Las exigencias que conlleva el seguimiento de Jesús pueden parecer, sobre todo en nuestro tiempo, hasta poco humanas. Sin embargo, ahí están y algún mensaje querrán transmitimos. Con ellas, Jesús señala la radicalidad con que es preciso seguirle. Lo que quería y quiere decirnos es que nadie, mucho menos sus discípulos, ha de dejarse atrapar por una familia posesiva, sino que cada miembro ha de hacer su opción libre; que la familia no puede condicionar su llamada a seguirle y a trabajar por el Reino. Sigue siendo verdad que la llamada a vivir y proclamar el Reino, no debería admitir retrasos ni condiciones. Quienes “hayan puesto la mano en el arado”, es decir, quienes se han comprometido a servir a Jesús y a los hermanos, no deben añorar aquello a lo que han renunciado, volviendo a “mirar hacia atrás”.
ORCION INICIAL
Hoy, Señor, me presento ante Ti
con todo lo que soy y lo que tengo.
Acudo a Ti sediento, necesitado…
Concédeme la gracia de responderte
como tu quieres que lo haga,
generoso con mi vida, con mi tiempo
y con todo lo que soy.
Haz en mi, Señor, tu obra.
Aquí me tienes, Señor,
Con un deseo profundo de conocer
qué quieres de mí
TEXTO BÍBLICO Lc. 9. 51-62
“Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jeru-salén. Y envió mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que diga-mos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le res-pondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
LECTURA
El evangelio de este domingo tiene dos escenas bien diferenciadas, pero ambas se desarrollan en un mismo escenario: el camino desde Galilea a Jerusalén.
Primera escena: en un pueblo de Samaría no quisieron acoger a los enviados de Jesús. Los discípulos quieren eliminar el problema por las buenas: eliminando con fuego a esos samari-tanos tan mal educados. Jesús les regaña. Les quiere enseñar que esa no es la actitud de un discípulo. Un cristiano ha de actuar movido por la ley que Jesús nos ha enseñado: la del perdón ante el que te ofende.
La segunda escena de este evangelio son tres textos de seguimiento. En dos casos una persona anónima quiere seguir a Jesús. En otro caso es Jesús quien llama a otra persona. En dos de estas llamadas, los llamados ponen condiciones a Jesús.
En el caso de la contestación que Jesús da a la primera persona que le manifiesta su deseo de seguirle, vemos lo exigente que es seguir a Jesús. No se trata de no querer a
los nuestros, se trata de no ponerle excusas a Jesús. Si apostamos por Él, apostamos con todas nuestras fuerzas.
MEDITACION (con el Papa Francisco)
Jesús a las personas que encuentra y que le piden seguirlo, dice claramente cuáles son las condiciones: no tener una morada fija; saberse despegar de los afectos humanos; no ceder a la nostalgia del pasado.
Jesús también les dice a sus discípulos… que no impongan nada: si no encontraran disponi-bilidad a recibirlo, continúen, vayan adelante. Pero Jesús no impone jamás, Jesús es humilde, Jesús invita. Si tú quieres ven. Y la humildad de Jesús es así. Él nos invita siempre.
Jesús nos quiere libres como Él. No quiere cristianos egoístas que sigan el propio ‘yo’, ni cris-tianos débiles, cristianos que no tienen voluntad… que buscan siempre conectarse con la voluntad de otro, y no son libres.
¿Dónde se consigue esta libertad? En el diálogo con Dios en la propia conciencia. Si un cris-tiano no sabe hablar con Dios, no sabe escuchar a Dios en su propia conciencia no es libre.
Debemos aprender a escuchar más a nuestra consciencia, el espacio interior de la escucha de la verdad, del bien, de la escucha de Dios; es el lugar interior de mi relación con Él, que habla a mi corazón y me ayuda a discernir, a comprender el camino que debo recorrer, y una vez tomada la decisión, a ir adelante, a permanecer fiel.
La Virgen escuchaba y meditaba en lo más íntimo de sí misma la Palabra de Dios y aquello que sucedía a Jesús. Siguió a su Hijo con íntima convicción, con firme esperanza. Que María nos ayude a convertirnos cada vez más en hombres y mujeres de consciencia… capaces de escuchar la voz de Dios y de seguirla con decisión.
ORACIÓN
Manda fuego del cielo, Señor, manda fuego que queme todo lo que me separa de ti. Que queme mis rechazos, mis cobardías y mis miedos, que queme lo que me aleja de los otros y de ti.
Manda fuego que prenda la fuerza de tu amor en mí, mantenga cálido mi corazón y abra mis ojos y mis oídos hasta que mi ser derrame la belleza de tu serenidad, de tu paz y tu ternura.
Manda fuego, Señor, hasta que brille con la claridad de tu luz.
CONTEMPLACION
“Te seguiré adonde vayas”. Antes que nada, Jesús le hace ver que no espere de él seguridad, ventajas ni bienestar. Él mismo “no tiene dónde reclinar su cabeza”. No tiene casa, come lo que le ofrecen, duerme donde puede.
El gran obstáculo que nos impide hoy a muchos cristianos seguir de verdad a Jesús es el bienestar en el que vivimos instalados. Nos da miedo tomarle en serio porque sabemos que nos exigiría vivir de manera más generosa y solidaria. Somos esclavos de nuestro pequeño bienestar.
“…tú vete a anunciar el reino de Dios”. Hemos de ensanchar el horizonte en el que nos mo-vemos. Si nos decidimos a seguir a Jesús, hemos de pensar también en la familia humana: nadie debería vivir sin hogar, sin patria, sin papeles, sin derechos. Todos podemos hacer algo más por un mundo más justo y fraterno.
Colaborar en el proyecto de Jesús exige dedicación total, mirar hacia adelante sin distraernos, caminar hacia el futuro sin encerrarnos en el pasado. El Papa Francisco nos ha advertido de algo que está pasando hoy: “Tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, sacándonos de nuestros horizontes, con frecuencia limitados, cerrados y egoístas, para abrir-nos a los suyos”.
ACCION
En la vida diaria, siéntete fortalecido con la energía que da Jesús, para ser un discípulo comprometido.
Crea en ti silencio interior para descubrir…qué cosas debes abandonar, a qué debes renunciar para seguir a Jesús.
Ante la llamada de Jesús, ¿Qué impedimento le pones para seguirle, para vivir la mi-sericordia con el que tienes al lado, para comprometerte en alguna acción que cambie tu vida?
Dedica parte de tu tiempo en acompañar, colaborar, ayudar… a personas que estén sufriendo por alguna causa y llévale consuelo y esperanza.
Muchos hombres y mujeres han entregado su vida por seguir a Jesús, por darlo a co-nocer… Y tú, ¿qué eres capaz de hacer por Él?