NOVENA EN PREPARACIÓN A LA CELEBRACIÓN
DE LA MEMORIA LITÚRGICA
DE LA BEATA MARIA CRESCENCIA PÉREZ
“UNA VIDA DONADA”
“Los santos, que ya han llegado a la presencia de Dios, mantienen con
nosotros lazos de amor y comunión”
DÍA 1º M. CRESCENCIA, ATRAÍDA POR LA VOZ DE DIOS SE
ENTREGÓ SIN RESERVAS
“Quien se deja atraer por la voz de Dios y se pone en camino para seguir a Jesús, descubre en seguida
dentro de sí, un deseo incontenible de llevar la Buena Noticia a los hermanos” (Papa Francisco)
La Beata Ma. Crescencia, fascinada por Cristo, sin exigencias, sin pretensiones, sencilla, pobre
y sin ataduras, amó sin fronteras… se sintió atraída por la voz de Dios y decidió entregar su
vida, sin reservas. Y Dios le pidió algo grande… y ella dejó su vida de todos los días para
comprometerse un poco más con la vida de los demás, y descubrió que se puede vivir de otra
manera. El sufrimiento la configuró, desde muy temprano, con el misterio de la cruz.
Al consagrarse a Dios nació muy pronto un amor especial a la oración y una extraordinaria
capacidad de sufrir. Escribiendo a su mamá decía; “Siempre y en todas partes encontraremos algo
que sufrir, pero ¿qué es esto comparado con la eternidad? Al fin la vida pasa pronto y bien poco es lo
sufrimos para ganar el Cielo”.
La ‘santa de las violetas’ no necesitó mucho tiempo para generar su santidad heroica.
Crescencia acrisoló su fe y su amor en el olvido y el ocultamiento y se instaló como santa en el
alma popular, antes que en los altares.
DÍA 2º PARA UN SERVICIO MOVIDO POR LA CARIDAD, LA BEATA MA. CRESCENCIA, SE
REVISTIÓ DEL AMOR DE CRISTO
“La caridad adquiere su pleno sentido cuando nos ponemos al servicio de los demás, cuando aceptamos
que nuestra vida consiste en ser don para los otros, cuando servimos amando para descubrir en cada
persona y en cada situación, al mismo Cristo que camina a nuestro lado”.
El supremo mandamiento del Señor "Ámense los unos a los otros" arraigó profundamente en el
corazón de María Crescencia, durante los años de su vida terrena. En su apostolado los más
beneficiados fueron los enfermos y los pobres. Vivió una auténtica vocación de amor hacia ellos
e hizo de su servicio ‘un ministerio de caridad’, haciendo propias las esperanzas, las angustias
y las tristezas de las personas que trataban con ella.
“… lo que más me impactó de su vida era que todo lo hacía con amor y paciencia…” dice una testigo.
“Buscaba en las pequeñas cosas diarias hacer lo que el Señor le pedía y con mucho amor. Nunca hizo las
cosa de mala gana o quejándose”.
En sus fatigas y sufrimientos supo esperar y confiar. Y Dios, que no abandona a sus hijos, la
recibió muy pronto en su casa del cielo.
En su incansable actividad, a pesar de su corta vida, sembró semillas de bondad que después
de su muerte, dieron abundante fruto. El amor a Jesús, a su Iglesia y a los pobres y humildes,
resumen el testimonio de una santidad sencilla y cotidiana, que la iglesia reconoció
públicamente y la presentó a los cristianos, como modelo e intercesora.
DÍA 3º LA B. MA. CRESCENCIA, FELIZ AL SENTIRSE TODA DE DIOS, AMÓ SIN CONDICIONES
María Crescencia tenía clara conciencia que Dios la amaba inmensamente y con audacia y
valentía, abrazó el sueño de Dios sobre su vida, y puso su juventud, su entusiasmo y su vida
entera en las manos de ese “…Padre Dios que nunca abandona a sus hijos” y, en el ejercicio de la
caridad, alcanzó la cumbre del heroísmo, con esos mil pequeños gestos, que forman el tejido
de la vida cotidiana.
Los testigos afirmaron: “uno de los aspectos que resalta su personalidad es el gozo de ser de Dios. La
conciencia de pertenecer a Dios, por su profesión religiosa, alentó toda su vida. Dios fue su todo. Más allá
de todo bienestar afectivo y espiritual, su gozo estaba apoyado en la fe”. “No perdía la paz y la alegría,
confiaba todo a Dios, rezaba mucho y estaba abandonada en sus manos”. “La alegría no faltó nunca de
su corazón y de su rostro, aún en los momentos más difíciles, y esto llamaba la atención; el equilibrio
que mostraba era fruto de su paz interior, que era más fuerte que las dificultades por las que pasaba. Ella
estaba segura que Dios la amaba y esto la hacía feliz.
DÍA 4º: M. CRESCENCIA CON SU VIDA ‘DONADA’ FUE TESTIGO DEL AMOR DE DIOS
Los santos son como faros que iluminan nuestro camino al cielo. Ellos, por estar tan unidos a Jesucristo,
son partícipes de su mediación en favor nuestro. Y junto a Dios, interceden por nosotros.
María Crescencia, con su vida, donada, sin pretensiones ni exigencias, sencilla, humilde, toda
de Dios por su entrega incondicional y toda de los hombres, por su amor sin fronteras, “hizo
escuela, y se convirtió en testigo del amor infinito de Dios”.
Al proponerla como modelo de vida cristiana, la Iglesia nos invita a seguir sus pasos, a
conformar nuestra vida -como hizo ella- con la de Cristo y a mirar nuestra realidad con la mirada
compasiva del Señor, que siempre se compadeció del dolor de la humanidad.
Encontrarnos con Crescencia, es una gracia, es tocar, - como afirman los testigos,- casi con la
mano, la presencia de Dios. Seducida por Cristo supo hacerse pequeña ante el Señor; tocada
por la gracia de Cristo, incendió el mundo con el fuego del Espíritu, que es la caridad y fue
testigos del amor misericordioso del Padre.
Las pocas cartas, escritas por la Beata, la dibujan de cuerpo entero: sencilla, humilde,
transparente, serena, muy humana y cercana a todos los que la rodeaban, pero al mismo tiempo
toda de Dios. Tenía un solo deseo: ser santa a toda costa. Y por eso escribió en una carta: "No
estamos en la Vida religiosa para estar tranquilas…. sino para trabajar, hacernos santas y mediante esto
ayudar a otras muchas almas a salvarse”.
DÍA 5º: La B. CRESCENCIA SE HIZO SANTA HACIENDO EL BIEN A TODOS LOS QUE DIOS PUSO
EN SU CAMINO
La Beata Ma. Crescencia, fue puesta en nuestro camino para ayudarnos a descubrir, con
renovada audacia, la fuerza inicial y lo que tiene de genuino y de evangélico el carisma
gianellino de la ‘Caridad evangélica Vigilante’. Toda su vida es un mensaje de amor. Llevó
siempre en su interior el fuego del ideal de santidad, propuesto por el Fundador a las primeras
Hermanas: "Hacerse santas haciendo siempre el bien". Esta consigna la quemó por dentro y la
estimuló constantemente a donar su vida por la salvación de sus prójimos.
Los Testigos son unánimes en afirmar que la Sierva de Dios "hacía todo por amor": "Manifestaba
mucho amor en lo que hacía. Amor a Dios y al prójimo, sin medir esfuerzos”. “Se veía que en todo ponía
mucho amor”. Por eso su rostro mostraba una especial bondad que llamaba la atención. Su vida
no tiene nada de extraordinario. Simplemente y con toda naturalidad realizaba, de un modo
fuera de lo común, las cosas ordinarias.
Día 6º: CONSCIENTE DE LA BREVEDAD DE LA VIDA, M. CRESCENCIA OPTÓ POR UNA VIDA
HEROICAMENTE DONADA.
Sabía que todo pasa rápidamente y que era “sabio”, no entretenerse en el camino. En sus
escritos la constante referencia al cielo es una de sus características. El pensamiento de la
eternidad la entusiasmó y la hizo sabia para las cosas de Dios. María Crescencia en sus cartas
recuerda la esperanza firme del cielo, en medio de los sufrimientos cotidianos. Sus afirmaciones
son reflexiones dirigidas a los que más amaba en la tierra: su madre y sus hermanos. María
Crescencia trasmitía lo que vivía y sin pretenderlo. se hizo maestra de vida santa y fue un
instrumento muy adecuado en las manos de Dios para que muchos aprendieran la verdad y
adquirieran la sabiduría, que en ella se reflejaba. Esta joven que muere tuberculosa, como santa
Teresita, dio de su pobreza y lo dio todo, sin advertir que Dios había seleccionado su breve y
escondida vida para manifestarse a muchos.“… en fin, todo pasa; en este mundo nada hay estable
bajo el sol, por eso debemos adquirir muchos méritos para el cielo sufriendo con paciencia y por amor a
Dios todo lo amargo de esta vida…”
Día 7º: M. CRESCENCIA FORJÓ SU SANTIDAD HACIENDO EL BIEN
“Las Hijas de María son instituidas para la propia santificación y para que cooperen con la de sus
prójimos… haciendo siempre el bien en provecho de sus semejantes” (Gianelli)
María Crescencia, fiel a esta consigna y movida por la fuerza del Espíritu Santo, llevó adelante,
con admirable fortaleza y con incansable entusiasmo, la misión que le fue encomendada en
cada una de las etapas de su vida.
No dudó nunca de su opción vocacional y se sintió constantemente llamada a gastar su vida al
servicio del Evangelio y de sus hermanos, movida por un profundo y tierno amor a Jesús.
En Vallenar mostró una dedicación y un cariño especial para con los más pobres, los enfermos
y todos los marginados, a quienes buscó promover y ayudar, porque estaba convencida que
“Jesús se esconde en ellos, para nuestro bien”, según las Palabras de San A. Gianelli.
La ‘caridad evangélica vigilante’ dilató su corazón para amar a todos los que fueron confiados
a su cuidado, especialmente a los más frágiles”. Esa caridad vivida con total generosidad
condujo a María Crescencia a la santidad que la Iglesia puso de manifiesto al llevarla al honor
de los altares”.
La Beata M. C. ya llegó a la PATRIA y goza de la presencia de Dios y, como todos los santos
no cesa de interceder por nosotros.
Día 8º: M. CRESCENCIA DESGASTÓ HEROICAMENTE SU VIDA AL SERVICIO DEL EVANGELIO
“Así que con mucho gusto me gastaré y me desgastaré por ustedes… ” 2a Corintios 12:15
Una de las muchas cualidades que podemos destacar de nuestra Beata fue su pasión por llevar
el mensaje del Evangelio a todas las personas que Dios puso en su camino. Y esto lo hizo, en
cada uno de los lugares donde la Providencia quiso que llevara el Mensaje. Desde los primeros
años de su vida religiosa, se entregó al servicio de los niños, como maestra de labores y como
catequista. Ya en Vallenar y próxima al final de su vida terrena, Crescencia literalmente estaba
dispuesta a gastarse a sí misma, sin importarle el reconocimiento o el amor de los que eran
alcanzados por su esfuerzo.
Todavía hoy, se recuerda con admiración su ejemplo y el esfuerzo que le significó su servicio
heroico a los enfermos del hospital de Vallenar y la atención de los pobres de la población. A
pesar de su agotamiento, todo lo hacía con una profunda y visible alegría.
En esa frágil naturaleza, se ocultaba una mujer fuerte, que sacaba energías de su profunda
relación con Dios, su fuente secreta de alimentación: “hablaba con Dios y de Dios; rezaba como
si hablara con alguien”. “Cuando rezaba tenía su vista fija en el Señor.”
Optó por vivir para Dios y por eso todo lo miraba a través de sus ojos y Dios le concedió la
gracia de sentir según su corazón.
Día 9º: DISPONIBLE A LA VOLUNTAD DE DIOS, M. CRESCENCIA DIJO COMO MARÍA :
“HE AQUÍ LA ESCLAVA DEL SEÑOR; HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA”
La devoción a María, dijo Gianelli, no consiste solo en hablar de ella, sino en imitarla y vivir como Ella
Para recorrer con paso seguro y confiado el camino del Evangelio y vivir con los mismos
sentimientos de Jesús, no hay mejor guía que nuestra Madre María, que con su actitud humilde
y silenciosa, con sencillez y reverencia, dijo: “aquí estoy, soy tu esclava, que se haga en mí según tu
palabra”. Ella, hizo su camino de fe, como lo tenemos que hacer nosotros, custodiando y
meditando en su corazón la Palabra que Dios le dirigía, y su respuesta siempre fue: “Hágase en
mí, según tu Palabra”.
Esto es lo que María Crescencia trató de plasmar en su pequeña vida. Amó mucho a María, imitó sus virtudes y ayudó a otros a amarla e imitarla.
Los testigos afirman "… era profundamente mariana" “... nos hablaba de cómo quería a la Virgen, de modo especial, a la Virgen del Huerto, a la que tenía una gran devoción”. “… amó mucho a la Virgen, en cada una de sus cartas aparece su nombre bendito, junto al de Jesús y José. Además siempre que hablaba de María lo hacía con expresiones muy filiales: ¡nuestra buena madre María,... nuestra amadísima madre María,... nuestra querida madre del Huerto...”
Nuestra Beata se sabía protegida, guiada, cuidada y sostenida por María. El rezo meditado del Rosario fue uno de los medios que la unía a su Madre del cielo y la fortalecía en la generosidad de su entrega. Ella, la Madre, cultivó en el corazón de esta hija, flor preciada de su Huerto, las flores de las virtudes y los frutos de la santidad.
Beata