LECTIO DIVINA 32º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO ‘C’ 10/11

32º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO  ‘C’     10/11

De la mano de San Lucas, el año litúrgico va llegando a su fin, y con él también su relato via-jero, de la subida de Jesús a Jerusalén, término de su vida terrestre. Por eso el tema que nos acompañará en estos tres últimos domingos de nuestro año cristiano, será el tema del paso a la vida nueva.
La Iglesia, fiel a la herencia de su Señor, no pretende encerrar, entre miedos y amenazas, la libertad del hombre. No obstante, no por ello puede callarse sobre la suerte feliz o infeliz que a todos nos espera en la tierra definitiva, en ese hogar del Padre Dios, en el que Jesús nos ha preparado una morada.

Habrá un momento de gran verdad para todos, un momento en el que hará la verdad sobre nuestra vida: el momento de la muerte. Entonces, desnudos de poses y de intereses creados, podremos verificar aquello que decía san Francisco: “somos lo que somos ante Dios, y nada más”  La eternidad ya ha comenzado para nosotros con la vida. Somos inmortales. Vivir te-niendo presente este momento significa vivir con la voluntad de no querer improvisarlo como quien se resiste ante un encuentro indeseado pero inevitable. Más bien es vivir en lo cotidiano, siendo lo que somos en la mente y en el corazón de Dios, es decir, realizando su diseño, su designio sobre nosotros, su proyecto sobre todos y cada uno. Nuestro corazón nos reclama que las cosas más bellas, las más amadas, empezando por la misma vida y el mismo amor, no tengan ocaso. Este es nuestro destino feliz, bienaventurado y dichoso, que ha comenzado ya aunque todavía no haya llegado a su plena manifestación.

ORACION INIICIAL

Señor, en aquel tiempo los saduceos se acercaron a Ti
para preguntarte sobre la resurrección.
Hoy también me acerco yo a Ti
para pedirte que renueves mi fe,
mi esperanza y mi amor en la vida eterna
que me prometes.

TEXTO BÍBLICO Lc. 20. 27-38

“Se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano”.
Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos El segundo y el tercero se casa-ron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mu-jer».
Jesús les dijo: «En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».

LECTURA
La mayoría de los saduceos eran judíos que formaban parte de las familias sacerdotales siendo considerados como miembros de la alta sociedad judía. Apoyaron a los sumos sacer-dotes y posteriormente a los gobernadores romanos. Eran de naturaleza religiosa, como los fariseos.

Los saduceos no creían en la resurrección de los muertos porque solo aceptaban como escri-tura sagrada la Torá (nuestro Pentateuco) y rechazaban los profetas, la literatura sapiencial y los demás escritos, donde sí se encuentra explícitamente la creencia en la resurrección.

Esta es la tarjeta de presentación de los interlocutores de Jesús en este evangelio. A más de uno le dejará perplejo el caso que proponen a Jesús. ¿Siete hermanos casados con la misma mujer? A nuestra mentalidad moderna nos extraña esta práctica judía. Pero la  ley del levirato judía  establecía lo que los saduceos plantean a Jesús.
Lo que hay de fondo no es una cuestión legal, sobre los derechos de la viuda o de la familia. El centro de este evangelio es la creencia o no en la resurrección de los muertos,  pilar básico, fundamental e insustituible de nuestra fe.

Los saduceos han llevado al extremo la ley para poner en problemas a Jesús. Sin embargo, el Señor no entra en polémica y les instruye para que caigan en la cuenta de que los esquemas del mundo no se pueden aplicar sin más a la vida futura. No es la resurrección una mera continuación de nuestra vida en la tierra. Sino una vida totalmente nueva y distinta.
No se trata tanto de saber cómo será la resurrección, cuanto de creer y esperar en ella. Al inicio de sus palabras dice Jesús: “los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la re-surrección“. Desde estas palabras de Jesús, ¡qué maravilloso regalo será poder participar un día de esta vida futura y de la resurrección! ¡Poder experimentar la plenitud de la vida, el final del camino de todo hombre, poder mirar cara a cara a Dios, poder gozar de la compañía del Dios de la vida! Ni siquiera Moisés pudo contemplar toda la gloria de Dios. El que resucite en Cristo sí podrá. No es este evangelio cuestión de matrimonios repetidos o estériles…trata de la mayor esperanza que un hombre puede imaginar. Resucitar para vivir para siempre con Dios.

MEDITACION

El Señor nos plantea, “un después”, “algo más” después de la vida,
•    ¿es este un tema que te planteas y lo hablas?,
•    ¿buscas ayudar a otros a que vivan su experiencia de fe, como una búsqueda del Se-ñor, en vista al encuentro definitivo con Él?
El saber que en la otra vida, que estaremos en la presencia de Dios, para participar de su vida y así ser plenificados en su amor
•    ¿te ayuda a vivir con más convicción, con más alegría e intensidad aquello en lo que crees?
El saber que estas llamado/a a estar delante de Dios,
•    ¿te da fuerzas para dar testimonio de tu fe y así mostrar con tu vida que el Señor es todo para ti?
Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Dios es vida, no sólo es el Creador de todo cuanto existe. Sus hijos, participamos de su misma vida, de su amor
•    ¿esto te ayuda a confiar más en Él, a esperar todo de Él, a darle tu vida y buscar en Él consuelo, ayuda y fortaleza?

ORACION

Ayúdanos Señor a valorar y descubrir todo lo que Tú nos tienes preparado.
Danos Señor la gracia de vivir con la mirada puesta en ti, pero con el corazón
y los pies aquí en la tierra, realizando tu voluntad.
Gracias Señor, por el amor que nos tienes.
Gracias porque Tú eres un Dios compañero y amigo,
que siempre estás a nuestro lado.
Gracias Señor, porque quieres que te conozcamos.
Y conociéndote tengamos la vida que sólo Tú nos das.
Gracias Señor.

CONTEMPLACION
Las primeras generaciones cristianas mantuvieron esa actitud humilde y honesta ante el mis-terio de la “vida eterna”. Pablo les dice a los creyentes de Corinto que se trata de algo que “el ojo nunca vio ni el oído oyó ni hombre alguno ha imaginado, algo que Dios ha preparado a los que lo aman”.
El rasgo más preocupante de nuestro tiempo es la crisis de esperanza. Hemos perdido el horizonte de un futuro último y las pequeñas esperanzas de esta vida no terminan de conso-larnos. Este vacío de esperanza está generando en muchos la pérdida de confianza en la vida. Nada merece la pena.
En estos tiempos faltos de esperanza, los creyentes tenemos que ratificarnos en que ese Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado y por el que muchos siguen preguntando, es el fundamento último en el que podemos apoyar nuestra confianza radical en la vida.
¿La fe se nos está quedando ahí, arrinconada en algún lugar de nuestro interior, como algo poco importante, que no merece la pena cuidar ya en estos tiempos? Ciertamente no es fácil creer, y es difícil no creer. Mientras tanto, el misterio último de la vida nos está pidiendo una respuesta lúcida y responsable.
¿Quieres permanecer abierto al Misterio último de la existencia confiando que ahí encontra-remos la respuesta, la acogida y la plenitud que andamos buscando ya desde ahora?

ACCIÓN

El Señor es un Dios de vivos y no de muertos que nos llena de su amor y de sus gracias.
     Concreta cómo puedes corresponder al amor que te tiene.
     Procura dar ánimos y motivos de esperanza a aquellos que se encuentran desespe-ranzados.
     Trabaja a favor de la vida, de toda vida: corporal, sicológica, moral, espiritual…
     La vida eterna es fruto de nuestras elecciones y opciones, de cómo vamos viviendo en esta vida, ¿de qué manera puedes prepararte para que cuando el Señor te llame te encuentre bien dispuesto/a y con las manos llenas de buenas obras?