III DOMINGO DE PASCUA 5/05
ORACION INICIAL
Espíritu de Dios, llénanos de tu presencia,
abre nuestro corazón,
Saca de nosotros todo lo que nos aleja de ti.
Manifiéstate y actúa en nosotros,
derrama tu amor en nuestras vidas.
Transforma todo lo que impide tu acción en nosotros.
Haznos dóciles a tu voz, ilumínanos y llénanos de ti.
Ven, ven y haznos nuevas criaturas.
Ven, ven y cólmanos de tus gracias.
Ven, ven y haz en nosotros tu Pentecostés.
Juan 21,1-19
“Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se mani-festó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo.» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Les dice Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No.» El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Les dice Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.» Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sa-biendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.» Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: "Apacienta mis ovejas." "En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras. Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.»
LECTURA Jesús se aparece en la vida cotidiana de sus discípulos para renovarles la llamada. Para hacerles comprender que, si confían en Él, la pesca, a la que están llamados, será una tarea que sobrepase las orillas de este mar y les conduzca a todos los rincones de la tierra.
Y mientras los discípulos volvían a intentar pescar algo, Él les esperó preparando las brasas, para asar los peces y para que pudieran almorzar. Habían pasado la noche entera trabajando sin resultado alguno.
Ahora al despuntar el día han entrado de nuevo en el mar, confiados en la palabra de Jesús. El resultado de esta pesca es extraordinario: 153 peces. Cifra que pretende destacar, el resultado de las acciones humanas cuando ponemos nuestra confianza en el Señor.
A continuación de esta comida nos encontramos el relato del diálogo entre Jesús y Pedro. Acabará esta escena con una palabra clave: “Sígueme”. De nuevo Jesús ratifica la llamada que hizo a Pedro y a los suyos, al inicio de su predicación.
Ahora, serán Pedro y los discípulos los que deban continuar la tarea en nombre de Jesús. Tres veces Pedro tiene la oportunidad de demostrar a Jesús su amor incondicional. Pedro se entristeció porque comprendió que un día falló a Jesús. Pero ahora le prometía que no le fa-llaría más. Y que en el caso de que volviera a caer, lo que Jesús tenía que saber era esto: “Se-ñor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero“.
MEDITACION “Salieron y entraron en la barca” ¿Estás dispuesto a hacer este recorrido de conversión?
¿Te dejas despertar por esta invitación de Jesús? ¿
prefieres seguir escondido, detrás de tus puertas cerradas por el miedo, como estaban los discípulos en el cenáculo?
¿Quieres decidirte a salir, a ir en pos de Jesús, a dejarte enviar por Él?
Hay una barca siempre para tí, hay una vocación de amor que el Señor te ha dado.
¿Cuándo te decidirás a responder en verdad?
“Y en aquella noche no pescaron nada”
¿Tienes el valor de dejarte decir por el Señor que en tí existe el vacío, que es de noche?
¿Te reconoces necesitado de Él?
Él lo sabe todo, te conoce hasta el fondo; ve que no tienes nada… pero eres tú el que tienes que llegarte a Él tal como eres. Si no das este paso no surgirá la verdadera luz, el alba de tu día nuevo.
“Simón Pedro… se echó al mar”. Ahora es tu momento. ¿Quieres tú también arrojarme en el mar de la misericordia, del amor del Padre, quieres entregarle tu vida, tu persona, tus dolores, las esperanzas, los deseos, tus pecados, tus ganas de volver a empezar? Sus brazos están preparados para recogerte
“Traed los peces que acabáis de pescar”. El Señor te invita unir su vida a la tuya. Él está hablando de personas, aquellas a las que Él quiere salvar, por tu pesca. Por esto te envía. Él te espera y espera también a todos aquellos hermanos y hermanas que pone en tu camino.
¿Estás dispuesto/a a gastar tu vida, tus fuerzas, para llevar contigo a muchos hermanos a Él?
“¿Me amas?”
¿Cómo respondes a esta pregunta?
¿Quién tiene el valor de proclamar su amor por Dios, mientras salen a relucir sus infi-delidades, sus negaciones, su historia…?
Toma prestadas las palabras de Pedro y hazlas tuyas, repítelas, rúmialas… y di a Jesús: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
ORACION
Quiero ser servidor de tu Palabra y mano abierta al hombre.
Quiero ser servidor de tu Evangelio y Buena Noticia que alegre.
Quiero ser trigo molido y racimo pisado hecho Eucaristía.
Quiero ser miembro de tu Cuerpo restaurado en la unidad de los hermanos.
Quiero ser ‘enviado’ en nombre tuyo, Señor Jesús.
Quiero ser creyente entre los creyentes reunidos en tu Espíritu.
CONTEMPLACION Lo que más conmueve de esta página del Evangelio es que Jesús per-manece fiel a la promesa realizada a Pedro, a pesar de que Pedro había sido infiel a la pro-mesa hecha a Jesús de no traicionarle jamás, aún a costa de la vida. La confianza y el perdón del Maestro han hecho de Pedro una persona nueva, fuerte, fiel hasta la muerte.
Si aprendiéramos la lección contenida en la forma de obrar de Cristo con Pedro, dando con-fianza a alguien después de que se ha equivocado una vez, ¡cuántas personas menos fraca-sadas y marginadas, habría en el mundo! El diálogo entre Jesús y Pedro hay que trasladarlo a la vida de cada uno de nosotros. «Interrogando a Pedro, Jesús interrogaba también a cada uno de nosotros». «¿Me amas?» se dirige a cada discípulo.
El cristianismo es una relación de amistad con la persona de Jesús. Muchas veces, durante su vida terrena, había preguntado a las personas: «¿Crees?», pero nunca: «¿Me amas?». Lo hace sólo ahora, después de que, en su pasión y muerte, dio la prueba de cuánto nos ha amado Él. Jesús hace que el amor por Él, consista en servir a los demás: «¿Me amas? Apa-cienta mis ovejas». No quiere ser Él el que reciba los frutos de este amor, sino quiere que sean sus ovejas.
Nuestro amor por Cristo no debe quedarse en un hecho intimista y sentimental, sino que debe expresarse en el servicio de los demás, en hacer el bien al prójimo. «El fruto de amor es el servicio, y el fruto del servicio es la paz».
ACCIÓN
Como Pedro despréndete de tu túnica, símbolo de pobreza y debilidad, y tírate al agua de la confianza y entrega total a Jesús en la realidad de tu cada día.
Como Jesús Resucitado invita a otros a reconocer y vivir el perdón y la misericordia del Padre.
Agradece la llamada que hoy te ha dirigido el Señor diciéndote: “¡Tú, sígueme!”
Piensa qué cosas concreta quiere Jesús que dejes para que le sigas más fielmente.
Demuestra a las personas que te rodean que las amas de corazón, como Jesús. Ten preparadas las “brasas” de la amistad, del perdón, del acompañamiento…
A Ti, Señor, queremos seguir.
Gracias, porque sin verte, sabemos que nos amas.
Esperamos que, fiel a tu promesa,
nos darás a conocer tu rostro;
nos mostrarás la intimidad de tu vida,
la luz de tu Rostro: ¡ Dios mío!