16º DOMINGO DURANTE EL AÑO A (19/07)
«La semilla de la mostaza es pequeñísima, pero Jesús dice que basta tener una fe pequeña, pero verdadera, sincera, para hacer cosas humanamente imposibles, im-pensables. ¡Y es verdad!» (Papa Francisco)
La Palabra de Dios que hoy escuchamos, alienta a comunidades cansadas de evangelizar y hasta un poco frustradas por el aparente fracaso de su misión. La de hoy, es una palabra que fortalece y da vigor y audacia a los testigos del Resucitado.
Hoy vamos a comprender mejor que la riqueza del evangelizador es la Palabra de Dios, del mismo modo que la semilla es la riqueza del sembrador; también nos daremos cuenta que el desafío del sembrador es la calidad de las diversas de tierras que reciben la semilla; y que el desafío del evangelizador es la complejidad de los diversos oyentes.
Desde Pentecostés nos reconocemos como Iglesia de Jesús, discípulos y misioneros, que peregrinan por los caminos del mundo anunciando el Reino. Es bueno que, reunidos con Jesús, tomemos conciencia, personal y comunitariamente, de la riqueza de la Palabra de Dios y de la capacidad de escucha de los oyentes.
TEXTO BÍBLICO Mt. 13. 24-43
«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”. Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”. Los criados le preguntan: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”. Pero él les respondió: “No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”».
Les propuso otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas».
Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta». Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
LECTURA
La primera de las parábolas nos pone ante una realidad demasiado cotidiana que es fácilmente reconocible si nos observamos a nosotros mismos y a nuestro derredor. Junto a las semillas de gracia, de bondad y amor, de justicia y paz, de libertad y verdad… hay otras semillas extrañas e incluso opuestas: violencia, egoísmo, frivolidad, maldad, injusticia, mentira y esclavitud…
Podemos caer en la tentación de los criados de la parábola: arrancar las semillas de la mala-venturanza infeliz del enemigo, para que sólo crezcan las de la bienaventuranza dichosa del amigo Dios.
¡Qué difícil coexistencia la del trigo y la cizaña, la de la gracia y el pecado! Porque Dios trabaja incansablemente por nuestra felicidad, pero no es el único “obrero” en nuestro campo. Su Reino es de paz, de justicia, de amor, de misericordia y de perdón, de fe y esperanza, de fide-lidad y comunión…, que se ha plantado en un campo (nuestra vida y la del mundo) en el que hay otro que también planta y acrecienta su semilla: la guerra, la injusticia, el desamor, la du-reza y el rencor, el descreimiento y la desesperanza, la infidelidad y la división.
Por amor al trigo hay que saber convivir vigilantes, con la cizaña: sin escandalizarse pero sin bajar la guardia, sin maldecir pero sin creer que todo da lo mismo… La confusión es uno de los males más frecuentes porque no permite advertir el error. Contamos con la ayuda de Dios y de su Espíritu que sostiene nuestra debilidad, y con la de la comunidad eclesial que nos acoge, discierne, educa y acompaña.
MEDITACION
La parábola del trigo y la cizaña afronta el problema del mal en el mundo y pone de relieve la paciencia de Dios. Porque todos sabemos que la cizaña, cuando crece, se parece mucho al trigo, y allí está el peligro que se confundan.
La enseñanza de la parábola es doble: el mal que hay en el mundo no proviene de Dios, sino de su enemigo, el Maligno. El maligno va de noche a sembrar la cizaña, en la oscuridad, en la confusión; él va donde no hay luz para sembrar la cizaña. Es astuto siembra el mal en medio del bien, de tal modo que es imposible a los hombres separarlos claramente; pero Dios, al final, podrá hacerlo.
Y aquí pasamos al segundo tema: la contraposición entre la impaciencia de los servidores y la paciente espera del propietario del campo, que representa a Dios. Nosotros a veces tenemos una gran prisa por juzgar, clasificar, poner de este lado a los buenos y del otro a los malos…
Dios mira el «campo» de la vida de cada persona con paciencia y misericordia: ve mucho me-jor que nosotros la suciedad y el mal, pero ve también los brotes de bien y espera con con-fianza que maduren. Dios es un padre paciente, que nos espera siempre y nos espera con el corazón en la mano para acogernos, para perdonarnos. Él nos perdona siempre si vamos a Él.
Gracias a esta paciente esperanza de Dios la cizaña, es decir el corazón malo con muchos pecados, al final puede llegar a ser buen trigo. Ante la cizaña presente en el mundo, el discípulo del Señor está llamado a imitar la paciencia de Dios, alimentar la esperanza con el apoyo de una firme confianza en la victoria final del bien, es decir de Dios.
Al final, en el tiempo de la cosecha, es decir del juicio… Al final todos seremos juzgados con la misma medida con la cual hemos juzgado: la misericordia que hemos usado hacia los demás será usada también con nosotros.
ORACION
Señor Jesús, quiero ser levadura…, grano de mostaza…
En el silencio de la fidelidad
En el amor total y desinteresado
En la sensibilidad y la solidaridad
En el amor gratuito y desinteresado
Dándome totalmente a los demás
Buscando siempre el bien de los otros
Dándote a conocer como nuestro Dios y Señor
Anunciando el Evangelio a tiempo y a destiempo
Amando y sirviendo
Sabiendo mirar al otro con los ojos de Dios
Teniendo amor y compasión con los otros
Buscando siempre la verdad y la justicia
Teniendo como única regla, el amor
Amando y amando hasta el final
CONTEMPLACION
Después de reflexionar el mensaje de estas parábolas, abre el corazón y exprésale al Señor todo lo que estás viviendo y el eco que estas parábolas tienen en ti.
El Señor nos invitas a aprender de Él a tener paciencia y compasión, nos compromete a actuar como Él con amor y bondad. Busquemos tener sus mismos sentimientos y saber respetar los tiempos y los procesos de los demás, siendo testigos visibles de su amor y su misericordia.
La buena semilla, la presencia de Jesús en nosotros, es activa, nos fortalece, santifica y pro-tege de los avatares del mundo. Produce el amor que combate la maldad y no se deja asfixiar por la cizaña.
Frente al mal que ves en el mundo y en ti mismo ¿cuál es tu reacción, la de los siervos o la del amo? ¿Cuáles son los signos de la presencia de Dios que consigues vislumbrar en el mundo y en tu vida? ¿Cómo contribuyes al cultivo de la buena semilla?
Dios prefiere llevar adelante su proyecto con cosas pequeñas, pobres, insignificantes y mien-tras nosotros tenemos prisa por llevar a término cuanto antes nuestros proyectos, Dios siempre sabe esperar.
Acoger la Levadura en nuestra vida es aceptar una transformación que nos haga alimento y servicio. Es tener la capacidad y la sencillez para transformar la convivencia humana desde dentro y desde el fondo, sin hacer ruido, desapareciendo en la masa, para que todo fermente.
ACCIÓN
Siembra dentro de tu entorno semillas de “mostaza” (pequeños detalles), pues siendo las más pequeñas de las semillas, cuando crezcan, darán sombra y cobijo a otros.
Dentro de la “masa” de la vida de cada día, no te olvides de introducir “levadura” pues la Palabra de Dios, hace crecer todo cuando está dentro de ti.
Jesús muestra la forma de actuar del Padre, enseñándonos cómo debemos actuar. Sé humano, paciente, compasivo y misericordioso contigo mismo y con los demás.
Sé fermento de amor y solidaridad, de alegría y paz, de comprensión y servicio, de apertura y disponibilidad para los otros. Empezando por ti mismo.
Haz de lo complejo algo sencillo, ayuda a creer, a crecer, a confiar y pon una sonrisa que todos entiendan que los amas.
Quiero ser, Señor, Levadura que fermente y cambie:
El odio, en amor; la tristeza, en alegría;
la guerra, en paz; el egoísmo, en fraternidad.
Quiero ser, Señor, Bien que luche contra el mal,
Bien que haga vivir a los demás,
Bien que indique el camino de la felicidad.
Quiero ser, Señor, Paciente frente a las prisas,
paciente ante los desaciertos,
paciente si fracaso, paciente si no cosecho.
Quiero ser, Señor, Una semilla de tu Reino,
Una semilla de tu Palabra,
Una semilla de tu Amor,
Una semilla del Cielo.