Primer domingo de adviento ‘A’
¡Estén preparados! Es Dios el que determina la hora de la venida del Hijo. Pero el tiempo de Dios no se mide con nuestro reloj o calendario. Para Dios, un día puede ser igual a mil años y mil años iguales a un día. El tiempo de Dios es independiente de nuestro tiempo. No podemos interferir el tiempo de Dios, pero debemos estar preparados para el momento en el que la hora de Dios se hace presente en nuestro tiempo. ¡Puede ser hoy, puede ser de aquí a mil años!
Dios viene cuando menos se espera. Puede suceder que Él venga y la gente no se dé cuenta de la hora de su llegada.
Revestidos de su espíritu, estaremos en vela preparados para su venida. El Hijo del Hombre viene y nos sorprende a la hora que menos pensamos, particularmente en nuestro encuentro diario con los seres humanos, de los que ha hecho sus hermanos. De ahí que la exigencia de estar en vela se traduce en escuchar el clamor de liberación, en secundar y di-namizar las esperanzas profundas de nuestros pueblos. La espera del Señor no nos saca de la historia, nos compromete con ella pues esperamos al Dios que ha venido y está con nosotros. La esperanza es ambiciosa, pero vale la pena. Ella nos ayudará a ver lo que hay de incoherente en nuestro comportamiento personal, de engaño y de doblez en nuestras vidas, pero también de prometedor en los esfuerzos por defender la vida y la justicia.
ORACIÓN INICIAL:
Una persona de la comunidad puede hacer una invocación al Espíritu Santo orando por cada uno, pidiendo su luz y su inspiración para tener apertura y docilidad a su Palabra. AMÉN.
Cantar «Espíritu Santo Ven, Ven».
LECTURA: ¿QUÉ DICE EL TEXTO?
El texto de hoy está tomado del "discurso escatológico" de Mateo. Se trata de una colección de dichos y sentencias de Jesús referentes a su segunda venida. Jesús nos exhorta a estar vigi-lantes. Nos pide estar atentos a los sucesos para descubrir en ellos la hora de la venida del Hijo del Hombre. Es importante purificar la mirada y aprender a leer los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios. Y esto, para no ser sorprendidos, porque Dios puede venir sin avisar, cuando menos lo esperamos. Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.
TEXTO BÍBLICO Mateo 24,37-44
Hacer una lectura atenta, pausada y reflexiva. Tratar de descubrir el mensaje de fe que el evangelista quiso transmitir a su comunidad. Leerlo una segunda vez.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Estén, pues, vigilantes, porque no saben qué día vendrá su Señor. Entiendan bien que si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón estaría vigilando y no lo dejaría asaltar su casa. Por eso, también ustedes estén preparados, porque a la hora que menos piensen vendrá el Hijo del hombre».
Un momento de silencio orante: Hacemos un tiempo de silencio, para que la palabra de Dios pueda penetrar en nuestros corazones. Terminar cantando: «Tu Palabra me da Vida».
¿A qué episodio del Antiguo Testamento recurre Jesús para hablar de la venida del Hijo del Hombre? ¿En qué momento llegó el diluvio?
¿Qué situación describe Jesús para indicar el destino que las personas recibirán según las obras por ellos practicadas?
Si no sabemos el día que vendrá el Señor: ¿Qué actitud debemos asumir?
¿Qué ejemplo nos da para que estemos vigilantes y preparados para su venida?
MEDITACIÓN: ¿Qué dice el texto hoy a nuestra vida?
¿Cuál es nuestro modo de esperar la venida de Jesús?
¿Cómo vigilar y estar preparados?
¿Qué debemos hacer para mantener una actitud de vigilancia esperando activamente la venida gloriosa del Señor?
¿Cuál es la calidad de nuestra esperanza?
¿Cómo sembrar esperanza en el ambiente propio donde estamos insertos?
¿Cuáles son los signos prácticos de esperanza en nuestra comunidad?
Hay gente que vive en desilusión y desesperanza:
¿Qué podemos hacer para que llegue a experimentar el gozo del evangelio?
¿Cuál es el mensaje del texto para nuestra vida hoy?
¿Qqué podemos hacer en concreto para que se haga realidad?
ORACIÓN: ¿Qué le decimos a Dios después de escuchar y meditar su Palabra?
Señor Jesús, portador de vida …¡Gracias! Eres mi Adviento, mi Porvenir, por eso, me llenas de esperanza cada día, y no flaquean mis piernas, ni mi corazón, mientras te espero…
Tengo la certeza de que llegas ¿cuándo? ¿cómo? ¡Ya me lo has dicho!, “cuando menos lo piense”, pero de que llegas, llegas, y yo te espero con ansia.
Me pides que vele, dame la gracia para hacerme consciente cada minuto de que vienes, y atenta para ver cómo vienes, en qué rostro, en qué imprevisto, en qué dolor, en qué dificultad e incomprensión. Ya eso no importa, solo dame consciencia de que eres Tú, y no es otro para que no me quede en la preocupación de lo cotidiano, y trascienda a lo más grande y hermoso: es tu presencia llena de amor que me invade y me sostiene.
Maranathá, ven Señor Jesús, y despójame de mi condición adormecida y necia, la misma de aquellos de los tiempos de Noé.
Y a cada uno de nosotros creyentes, ante este mundo convulsionado, desprotegido y amena-zado, danos la capacidad de llevar la Esperanza, que te da a luz a Ti cuando nos comprome-temos históricamente al servicio de la vida.
Regálanos Señor, el Espíritu de Vigilancia para que como el centinela, al otear el horizonte, podamos atisbar tu llegada y en cada Eucaristía, en cada acontecer, podamos decir: "Ya está aquí nuestro Porvenir, nuestro Adviento, que nos trae la verdadera felicidad.
CONTEMPLAR EL ROSTRO DE DIOS ENCONTRADO EN EL TEXTO volver la mirada al mundo y comprometernos con el Reino de Dios y su justicia:
COMPROMISO PARA VIVIR LA PALABRA DIRANTE LA SEMANA
Sembrar esperanza en las personas que más la necesitan.
Llevamos una "palabra". Puede ser un versículo o una frase del texto.
Tratar de tenerla en cuenta y buscar un momento cada día para recordarla
y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.
ORACIÓN FINAL:
Padre de bondad y de amor, tú nos has prometido una vida llena de felicidad.
Aumenta en nosotros la fe y haz que animados por la esperanza de recibir lo prometido,
sepamos mantenernos siempre activos y dispuestos
a trabajar contigo en el cumplimiento de tus promesas.
Padre Nuestro, que estás en el cielo…
LECTURA COMPLEMENTARIA AMPLIAR HORIZONTES
I DOMINGO DE ADVIENTO DIOS NOS VISITA
Hoy en la Iglesia se inicia un nuevo año litúrgico, es decir, un nuevo camino de fe del pueblo de Dios. Y como siempre iniciamos con el Adviento. La página del Evangelio, nos presenta uno de los temas más sugestivos del tiempo de Adviento: la visita del Señor a la humanidad. La primera visita —lo sabemos todos— se produjo con la Encarnación, el nacimiento de Jesús en la gruta de Belén; la segunda sucede en el presente: el Señor nos visita continuamente cada día, camina a nuestro lado y es una presencia de consolación; y para concluir estará la tercera y última visita, que profesamos cada vez que recitamos el Credo: «De nuevo vendrá en la gloria para juzgar a vivos y a muertos». El Señor hoy nos habla de esta última visita suya, la que suce-derá al final de los tiempos y nos dice dónde llegará nuestro camino.
La palabra de Dios hace resaltar el contraste entre el desarrollarse normal de las cosas, la rutina cotidiana y la venida repentina del Señor. Dice Jesús: «Como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en el que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrasó a todos» así dice Jesús. Siempre nos impresio-na pensar en las horas que preceden a una gran calamidad: todos están tranquilos, hacen las cosas de siempre sin darse cuenta que su vida está apunto de ser alterada. El Evangelio, cier-tamente no quiere darnos miedo, sino abrir nuestro horizonte a la dimensión futura, más grande, que por una parte relativiza las cosas de cada día pero al mismo tiempo las hace preciosas, decisivas. La relación con el Dios que viene a visitarnos da a cada gesto, a cada cosa una luz diversa, una profundidad, un valor simbólico.
Desde esta perspectiva llega también una invitación a la sobriedad, a no ser dominados por las cosas de este mundo, por las realidades materiales, sino más bien a gobernarlas. Si por el contrario nos dejamos condicionar y dominar por ellas, no podemos percibir que hay algo mu-cho más importante: nuestro encuentro final con el Señor. Y las cosas de cada día deben tener ese horizonte, deben ser dirigidas a ese horizonte, a ese encuentro con el Señor que viene por nosotros. En aquel momento, como dice el Evangelio, «estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado». Es una invitación a la vigilancia, porque no sabiendo cuando Él vendrá, es ne-cesario estar preparados siempre para partir.
En este tiempo de Adviento estamos llamados a ensanchar los horizontes de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus novedades. Para hacer esto es necesario aprender a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas consolidados, porque el Señor viene a la hora que no nos imaginamos. Viene para presentarnos una dimensión más hermosa y más grande. (Papa Francisco)