Familia Gianellina

Novena a San Antonio Gianelli

Compartimos la novena a San Antonio María Gianelli que contiene una lectura extraída del libro Gianelli y sus predicaciones a los laicos de Enrico Bacigalupo, una Reflexión, extraída del libro La Santidad en tus días de la Hna. Rosella Zilli y una segunda lectura extraída de la carta apostólica del Papa Francisco Gaudete et Exsultate.

Caminando con la Iglesia en Sínodo, nos preparamos a la fiesta de Antonio Gianelli reflexionando con sus escritos, poniéndolos en el centro de nuestra vida cotidiana. Su vida centrada en Cristo atravesaba todo su apostolado, su ministerio de pastor y desde allí vuelca en el corazón de los feligreses un raudal de gracia en cada prédica, en cada misión, en cada carta, en cada encuentro casual o formal.
Nos dejamos interpelar por las palabras de Gianelli y juntos caminamos sendas de santidad.
Oración inicial 
Primera lectura:
Toda la obra de Gianelli se enfoca en un solo objetivo: convertirse en santos, y comenzando por uno mismo, santificar a los demás, ayudarlos a llegar cada vez más a Dios.
No se adoptan argumentos persuasivos o morales y teológicos especiales para este tema: hay que hacerse santos; como la santidad era la máxima aspiración de su vida, así debe ser para sus fieles; la recompensa de la vida de fe, la espera de Dios, es Dios mismo; el fin de la vida, la respuesta a la cruz, el motivo de todo sacrificio, de toda obra de caridad es liberarnos de nosotros mismos para caminar más rápidamente hacia Dios, para alcanzar nuestra plenitud, nuestra perfección: Dios.
Para Gianelli la santidad pasa por lo común, por lo cotidiano, por las pequeñas cosas habituales bien hechas; hechas para agradar a Dios y no a los hombres.
Este tipo de propuesta continua, hecha con fe e insistencia, suena nueva tanto para los fieles como para el clero. (Antonio Gianelli, Párroco de Chiavari – Su Predicación a los laicos) 
Reflexión: 
Son muchos los caminos que conducen a la santidad, basados en los grandes carismas dados por Dios a su Iglesia a lo largo de los siglos; lo que parece responder mejor a las necesidades y desafíos de nuestro tiempo es el carisma de la unidad. En la sociedad actual, sin embargo, parece evidente el egoísmo descontrolado, los roles públicos ejercidos como profesión desde la que especular o como oficio que aplasta al hombre, el espíritu de competencia desenfrenada por el bienestar personal. Hoy, precisamente porque se manifiestan tantas tensiones y conflictos, se requiere un testimonio cada vez más transparente de compartir, de comunión, de solidaridad fraterna y de aceptación mutua: tenemos una inmensa necesidad de unidad. Esta es la palabra que resuena continuamente en todos los documentos conciliares, es la fuerte aspiración de nuestro tiempo que en cambio, paradójicamente, experimenta muchas laceraciones y separaciones, entre el individuo y el mundo, entre lo que pienso y lo que hago, entre la fe y la vida, entre creer y practicar. (La santidad en tus días, Rosella Zilli – Pág. 73)
Segunda lectura:
(…) El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada. En realidad, desde las primeras páginas de la Biblia está presente, de diversas maneras, el llamado a la santidad. Así se lo proponía el Señor a Abraham: «Camina en mi presencia y sé perfecto».
No es de esperar aquí un tratado sobre la santidad, con tantas definiciones y distinciones que podrían enriquecer este importante tema, o con análisis que podrían hacerse acerca de los medios de santificación. Mi humilde objetivo es hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor». 
(Gaudete Et Exsultate, 166,167)

Primera Lectura:
En los escritos de Gianelli comentados por Enrico Bacigalupo encontramos lo siguiente:
“De un hombre tan atento a las situaciones particulares de su tiempo, tan exigente y radical en el anuncio de la Palabra de Dios, cabría esperar minuciosidad y tal vez rigorismo en este tema.
Sin embargo, este no es el caso; seguimos el esquema del sermón sobre la obligación de hacerse santos. 35
Digamos aún más brevemente: la verdadera santidad consiste en hacer la voluntad de Dios... El Señor mira el corazón, no las palabras”
Aquí hay una regla fuera de cualquier conformidad, cualquier legalismo o ritualismo. Es necesario ir a lo esencial. La santidad es hacer la voluntad de Dios, la que está escrita en el Evangelio:
“O romper el Evangelio, renunciar a él, o seguirlo como convenga”. (Pág. 57 Antonio Gianelli, Párroco de Chiavari – Su predicación a los laicos – Enrico Bacigalupo)”
34. Constituciones para la Congregación de los Oblatos de San Alfonso, n. 13 Bobbio 1839 
35. Para las Cuaresmas, Cita extraída de la predicación sobre la Obligación de hacerse santos, Cv.9,4
Reflexión 
 “Que les vean dispuestos a perdonar las ofensas, a la limosna, a cualquier clase de caridad. Que les encuentren siempre humanos, pacientes, respetuosos de las iglesias, de las cosas santas y de los sagrados ministros. Ellos vean, palpen, toquen con la mano que son buenos cristianos en obras y en verdad, como dice el Evangelio». 57
“Yo creo que la dificultad consiste mucho más en quererlo que en poderlo hacer (amar a los enemigos – nota de la redacción) y por eso me comprometo a mostrarles cual es el modo en que debe amarse los enemigos. Buscaré hacerles ver más bien el espíritu del precepto que el precepto mismo…
¡Ay cuánto mal se hace en el mundo porque se conoce la ley, pero se ignora el espíritu de la ley!” 58
“Padres y madres de familia, jefes de familia, gente de juicio y autoridad, estas enseñanzas son para todos ustedes, un día tendrán que dar cuenta a Dios de la fama que robaron a sus prójimos, del escándalo que sus empleados e hijos reciben".59
"¿Y por qué ven a tantos y tantos olvidarse de sus parientes más cercanos, incluso de su padre y de su madre, durante semanas? ¿Por qué se les niega un pequeño refrigerio, una pequeña ayuda, un sorbo de agua? Porque si gozamos de sus bienes y talvez la pasamos bien a todo placer, ¿no pensamos en sufragarle ni siquiera de una oración por sus almas?...
Si tus hijos saben que hacías celebrar o escuchar alguna misa, rezar algún rosario o alguna otra oración, dar alguna limosna, o visitar alguna iglesia o aplicar alguna Comunión o alguna indulgencia por tus difuntos, por las almas del purgatorio ellos también lo harán por ti". 60
La caridad espiritual, como vemos, se adhiere al intercambio del cuerpo místico, a la comunión entre la iglesia terrena y la iglesia del purgatorio, y en la iglesia terrena pone en continuidad educativa a las diversas generaciones. (La santidad en tus días – Rosella Zilli, Pág. 74)
57 Para las misiones, Predicación sobre la educación de los hijos.
58 Para las cuaresmas, Predicación sobre el amor a los enemigos, Mt.5
59 Para las cuaresmas, Predicación sobre la murmuración, Ap. 9,7-8
60 Para las cuaresmas, Predicación sobre el purgatorio, Lavagna en 1832, Chiavari en 1836, Jn. 6,5
Segunda Lectura:
El Papa Francisco en su exhortación apostólica Gaudete Et Exsultate nos recuerda:
Para un cristiano no es posible pensar en la propia misión en la tierra sin concebirla como un camino de santidad, porque «esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación». Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio.
Esa misión tiene su sentido pleno en Cristo y solo se entiende desde él. En el fondo la santidad es vivir en unión con él los misterios de su vida. Consiste en asociarse a la muerte y resurrección del Señor de una manera única y personal, en morir y resucitar constantemente con él. Pero también puede implicar reproducir en la propia existencia distintos aspectos de la vida terrena de Jesús: su vida oculta, su vida comunitaria, su cercanía a los últimos, su pobreza y otras manifestaciones de su entrega por amor. La contemplación de estos misterios, como proponía san Ignacio de Loyola, nos orienta a hacerlos carne en nuestras opciones y actitudes. Porque «todo en la vida de Jesús es signo de su misterio», «toda la vida de Cristo es Revelación del Padre», «toda la vida de Cristo es misterio de Redención», «toda la vida de Cristo es misterio de Recapitulación», y «todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en él y que él lo viva en nosotros». (Gaudete Et Exsultate, 19 -20)


Primera Lectura:
La santidad tiene una dimensión eclesial, y ésta resulta ya de su insistencia en la vocación universal a la santidad en la que nos detendremos, y ahora emerge de una estructura que podríamos llamar motivacional. 
En el Concilio leemos:
"La Iglesia, cuyo misterio es expuesto por el Santo Concilio, se cree indefectiblemente santa por la fe. En efecto, Cristo, el Hijo de Dios, que con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado único santo, amó a la Iglesia como esposa suya y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, y la unió a sí mismo como a su cuerpo, y la llenó del don del Espíritu Santo para gloria de Dios” 36. (Antonio Gianelli, Párroco de Chiavari – Su predicación a los laicos - Pág. 58 – 59, Enrico Bacigalupo)
Reflexión:
Somos Iglesia de los Santos.
La Iglesia no es una institución desligada de los hombres, sino que ellos forman parte de ella. Una de las convicciones más sostenidas por Gianelli es la afirmación de que, para llegar a ser santos, no podemos ignorar a la Iglesia, santa, aunque esté formada por pecadores, y dice: "¿Queremos llamar santa a la Iglesia de Cristo y pretender que es un conjunto de malvados, de inicuos, de pecadores? ¿Es santa la cabeza, y os parece que serán injustos?... ¡No nos engañemos! Si para estar en la Iglesia, en efecto, si para salvarse bastara creer en el Evangelio y en los dogmas de la Iglesia, entonces os digo que todo el mundo ya sería cristiano” 9. Con gran realismo Gianelli observa que “así como la Iglesia, a pesar del mal presente, no deja de ser santa, así los cristianos no dejan de ser llamados a la santidad, de tener que esforzarse por alcanzarla…” 10 El Papa Francisco también agrega que en la Iglesia podemos encontrar todo lo que necesitamos para crecer hacia la santidad. “El Señor la ha colmado de dones con la Palabra, los Sacramentos, los santuarios, la vida de las comunidades, el testimonio de los santos y una belleza multiforme que procede del amor del Señor” 11. 
Me parece oportuno reconocer que la Iglesia tiene una historia larga y complicada, rica tanto en fidelidades heroicas como en infamias, intrigas, conflictos y herejías. La formó un primer grupo de discípulos, que recibieron el Espíritu Santo, en Jerusalén, el día de Pentecostés, y nació para ser santa, pero está hecha por hombres frágiles, a veces sordos a la voz del Espíritu.  Seguimos la sugerencia de Gianelli y del Papa Francisco que nos animan a comprender 
9 OFS.
10 Ibid.
(La santidad en tus días, Rosella Zilli - Pág. 76)
Segunda Lectura:
Como no puedes entender a Cristo sin el reino que él vino a traer, tu propia misión es inseparable de la construcción de ese reino: «Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia» (Mt 6,33). Tu identificación con Cristo y sus deseos, implica el empeño por construir, con él, ese reino de amor, justicia y paz para todos. Cristo mismo quiere vivirlo contigo, en todos los esfuerzos o renuncias que implique, y también en las alegrías y en la fecundidad que te ofrezca. Por lo tanto, no te santificarás sin entregarte en cuerpo y alma para dar lo mejor de ti en ese empeño. (Gaudete Et Exsultate, 25)

Primera lectura: 
La santidad, la adhesión a la acción de Dios sobre el hombre y sobre el mundo, la vida de fe, la vida de sacrificio para la expiación de los pecados propios y ajenos, todo es uno en la mente de Gianelli. 
La vida tiene una meta demasiado alta para ser ignorada con falsos temores o con falso pudor: hay santidad para todos, todos tienen la suya porque cada uno debe alcanzar la plenitud de Dios, que es la plenitud de felicidad de su propio ser. 
Sobre este tema seguimos el nuestro a través de aquel sermón particular que era imprescindible en cada Cuaresma y muchas veces, en su contenido, propuesto al final de las Misiones: "la obligación de hacerse santos".
“Todos estamos obligados a hacernos santos y todos podemos hacerlo si queremos”
Al mismo tiempo, es útil recordar al Concilio:
“Todos los fieles de cualquier estado o grado están llamados a la plenitud de la vida cristiana” 37
Evidentemente, y de forma clara, no puede haber exclusiones de ningún tipo: todos están llamados a la santidad; y en otro paso insistirá:
"En todos los oficios del mundo hay santos y en todos los puede haber".
37 Lumen Gentium
(Antonio Gianelli, Párroco de Chiavari – Su predicación a los laicos - Pág. 60, Enrico Bacigalupo)

Reflexión:
“Como la Iglesia, a pesar del mal presente, no deja de ser santa, así los cristianos no dejan de estar llamados a la santidad y de tener que esforzarse por ella”12. 
La Iglesia, casa de misericordia
Deseamos no sólo ser amados con gestos externos, sino con un bien que parte desde adentro, desde el corazón. A nadie le gustaría ser odiado, despreciado, es más, todos queremos estima, amor o al menos ser compadecidos de nuestros defectos. Gianelli nos pinta un fresco de ternura, para hablar de la Iglesia en la que el amor es natural: “Imaginemos un Padre amoroso que, al hijo que busca su afecto de manera exclusiva, le dice: Hijo mío, no quiero ni deseo nada más que amarte y para siempre, pero, si quieres asegurarte de mi paternidad ¡Ama, ámame como a un niño, ama a tus hermanos que son niños como tú! ... El corazón del hombre fue formado por Dios amar, salir de uno mismo y nada le es más natural que amar de verdad. … la mano de Dios nos cuida, nos acompaña, nos sostiene con la palabra, los Sacramentos y nos revitaliza” 17 (Cfr. Pág. 78, 80 La santidad en tus días – Rosella Zilli) 
12 GE 24.
17 Cfr. PsV, pp. 234-243.

Segunda Lectura:
No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser. Depender de él nos libera de las esclavitudes y nos lleva a reconocer nuestra propia dignidad. 
En la medida en que se santifica, cada cristiano se vuelve más fecundo para el mundo. No tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia. En el fondo, como decía León Bloy, en la vida «existe una sola tristeza, la de no ser santos». (Cfr. Gaudete Et Exsultate, 32, 33, 34).

Primera Lectura:
Precisamente porque la santidad es una llamada para todos, no consiste en actividades o elecciones particularmente excepcionales, sino que debe expresarse y vivirse en lo cotidiano de cada creyente.
No puede haber dificultades debidas ni a la profesión ni a estados particulares de vocación, pero sea como sea que se encuentre, el cristiano tiene la posibilidad de hacerse santo.
“La voluntad divina en general para los hombres es su santa ley, la voluntad divina para cada uno en particular son los deberes de su propio estado.
Cúmplelos y serás santo.
Sé un buen padre, guarda, gobierna y dirige a tu familia con el santo temor de Dios.
Sé una madre atenta, ejemplar y diligente educando a tus hijos e hijas.
Todos los empleados e hijos de la familia sean dulces, obedientes, mansos, devotos; los artesanos sean exactos en su oficio, sinceros en sus contratos, justos en la compra y venta.
Los campesinos sean asiduos y diligentes en su trabajo. Los ricos sean misericordiosos, generosos, afables y bondadosos con los pobres.
Los pobres sean respetuosos, pacientes y resignados a su miseria.
En fin, que todos seamos estudiosos de cumplir con todo rigor nuestros deberes y seamos todos santos.
En todas las profesiones del mundo hay santos y en todas puede haberlos:  ellos se han hecho santos, y nosotros debemos serlo cumpliendo nuestros deberes”39. (Antonio Gianelli, Párroco de Chiavari – Su predicación a los laicos - Pág. 63 – 64, Enrico Bacigalupo)

Reflexión:
La santidad de al lado.
La vida de la gente corriente, con sus compromisos frenéticos, aunque no excepcionales, con las virtudes humanas, las de una vida civil honesta, es para Gianelli el punto de partida, posible para todos, para emprender el camino de la santidad. El Papa Francisco también reitera que la comunidad es el lugar de la presencia del Resucitado, santificado por él según el designio del Padre. Guarda las pequeñas atenciones de amor, los miembros se cuidan unos a otros. A veces, como don especial del amor del Señor, en medio de estas atenciones, se nos regalan experiencias consoladoras de Dios.6  
La vida comunitaria, en la familia, en la parroquia, en la comunidad religiosa o en cualquier otra asociación, se compone de muchos pequeños detalles cotidianos, los detalles del amor. Esto sucedió en la santa comunidad, formada por Jesús, María y José, donde la belleza de la comunión trinitaria se reflejó de manera paradigmática. Y así sucedió también en la vida comunitaria que Jesús llevó con sus discípulos y con la gente sencilla del pueblo. 7 (La santidad en tus días, Rosella Zilli - Pág. 75)
6 Cfr. GE145.
7 Cfr. GE 143

Segunda Lectura:
Los santos de la puerta de al lado
No pensemos solo en los ya beatificados o canonizados. El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios…
El Señor, en la historia de la salvación, ha salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Por eso nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una dinámica popular, en la dinámica de un pueblo.
Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad».
Dejémonos estimular por los signos de santidad que el Señor nos presenta a través de los más humildes miembros de ese pueblo …
La santidad es el rostro más bello de la Iglesia. Pero aun fuera de la Iglesia Católica y en ámbitos muy diferentes, el Espíritu suscita «signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo».  (Gaudete Et Exsultate, 6, 7, 8, 9).

Primera lectura:
El seguidor de Cristo, como su Cabeza, está marcado por la cruz y su camino hacia su última realización pasa por las etapas recorridas por Cristo: obediencia total al Padre, por tanto, abnegación, muerte, resurrección.
Sabemos cuánto pensaba Gianelli en hacer penitencia por sí mismo y cómo se sometía a menudo a formas cotidianas y a ejercicios excepcionales de penitencia.
Pero a sus fieles no sugiere estas formas de penitencia, sino el compromiso ascético de una vida de disponibilidad al Señor en el cumplimiento cotidiano del deber:
"...Creo que cada uno en su corazón estará pidiendo disculpas y persuadiendo, que la penitencia no es para él; estos por la edad, aquellos por la mala salud, los dados al estudio, y aquellos al cansancio…
Les digo, pues, con el Salvador y con los Santos, que la penitencia es necesaria, necesaria para todos...
Todos sabemos que, para salvarnos, o hay que ser inocente, o hay que hacerse penitente...
En un siglo en que ya no sabemos avergonzarnos del pecado, ya no nos sentimos tristes, pero por nada cometemos... Beben como agua la iniquidad y cuando han llegado al fondo de la malicia, desprecian todo, almas, Dios, Sacramentos, Infierno, Cielo, Eternidad”. 51
El sufrimiento, la penitencia es una escuela.
Debemos cuidarnos de demasiada comodidad y alegría externa en nuestra vida: lo fácil es enemigo de lo bueno, no edifica, de hecho, muchas veces la fortuna es prueba del alejamiento de Dios, y la purificación operada por el dolor se hace necesaria…
(Antonio Gianelli, Párroco de Chiavari – Su predicación a los laicos - Pág. 71, Enrico Bacigalupo)

Reflexión:
Gianelli reitera: “Tú, pecador, no tengas miedo. Él te llama precisamente con preferencia a tantos otros. Eres lo que Él busca. Por supuesto, para soportar al pecador en ciertas atrocidades, se necesita una misericordia infinita; y seguir soportándolo en sus muchas recaídas, en tanta obstinación... no puede sino haber un sufrimiento infinito. Pero has vuelto a encontrar esta misericordia infinita. Para ti hubo este sufrimiento infinito. Estás rodeado de su misericordia porque quiere que te salves” 21.
Gianelli invita a la misericordia de Dios: “Les explicaré cuál es la gran e inefable misericordia de Dios: ¿de qué tienen miedo? El perdón del pasado es seguro. La gracia en el presente está asegurada. Toda la ayuda para el futuro está disponible. ¡Ánimo! ¡Les es más difícil escapar de la bondad de Dios que encontrarla!” 22 (La santidad en tus días, Rosella Zilli - Pág. 82)

Segunda lectura:
La primera de estas grandes notas es estar centrado, firme en torno a Dios que ama y que sostiene. Desde esa firmeza interior es posible aguantar, soportar las contrariedades, los vaivenes de la vida, y también las agresiones de los demás, sus infidelidades y defectos: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?» 
San Pablo invitaba a los romanos a no devolver «a nadie mal por mal», a no querer hacerse justicia «por cuenta propia», y a no dejarse vencer por el mal, sino a vencer «al mal con el bien» (v.21). Esta actitud no es expresión de debilidad sino de la verdadera fuerza, porque el mismo Dios «es lento para la ira, pero grande en poder». 
Hace falta luchar y estar atentos frente a nuestras propias inclinaciones agresivas y egocéntricas para no permitir que se arraiguen…
Cuando hay circunstancias que nos abruman, siempre podemos recurrir al ancla de la súplica, que nos lleva a quedar de nuevo en las manos de Dios y junto a la fuente de la paz… 
La humildad solamente puede arraigarse en el corazón a través de las humillaciones. Sin ellas no hay humildad ni santidad. Si tú no eres capaz de soportar y ofrecer algunas humillaciones no eres humilde y no estás en el camino de la santidad. La santidad que Dios regala a su Iglesia viene a través de la humillación de su Hijo, ése es el camino. La humillación te lleva a asemejarte a Jesús, es parte ineludible de la imitación de Jesucristo… 
Es una gracia que necesitamos suplicar: «Señor, cuando lleguen las humillaciones, ayúdame a sentir que estoy detrás de ti, en tu camino». (Gaudete Et Exsultate, 112, 113, 114,118, 120).

Primera lectura:
Es necesaria la penitencia, pero también es necesaria la cruz para seguir a Cristo, porque el seguimiento es al Crucificado.
La cruz no se puede eliminar, el Crucificado exige que se tome una posición frente a él para no desperdiciar la vida y no hacer vanas las cosas.
La cruz es una gracia para el cristiano; es la certeza de adherirse a Cristo en todo, incluso en su plan salvífico.
Básicamente el cristiano es aquel que puede elegir en qué cruz morir, si es difícil morir en la misma cruz que Cristo porque es el Santo, al menos vivir la del pecador arrepentido, del buen ladrón, de quien, junto a la muerte del inocente, elige morir por sí mismo, expiar su pecado, en la conciencia de resucitar y hacer que la resurrección, a través de su aceptación, camine en la historia y se convierta en salvación para muchos.
“Ahora nos toca a nosotros, queridos míos, elegir la cruz que queremos para nosotros. La cruz es cierta, es necesaria para todos.
Todos tenemos que llevar nuestra cruz, y sobre o debajo de la cruz debemos morir de alguna manera.
La primera es la cruz de Cristo, del Justo; la de la derecha es la cruz del pecador arrepentido; la de la izquierda es la cruz de los pecadores obstinados.
Seamos lo que seamos, cada uno siempre tiene lo suyo, no podemos escapar. Sólo tenemos que ver en cuál nos gusta ser crucificados". 55
 (Antonio Gianelli, Párroco de Chiavari – Su predicación a los laicos - Pág. 72 y 73 - Enrico Bacigalupo)

55 Para las misiones, Predicación sobre las tribulaciones
56 Para las misiones, Predicación sobre el juicio universal, Lc.10,12

Reflexión:
Hacerse todo a todos
Es mejor ser pocos y seriamente motivados que muchos e indolentes. 
“Creo que es bueno invitarlos a que me den una mano y se unan a nosotros en el mismo compromiso y ver si podemos hacer algo bueno. Propondría consultar a los socios individualmente para que puedan expresar con hechos si realmente aman ser de los nuestros. Tal determinación conducirá a la pérdida de alguien; pero gracias a Dios. Mejor ser pocos y resueltos que muchos e inertes. El soldado que no pelea es un gran impedimento para los valientes... Preparémonos... con estudio, con oración, quitando obstáculos y también con mucha paciencia... 15 
Gianelli llama a todos a la coherencia y al compromiso misionero.
Las almas que el Señor, en sus designios misericordiosos, ha asignado a cada uno de nosotros, para que las conduzcamos a la salvación, serán salvadas por medio de nosotros. 
"... Todo, sin embargo, debe apuntar siempre al alto fin por el cual predicamos: la salvación y la santificación de las almas" 16. 
"Hacerse todo a todos" para salvar a alguno a toda costa, es una de las advertencias recurrentes de Gianelli, que promueve confianza incluso en situaciones extremas. 
A veces uno tiene la impresión de que todo está perdido. ¿Vale la pena? “… Incluso cuando solo logran salvar a una persona, eso solo sería un gran logro. Aunque no salven a ninguno y no logren ningún bien, no perderían su recompensa que es verdadera y grande, asegurada en el cielo…”17.
15 A. Gianelli, Lettera ai missionari di S. Alfonso, 23-1-1842, in Lettere, vol. 3, p. 129.
16 A. Gianelli, Allocuzione al popolo di Chiavari, 3-4-1837, LPs, p. 231.
17 Cfr. A. Gianelli, art, 1, Constituzioni delle FMH 2012, pp. 15 – 16)
 (La santidad en tus días, Rosella Zilli - Pág. 112 -113)
Segunda lectura: 
La lógica del don y de la cruz
Una condición esencial para el progreso en el discernimiento es educarse en la paciencia de Dios y en sus tiempos, que nunca son los nuestros. Él no hace caer fuego sobre los infieles, ni permite a los celosos «arrancar la cizaña» que crece junto al trigo. También se requiere generosidad, porque «hay más dicha en dar que en recibir». No se discierne para descubrir qué más le podemos sacar a esta vida, sino para reconocer cómo podemos cumplir mejor esa misión que se nos ha confiado en el Bautismo, y eso implica estar dispuestos a renuncias hasta darlo todo. Porque la felicidad es paradójica y nos regala las mejores experiencias cuando aceptamos esa lógica misteriosa que no es de este mundo, como decía san Buenaventura refiriéndose a la cruz: «Esta es nuestra lógica». Si uno asume esta dinámica, entonces no deja anestesiar su conciencia y se abre generosamente al discernimiento. (Gaudete Et Exsultate, 174).

Primera lectura:
Si tus hijos saben que hacías celebrar o escuchar alguna misa, rezar algún rosario o alguna otra oración, dar alguna limosna, o visitar alguna iglesia o aplicar alguna Comunión o alguna indulgencia por tus difuntos, por las almas del purgatorio ellos también lo harán por ti". 60
La caridad espiritual, como vemos, se adhiere al intercambio del cuerpo místico, a la comunión entre la iglesia terrena y la iglesia del purgatorio, y en la iglesia terrena pone en continuidad educativa a las diversas generaciones. (Antonio Gianelli, Párroco de Chiavari – Su predicación a los laicos - Pág. 74 - Enrico Bacigalupo)
57 Para las misiones, Predicación sobre la educación de los hijos.
58 Para las cuaresmas, Predicación sobre el amor a los enemigos, Mt.5
59 Para las cuaresmas, Predicación sobre la murmuración, Ap. 9,7-8
60 Para las cuaresmas, Predicación sobre el purgatorio, Lavagna en 1832, Chiavari en 1836, Jn. 6,5

Reflexión: 
“Un párroco es padre de una familia numerosa que le ha sido confiada por la Iglesia y por Dios. Debe regirla, gobernarla y nutrirla sobre todo en el espíritu, pero, como padre de los pobres, y como primer guardián del templo y del altar, debe cuidar también de los bienes materiales. Todo, sin embargo, debe tender siempre y debe estar encaminado al alto fin por el cual debe ser predicado el Evangelio: la salvación y la santificación de las almas”37. “No puedo ser bueno si no estoy dispuesto a morir por vosotros y por cada uno de vosotros. El Buen Pastor del Evangelio es mi único modelo: no puedo apartarme de él sino con el mayor daño para mí, con el mayor daño para vosotros... Poner en peligro el honor, las sustancias, la vida por vuestra salvación eterna: esta es la gran señal, por no decir la única, que me caracteriza como bueno”. 38 
No se puede ser un verdadero pastor sin celo apostólico, sin ese fuego interior, sin la pasión que anima a Gianelli y se convierte casi en "locura" para su pueblo.
“Para actuar con pasión, debes tener pasión. Por supuesto, una buena pasión. De hecho, el hombre sin pasión es un apático, más aún, un indolente. El cristiano no debe tener maldad, pero esto no basta, una pasión que es sólo honesta, como la música, la pintura, la buena literatura, no le conviene. Por tanto, debe tener una pasión buena, válida, es decir, a nivel de los valores eternos, de las cosas que conciernen a Dios y su Reino” 39.
37 A. Gianelli, allocuzione al popolo di Chiavari, 3 aprile 1837, LPs, p. 242.
38 A. Gianelli, Omelia detta in Bobbio il giorno dell’ingresso, 8 luglio 1838, LPs, p. 328.
39 A. Gianelli, Pred. aut. vol. III, ACG.
(La santidad en tus días, Rosella Zilli - Pág. 86)
Segunda lectura:
Podríamos pensar que damos gloria a Dios solo con el culto y la oración, o únicamente cumpliendo algunas normas éticas ―es verdad que el primado es la relación con Dios―, y olvidamos que el criterio para evaluar nuestra vida es ante todo lo que hicimos con los demás. La oración es preciosa si alimenta una entrega cotidiana de amor. Nuestro culto agrada a Dios cuando allí llevamos los intentos de vivir con generosidad y cuando dejamos que el don de Dios que recibimos en él se manifieste en la entrega a los hermanos.
Por la misma razón, el mejor modo de discernir si nuestro camino de oración es auténtico será mirar en qué medida nuestra vida se va transformando a la luz de la misericordia. Porque «la misericordia no es solo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en el criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos». Ella «es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia». Quiero remarcar una vez más que, si bien la misericordia no excluye la justicia y la verdad, «ante todo tenemos que decir que la misericordia es la plenitud de la justicia y la manifestación más luminosa de la verdad de Dios». Ella «es la llave del cielo».
La fuerza del testimonio de los santos está en vivir las bienaventuranzas y el protocolo del juicio final. Son pocas palabras, sencillas, pero prácticas y válidas para todos, porque el cristianismo es principalmente para ser practicado, y si es también objeto de reflexión, eso solo es válido cuando nos ayuda a vivir el Evangelio en la vida cotidiana. Recomiendo vivamente releer con frecuencia estos grandes textos bíblicos, recordarlos, orar con ellos, intentar hacerlos carne. Nos harán bien, nos harán genuinamente felices. (Gaudete Et Exsultate, 104,105, 107, 109).

Primera lectura:
El maldito: para no hacer peor
Es una última característica del tiempo como "hoy de Dios".
La presencia de Cristo en su palabra proclamada por el evangelizador es una presencia que no admite dilaciones ni compromisos, conformismos o tibiezas, es una presencia que condena la mediocridad. 
El tiempo de la predicación no es un tiempo de descanso.
"Ven ahora y dime que un poco de bien y un poco de mal mantienen la barca recta, que no hay necesidad de santificarse, que no se quiere llegar tan alto, que basta con no ser tan malo... Pero te digo que corres más riesgo que los malos. Vamos, vamos, grita San Juan, esta no es hora de descanso.
El que es justo, que se haga cada vez más justo, y el que es santo, que se haga cada vez más santo” 25.
25 Para la Cuaresma, Predicación sobre la Obligación de hacerse santos, hecha en Chiavari el 3.3.1830. Era la última predicación de la Cuaresma. Jn.9,4
(Antonio Gianelli, Párroco de Chiavari – Su predicación a los laicos - Pág. 49 - Enrico Bacigalupo)
Reflexión:
Posponer siempre
En el camino de la santidad, el desarrollo del bien, la maduración espiritual y el crecimiento del amor son el mejor contrapeso al mal. El Papa Francisco argumenta, con Gianelli, que nuestra fragilidad nos lleva a demorarnos en algunos puntos muertos, cuando nos conformamos con poco, cuando dejamos de soñar, cuando nos damos por vencidos. Peor aún si caemos en una profunda sensación de derrota, porque los que empiezan sin confianza han perdido la mitad de la batalla antes de tiempo. El éxito suele estar marcado por una cruz, pero una cruz que, al mismo tiempo, es signo de victoria, signo de la ternura que sabe luchar contra los embates del mal.15
“Reflexiona sobre tus propósitos postergados, ¿no te has encontrado siempre con mayores dificultades, no has concluido olvidándolos o declarándolos imposibles? El infierno está empedrado de buenas intenciones... porque todos querían convertirse, pero siempre han postergado… ¡El que tiene tiempo no espera el tiempo para hacer el bien, para convertirse!”
14 PsV, pp. 169-173.
15 Cfr. GE 163. 16 16 OFS.
(La santidad en tus días, Rosella Zilli - Pág. 202)  
Segunda lectura:  
El discernimiento  
¿Cómo saber si algo viene del Espíritu Santo o si su origen está en el espíritu del mundo o en el espíritu del diablo? La única forma es el discernimiento, que no supone solamente una buena capacidad de razonar o un sentido común, es también un don que hay que pedir. Si lo pedimos confiadamente al Espíritu Santo, y al mismo tiempo nos esforzamos por desarrollarlo con la oración, la reflexión, la lectura y el buen consejo, seguramente podremos crecer en esta capacidad espiritual.  Una necesidad imperiosa 
Hoy día, el hábito del discernimiento se ha vuelto particularmente necesario. Porque la vida actual ofrece enormes posibilidades de acción y de distracción, y el mundo las presenta como si fueran todas válidas y buenas. Todos, pero especialmente los jóvenes, están expuestos a un zapping constante. Es posible navegar en dos o tres pantallas simultáneamente e interactuar al mismo tiempo en diferentes escenarios virtuales. Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento.  168. Esto resulta especialmente importante cuando aparece una novedad en la propia vida, y entonces hay que discernir si es el vino nuevo que viene de Dios o es una novedad engañosa del espíritu del mundo o del espíritu del diablo. En otras ocasiones sucede lo contrario, porque las fuerzas del mal nos inducen a no cambiar, a dejar las cosas como están, a optar por el inmovilismo o la rigidez. Entonces impedimos que actúe el soplo del Espíritu. Somos libres, con la libertad de Jesucristo, pero él nos llama a examinar lo que hay dentro de nosotros ―deseos, angustias, temores, búsquedas― y lo que sucede fuera de nosotros —los «signos de los tiempos»— para reconocer los caminos de la libertad plena: «Examinadlo todo; quedaos con lo bueno». (Gaudete Et Exsultate, 166,167).