5º DOMINGO DE CUARESMA ‘L’ 7/04
“El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”
Tenemos, ante Jesús a una mujer que, de acuerdo con la Ley, había cometido una falta que merecía la muerte. Para los escribas y fariseos, se trata de una oportunidad de oro para poner a prueba a Jesús y su fidelidad a la Ley; para Jesús, se trata de revelar la actitud de Dios frente al pecado y al pecador. Presentada la cuestión, Jesús no intenta blanquear el pecado o perdonar el comportamiento de la mujer. Sin embargo, tampoco acepta pactar con una Ley que, en nombre de Dios, genera muerte. Jesús se queda en silencio durante unos momentos y escribe en el suelo, como si pretendiese dar tiempo a los participantes en la escena de comprender lo que estaba sucediendo. Finalmente, invita a los acusadores a tomar concien-cia de que el pecado es una consecuencia de nuestros límites y fragilidades y que Dios en-tiende eso: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. Y continúa escribiendo en el suelo, esperando que los acusadores de la mujer interioricen la lógica de Dios, la lógica de la tolerancia y de la comprensión.
Cuando los acusadores se retiran, Jesús ni siquiera le pregunta a la mujer si está arrepentida: la invita, únicamente, a seguir un camino nuevo, de libertad y de paz: “Anda, y en adelante no peques más”. Por otro lado, el episodio pone de relieve, la intransigencia y la hipocresía del hombre, siempre dispuesto a juzgar y a condenar a los otros.
Jesús denuncia, aquí, la lógica de aquellos que se sienten perfectos y autosuficientes, sin reconocer que todos estamos en camino y que, en cuanto caminantes, somos imperfectos y limitados. La única actitud que tiene sentido, en este esquema, es asumir para con nuestros hermanos la tolerancia y la misericordia que Dios tiene para con nosotros. Nuestro Dios, lo dice de forma clara el Evangelio de hoy, funciona con la lógica de la misericordia y no con la de la Ley.
ORACIÓN INICIAL:
Señor Jesús, abre nuestras vidas a tu Palabra.
Envía tu Espíritu Santo y despierta nuestra inteligencia,
para que tu Palabra penetre en nuestros corazones
y podamos saborearla y comprenderla.
Danos fe en ti, para que tus palabras sean para nosotros la luz
que nos guíe por los caminos de la justicia y de la verdad.
Habla, Señor. Te escuchamos
y deseamos poner en práctica tu Palabra,
porque son vida, gozo, justicia, y paz. AMÉN.
Evangelio según Juan 8, 1-11
“Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?”. Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?”. Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante”.
LECTURA: Entender lo que dice el texto fijándose en como lo dice
El incidente está situado en los últimos días de la vida de Jesús. Enseñando en el templo, Jesús ha de afrontar un caso de adulterio.
Los acusadores exigen a Jesús que tome posición: debe escoger entre la voluntad de Dios
y su voluntad de acercamiento al pecador. O se pone en conflicto con la ley o contradice su propia predicación. Pero Jesús no habla, sabe, que le están tendiendo una trampa, y escribe en la tierra: el gesto que realiza no es esperado ni resulta concluyente.
Ante la insistencia de los acusadores, Jesús responde con la ley, citando el deber que incumbe al testigo principal de comenzar el castigo mortal. Su acierto es obvio: acudían a la ley para lograr de Jesús la condenación de adúltera, pero no están dispuestos a cumplir lo que la ley les exige: si son testigos en su contra, sean sus ejecutores. De esa forma, les hace reos de su propio juicio, siempre que estén libres de pecado. Jesús no exige a los acusadores haber sido fieles en su matrimonio, pide una fidelidad mayor, no restringida sólo al ámbito conyugal: pueden cumplir la ley, si siempre la han cumplido; pueden acusar, si no pueden ser acusados.
El gesto, repetido, de escribir en tierra, es enigmático. Pero resulta decisivo, junto a la palabra de Jesús, para lograr la absolución de la mujer. Los acusadores, iniciando por los de más au-toridad, se marchan y la mujer ha se queda a sola con el único que no la acusaba, Jesús . En realidad, aunque la mujer reconoce no haber sido condenada, lo que no hicieron sus acu-sadores fue ejecutar la sentencia: en ningún momento se pone en discusión su pecado; por eso mismo podrá ser perdonada. Bien entendido, no es perdón lo que Jesús le da; se abstiene de juzgar y, por ende, de castigar según la ley; pero, sobre todo, le concede una nueva posibilidad de vida: libre ha quedado de la condena para vivir libre de pecado. La ley conde-naba hechos pasados, la palabra de Jesús abre a un porvenir sin límites. Como su Dios, Jesús no quiere la muerte del pecador sino su conversión y vida.
MEDITACIÓN, aplicar lo que dice el texto a la vida
Los escribas y los fariseos le trajeron a una “persona” que había sido sorprendida en “pecado” y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta “persona” ha sido sorprendida en flagrante “pecado”.
Moisés, en la ley, nos ordenó apedrear a esta clase de “personas”. Y tú, ¿qué dices?”.
A veces nos creemos que no tenemos pecados y eso nos da la autoridad (fariseos y escribas) para opinar o juzgar a quien queramos, porque nos sentimos como “que somos la ley” y lo que sabemos y decimos es verdad absoluta; juzgamos a los demás pero a nosotros mismos no, “Porque nos sentimos perfectos, solo nuestros puntos de vista, nuestras opiniones, el círculo que hemos creado, y todo lo que creemos es ley”,
¿Soy de los creen que hemos sido elegidos por Dios para juzgar, acusar, señalar a los demás?
Cuando alguien me muestra que estoy equivocado o que el punto de vista desde el cual estoy opinando es incorrecto:
¿Soy humilde para analizar y ver si estoy en lo correcto o no?
¿ o insisto en forzar para que se diga, pese a mi error, que yo tengo la razón?
¿Entiendo que ante mis faltas, mis errores, mis equivocaciones, mis tentaciones, mis debilidades, el Señor entiende mi humanidad y el me dice te perdono, no te condeno, aprende y no lo vuelvas a hacer, y sigue adelante?
ORACIÓN, ¿Qué le decimos a Dios?
Dios mío, en muchas ocasiones me siento con autoridad
e intentó tomar tu lugar, me siento como el elegido, inmune,
y empiezo a juzgar, criticar, señalar, condenar a quien yo quiera,
perdóname esta falta y esta actitud de querer tomar tu lugar,
ayúdame a ser humilde y dejar todo en manos tuyas,
y no tomar un lugar que no me corresponde,
que salga de mi esa soberbia,
esa insistencia de forzar y de querer mostrar a los demás
que soy la verdad absoluta, cuando no lo soy, ni lo seré.
Tu humildad y amor es enorme
y siempre nos miras con misericordia,
nos levantas y nos llevas adelante con amor
CONTEMPLACIÓN como llevar a la práctica el mensaje del Evangelio de hoy
Dios nos da una nueva oportunidad: empezar una nueva vida. ¿Qué debemos cambiar para acoger la propuesta de Jesús y llevarla a la práctica?
Llevémonos estas frases del texto:
“Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?”.
Ella le respondió: “Nadie, Señor”.
“Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús.
Vete, no peques más en adelante”.
Tratemos de tenerla en cuenta y busquemos un momento cada día para recordarla y tener un tiempo de oración donde volver a conversarla con el Señor.
Cuál es la palabra o frase o párrafo o actitud que te ayuda a recordar este texto?
ACCIÓN, ¿A que me comprometo con Dios?
Analizar mis actitudes y ver si soy como los fariseos y escribas que enjuició a los de-más pero no me enjuició a mí mismo.
Analizar cuantas veces me han mostrado que estoy equivocado en lo que digo o hago y aún así sigo insistiendo en que tengo la razón.
Recordar todas aquellas veces en que hemos sentido que el Señor nos ha dicho “no te condeno, no lo vuelvas hacer y adelante”
¿Cuál es la acción concreta que te invita a realizar el Evangelio de hoy?
ORACIÓN FINAL:
Señor, Tu perdón nos da una nueva oportunidad.
Gracias por ofrecernos una nueva vida.
Ayúdanos a aceptar tus caminos y vivir este tiempo
desde la oración, la solidaridad y el perdón.
Queremos cambiar de vida y dejar atrás
lo que nos separa de ti y de los demás.
Queremos vivir una conversión de corazón
que nos haga personas nuevas,
mensajeras de paz y esperanza.
Señor, danos tu Espíritu para lograrlo.
Padre Nuestro, que estás en el cielo… AMÉN.