PENSAMIENTOS 4ª Semana de Cuaresma 12- 18 de marzo

4ª Semana de Cuaresma       12- 18 de marzo


Lunes, 12 de marzo 

Juan 4. 43-54   “El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino”

 

El “funcionario real” que se acerca a Jesucristo para pedir la curación de su hijo, encarna el ideal del hombre de fe, porque “creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino”. Este funcionario es modelo de fe verdadera; esa fe que es capaz de “esperar contra toda esperanza” y de creer sin ver. Este hombre aún en la prueba y en la tiniebla, se puso en marcha; aún en la duda y hasta en el peligro de muerte (su hijo agoniza), se puso en marcha. “… creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino”.

Cuántas veces nuestra vida no avanza, porque ante dudas, muertes, tinieblas y pruebas, quedamos como paralizados, sin acabar de creerle a Jesucristo, Señor de la vida. Ojalá podamos aprovechar esta Cuaresma para reforzar nuestra fe. El Evangelio de hoy nos invita a creer y a creer en camino, a creer y ponernos en marcha… Porque sabemos que el camino de Jesús, aún y cuando pase por la Cruz, es un camino que acaba en vida: “¡Tu hijo vive!” le dijo Cristo al funcionario real, y porque éste creyó se cumplió la palabra de Dios. Pidamos a María, la gracia de ser también nosotros hombres y mujeres de fe, capaces de caminar y creer, aun en las noches más oscuras, aún en las pruebas más grandes…

 

Martes, 13 de marzo 

Juan 5,1-3. 5-18  “Y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado”

 

El milagro del paralítico de la piscina es conmovedor. Cristo se acerca a aquel hombre y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo decide curarle. El Señor había previsto el encuentro para aquel momento preciso. No porque no hubiese querido ahorrarle el sufrimiento de tantos años, sino porque quiso regalarle un don mayor: la fe y poco más tarde el perdón de sus pecados.

Todos estamos expuestos a sentirnos desamparados en los momentos duros, o en la cotidianidad de nuestro trabajo diario. Sin embargo, Cristo nos sale al encuentro. Nos cura y hace que cambie nuestra vida.

Todos somos como este paralitico. Todos los días constatamos nuestra pequeñez y nos sentimos frágiles, sin fuerzas. Y en realidad lo somos. Y este paralítico del evangelio de hoy nos da la solución: Exponer nuestros problemas a Jesús con confianza y Él va a obrar maravillas en nosotros. Somos esos hombres que continuamente tropiezan, necesitamos de alguien que nos sostenga.  Ese alguien es Cristo, el Hijo de Dios. Él quiere ser nuestra fortaleza, nuestra seguridad. A su lado todo lo podemos.

 

Miércoles, 14 de marzo 

Juan  5,17-30   “Mi Padre sigue actuando y yo también actúo”

 

En el Evangelio de hoy, Jesús responde a quienes lo criticaban, porque para los judíos piadosos, había violado el sábado, curando a un paralítico ayudándolo a entrar a la piscina. Pero Jesús en la misma respuesta que les da,  agrega un nuevo motivo de escándalo, porque según ellos se hacía igual a Dios, porque decía:“lo que hace el Padre lo hace igualmente el Hijo”. La palabra de Jesús comunica la palabra del Padre y Él nos comunica la vida. Jesús tiene poder para revelarnos, para contarnos el amor que Dios nos tiene y su deseo profundo y eficaz para transmitirnos la Vida Divina. Podríamos decir que en el texto está claro que el Amor de Dios crea, el Amor de Dios transforma, genera vida, porque el que cree en Jesús y cree en el que lo envió, posee la Vida Eterna, la vida que no termina. Jesús dice: “les aseguro que el escucha mis palabras y cree en aquel que me envió tiene Vida Eterna”

Es el Espíritu el que nos infunde la valentía para ser amigos de Jesús, frente al fanatismo y la intolerancia. Jesús se juega la vida en lo que hace. La fortaleza le viene de actuar como el Padre actúa. Dios es fuente de vida y Jesús da vida a manos llenas.

 

Jueves, 15 de marzo 

Jn 5, 31-47 “Las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, …  dan testimonio de mí”

 

Este camino cuaresmal que vamos transitando con Jesús, nos conduce hacia la Pascua, la obra más grande de su Amor por nosotros, ya que nos muestra hasta qué extremo nos ama, hasta su Pasión y muerte de cruz.  La Pascua será la obra más grande de ese Amor gratuito de Dios por el hombre. Jesús entrega su vida libremente en la Cruz para que nosotros tengamos Vida para siempre.

Jesús manso y paciente, siempre sirviendo, acompañando al enfermo, al que sufre, perdonando a los pecadores, luchando por la paz y la justicia entre los hermanos, humilde, amante de la belleza, con pasión por la Verdad, cercano a los pobres y olvidados, nos demuestra con sus obras el Amor que  Dios nos tiene.

Nos vamos acercando al testimonio más grande de Amor, la Pascua de Jesucristo.  Vayamos con él a Jerusalén, vivamos con él Su Pasión, Su muerte en la Cruz y Su Resurrección, para vivir con Él plenamente y para siempre.

 

Viernes, 16 de marzo                  San José Gabriel Brochero

Juan 7,1-2.10.14.25-30: “Yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía”

 

Según algunas tradiciones judías, el Mesías  vendría de un lugar secreto, nadie podría conocer su origen. Entonces descartaban que Jesús fuera el Mesías, porque sabían que Él venía de Galilea.  Ante la hostilidad de los fariseos, que se quedaban en la superficialidad y  tenían miedo a la verdad, o no les importaba mucho, Cristo se da a conocer, revela su origen y su identidad. Cuando Jesús dice: ‘yo no vine por mi propia cuenta, pero el que me envió dice la verdad y ustedes no lo conocen’, se refiere al Padre, al cual Él es el único que lo conoce; como dice en San Juan: a Dios nadie lo ha visto jamás, al Padre nadie lo ha visto jamás, el Hijo que compartía la intimidad con el Padre, el nos lo ha dado a conocer.  En la Biblia, ‘conocer’ no indica sólo un conocimiento intelectual, sino una experiencia personal,  un encuentro profundo, una intimidad. Jesús no vino a revelar datos sobre el Padre, para satisfacer nuestra curiosidad. Lo que Él buscaba era llevarnos a un encuentro personal con el Padre amado. Permitámosle que nos regale esa sublime experiencia.

Digámosle hoy: Jesús, acompáñanos. Ven con nosotros. Transmítenos tu fuerza para actuar la voluntad del Padre. Te decimos: “Sé de quién me he fiado”.

 

Sábado, 17 de marzo

Juan 7,40-53  “Jamás ha hablado nadie como ese hombre” !

 

Galilea era una tierra despreciada por los creyentes de Judea. A quienes eran de allí los consideraban de segunda clase. Pero Jesús venía de Galilea. Esto demuestra hasta qué punto Dios se identifica con los despreciados. Por otra parte, este texto muestra cómo la gente sencilla, amaba y escuchaba a Jesús. Hasta los guardias se quedaron absortos escuchándolo y no se atrevieron a tomarlo preso. Volvieron con las manos vacías, no llevaron apresado a Jesús y cuando les preguntaron porque no lo trajeron, ellos respondieron:"Nadie habló jamás como este hombre".

Por la actuación de Jesús se produjo como una división entre el pueblo, entre la gente que lo escuchaba. La persona de Jesús siempre nos interpela y hace que tomemos partido, o para un lado, o para el otro.

Pidamos en este día al Señor, que nos regala a través de su Espíritu Santo, la gracia de abrirnos para poder escuchar, para poder ver lo que Él nos quiere mostrar.

Los que presumen de conocer a Dios, quieren eliminar a Jesús, lo tratan de impostor. Pero la palabra de Jesús no está encadenada por el miedo. “Espíritu Santo, infúndenos la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente” (Papa Francisco).

 

Domingo 18 de marzo   ( 5º de Cuaresma)

Juan 12,20-33 “… si el grano de trigo que cae en tierra, no muere, queda solo, pero si muere, da mucho fruto…”

 

Jesús anuncia su muerte y nos deja una enseñanza: ‘si el grano de trigo que cae en tierra, acepta romperse y morir, se vuelve fecundo’. Jesús siente angustia frente a la pasión, pero acepta su misión porque quiere dar fruto y sabe que su muerte será fecunda. En el Evangelio de Juan, su crucifixión es una elevación: ‘cuando yo sea levantado en alto, sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí’. Jesús crucificado es y será la belleza que atrae nuestra mirada. Su entrega hasta el fin, es un constante llamado a nuestros corazones. Pero nos pide que también nosotros seamos un grano que se rompe para dar fruto. Nos invita a aceptar las dificultades de nuestra misión y a entregar la vida en ella. Quien sólo se preocupa por proteger y salvar su vida, termina perdiéndola.

Gracias, Jesús, porque te entregaste, te partiste como el grano y nos llenaste de vida nueva. Recibe la ofrenda de mi vida, para que yo también sea una semilla fecunda.