17º Domingo T. O. Ciclo ‘C’
Es frecuente en el evangelio de Lucas que Jesús esté orando, especialmente en los momentos decisivos de su vida. En este texto, la oración surge ante la demanda de sus discípulos que buscan una oración propia del grupo, como parece que la tenían también los discípulos de Juan Bautista. La versión lucana del Padrenuestro es más breve que la de Mateo, que probablemente está amplia-da por el uso litúrgico de los primeros cristianos.
Seguramente la versión lucana nos acerca más a las palabras auténticas de Jesús. Su invocación «Padre», con la que se inicia el Padrenuestro, utiliza la manera típica con la que Jesús se dirigía a Dios. Y el empleo de la primera persona del plural en los versículos siguientes nos indica que estamos ante una oración no individualista sino comunitaria. La primera petición, «santificado sea tu nombre», expresa el deseo de que su presencia soberana y compasiva se haga presente, mien-tras que «venga tu reino» quiere que la presencia real pero oculta del reino en el ministerio de Jesús se haga ahora presente y visible.
Las tres peticiones siguientes se refieren, en primer lugar, a la supervivencia, «el pan de cada día», como ocurrió con el maná en el desierto. Después se pide el perdón, un don gratuito de Dios. Aquí el orante se compromete a dar el perdón a los demás como respuesta a la iniciativa de Dios. Por último, la tentación debe ser evitada porque conduce a la pérdida de la persona y al apartarse de Dios. El orante, que no confía en sus propias fuerzas, suplica a Dios que no le deje caer en ella.
ORACION INICIAL
¡PADRE NUESTRO!
Sea el grito de todos los pueblos
de todas las religiones de todas las comunidades,
de todos los hogares.
¡PADRE NUESTRO!
Sea el grito del anciano y del niño, del pobre y del rico,
del indigente y del satisfecho, del que goza y del que sufre.
¡PADRE NUESTRO!
Sea el grito que nos hace sentirnos hijos amados de Dios
y hermanos de todos.
TEXTO BÍBLICO Lc. 11. 1-13
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Se-ñor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues yo os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?».
LECTURA
Que un hombre pueda llamar a Dios Padre es algo que era impensable en la mentalidad judía. Todas las peticiones del Padre nuestro no se entienden sin esta palabra principal.
Para abundar en esta idea de Dios como un Padre cercano, Jesús nos presenta a Dios como ese padre que da a sus hijos las cosas que le piden y éstas solo pueden ser buenas. En la ora-ción podemos sentir una cercanía familiar con Dios, es nuestro Padre, no hay nada que temer.
Orar sin desfallecer, sin cansarse, hasta el extremo de “importunar” a Dios. Dios no se molesta con nuestra oración. Lo que quiere transmitir Jesús es que nunca hay que abandonar la oración. Pedid, buscad y llamad nos transmiten la idea del constante diálogo de los hijos con su Padre en la oración. La parábola del amigo inoportuno explica a la perfección esta realidad
El cristiano debe orar sin desfallecer no porque crea que así va a conseguir de Dios automáti-camente lo que necesita. El premio de la oración, dice Jesús, es que Dios concederá el don de su Espíritu Santo. Dios sabe, mejor que nosotros, lo que nos conviene.
El cristiano reza sencillamente porque ama a Dios, que es su Padre. Y lo hace con frecuencia, todos los días, porque uno a su padre y a su madre los ama todos los días. No olvidemos nunca esta invitación.
MEDITACIÓN
La oración es el diálogo del hombre con Dios. Jesús enseñó a sus discípulos la más grande de las oraciones, el Padre Nuestro. En esta oración se da una relación filial del hombre con Dios. Hablar como hijos… decir Padre a Dios.
Es el Padre que nos espera ansioso en la casa, es el Padre que nos da el pan diario, es el Padre que nos perdona, nos protege, nos mira con misericordia. Mirando el modelo que Jesús nos enseñó, ¿Cómo aprendo a orar, como crezco en mi oración?
Aprendo a orar, alimento mi oración, dirigiéndome a Dios como Padre y orando-con-otros, orando con la Iglesia, aceptando el regalo de sus palabras. (Benedicto XVI).
En el Padre Nuestro, vemos que la primera palabra es “Padre” y la segunda es “nuestro”.
Dice San Agustín que “la oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios”… para ven-cerlo todo no disponemos de otro medio que de la oración. Y si ésta nos falta ¿qué nos queda?
Cuando rezamos el Señor nos da la gracia, pero también se da él mismo en la gracia: ¡Él es la gracia! Lo que nosotros pedimos es un poco como… el papel que envuelve la gracia. Pero la verdadera gracia es Él, que viene a traérmela. Nuestra oración, si es valiente, recibe lo que pedimos, pero también lo que es más importante: al Señor”. (Papa Francisco).
No orar es cerrar la puerta al Señor, para que no pueda hacer nada. En cambio, la oración, ante un problema, una situación difícil, una calamidad, es abrir la puerta al Señor para que venga. Porque Él hace nuevas todas las cosas. (Papa Francisco)
ORACION
PADRE DE TODOS PADRE NUESTRO
No digas “Padre” si no te comportas como un hijo.
No digas “nuestro” si vives aislado en tu egoísmo.
No digas “que estás en el cielo” si sólo te fijas en las cosas terrenales.
No digas “santificado sea tu nombre”
si sólo le invocas con los labios y tu corazón está alejado de Él.
No digas “hágase tu voluntad” si no la aceptas cuando es dolorosa.
No digas “el pan nuestro de cada día dánoslo hoy”
si no te preocupas de la gente que pasa hambre.
No digas “perdona nuestras ofensas” si guardas rencor a tus hermanos.
No digas “no nos dejes caer en la tentación” si no evitas las ocasiones de pecado.
No digas “líbranos del mal” si no te comprometes a favor del bien y contra el mal.
CONTEMPLACION
Jesús quiere que sus seguidores no olviden nunca que : “el que pide, está recibiendo; el que busca, está hallando y al que llama, se le abre”. Jesús no dice que reciben concretamente lo que están pidiendo, que encuentran lo que andan buscando o que alcanzan lo que gritan. Su promesa es otra: a quienes confían en él, Dios se les da; quienes acuden a él, reciben “cosas buenas”. Pero hace falta, pedir, buscar y llamar.
“Pedir” es la actitud propia del pobre que necesita recibir de otro lo que no puede conseguir con su propio esfuerzo. Así imaginaba Jesús a sus seguidores: como hombres y mujeres pobres, conscientes de su fragilidad e indigencia, sin rastro alguno de orgullo o autosuficiencia. No es una desgracia vivir en una Iglesia pobre, débil y privada de poder.
“Buscar” no es sólo pedir. Es, además, moverse, dar pasos para alcanzar algo que se nos oculta porque está encubierto o escondido. Así ve Jesús a sus seguidores: como “buscadores del reino de Dios y su justicia”.
“Llamar” es gritar a alguien al que no sentimos cerca, pero creemos que nos puede escuchar y atender. Así gritaba Jesús al Padre en la soledad de la cruz. Es lamentable que no nos es-forcemos más por aprender a seguir hoy a Jesús gritando a Dios, desde las contradicciones, conflictos e interrogantes del mundo actual.
¿Qué nos detiene para orar?
¿Por qué no insistimos en nuestras súplicas?
¿Qué pobre deja de pedir cuando tiene la seguridad de alcanzar lo que pide?
¿No importunamos a los amigos para obtener un bien material?…
Si pedimos a Dios nuestro Padre, ¿cómo desfallecemos tan pronto?
ACCION ¿Cómo entiendes y vives la oración?
Proponte orar en familia, en la catequesis, en grupos parroquiales, en tu comunidad…
Busca tener más tiempo para el Señor, para darle el mejor momento de tu día, para estar con Él en oración, conociendo su Palabra y conociéndolo a Él.
Recita lentamente cada palabra del Padrenuestro, saboreando lo que le dices a Dios, tu Padre.
En tu oración de esta semana pide especialmente por las necesidades de la Iglesia, del mundo, de los emigrantes, de los que están solos…