LECTIO DIVINA - 17º domingo durante el año ‘A’ 26/07

17º domingo durante el año   ‘L’  26/07


Mientras caminamos, nos toca ser tierra buena que da fruto abundante, árbol cuyas ramas acogen a las aves heridas o débiles, levadura y fermento de nuestro mundo, trabajadores es-forzados y alegres en la construcción del Reino de Dios, ya aquí y ahora. Porque hemos encontrado un tesoro  y hemos puesto en Él nuestro corazón

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Ven Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría:
Danos  mirada y oído interior para que no nos apeguemos
a las cosas materiales, sino que busquemos siempre
las realidades del Espíritu.

Ven Espíritu Santo, Espíritu de amor:
haz que nuestro corazón siempre sea capaz de más caridad.

Ven Espíritu Santo, Espíritu de verdad:
concédenos llegar al conocimiento de la verdad
en toda su plenitud.

Ven Espíritu Santo, agua viva que lanza a la vida eterna:
concédenos la gracia de llegar a contemplar el rostro del Padre
en la vida y en la alegría sin fin.  Amén.

TEXTO BÍBLICO Mt.13. 44-52

El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final  de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Habéis entendido todo esto?». Ellos le responden: «Sí». Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».

LECTURA

Jesús se presenta ante aquella gente con lo más y lo mejor, con lo que no tiene competencia ni rival. ¿De qué se trataba? ¿Cuál era la oferta de Jesús? El Reino de Dios, el proyecto de su Padre, el plan de Dios sobre cada hombre y sobre toda la humanidad.
Para esto vino Él: para decir a sus hermanos los hombres cuál era y cómo se andaba el ca-mino de la felicidad bienaventurada. Porque en el empeño de ser felices, cuando los hombres han aspirado a ello al margen de Dios el resultado es… violencias, mentiras, injusticias, trai-ciones, muertes.
El Reino es algo que tiene que ver con las exigencias de nuestro corazón, con las aspiraciones más nobles y los deseos más hondos del corazón humano. No obstante, y a pesar de la inmensa oferta de Dios, Él nos deja libres para que optemos.
El Evangelio nos ofrece una meditación sobre nuestra malversación vital: en qué gastamos nuestro caudal de posibilidades, en dónde apostamos nuestro deseo de felicidad.
Dios sale a nuestro paso y nos dice que Él tiene un plan, su Reino, por el que vale la pena arriesgarlo todo.  “¿Entendéis bien todo esto? Ellos contestaron: sí”. ¿Qué podemos responder cada uno de nosotros?

MEDITACIÓN

El descubrimiento del reino de Dios puede llegar improvisamente como sucedió al campesino, que arando encontró el tesoro inesperado; o bien después de una larga búsqueda, como ocu-rrió al comerciante de perlas, que al final encontró la perla preciosísima que soñaba desde hacía tiempo.

El tesoro y la perla valen más que todos lo demás bienes, y, por lo tanto, el campesino y el comerciante, cuando los encuentran, renuncian a todo lo demás para poder adquirirlos. No tienen necesidad de hacer razonamientos… inmediatamente se dan cuenta del valor incom-parable de aquello que han encontrado, y están dispuestos a perder todo con tal de tenerlo.
Quien encuentra el reino de Dios siente que es eso lo que buscaba, lo que esperaba y que responde a sus aspiraciones más auténticas. Quien conoce a Jesús, quien lo encuentra per-sonalmente, queda fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo en una gran humildad y sencillez. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús: ¡este es el gran tesoro!
El Evangelio te permite conocer al verdadero Jesús, al Jesús vivo; te habla al corazón y te cambia la vida. Y entonces lo dejas todo. Puedes cambiar de tipo de vida, o bien seguir haciendo lo que hacías, pero tú eres otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, lo que da sabor, lo que da luz a todo, incluso a las fatigas, al sufrimiento y también a la muerte.
En el Evangelio encuentras este tesoro, que Jesús llama «el reino de Dios», es decir, Dios que reina en tu vida, en nuestra vida; Dios que es amor, paz y alegría en cada hombre y en todos los hombres.
La alegría de haber encontrado el tesoro del reino de Dios se transparenta, se ve. El cristiano no puede mantener oculta su fe, se transparenta en cada palabra, en cada gesto, incluso en los más sencillos y cotidianos se trasluce el amor que Dios nos ha donado a través de Jesús.

ORACIÓN

Dichoso el que tropieza contigo, Señor. Dichoso el que te encuentra y te descubre.
En cualquier recodo, en cualquier encrucijada, en los lugares más insospechados,
te haces el encontradizo con él y le das la gran sorpresa.
Tú le seduces, y él lo vende todo para poseerte.
¡Dichoso ese hombre!. ¡Dichosa esa mujer! Dichoso el que no se acomoda,
y te sigue encontrando más veces … todos los días, a cualquier hora…
te ve y te reconoce, siente un sobresalto como la primera vez.
Dichoso el que tropieza contigo y te descubre.
La mayor ganancia eres Tú. La perla más preciosa eres Tú.
El tesoro más deseado eres Tú. Todo lo que buscamos lo llevas Tú:
verdad, justicia, amor, paz, alegría, fiesta, revolución, fraternidad,
solidaridad, vida nueva, nueva sociedad, nueva humanidad.
Tú no te pierdes ni te gastas, no te apolillas ni pasas de moda.
Vale la pena venderlo todo para tenerte y gozarte.
¡Ojalá me busques y me seduzcas! ¡Ojalá te encuentre!
Pensándolo me alegro y proclamo en todos los sitios:
¡Tú eres el tesoro de mi vida!

CONTEMPLACION

Jesús habla de la gran suerte que tiene quien encuentra el tesoro. Para conseguirlo lo Fun-damental es la inmensa alegría que supone buscar y encontrar el Reino y optar por él como el mejor tesoro.
Sucede con el reino de los cielos lo que con un tesoro escondido en el campo… Ese tesoro está escondido en el campo de la vida diaria, la satisfacción y el premio es seguir buscando, mientras caminamos y lo vamos construyendo. ¿He descubierto el mayor Tesoro? ¿Me llena de alegría? ¿Qué necesito vender para conseguirlo?
Jesús nos da a conocer el proyecto de Dios y nos invita a ser sus colaboradores, a formar parte de los constructores del Reino. Es nuestra tarea y nuestra alegría. Hacer Reino de Dios es colaborar con lo que Dios quiere: la felicidad de las personas, que no le falte pan ni sonrisa a nadie, ser personas samaritanas para quien esté en la cuneta.
Jesús nos invita a arrojar la red y dejarle a Él todo lo demás. Y avisa del peligro al que se puede tender, consciente o inconscientemente: intentar dominar los procesos, los “comos” y los ritmos de Dios; tratar de adelantar el día del juicio, considerándose trigo bueno y los mejo-res peces, con derecho a censurar, juzgar y condenar a los demás.
Nosotros hemos recibido y encontrado un tesoro. Podremos sacar cosas nuevas de él si lo buscamos, lo desenterramos, y nos comprometemos en la ilusionante tarea de hacer que ese tesoro se actualice continuamente. Jesús es plena y radical novedad. ¿Hago nuevo el men-saje del Evangelio en mi entorno?

ACCION ¿qué cosas estás dispuesto a hacer por el Señor que hoy te ha hablado?

    Has descubierto el Reino de Dios, y en tu vida hay como en la red muchas cosas, cua-les estas dispuesto a tirar para centrar tu tesoro solo en El.
    Pregúntate cómo buscas el Reino de Dios.
    Jesús quiere destacar, sobre todo, la alegría radiante de los que encuentran el tesoro o la perla. Pon alegría en tu vida, para que los que se acerquen a ti descubran que has encontrado a Jesús.
    Aprovecha en este tiempo, para aumentar el tiempo de oración. Pide al Señor que te ayude a ver y a vender todo lo que te sobra para adquirir el gran tesoro, con alegría, convicción y adhesión a Él.
    Procura vivir y testimoniar tu fe ante las personas que no viven el proyecto de Dios.
    Reaviva la manera como anuncias con tu vida y tus actitudes que el Señor Jesús es el sentido de tu vida.