Solemnidad de la ascensión de Jesús al cielo ‘l’

Solemnidad de la ascensión de Jesús al cielo ‘l’

“Ustedes son testigos …”

Testigos de Jesús! Llevar su amor en el corazón, tener su nombre en los labios, reunirnos con otros muchos para celebrar su presencia. ¡Testigos de Jesús! Testi-gos de sus palabras, de sus gestos, de su modo de orar, de su compasión y ternura hacia los que sufren.

¡Testigos! ¡Qué hermosa realidad para cada uno de nosotros! ¿Pero cómo podremos ser testigos en un mundo que parece empeñado en silenciar al que pasó haciendo el bien?

Solo el Espíritu Santo nos puede ayudar. Tomamos conciencia de su presencia en nuestro corazón. Nos dejamos guiar por sus inspiraciones, alegrar por su aliento, fortalecer por su empuje.

Espíritu Santo, gracias. Tu presencia embellece nuestra vida, nos hace testigos de Jesús.

INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO:

Ven Espíritu Santo,

Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.

Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender

lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.

Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.

Amén

TEXTO BÍBLICO: Marcos 16, 15-20

“Jesús les dijo: Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad. Quien crea y se bautice se salvará; quien no crea se condenará. A los creyentes acompañarán estas señales: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes; si beben algún veneno, no les hará daño; pondrán las manos sobre los enfermos y se sanarán. El Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba la palabra con las señales que la acompañaban”.

LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Este domingo, la liturgia nos lleva a conmemorar la Ascensión del Señor, pasados ya cuarenta días del domingo de Resurrección. “Jesús fue llevado al cielo, y se sentó a la derecha de Dios”. Los elementos que aporta el Evangelista son pocos, pero son significativos para com-prender el hecho en sí, y en el contexto en que ocurrió.

Jesús es “llevado” por Dios Padre al cielo, donde están íntimamente unidos y próximos. Esta es la plena comunión del Padre y el Hijo, que prefigura e invita al hombre a llegar un día a vivir en esta unión profunda.

Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: “A él se le dió imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás”. Los apóstoles fueron testigos en ese mo-mento del Reino que no tendrá fin.

Los discípulos luego de la ascensión del Señor, llenos de gozo salen a predicar por todas par-tes, cumpliendo con el mandato que el mismo Jesús hizo antes de partir. En la misión apostó-

lica no estuvieron solos, sino que el Señor los asistía en todo momento y lugar. Con la ascen-sión, el Señor no abandona a sus discípulos, sigue estando presente en su pueblo, y de una forma muy particular.

El fragmento del Evangelio de hoy relata las apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos.

La narración comienza con las palabras de Jesús: “Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad”.

Estas palabras marcan la universalidad de la misión, y del llamado a la conversión. La venida del Mesías no se limita a la alianza con el Pueblo de Israel, sino que el plan de Salvación de Dios incluye a toda la humanidad, es el Hijo de Dios que se hace carne para salvar al mundo entero.

La Misión a la que estamos llamados los cristianos, según la lectura de hoy, está compuesta con dos simples verbos: salir y anunciar. Aquello por lo que se sale, es Jesús mismo, esta es la Buena Noticia que se debe anunciar a la humanidad, y que está contenida hoy en los evan-gelios.

Al anuncio de la Buena Noticia, le sigue la respuesta del hombre que es la Fe, es decir creer en la palabra anunciada, que es Cristo mismo. Y este acto de Fe, lleva al hombre a ser mar-cado con una señal; el Bautismo, que es fundamento de la vida cristina, y la puerta de vida en el Espíritu.

Esta respuesta del hombre al anuncio de la Buena noticia está marcada por la libertad que Dios confiere al mismo para elegir. Esta libertad se ve contrastada en las consecuencias de cada una de las opciones del hombre.

MEDITACIÓN. ¿Qué me dice a mí el texto de la Palabra de Dios?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

¿Me siento llamado/interpelado por el mandato misionero del Señor a sus discípulos?

¿Entiendo que este mandato es siempre nuevo y actual?

¿Qué me dice a mí hoy este mandato?

¿El Señor me invita a salir…, de donde y hacía adonde?

¿Cuáles son mis lugares de comodidad, en mi casa, grupo, parroquia, comunidad?

¿Estoy dispuesto a ir abandonándolos poco a poco?

¿Entiendo que ser discípulo nunca puede ir separado de ser misionero, sino que de-bemos ser las dos cosas a la vez?

Contemplar a Jesús elevado al cielo, ¿me lleva a querer recorrer su camino, y de llegar un día a la Vida Eterna?

¿Actualmente mi vida de Fe es un camino de ascenso o de descenso? ¿Me dejo guiar y conducir por Dios? ¿Pongo mi camino en las manos de Dios, para conocer su volun-tad, y de esta forma poder cumplirla?

¿Creo que el Señor se encuentra presente entre nosotros también hoy?

¿Lo busco, y adoro en la Eucaristía?

ORACIÓN. ¿Qué le digo al Padre a partir del texto proclamado?

Jesús, te rindo homenaje en la fiesta de tu Ascensión a los Cielos. Me alegro de todo corazón por la gloria en que has entrado a reinar como Señor del Cielo y tierra. Cuando acabe la lucha de este mundo, dame la gracia de compartir en el Cielo el gozo de tu victoria por toda la eter-nidad.

Yo creo que entraste en tu Reino glorioso a preparar mi sitio, pues prometiste volver y llevar-me contigo. Concédeme buscar solamente la dicha de tu amor y amistad, para que yo merez-ca unirme contigo en el Cielo.

Cuando me llegue la hora de subir y presentarme al Padre para rendir cuentas de mi vida, ten compasión de mí.

Jesús, por el amor que me tienes, dame la gracia de elevarme sobre mi debilidad humana. Que tu Humanidad me dé fuerza en la flaqueza y me libre de los pecados.

Tú me amas, buen Jesús. Haz que yo a la vez te ame a ti.

En tu constante providencia, guía mis pasos a la vida gloriosa que has preparado para aque-llos que te aman.

Hazme crecer en santidad y darte gracias, viviendo fielmente para Ti. Amén.

CONTEMPLACIÓN: Me dejo mirar y miro …

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evan-gelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.

«Fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios»

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

ACCIÓN-COMPROMISO. ¿Qué me/nos lleva a hacer la Palabra de Dios?

ü Volver a leer detenidamente las lecturas. El Señor invita a salir y a anunciar la Buena Noticia, a salir de nuestro lugar de comodidad para servir, y acompañar a personas en-fermas, o que necesitan compañía.

ü Orientar nuestras actividades, anunciar del Evangelio y comprometernos a salir esta semana al encuentro de los que necesitan recibir la buena noticia de Jesús en nues-tras propias comunidades y familias..