Dimensión
Cerreta: Sencillez – Prudencia – Comunicación
Cerreta es el lugar de la sencillez, del discernimiento, de la comunicación
Cerreta nos invita a contemplar la historia, la historia de los inicios de Gianelli, marcados por el trabajo, la confianza en Dios y el amor al prójimo.
Pero también nuestra historia… y mirarla desde la esperanza
La historia humana, nuestra historia, la historia de cada uno de nosotros, de nuestras familias, de nuestras comunidades, la historia concreta que construimos día a día en nuestro colegio, nunca está terminada, nunca agota sus posibilidades, sino que siempre puede abrirse a lo nuevo, a lo que hasta ahora no se había tenido en cuenta. A lo que parecía imposible.
Estamos hablando de la esperanza…
pero no de cualquier esperanza… nos referimos a una esperanza creativa.
A la hora de ejercer nuestra creatividad debemos aprender a movernos dentro de la tensión entre la novedad y la continuidad. Es decir debemos dar lugar a lo nuevo a partir de lo ya conocido. Actuar creativamente implica hacerse seriamente cargo de lo que hay, con todos sus matices, y encontrar el camino por el cual, a partir de allí, se manifieste algo nuevo.
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Esperanza y Utopía
La esperanza se relaciona íntimamente con la utopía. Al hablar de utopías nos referimos a una proyección hacia el futuro de una constelación de deseos y aspiraciones.
La utopía toma su fuerza de dos elementos: por un lado, la disconformidad, la insatisfacción o el malestar que genera la realidad actual; por el otro, la inquebrantable convicción de que otro mundo es posible. Por eso las utopías tiene fuerza… por eso nos movilizan.
La utopía es una forma que la esperanza toma en una concreta situación histórica partiendo de la convicción en que el mundo es perfectible y de que la persona humana tiene recursos para alcanzar una vida más plena. Se plantea como un desarrollo posible, aunque por el momento sólo imaginado.
Las utopías suponen un constante “ida y vuelta”… es decir describen una sociedad, un colegio, una familia, ideal; pero inmediatamente deben volver al presente para hacer un análisis de los mecanismos o estrategias que podrían hacer posible aquel ideal. En este sentido la utopía no es pura fantasía sino una crítica de la realidad y búsqueda de nuevos caminos.
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No hay futuro sin presente y sin pasado
Es necesario proyectar utopías, pero al mismo tiempo es fundamental hacerse cargo del presente. Ser creativos no es tirar por la borda todo lo que constituye la realidad actual, por más limitada, corrupta y desgastada que ésta se presente. No hay futuro sin presente y sin pasado: la creatividad implica también memoria y discernimiento, ecuanimidad y justicia, prudencia y fortaleza. Si vamos a tratar de aportar algo a nuestra sociedad desde el lugar de la educación, no podemos perder de vista ambos polos: el utópico y el realista, porque ambos son parte integrante de la creatividad histórica.
De todas las instituciones posibles, justamente las escuelas animadas por la fe cristiana son aquellas que menos deberían resignarse y quedarse con lo “ya conocido”. Nuestras escuelas están llamadas a ser signos reales, vivientes, de que otro mundo, otro país, otra sociedad, otra escuela, otra familia es posible.
Nuestra institución está llamada a ensayar nuevas formas de relación, nuevos caminos de fraternidad, respetar a cada ser humano, una mayor apertura y sinceridad, un ambiente laboral signado por la colaboración y la valoración de cada uno, donde queden afuera las relaciones de manipulación, competencia, manejos por detrás, autoritarismos y favoritismos interesados
Pensamos en una escuela abierta a lo nuevo, capaz de sorprenderse y ella misma aprender de todo y de todos. Una escuela arraigada en la verdad, escuela que es semilla. Hablar con verdad, decir la verdad, exponer nuestros criterios, nuestros valores, nuestros pareceres. Si ya mismo nos prohibimos seguir con cualquier clase de mentira o disimulo seremos también, como efecto sobreabundante, más responsables y hasta más caritativos. La verdad pone de manifiesto lo que hay en nuestros corazones.
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La creatividad no es para mediocres.
Para enfrentar creativamente el momento actual, debemos desarrollar más y más nuestras capacidades, afinar nuestras herramientas, profundizar nuestros conocimientos. Nada se hace sin los recursos necesarios, y no sólo económicos, sino también los talentos humanos. La creatividad no es para mediocres.
La escuela que se juegue por responder a esos desafíos deberá entrar en una dinámica de diálogo y participación sabiendo que nadie tiene la suma del saber o de la inspiración, y que el aporte responsable y competente de cada uno es imprescindible.
Preocupémonos para que nuestros maestros, profesores, capellanes, directivos, administrativos, sean realmente buenos y serios en lo suyo. El espíritu es importante pero también lo es la competencia profesional. No para caer en el mito de la excelencia en el sentido competitivo e insolidario en que a veces se presenta, sino para ofrecer a nuestra comunidad y a nuestra patria lo mejor de nosotros, poniendo en juego a fondo nuestros talentos.
La creatividad que se nutre de la utopía, arraiga en la solidaridad y procura los medios más eficaces, puede sufrir todavía de una patología que la pervierte hasta convertirla en el peor de los males: el creer que todo empieza con nosotros, defecto que degenera rápidamente en autoritarismo.
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Animémonos a proponer modelos de vida a
nuestros estudiantes
Si como educadores queremos sembrar verdaderamente las semillas de una sociedad más justa, más libre y más fraterna, debemos aprender a reconocer los logros históricos de nuestros fundadores, de nuestros artistas, pensadores, políticos, educadores, pastores…
Nuestras escuelas deberían ser un espacio donde nuestros chicos y jóvenes pudieran tomar contacto con la vitalidad de nuestra historia, aprendiendo a reflexionar sobre los aciertos y errores que configuraron nuestra realidad actual.
La cultura postmoderna que todo lo diluye, ha declarado pasada de moda toda propuesta ética concreta. Presentar ejemplos valiosos de servicio, de lucha por la justicia, de compromiso con la comunidad, de santidad y heroísmo, se hace hoy más necesario que nunca.
Claves de lectura
para analizar y reflexionar en grupo:
Mons. Bergoglio nos deja 4 líneas bien claras para orientar nuestra actividad como educadores:
1)
Ser
creativos es afirmar que siempre hay algún horizonte abierto
· ¿tenemos alguna utopía referida a nuestro colegio? ¿cómo enfrentamos la tentación de resignarnos a la imposibilidad de renovar nuestras instituciones educativas?
· ¿qué elementos positivos encontramos, tanto en la sociedad como el colegio, para construir desde ellos el camino hacia la utopía?
· ¿cuáles son las circunstancias en las que, como institución educativa, hemos desplegado nuestra creatividad?
2)
Una
imprescindible misión de todo educador cristiano es apostar a la inclusión,
trabajar por la inclusión. Nuestras escuelas deben regirse por un criterio bien
definido: el de la fraternidad solidaria
· ¿se vive de alguna manera la fraternidad solidaria en los distintos niveles de relación (entre docentes, entre alumnos, entre docentes y alumnos)?
· ¿la verdad y autenticidad se encuentran presentes en las relaciones entre los miembros de la comunidad educativa?
3)
Salir
de cierta chatura, preocupándose por ser realmente buenos y serios en nuestras
tareas.
· ¿Qué problemas nuevos deberíamos enfrentar como institución?
· ¿qué hacemos para evitar el estancarnos en nuestro crecimiento humano y profesional?
4)
Ser
creativos sin descuidar el elemento de continuidad con lo anterior.
· ¿somos capaces de hacernos cargo de una relación de la que todos podemos salir cambiados?
· ¿Qué modelos de testimonio y servicio proponemos?