LITURGIA SEMANAL - 3ª semana de adviento

3ª semana de adviento

El Adviento nos invita a iniciar un nuevo camino.
Dejémonos guiar por María, nuestra Madre.

Lunes 13 de diciembre       Santa Lucía  (MO)
Mateo 21,23-27: “Jesús entró en el templo y se puso a enseñar. Se le acercaron los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo y le preguntaron: ¿"Con qué autoridad haces eso? ¿Quién te ha dado tal autoridad"? Jesús les contestó: "Yo a mi vez os haré una pregunta, si me la respondéis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan, ¿de dónde procedía?, ¿de Dios o de los hombres"? Ellos discutían la cuestión: Si decimos que de Dios, nos dirá que por qué no le creímos; si decimos que de los hombres, nos asusta la gente, porque todos tienen a Juan por profeta. Así que respondieron a Jesús: "No sabemos". Él les replicó: "Pues tampoco yo os digo con qué autoridad lo hago".

Jesús enseña en el Templo que era el corazón de la religión judía.  Este edificio sagrado fue erigido en Jerusalén para escuchar la  voz de Dios y rendirle culto. A su sombra nacieron los salmos que los cristianos seguimos cantando. Son oración inspirada por Dios y surgida de la vida de hombres y mujeres de fe que han crecido alimentándose con las Escrituras de Israel.
Sin embargo, los sacerdotes y ancianos (las autoridades religiosas) no pueden reconocer, en
ida se transforme con tu Palabra. Moviliza nuestro corazón y todo nuestro ser con tu la voz de Jesús Maestro, la voz del Dios vivo. En este Adviento, pidamos la gracia de la humildad que nos pone, cada día, a la escucha de la Palabra. Y que esa escucha sea genuina, profunda, verdadera. Se lo podemos pedir a santa Lucía, joven y mártir de la fe.
Señor, danos la gracia de reconocerte como Maestro, para que nuestra venseñanza y no permitas que nuestras preguntas sean una excusa para hacerte desaparecer de nuestra vida.

Martes 14 de diciembre     San Juan de la Cruz (MO)

Mateo 21,28-32: 28 «¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña". El respondió: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: "Voy, Señor", pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?». «El primero», le respondieron. Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios….”.

En el Evangelio Jesús inicia y finaliza la parábola con una pregunta. La parábola corresponde a una escena de la vida familiar. Un padre pide a sus dos hijos, que vayan a trabajar a la viña. El primero responde con una negativa, pero, se arrepintió y fue. El segundo responde que “sí”, pero, al final, no fue a trabajar a la viña. Con la pregunta inicial “¿qué les parece?”, Jesús compromete a sus oyentes y, con la segunda pregunta “¿cuál de los dos hizo la voluntad del padre”, finaliza la parábola. Los oyentes responden rápidamente e identifican al primero de los hijos como el que actuó conforme a la voluntad del Padre.
En realidad, el juicio realizado no era sobre los dos hijos de la parábola, sino sobre ellos mismos. Los que al inicio habían dicho “no” al Padre, son los que terminan haciendo su voluntad; refiriéndose a los pecadores. Los sumos sacerdotes y los ancianos, que inicialmente habían dicho “sí” al Padre, nunca cumplieron su palabra.
Jesús cambia los criterios con esta parábola: los pecadores son los que intentan de forma vital recorrer el camino que les conduce hacia la justicia y la misericordia de Dios, no así los que se consideran cumplidores de la Ley de Dios, porque dan paso a la mediocridad, al conformismo y a la desobediencia. Esta mirada contemplativa de Jesús no se dirige a los que se presentan impecables e intachables, sino a todos los que nos reconocemos pecadores y necesitados de la presencia de Dios en nuestras vidas.

Miércoles 15 de diciembre
Lucas 7,19-23: “En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?" Los hombres se presentaron a Jesús y le dijeron: "Juan, el Bautista nos ha mandado a preguntarte: "¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?" .. . Después contestó a los enviados: "Id a anunciar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Y dichoso el que no se escandalice de mí."

A un Juan Bautista, encarcelado e inquieto, Jesús le envía no solo el testimonio de su misión de Mesías (sana a los enfermos y expulsa a los demonios), sino que lo consuela con una bienaventuranza: ¡Feliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo! . Podemos imaginar el consuelo de Juan en su cautiverio: su propia misión de precursor ha llegado a la meta, el Mesías está haciendo su tarea. Juan afronta el martirio con el consuelo de haber encontrado en Jesús la roca sólida sobre la que edificar su propia vida. Por su intermedio, promediando ya el Adviento, suplicamos para nosotros ese consuelo espiritual: encontrar a Jesús que debe ser la roca de nuestra vida.
Señor, danos un corazón pobre para que podamos reconocer nuestra necesidad de ti, para aceptar que con nuestras fuerzas no podemos salvarnos, que necesitamos depender de tu presencia, de tu fuerza, de tu amistad, como pobres mendigos de ti.
 
Jueves 16 de diciembre

Lucas 7,24-30:  “¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salieron a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los palacios. Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Sí, les digo, y más que un profeta. Este es de quien está escrito: He aquí que envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino. Les digo: Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él”.

Con la liturgia de hoy culmina  la primera parte del Adviento: la espera de la parusía  del Señor al final de los tiempos. La gran esperanza que sostiene nuestro caminar vacilante por la vida. Y, una vez más, el evangelio nos propone la figura de Juan Bautista, el Precursor, como modelo de esta actitud de espera activa del  Señor que viene. Juan es un profeta, pero más que un profeta,  declara Jesús a sus oyentes. Sin embargo -añade Jesús- el más pequeño en el Reino de Dios es más grande que él. Juan encontró a Dios en el desierto. Allí fue alcanzado por la Palabra. Ahora, sin embargo, está la posibilidad de reconocer en Jesús al mismo Dios entre nosotros.
Señor, concédenos valentía y entrega para saber indicar a los demás que tu estas presente que tu traes otra vida, que tu nos ofreces un Reino que lo supera todo. Y danos la gracia de ser simples mensajeros que sepan desaparecer para que seas  tú el que te destaques.

Viernes 17 de diciembre

Mateo 1,1-17: Genealogía de Jesucristo…

Comenzamos a preparar la fiesta de Navidad. Tenemos que entrenar el corazón y los ojos de la fe para reconocer al Dios humilde que nace de María. Jesús nació de María, en el seno de un pueblo con historia, de la que forman parte hombres y mujeres santos, otros no tanto y frágiles y pecadores, como nosotros.
En la genealogía de San Mateo, Jesús es el que viene a cumplir las promesas de Dios a su pueblo amado, a pesar de los pecados que hubo en la historia de ese pueblo.  Jesús es el resultado más bello de la bendición que Dios dio al hombre cuando lo creó.
Aquella bendición originaria de Dios, en los comienzos de la humanidad, alcanza su máxima expresión en Jesús, que es el fruto más precioso que Dios quiso producir cuando bendijo a la humanidad al principio de los tiempos.
También con nuestra historia, llena de infidelidades, Dios puede terminar haciendo algo bello, si somos capaces de dejarlo entrar en nuestra vida con su luz y su poder.
"Señor, quisiera presentarte mi propia historia, la de mi familia, la de mi pueblo sufrido, y también los pecados que han manchado esa historia; para que te hagas presente, reines en esa historia y saques de allí frutos preciosos ".

Sábado 18  de diciembre
Mateo 1,18-24: “Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel”.


Debido a que José obedeció a Dios, pasó a formar parte para siempre de la historia de la salvación. Para alguien que nunca dijo una palabra en la Escritura, el “sí” que él dio fue muy importante. En efecto, completó la Sagrada Familia, y nos dio un retrato conmovedor de confianza, silencio, obediencia, entrega y fe.
El Padre siempre nos está llamando y cada llamada incluye las decisiones sencillas de cada día, pero el hecho de decir que sí en las pequeñas decisiones nos ayuda a prepararnos para las decisiones más importantes que Dios nos pida tomar.
Esto es similar a lo que sucedió con José. Era un hombre justo, que trató de decir que sí al Señor en todos los aspectos de su vida: en su taller de carpintería, en el hogar con su familia, en la plaza pública y en el secreto de su corazón. Cada una de estas pequeñas decisiones lo fortalecieron y así pudo decir que sí a Dios en la decisión más importante de su vida.
“Padre celestial, ayúdanos a permanecer fieles a ti en todas las cosas, para que te sigamos a donde tú quieras llevarnos.”

Domingo 19  de diciembre           (4º de adviento)
Lucas 1,39-45   Por aquellos días, María se fue de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea,  y entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se le estremeció en el vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo. Entonces, con voz muy fuerte, dijo:  ¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo, para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Pues tan pronto como oí tu saludo, mi hijo se estremeció de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!

El evangelio de este domingo nos relata el encuentro entre estas dos mujeres de fe. Cada una ha experimentado el paso salvador y liberador del Dios de la vida: Isabel, dejando atrás la esterilidad, está llegando al final de su embarazo, portando en su seno a Juan el Precursor: María, sorprendida por el anuncio del ángel, ya siente crecer en su cuerpo y en su corazón al Mesías esperado.
Al ir culminando este Adviento de 2021, dejémonos también nosotros alcanzar por la alegría que María transmite con su presencia. Miremos profundamente en nuestra vida: el Señor está pasando y su esperanza está creciendo en nosotros.
 “Que la Virgen María, mujer de espera y oración, nos ayude a fortalecer nuestra esperanza en las promesas de su Hijo Jesús, a experimentar que, a través de las pruebas de la historia, Dios permanece fiel y se sirve de los errores humanos  para mostrar su misericordia”.