Lunes 29 de abril Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia (MO)
Juan 3,1-8: ‘Yo te aseguro que quien no renace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios’.
Nicodemo era fariseo, y cuando va a visitar al Señor cree que, sobre Dios, nadie podrá enseñarle nada nuevo. Es por ello que Jesús le dice que para empezar, es importante que nazca de nuevo. Que se anime a lo nuevo, que se abra al nuevo día. No en vano, apunta el evangelista que, cuando Nicodemo fue a ver al Señor era de “noche”. Porque con ello, San Juan insinúa que la oscuridad no estaba fuera, sino dentro del fariseísmo, donde se había enquistado una forma antigua, oscura y rígida de ver y comprender a Dios.
En este tiempo de Pascua, cuando la Iglesia nos pone de cara a la Resurrección del Señor y nos invita a caminar durante cincuenta días hacia Pentecostés, es importante que nos preguntemos si tenemos abiertos, el corazón y la vida, a la Buena Nueva de Cristo, a la Buena Nueva de Dios. Con Nicodemo, el Señor nos está invitando, en esta Pascua de Resurrección, a “renacer de lo alto”, a entender que el Espíritu de Dios, como el viento, sopla de aquí y de allá, sopla aires nuevos, construye caminos vírgenes, ilumina con rayos únicos a cada uno. El Dios de Jesucristo no se repite y quiere ensayar, con cada uno de nosotros, un camino propio de Resurrección…
Señor, no queremos instalarnos cómodamente en lo que ya conseguimos y olvidar que el Espíritu Santo con su dinamismo quiere, permanentemente, renovar nuestra vida y hacernos renacer cada día. Haznos dóciles a tu Espíritu, Señor.
Martes 30 de abril
Juan 3,7b-15 “El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que nace del Espíritu”
Hoy, Jesús nos expone la dificultad de prevenir y conocer la acción del Espíritu Santo: de hecho, «sopla donde quiere». Esto lo relaciona con el testimonio que Él mismo está dando y con la necesidad de nacer de lo alto. «Tienen que nacer de lo alto», dice el Señor con claridad; es necesaria una nueva vida para poder entrar en la vida eterna. No es suficiente con un ir tirando para llegar al Reino del Cielo, se necesita una vida regenerada por la acción del Espíritu de Dios. Nuestra vida profesional, familiar, comunitaria, deportiva, cultural y, sobre todo, nuestra vida cristiana, tiene que ser transformada por la acción de Dios. Todo, transversalmente, ha de estar impregnado por su Espíritu. Nada, debiera quedar fuera de la renovación que Dios realiza en nosotros con su Espíritu.
Hagamos que la acción del Espíritu Santo tenga cabida en nosotros, escuchémosle, y pongamos en práctica sus inspiraciones para que cada uno sea —en su lugar habitual— un buen ejemplo, una antorcha encendida, que irradie la luz de Cristo.
Señor, no queremos considerarte un maestro más, o creer que tu Palabra es sólo una opinión. Danos la gracia de aceptarte como el único maestro perfecto, que conoces mejor que nadie la verdad de la vida.
MAYO: INTENCIÓN DEL SANTO PADRE
Para que a través del compromiso de sus miembros, la Iglesia en África sea un
fermento de unidad entre los pueblos, un signo de esperanza para ese continente
Miércoles 1 de mayo San José Obrero (ML)
Mateo 13,54-58: “La gente decía admirada: "¿De dónde saca éste esa sabiduría …? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María? ¿No viven aquí todas sus hermanas?¿de dónde saca todo eso?"….”
En el Evangelio de san Mateo, en uno de los momentos en que Jesús vuelve a su país, a Nazaret, y habla en la sinagoga, se subraya el asombro de sus paisanos por su sabiduría y plantean una pregunta: ¿No es este el hijo del carpintero?. Jesús entra en nuestra historia, viene en medio de nosotros, naciendo de María por obra de Dios, pero con la presencia de san José, el padre legal que lo custodia y le enseña también su trabajo. Jesús nace y vive en una familia, aprendiendo de san José el oficio de carpintero, en el taller de Nazaret, compartiendo con él, el empeño, la fatiga, la satisfacción y también las dificultades de cada día.
Hacemos Memoria de San José Obrero, y honramos a San José como modelo y patrono de los trabajadores.
San José es el modelo de los humildes y es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo, no se necesitan “grandes cosas”, sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas»
Jueves 2 de mayo San Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia (MO)
Juan 3,31-36: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.”
¡El que cree en el Hijo tiene vida eterna!. La participación en la Vida Divina, no es otra cosa que tener fe en Jesús, quien conduce a la Vida Eterna, que comienza acá en este mundo; es decir en vida, pues es la preparación para aquel momento de la resurrección final. Quien rechaza a Jesús, rechaza la Vida Eterna y renuncia al camino verdadero que conduce a la felicidad y a la plenitud del ser humano. Creer en Jesús para tener la Vida Eterna, significa poner toda la confianza en Él, de modo tal, que el día del Juicio no pesa sobre el creyente porque ya ha sido juzgado, con un juicio favorable. De hecho, por medio de los sacramentos, el ser humano se inserta en el Misterio Pascual de Cristo (Su Pasión, Muerte y Resurrección), pues participa de una vida nueva, la vida del Resucitado. Creer y confiar plenamente en Jesús es hacer la Voluntad Divina.
Señor Jesús, que estás colmado de la vida, del amor y de la luz del Espíritu Santo, abre tu corazón y derrama en nosotros el poder de ese mismo Espíritu y transforma este mundo con la fuerza del amor.
Viernes 3 de mayo Santo Felipe y Santiago, apóstoles (F)
Juan 14,6-14 "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto".
Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta".
Una de las principales declaraciones sobre la identidad de Jesús, aparece en estas palabras del Evangelio de Juan. Él se declara como el Camino, la Verdad y la Vida. Dios se vuelve accesible a través de Él, porque Él es Dios. Estas palabras son un regalo: significan que, con Él, tenemos la seguridad más profunda en nuestra vida, pues sabemos que todo puede ser encontrado en Él. Jesús trae paz interior. Incluso frente a su muerte inminente y frente a todo lo que los discípulos van a enfrentar en el mundo, no quiere que sus corazones se turben. Desea que permanezcan en paz, porque no los abandonará.Tampoco nos abandonará a nosotros.
Hoy, con la Iglesia celebramos la Fiesta de dos Santos Apóstoles, Felipe y Santiago el Menor. Dos humildes galileos, que se convirtieron en dos grandes apóstoles y en piedras fundamentales de la Iglesia. Ellos nos recuerdan, una vez más, que la santidad y su fecundo apostolado, son totalmente un don de Dios, no una cuestión de logros humanos.
Señor, tú que llenas de alegría a tu Iglesia con la festividad de los santos apóstoles Felipe y Santiago; concédenos, por su intercesión, vivir, como ellos, unidos a tu Hijo para que podamos llegar a contemplarte eternamente en el cielo.
Sábado 4 de mayo Nuestra Señora del Valle (MO)
Juan 19,25-27: “Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.
Celebramos hoy la memoria de Nuestra Señora del Valle. Y como comentario al texto Evangélico que la Liturgia propone para el día de hoy, releamos lo que expresó el Papa Francisco en la EG nº285
“En la cruz, cuando Cristo sufría en su carne el dramático encuentro entre el pecado del mundo y la misericordia divina, pudo ver a sus pies la consoladora presencia de la Madre y del amigo. En ese crucial instante, antes de dar por consumada la obra que el Padre le había encargado, Jesús le dijo a María: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego le dijo al amigo amado: «Ahí tienes a tu madre». … Jesús nos dejaba a su madre como madre nuestra. …Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio”.
Domingo 5 de mayo (3º domingo de Pascua)
Juan 21, 1-19 “Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Estaban juntos los discípulos y Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar." Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo." Salieron y se embarcaron; y aquella noche no atraparon nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Pedro toma la iniciativa de ‘volver a pescar’ y todos le siguen. Salen a pescar, pero después de bregar toda la noche por su cuenta, no consiguen nada. El desconocido insiste en que echen de nuevo la red al mar. Obedecen por instinto a su palabra y de una sola redada pescan 153 peces grandes, es decir, una cantidad inimaginable de peces. “Sin mí no pueden hacer nada”, les había dicho el Señor pocos días antes. El primero que reconoce a Jesús es el discípulo amado, mientras Pedro reacciona impulsivamente, como siempre. Jesús les espera en la orilla con la comida preparada. Jesús resucitado prepara de comer a sus discípulos y, tras haber comido, se inicia un intenso diálogo entre el Señor y Pedro.
En el diálogo entre Jesús y Pedro, éste confiesa tres veces su amor al Señor, como reparación de su triple negación, y el Señor le confiere el cuidado del rebaño, que sigue perteneciendo en exclusiva al Señor: “apacienta mis corderos”, “apacienta mis ovejas”