31º domingo del tiempo ordinario ‘L’ 3/11
La ciudad de Jericó, deliciosa villa en medio del desierto, a once kilómetros de río Jordán, con sus frescos manantiales y sus plantaciones de palmeras, está convulsionada. Jesús, el famoso profeta, ha llegado, y toda la ciudad se vuelca para verlo. En este ambiente festivo, Lucas -único que lo narra- nos presenta un hecho sencillo, cargado de humildad y de alegría: el encuentro de Jesús con el publicano Zaqueo, presentado por Lucas con dos rasgos: es "jefe de publicanos y rico", doble inconveniente para entrar en el reino. Tenía poder y dinero, y muy mala fama. Era un hombre odiado por todos.
Zaqueo "era bajo de estatura": un hombre de espíritu ruin, objeto de envidia y de resentimiento. Tendrá que subirse a un árbol para sentirse un poco más "grande" y poder ver a Jesús.
Un día, sin saber con claridad el cómo ni el porqué -así son las conversiones-, una mirada le traspasó el corazón, encontró a alguien que lo amó y creyó en él.
INVOCAMOS AL ESPÍRITU SANTO
Pidamos al Espíritu de Dios que venga sobre nosotros para que escuchemos Su Palabra, comprendamos lo que nos quiere decir y pongamos por obra lo que nos diga, lo hacemos por medio de aquella llena de gracia, que escucho la Palabra y la puso por obra:
Dios te salve María…
Espíritu Santo
llena de alegría y paz mi corazón
y da sabiduría a mi mente
para poder entender la Palabra de Dios.
Amén.
Evangelio según Lucas 19, 1-10
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más». Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
LECTURA, ¿Qué dice el texto?
Zaqueo quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa».
Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
¿Analizando este texto del Evangelio, cuáles son las palabras o frases o actitudes que llaman tu atención?
MEDITACIÓN, ¿Qué nos dice Dios en el texto?
Nuevamente nos encontramos con la necesidad de querer ver a Jesucristo, pero encontramos una multitud de obstáculos, problemas, limitaciones, pero pese a todo ello el Señor siempre nos mira y nos dice: «hoy tengo que alojarme en tu casa, en todo lo que es nuestra vida», aunque estemos o nos sintamos perdidos.
¿Creo que el Señor siempre aún siendo uno de los perdidos está ahí listo para decirme yo quiero estar en tu vida?
¿Cuál es tu meditación, tu reflexión personal teniendo presente el texto del Evangelio de hoy ?
ORACIÓN, ¿Qué le decimos a Dios?
Señor, te pido que me des la fuerza, la actitud, para que aún en medio de tantos obstáculos, problemas y limitaciones, tenga el deseo de salir a buscar tu mirada, tus palabras que me confortan, que me rescatan y me dan ese sentido de amor y de seguir adelante; Señor, qué-date en mi casa, en mi vida y nunca te vayas.
Teniendo presente el mensaje de este texto, formula tu oración personal.
Cada uno expresa sus intenciones. …. Amén.
CONTEMPLACIÓN, ¿Cómo interiorizamos la Palabra de Dios?
Contempla cómo se va construyendo el Reino. Porque Dios reina precisamente perdonando y salvando a los que andan perdidos. Y solamente quien acoge en su casa esta misericordia tan inmerecida puede de verdad experimentar la alegría de la conversión.
Repetimos «Hoy tengo que alojarme en tu casa«
Elige una palabra o frase o párrafo o actitud que te ayude a recordar este texto evangélico durante la semana
ACCIÓN, ¿a que me comprometo con Dios?
• En cada uno de nuestros problemas, obstáculos o limitaciones, busquemos la mirada del Señor y pidámosle que saque esto de nuestra vida y él se quede en nosotros.
• Invitemos al Señor a nuestra casa, a nuestra vida y démosle cada uno de nuestros problemas y limitaciones para que el los tome como amo y Señor de casa.
¿Cuál es la acción concreta que te invita a realizar el Evangelio de este día?
LECTURA ADICIONAL
MEDITACION PARA LC 19,1-10...
Todas las personas honorables, piadosas, patriotas... de Jericó han subido al encuentro de Jesús. Pero él se fijará en un hombre acurrucado en un árbol y se invitará a su casa para quedarse en ella.
Ha descubierto en él, algo que no veía en los demás. Es el encuentro de dos hombres que se estaban buscando desde hacía tiempo. Zaqueo buscaba a Jesús, no con la mirada superficial de los curiosos, sino con esa mirada cargada de sentimientos, de preguntas, de búsquedas. Quería ver a Jesús, pero sin ser visto.
Jesús le estropea el espectáculo y le propone otro que no estaba en el programa. Zaqueo tiene que bajar del árbol: Jesús será su huésped, rompiendo todos los esquemas sociales y religiosos: comer y alojarse en casa de un pecador público. Zaqueo jamás se hubiera atrevido a formular tal invitación.
Jesús lo ha mirado con plena conciencia porque la conversión es un encuentro personal en el que cada interlocutor expresa todo lo que tiene dentro: miseria o misericordia, pecado o perdón.
Zaqueo quizá vivía así porque nadie lo había tomado en serio, porque nadie lo había amado. ¿Cómo entrar en comunión con los demás sin amarles? Y ¿cómo amar sin sentirse amado?
El amor de Jesús es creador. No ama a los demás porque sean buenos, sino que los hace buenos porque los ama.
"El bajó en seguida y lo recibió muy contento". Los dos se van juntos, en medio del escándalo general. También Zaqueo debe estar muy extrañado con lo sucedido.
¿Qué pasó después? No lo sabemos. Es posible que dialogaran largamente. Es evidente que Zaqueo descubrió que las riquezas jamás le harían feliz y libre; aquel Jesús, que se había invitado a su casa, sí. Y fue consecuente.
La murmuración de los judíos no podía faltar al ver que se hospedaba en la casa de un peca-dor público. La multitud hubiera visto lógico que se hubiera dirigido primero a la sinagoga y después a la casa de uno de los principales jefes religiosos.
Jesús no teme provocar el escándalo y la crítica mordaz de los presentes cuando se trata de liberar-salvar a alguien, de ayudarle a que sea él mismo.
Afronta la crítica de los que se creen buenos y la risa de los que no aceptan su utopía, pero no cede. No vende su verdad al mejor postor, ni da culto a las apariencias, ni busca el camino fácil. Su accionar es limpio, transparente y desinteresado, porque su único interés es el bien y la libertad interior del hombre. El encuentro llegó a su punto culminante cuando Zaqueo se levantó y dijo: " la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. Zaqueo está insatisfecho de su vida y muestra con estas palabras la verdad de su conversión. Ha descubierto que aceptar a Jesús implica un cambio de actitud y de conducta. Que no bastan los buenos deseos.
La acción de Zaqueo no sólo ha repercutido en él. Afecta de manera inmediata a todos los que viven en su casa, a toda su familia. Con su gesto ha dado a todos los suyos lo mejor que puede darles: el sentido de la justicia, la honradez, el amor... Aunque hayan sido económica-mente perjudicados, Zaqueo les ha dejado la mejor de todas las herencias.
También Zaqueo, aunque degradado por los fraudes y los sucios negocios, era "hijo de Abrahán". Jesús no envidiaba las riquezas de Zaqueo; por eso no le tenía resentimiento ni odio, sino compasión. Y así había entrado en su casa sin doble intención: ni para volcar agresividad y rabia ni para pedirle dinero para sí y los suyos. Entró como hombre libre para expresar su verdad en toda su radicalidad. Le hizo descubrir la raíz de su soledad e insatisfacción, por qué lo odiaban... Finalmente, Jesús nos descubre su misión: "Buscar y salvar lo que estaba perdido".