LITURGIA SEMANAL 2 ª SEMANA DE ADVIENTO

2 ª SEMANA DE ADVIENTO

Lunes 9 de diciembre
Lucas 5,17-26   El Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados»

El evangelio de hoy narra el milagro del paralítico al que sus amigos  transportaron en la camilla al encuentro con Jesús.  Ellos, seguramente ya conocían al Maestro y su fe y su  confianza en Él era grande, por lo que no dudaron en vencer obstáculos que tenían por delante para acercar al enfermo a Jesús. El Señor se tiene que haber sentido gratamente impresionado por la audacia de estos amigos que no se echaron atrás ante las primeras dificultades, ni lo dejaron para otra ocasión más oportuna. ¡Es una gran lección para los que nos consideramos cris-tianos!
En este tiempo de adviento se nos llama a una espera activa, pues en nuestro caminar, al igual que los amigos del relato, también encontraremos situaciones complejas, resistencias más o menos grandes, que estamos llamados a superar con fe y astucia para que se obre el milagro de Dios. En esta segunda semana de adviento estamos llamados a ser portadores de esperanza.  Nos podemos preguntar ¿sería capaz de ayudar a “ese paralítico” que necesita de mi amistad comprometida e ingeniosa? ¿Tengo tanta fe?

Martes 10 de diciembre
Mateo 18,12-14  “Supongamos que un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una: ¿no dejará las noventa y nueve en la desnivel para ir a buscar la extraviada? Y si llega a encontrarla, os aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve no extraviadas".

Dejar las noventa y nueve, para ir detrás de la oveja perdida, es la manera en que Jesús des-taca que la gente con que quiere encontrarse es pecadora;  todos somos pecadores y Jesús se alegra cuando volvemos, y también nosotros estamos alegres. La verdadera alegría cristiana es la alegría del pecador perdonado. El rey salvador y pastor, es en sí mismo compasión y misericordia. Ninguno de los que están a su cargo es una pura estadística. El corazón  del Pastor está dolido y totalmente preocupado si incluso uno de ellos falta. Es el pastor, que no descansará hasta que haya encontrado al extraviado. ¿Cómo supo el dueño que de entre cien ovejas una estaba perdida? ¿Por qué dejó las 99 solas y salió en busca de la que estaba per-dida? La respuesta está contenida en esta maravillosa sentencia: “no era la voluntad del Padre del cielo que uno de esos pequeños se perdiera”. Aferrémonos a la última afirmación: “El Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños”
Danos, Señor, tu gracia para no despreciar al hermano que se desvía del camino; ayúdanos a dedicarle tiempo, delicadeza, ayuda fraterna; y llénanos del gozo de ver al hermano en tus brazos.

Miércoles 11 de diciembre
Mateo 11,28-30  Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados”

Cuando Jesús recorría los caminos de Galilea anunciando el reino de Dios y curando a mu-chos enfermos, sentía compasión de la muchedumbre, porque estaba extenuada y abando-nada, como ovejas sin pastor. Esa mirada de Jesús parece extenderse hasta hoy, hasta nues-tro mundo. También hoy se extiende sobre tanta gente oprimida por condiciones de vida difícil y también desprovista de válidos puntos de referencia, para encontrar un sentido y una meta a la existencia. La mirada de Cristo se posa sobre todos, sobre cada uno de estos hijos del Padre que está en los cielos, y repite: «Vengan a mí todos…». Jesús promete que dará a todos «descanso», pero pone una condición: «Tomen mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón».  El «yugo» de Cristo es la ley del amor, es su mandamiento, que ha dejado a sus discípulos.
Que la Virgen nos ayude a «aprender» de Jesús la humildad verdadera, a tomar con decisión su yugo ligero, para experimentar la paz interior y ser, a nuestra vez, capaces de consolar a otros hermanos  que recorren con fatiga el camino de la vida.

Jueves 12 de diciembre     Nuestra Señora de Guadalupe Patrona de América (F)
Lucas 1,39-48   Feliz de ti Por haber creído.

“En la anunciación, en la casa de Nazaret, María recibe al ángel de Dios, y atenta a sus palabras, lo acoge y responde al designio divino, expresando su total disponibilidad: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra". María, por la misma actitud interior de escucha, es capaz de leer su propia historia, reconociendo con humildad que es el Señor el que actúa. En la visita a su pariente Isabel, prorrumpe en una oración de alabanza y de alegría, de celebración de la gracia divina, que ha llenado su corazón y su vida, haciéndola la Madre del Señor. En el cántico del Magníficat, María no ve solo lo que Dios ha hecho en ella, sino también lo que hizo y hace continuamente en la historia. En un comentario sobre el Magníficat, San Ambrosio invita a todos  a tener el mismo espíritu de María  en la oración, y dice: "Que en cada uno esté el espíritu de María para alabar al Señor, y que  en cada uno, esté el espíritu de María para enaltecer a Dios". (Benedicto XVI)

     Nuestra Señora de Guadalupe Patrona de América
A mitad del Adviento que nos prepara y nos lleva de la mano a la celebración de la venida de Cristo, nos encontramos con la fiesta de Ntra. Sra. de Guadalupe. Celebrar a María nos ayuda a prepararnos mejor a la espera del Señor, porque ella es la Virgen del Adviento, es la que esperó de singular manera la llegada de Jesús, es la maestra y el modelo de la esperanza. La venerada imagen de la Morenita del Tepeyac, de rostro dulce y sereno, impresa en la tilma del indio Juan Diego, se presenta como «la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive»  Ella evoca a la “mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza…”  Bendita sea aquella que nos dijo en Juan Diego, llena de ternura y como un delicadísimo reproche de amor: Oye, hijo mío, lo que te digo ahora: no te moleste ni aflija cosa alguna, ni temas … ¿No estoy aquí yo que soy tu madre? ¿No estás debajo de mi sombra y amparo? ¿No soy yo vida y salud? ¿No estás en mi regazo y corres por mi cuenta? ¿Tienes necesidad de otra cosa?

Viernes 13 de diciembre    Santa Lucía  (MO)
Mateo 11,16-19 “"¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo del Hom-bre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecado-res."

En este comentario de Jesús, lleno de frustración, podemos captar cómo lo veía la gente de su tiempo. Diferente a Juan Bautista, Jesús comía y bebía como un hombre normal, y sus amigos eran considerados de mala fama. Desde el comienzo de su vida pública, aquellos que no creyeron en su prédica, no encontraron nada divino en su semblante. Era una persona muy semejante a todos.
Señor, nos consuela que hayas sido como nosotros. Ojalá podamos encontrarte en nuestro trabajo y en la rutina de nuestra vida.

** Memoria de Santa Lucía  A la Santa se le ha representado con dos ojos en una bandeja, porque en el martirologio se afirma que le arrancaron los ojos por proclamar firmemente su fe. Según la tradi-ción, cuando la santa era niña hizo a Dios el voto de permanecer siempre pura y virgen, pero cuando llegó a la juventud, su madre quiso casarla con un joven pagano. Lucía finalmente obtuvo el permiso de no casarse, pero el joven pretendiente, rechazado, dispuso como venganza acusarla ante el gobernador de que la santa era cristiana, religión que estaba totalmente prohibida en esos tiempos de persecución. Santa Lucía fue llamada a juicio; fue atormentada para obligarla a adorar a dioses paganos, pero ella se mantuvo firme en su fe, y por este motivo fue decapitada.

Sábado 14 de diciembre    San Juan de la Cruz  (MO)
Mateo 17,10-13  “Elías debe venir a poner en orden todas las cosas; pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron”
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Los discípulos están desconcertados por las palabras de Jesús. Ellos creían, como el pueblo de Israel, que Elías debía volver antes de la llegada del Mesías. En el evangelio de hoy, Jesús tiene un diálogo con sus discípulos y trata de motivarlos diciéndoles que el trabajo de Elías, ya ha sido terminado por Juan Bautista, y les dice, además, que Elías ya ha venido en Juan Bau-tista, que no lo han reconocido y que así lo han tratado. Jesús se denominaba a sí mismo “Hijo del Hombre”. El título hace alusión a su pasión y su vuelta gloriosa. Todos los seres humanos experimentan sufrimiento y muerte, como él lo experimentó.
Durante este adviento, la Palabra nos invita  a leer los signos de los tiempos, a reconocer las visitas de Dios en nuestra historia, en la vida cotidiana y en lo acontecimientos que van suce-diendo. Precisamente, la Navidad es la visita inesperada de este Dios que, se hace uno de no-sotros. Y sólo teniendo el corazón atento y disponible; solo sabiendo captar este lenguaje inédito de Dios, podremos recibir la buena noticia que nos trae la Navidad.

**Memoria de San Juan de la Cruz, Nació el 24 de junio de 1542 en Fontiveros, Ávila. A la muerte de su padre la familia quedó en la miseria. Su madre trabajó en oficios domésticos en un convento.
Juan cursó estudios en la Compañía de Jesús aunque ingresó en la Orden de los carmelitas en el año 1563 y estudió en la Universidad de Salamanca hasta su ordenación como sacerdote. En septiembre de ese mismo año se encuentra con Santa Teresa, quien le habla del proyecto de la Reforma de la Orden y le integra en el movimiento reformador. Sus intentos de reforma monástica lo llevaron a sufrir prisión en Toledo, durante la cual compone los versos del Cántico espiritual. Escapa de la cárcel y se refugia en un monasterio. Sigue con la obra de la Reforma carmelitana fundando diversos conventos.  Falleció en Úbeda el 14 de diciembre en 1591. Fue canonizado en 1726 por el papa Benito XIII y declarado Doctor Místico de la Iglesia por Pío Xl en 1926.

Domingo 15 de diciembre   (3º de adviento)
Mateo 11,2-11 “Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro”

Juan Bautista, desde la cárcel, envía a sus discípulos a hacerle una pregunta muy clara Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?». El Bautista había presentado al Mesías como un juez que habría instaurado finalmente el reino de Dios y purificado a su pueblo: «ya está el hacha puesta a la raíz…; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego». Cuando Jesús inicia su misión pública con un estilo distinto, Juan sufre porque se encuentra sumergido en una doble oscuridad: en la oscuridad de la cárcel, y en la oscuridad del corazón. No entiende este estilo de Jesús y quiere saber si verdaderamente es el Mesías, o si se debe esperar a otro.  Y la respuesta de Jesús parece, a simple vista, no corresponder a la pregunta de Juan. De hecho, Jesús dice: «vayan  y cuenten a Juan lo que oyen y ven … “
Jesús declara que es el instrumento concreto de la misericordia del Padre, que sale al en-cuentro de todos llevando la consolación y la salvación, y de esta manera manifiesta el juicio de Dios. Los ciegos, los paralíticos, los leprosos, los sordos recuperan su dignidad y ya no son excluidos por su enfermedad, los muertos vuelven a vivir, mientras que a los pobres se les anuncia la Buena Nueva. Todo esto es como la síntesis del actuar de Jesús, que de este modo hace visible y tangible el actuar mismo de Dios.
La justicia que el Bautista ponía al centro de su predicación, en Jesús se manifiesta en primer lugar como misericordia. Y las dudas del Precursor sólo anticipan el desconcierto que Jesús suscitará después con sus obras y con sus palabras. Se comprende, entonces, el final de la respuesta de Jesús. «¡Y dichoso aquel que no se escandalice por mí!».