EL MILAGRO: Vuelo de golondrinas

EL MILAGRO: Vuelo de golondrinas


Hubo un día profundamente triste, en contraposición a la primavera florecida, en 1835. La peste segaba a manojos sus víctimas; en los pueblos cercanos el dolor llamaba a todos los hogares, dejando en ellos su hosca pisada.
Chiavári deseaba ser perdonada, y se apretó junto a su Arcipreste con la confianza de las causas desesperadas: “Sálvanos, tú", gritó con un nudo a la garganta. Gianelli, como un vidente, escrutó el horizonte gris y tuvo una idea. Intensificó la oración y preparó una gran procesión de penitencia pública. Siguió el acostumbrado sistema de los santos, que lograron en el pasado aplacar el cielo con la humilde expiación.
Erguido sobre un palco frente al Santuario de Nuestra Señora del Huerto, debajo de aquel árbol secular que aún hoy ha quedado como signo del favor del cielo, Antonio María, demacrado el rostro, pálido por la penitencia, descalzo y coronado de espinas, con una cuerda al cuello, rodeado de todos sus parroquianos postrados en tierra y con ellos toda Chiávari, se arrojó al suelo de rodillas, y delante del Crucifijo milagroso y delante de la Santísima Virgen, haciéndose reo de todas las culpas, oro así: "Hiere, oh Señor, al pastor, pero deja salva grey".
Y lloró y gimió, en medio del llanto y de la conmoción general.
El pueblo, arrebatado por el gesto del Pastor, comenzó a gritar arrepentido: "Señor, piedad... misericordia". Era plegaria, invocación, clamor, tormento de almas en pena entre la vida y la muerte.
Una banda de golondrinas quebró los gemidos y cruzó alegre sobre aquellos seres llenos de pánico, y se alejó rozando el techo del Santuario. La Virgen había enviado sus mensajes de alegría 
Gianelli lo intuyó y dijo: “Está concedida la gracia”, mientras del corazón aliviado y reconocido brotaba gozoso el canto del Te Deum. Las Hijas de Ntra. Sra. del Huerto, que él había fundado en el año 1829 confundidas entre la multitud, participaban íntimamente de la angustia y de la alegría comunes.
Los Chivareses aun hoy señalan el árbol, conservando allí para decir a los siglos la gloria del Santo, y llevan ahora como entonces, su imagen sobre el pecho: así lo ven, como lo vieron los viejos, como lo verán los venideros, caminar ligero por las calles de Chiávari...