menos miedo sus palabras: Levántense. No tengan miedo.
Viernes 7 de agosto San Cayetano (ML) Primer viernes
Mateo 16,24-28: Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que car-gue con su cruz y me siga” .
Hoy, el Evangelio nos sitúa claramente frente al mundo. Es radical en su planteamiento, no admite medias tintas. Jesús no esconde ni ablanda las exigencias del discipulado. El evangelio de hoy explicita estas exigencias para todos nosotros. La Cruz no es fatalismo, ni exigencia del Padre. El símbolo de la Cruz y el tomarla puede ser locura o fracaso para algunos pero coherencia o gloria para los que sencillamente asumen la cruz. La Cruz es consecuencia del compromiso libremente asumido. No podremos encontrar a Dios, ni amarlo, si no aceptamos ni nos esforzamos, por seguir el camino de Jesús; un camino que implica, dejar nuestras indi-ferencias, egoísmos e insensibilidades. No podemos dejar fuera de nuestro proyecto de vida lo que Jesús nos dio como ejemplo con su desprendimiento y su servicio a todos. La vida sólo se gana entregándola, en el servicio y el compartir. Jesús nos pide un seguimiento dinámico y generoso, y ese es el secreto para ganar la vida.
Hoy se nos invita a revisar nuestro proyecto de vida personal a la luz de lo que Jesús nos se-ñala. ¿Qué cruz es la que estamos invitados a compartir con Jesús para seguirlo en este tiempo que vive la humanidad?
Sábado 8 de agosto Santo Domingo de Guzmán (MO)
Mateo 17,14-20: “Si Tuvieran fe, nada sería imposible para ustedes”
Los discípulos habían recibido el poder de arrojar demonios, como también el de curar a los enfermos. Podían sentirse perfectamente habilitados para la tarea, de hecho, fueron enviados en misión con ese poder y ese objetivo. Pero en esta ocasión fracasan. ¿Por qué? Conforme a la intervención de Jesús, por el estado de su fe pequeña o tal vez raquítica. De este modo el evangelio nos invita a seguir las instrucciones de Jesús, es decir, mantenernos en la fe y pro-teger siempre su llama, que nada ni nadie la apague; nuestra fe debe ser firme, necesitamos ser más activos frente a la evangelización, creer más en las palabras del Señor. Hoy más que nunca estamos llamados a permanecer en el Señor para estar preparados para enfrentar el mundo en el que vivimos. Es imprescindible que el granito de mostaza de nuestra fe sea au-tentico para que se pueda hacer realidad el sueño de Dios en nuestra vida y en la vida de quienes nos rodean. De este modo, sólo si no nos cansamos de devolver bien por mal, de orar y esperar en el poder y bondad de Dios, nuestro Padre, los milagros llegan.
En nuestro camino de discípulos, ¿en qué momentos flaquea la fe? ¿Ponemos la confianza en Dios para compartir el evangelio con quien está a nuestro lado?
Domingo 9 de agosto (19º durante el año)
Mateo 14,22-33
Jesús sube a una colina para reposar un rato y orar, pero un gran gentío le pide atención. Mientras ora, ve que va a haber tormenta sobre el lago y recuerda que sus amigos lo están cruzando en una barca, por lo que decide ir a verlos. Pero cuando se aproxima caminando sobre las olas, ellos se llenan de miedo. Pedro también quiere caminar sobre el agua y el Se-ñor lo llama, pero al fijarse en la fuerza del viento y en la violencia de las olas, comienza a hundirse. Jesús lo toma de la mano, lo levanta y luego calma la tempestad.
El Señor utilizó esta oportunidad para fortalecer la fe y la confianza de los discípulos. Y lo mismo hace en nuestra propia vida y la de la Iglesia. La Iglesia lucha hoy contra los enconados ataques del mundo contra la fe, el matrimonio y la familia y a veces nos preguntamos: ¿Dónde está el Señor en todo esto?
Todos en la Iglesia somos los discípulos que vamos en la barca navegando en medio de la tempestad hacia la vida eterna, y el Padre permite que tropecemos con situaciones que en realidad son oportunidades para aprender a vivir más por fe, porque en las pruebas es donde recibimos su amor con mayor intensidad.
El amor de Dios no cambia, y su anhelo de que seamos sus hijos amados está siempre vigen-te. El Señor nos ha dado su Espíritu Santo para que veamos cualquier situación que se nos presente con los ojos de la fe y tengamos una perspectiva eterna. De esta manera, tendremos paz verdadera, aunque la tormenta sea violenta.
“Señor Jesús, tú sabes las tribulaciones por las que estoy pasando. Ayúdame a aquietar el corazón para que en medio del tumulto, sepa escuchar tu voz que me dice: “¡Ánimo! ¡Soy yo! ¡No temas!”