19º SEMANA durante el año
Lunes 12 de agosto
Mateo 17,22-27 Jesús dijo a sus discípulos: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará». Y se entristecieron mucho”.
La misión de traer la redención al mundo fue el motivo principal de la vida de Jesús. En el transcurso de su apostolado, Cristo dijo a sus discípulos que cumpliría su misión mediante el sufrimiento, la muerte y la resurrección. Con anterioridad, Jesús les había dicho a tres de sus discípulos que tendría que sufrir y una vez más, estando aún en Galilea, profetizó su propia muerte. Los apóstoles podían ver que Jesús era humano, pero también creían que venía de Dios. Por consiguiente, se sentían apenados y desconcertados a la vez, por el anuncio de que le darían muerte. Por esta razón, Jesús consideró que era necesario reafirmar su divinidad y señalar que la muerte no significaba el fracaso de su misión, sino en realidad el precio de la salvación de todos los hombres.
El episodio del impuesto para el templo, del que se habla en el Evangelio, nos ayuda a com-prender la manera de actuar de Jesús que, para no escandalizar a su pueblo, pide a Pedro que pague el impuesto.
Martes 13 de agosto
Mateo 18,1-5.10.12-14 “…no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo, que se pierda ni uno de estos pequeños».
La expresión,’ los pequeños’, en el evangelio de hoy, no se refiere sólo a los niños, sino a las personas sin importancia en la sociedad. Jesús pide que los pequeños, estén en el centro de las preocupaciones de la comunidad, porque “el Padre quiere que ni uno sólo de estos pequeños se pierda” Los discípulos siguen preguntando quién es el mayor en el Reino. El sólo hecho de preguntarlo indica que no han entendido el mensaje de Jesús. La respuesta que les da Jesús, es para que se entienda que entre sus seguidores tiene que primar el espíritu de servicio, de entrega, de perdón, de reconciliación y de amor gratuito, sin buscar el propio interés.
Los discípulos quieren un criterio para poder medir la importancia de las personas en la co-munidad y Jesús responde que el criterio son los niños que no tienen importancia social, no pertenecen al mundo de los mayores. Los discípulos, en vez de crecer por encima o hacia el centro, deben crecer hacia abajo y hacia la periferia. ¡Así serán los mayores en el Reino! Y el motivo es éste: “El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.” El amor de Jesús por los pequeños no tiene explicación. Los niños no tienen méritos, son ama-dos por todos por ser niños. Aquí se manifiesta la pura gratuidad de Dios que pide ser imitada en la comunidad por los que creen en Jesús.
Miércoles 14 de agosto S. Maximiliano Kolbe, mártir (MO)
Mateo 18,15-20 “… si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, … lo conse-guirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
Jesús nos enseña el valor de la fraternidad y lo hace mencionando que no debemos darnos por vencidos para ayudar a un hermano, para que éste no se pierda en su caminar. Jesús nos propone la dinámica de ir involucrando a otros hermanos de la comunidad, en el caso que nuestra orientación y/o consejos no resulten. Toda ofensa individual divide y perjudica a la comunidad. En la misma medida, el perdón y la reconciliación la une y la sana. La respon-sabilidad del perdón es individual, pero también comunitaria, hasta el punto que Dios aprueba, lo que la comunidad ate o desate. El texto de hoy también nos enseña que debemos afe-rrarnos a nuestra fe y estar plenamente convencidos que si le pedimos al Señor alguna cosa, con una fe verdadera, todo se va a conseguir.
Espíritu Santo, manifiéstate en nosotros, abre nuestra mente y nuestro corazón a la palabra de Dios, ayúdanos a comprometernos con el mensaje del Evangelio, pero sobre todo a ponerla en práctica. Amén.
Jueves 15 de agosto ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA (S)
Lucas 1,39-56 “…mi espíritu se alegra en dios mi salvador…”
Hoy celebramos que María ha subido al cielo y desde allí intercede por todos y cada uno de nosotros. San Pablo, en la Carta a los Corintios nos recuerda que Cristo ha resucitado, que él es la primicia, el primero que como hombre disfruta ya de una vida que no tiene fin. María –proclama la liturgia de este día– ya está gozando de esta realidad y, desde ella, sigue pre-ocupándose de todos sus hijos, de cada ser humano.
El evangelio presenta a María visitando a su prima Isabel, haciendo un largo viaje para po-nerse a su servicio. Corre a alegrarse con ella, pero sobre todo a ayudarla, a atenderla en lo que necesite. María es una mujer servicial, atenta a las necesidades ajenas, y este papel sigue ejerciéndolo, de una forma amorosa, en el cielo. Ella «canta», «proclama» las grandezas de Dios, un Dios que está del lado de los humildes, de los hambrientos, de los pobres. Un Dios amor: amor misericordioso, amor fiel. Por eso celebramos que desde el cielo sigue atenta a nuestras necesidades y nos muestra un Dios entrañable.
A ella hoy le decimos Bendita Madre de Dios, bendita desde siempre, bendita y hermosa para siempre. En ti confiamos y creemos que cuando falte el vino, estarás para decir a tu hijo: hijo, les falta el vino de la alegría, de la paz, del amor, de la serenidad y nos dirás a nosotros: hagan lo que les pide mi hijo.Gracias Madre, porque desde el cielo, te llegas a la tierra para alentarnos siempre, para mimarnos, para hacernos sentir tu amor, el mismo amor a los hermanos de tu hijo, que a tu hijo mismo.
Viernes 16 de agosto San Roque (ML)
Mateo 19,3-12 “… lo que Dios unió no lo separe el hombre…”
En el párrafo del Evangelio de hoy, se nos presenta un diálogo entre Jesús y algunos fariseos que le plantean, evidentemente, no para descubrir la verdad sino simplemente para ponerlo a prueba, esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?". Esto es un tema de muchísima actualidad, que tenemos que ir pensándolo bien. La respuesta que Jesús les da no es desde el sentimentalismo, tampoco entra a cuestionar la pregunta, sino que le da una respuesta partiendo de la Palabra de Dios.
Ante la cuestión del divorcio y del repudio, Jesús se remonta el origen al plan de Dios; su indisolubilidad nace del amor entregado, consagrado y bendecido. Pensar en el repudio des-truye la fuente del amor. Así como el matrimonio da respuesta a una vocación y no a una pa-sión así también el que decida ser célibe, no lo hace por una renuncia sino por una llamada distinta al amor. Concluyamos nuestra meditación diciendo: Señor, fuente del Amor, danos fidelidad a tu llamada. Haznos testigo de nuestra vocación personal, amando cada día más.
Sábado 17 de agosto
Mateo 19,13-15: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan”.
El Señor enseña que la condición para poseer el Reino de los Cielos, es hacerse como niños, tener un alma de niño, con sencillez al orar, al pedir lo que se necesita, tener una vida sencilla y simple, con humildad de corazón, transparencia y verdad en la palabra. Así las cosas, cuando uno se acerca a Jesús debe dejarse abrazar, bendecir e imponer las manos de Él, pues quiere inundar todo el ser de paz, alegría y amor. Jesús quiere estar unido a cada ser humano, quien debe abandonarse en sus brazos, porque todo cristiano debe anhelar la llegada del Reino de Dios a su vida; sin embargo, la venida y unión de Dios en el alma no es una conquista humana ni se obtiene por propios esfuerzos. El Reino de Dios es un don gratuito que se recibe de parte de Dios, que como buen Padre lo quiere dar a toda la humanidad. De ahí que para acoger ese don hay que ser niño; es decir, saberse siempre hijo pequeño e indefenso en los brazos de Dios, lo cual se alcanza con la humildad y la confianza que permi-ten tener la capacidad de recibir ese obsequio tan precioso.
”Con la confianza y la sencillez de un niño pequeño, me entrego a Ti, Señor Jesús, mi Maestro; Te dejo una libertad absoluta de guiar mi alma. Guíame por los caminos que Tu quieras; no voy a averiguarlos. Te seguiré confiadamente. Tu Corazón misericordioso lo puede todo.”¡Jesús, en Ti confío!(S. Faustina)
Domingo 18 de agosto (20 domingo durante el año)
Lucas 12,49-53 "He venido a traer fuego a este mundo, y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, y qué angustia hasta que se cumpla!
El evangelio de hoy nos presenta un Jesús que le dice a sus discípulos: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra y cómo desearía que estuviera ardiendo” Es decir se nos presenta un rostro quizás poco conocido de Jesús; que es el del corazón apasionado, es aquel que se manifiesta como el que tiene un corazón ardiente, un corazón que arde y que desearía que ese fuego que siente en el corazón arda también en el corazón de todos lo que lo están es-cuchando, principalmente sus discípulos.
El fuego nos manifiesta la pasión no las cosas que nos apasionan; aquello por lo cual nosotros nos queremos jugar por entero la vida. Jesús también lo tiene y lo siente en el fondo de su corazón: es una pasión que lo alimenta, que lo motoriza, que lo motiva, que ni él mismo puede aplacar. Y es el amor: el amor al Padre y el amor que vea consumada su obra, el amor al Reino de los Cielos instaurado definitivamente en la tierra y el amor a los pobres, a los pe-queños, a los sencillos y a los humildes. El Corazón de Cristo es un Corazón que ama, que siente, que se enciende de amor por todos nosotros.