LITURGIA SEMANAL 8ª semana durante el año TO

Lunes 24 de Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia (MO)

Juan 19,25-27 “… Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa”.

Este pasaje del Evangelio justifica el título de María Madre de la Iglesia, aquí personificada por el discípulo amado, Juan, a quien Jesús mismo confía a Nuestra Señora como hijo, para que sea regenerado a la vida divina como sólo ella puede hacerlo. No es simple devoción ma-riana rezar a la Virgen con este título, sino obedecer la voluntad de Jesús, tal como nos la transmite la Escritura: Él, con las palabras que pronuncia a punto de morir, pide a María que cuide de cada hombre, pero también pide a cada hombre que se sienta vinculado por una relación filial con Su madre.

Al celebrar hoy la memoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, el Papa Francisco nos dice que le pidamos a la Virgen, Madre de la Iglesia, que nos ayude a fiarnos plenamente en el amor de Jesús, “sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuan-do nuestra fe está llamada a crecer y madurar”.

Martes 25 de mayo

Marcos 10,28-31: “Pedro le dijo a Jesús: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos se-guido”. “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o cam-pos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna…”

En el evangelio de hoy, viene la intervención de Pedro ante la exigencia de Jesús por el Reino. Jesús se refiere a la vida de gratuidad y de servicio de los que abandonan todo por el Evangelio. Si bien, dejar casa, hermana, hermano, padre, madre, hijos y campos es muy im-portante, es mucho más significativo lo que se esconde tras esas renuncias: el reino de Dios. A veces, la tentación de creernos buenos, de sentirnos primeros por ser discípulos de Jesús, se hace muy presente. Por eso El Señor nos advierte de ello, para que no nos acomodemos y para que de verdad entendamos que la propuesta de “privilegio” de Jesús es la del privilegio de amar, de dar, de servir. Si hemos dejado todo por seguir a Jesús se tiene que notar en nuestro obrar. Nuestra fe tiene que ser avalada con nuestra vida. Vivir la espiritualidad cristia-na con esa radicalidad es algo contra corriente con los valores de este mundo. La invitación es a no desfallecer, a no perder el horizonte. Pidamos al Señor nos conceda la gracia de vivir en constante vigilancia para que nuestra entrega nazca de un corazón puro y libre.

Miércoles 26 de mayo San Felipe Neri (MO)

Marcos 10,32-45: “…. Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir”. “¿Qué quieren que haga por ustedes?” “Concé-denos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. “¡Ustedes no sa-ben lo que piden”.

El evangelio de hoy presenta el tercer anuncio de la pasión y, de nuevo, como en las veces anteriores, muestra la incoherencia de los discípulos. A pesar de la convivencia de varios años con Jesús, todavía no habían renovado su manera de ver las cosas. Miraban hacia Je-

sús con la vieja mirada. Querían una retribución por el hecho de seguir a Jesús. Los discípu-los no se dan cuenta de que, al seguir a Jesús, han entrado en un ámbito y en una trama de relaciones que no es la que han vivido hasta el momento. Como ellos, también nosotros de-bemos convertirnos y descubrir que, desde que conocemos a Jesús, las cosas deben ir cam-biando. Pidamos al Señor que nos ayude a dejar a un lado los egoísmos, el ansia por desta-car, y que aprendamos a ser siervos de los siervos de Dios.

Santiago y Juan pidieron el primer puesto en el Reino. Hoy mucha gente reza a Dios pidiendo dinero, promoción, sanación, éxito. Yo, ¿qué es lo que busco en mi relación con Dios y qué le pido en la oración?

Jueves 27 de mayo

Marcos 10,46-52: “… el ciego Bartimeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús, empezó a gritar: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí." …. Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo." Llamaron al ciego, diciéndole: "Ánimo, levántate, que te llama." Jesús le preguntó: ¿qué quieres que haga por ti ¿él le respondió: Maestro, que yo pueda ver . Jesús le dijo: vete, tu fe te ha sal-vado. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

Marcos ha escrito el Evangelio más breve. Sin embargo, a diferencia de los otros Evangelis-tas, relata dos curaciones de ceguera. Lo hizo en el relato del ciego de Betsaida. Y, ahora escuchamos el relato de la curación de Bartimeo, en las afueras de Jericó. ¿Por qué esta in-sistencia del Evangelista en la ceguera y en su curación? Digámoslo sin rodeos: ciegos son sus discípulos que no terminan de comprender (de ver) quién es Jesús, qué pretende y por qué elige el camino de la humildad para introducir el Remo de Dios en el mundo. Ciegos so-mos cada uno de nosotros, pues en nuestro camino discipular tenemos que aprender a dejar-nos limpiar la vista por el Médico Jesús que pasa. Por eso, hoy, como en cada Eucaristía, hagamos nuestra la oración de Bartimeo: Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí."

Como Bartimeo también nosotros te suplicamos, Señor, que tengas compasión de nosotros, que po-damos verte, comprender tu persona y tu mensaje. Te pedimos que toques nuestra alma y nuestro corazón, y nos permitas reconocerte y seguirte por el camino de nuestra vida. Amén

VIERNES 28 DE MAYO

Marcos 11,11-25: “… cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. Al divisar de lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas; … Diri-giéndose a la higuera, le dijo: “Que nadie más coma de tus frutos”. Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él… Y les enseñaba: “¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”.

El texto presenta dos acciones simbólicas de carácter mesiánico. Por un lado la higuera estéril y su maldición, y por otro lado, la purificación del Templo. El evangelista quiere dar a enten-der a su comunidad que el culto, la religión judía, ya no da fruto alguno, es del todo estéril. Además quiere hacer entender que para dar culto al Dios no hacen ya falta ni animales, ni mesas para la compraventa de los mismos, ni los golpes de pecho, de quien no sabe mirar al hermano como un igual.

De este modo, el Evangelio de hoy nos interpela fuertemente a nosotros y al momento que estamos viviendo como Iglesia. La figura de la higuera generalmente representa al pueblo de Israel; y en este caso está estrechamente unida al Templo, el lugar del culto, del encuentro con Dios, el signo perenne de la Alianza, pero que ahora está maldito porque ya no cumple su función de “re-ligar” al Pueblo con su Dios.

Que hoy, más que nunca, todos sepamos ponernos en camino hacia la conversión. Porque en consciencia ¿estamos dando fruto con nuestras palabras y obras?

Sábado 29 de mayo

Marcos 11,27-33: “Después de haber expulsado a los vendedores del Templo, Jesús volvió otra vez a Jerusalén. Mientras caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acer-

caron a Él y le dijeron: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacer-lo?”

Este evangelio nos muestra como los fariseos quieren cuestionar a Jesús. La pregunta que le hacen los escribas y fariseos en el Templo no se refiere a ningún asunto teológico ni escritu-rísticos. Le preguntan por su autoridad, que en el fondo, es tanto como preguntarle de dónde viene esa libertad personal tan contundente. Esta vez, Jesús no quiere contestarles (parece que se mantiene en la actitud de ayer con la higuera). Sin embargo Jesús supera el concepto de que la autoridad proviene de los hombres, atribuyéndosela a Dios. De esa manera, cues-tiona los conceptos de estos hombres que buscan apoyarse en autoridades meramente hu-manas. Hoy El Señor nos enseña que su autoridad, no es un dominio, ni una fuerza opresiva, sino amor, capacidad de asemejarse, de hacerse cercano.

Cuando Jesús pregunta a los fariseos si el bautismo de Juan viene de Dios o de los hombres, nos podemos preguntar nosotros lo mismo. ¿Somos de Dios, buscamos su Luz, o por el con-trario nos dejamos llevar por otras cosas?

Domingo 30 de mayo Solemnidad de la Santísima Trinidad

Mateo 28,16-20: “«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándo-les a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

Jesús resucitado, confía a sus discípulos el encargo de congregar a todos los pueblos y ha-cerlos discípulos suyos. Siguiendo la indicación de Jesús, los discípulos se dirigen a Galilea, allí donde él comenzó su misión anunciando el reino de Dios con signos y palabras.

Jesús va a manifestar su gloria a los discípulos y a encargarles que continúen su misión. En este encuentro final Jesús acoge y perdona a sus discípulos. Ellos han vacilado y lo han abandonado. A lo largo de todo el evangelio han aparecido como hombres de una fe vacilan-te; su actitud está bien resumida en la de Pedro, que vacila ante las dificultades y se hunde en el lago. Sin embargo, en este último encuentro, los discípulos lo reconocen como su único Señor y lo adoran.

Jesús les comunica una triple misión: hacer discípulos por todo el mundo, bautizar en el nom-bre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñarles a observar todo lo que Él había man-dado. “Yo estoy con ustedes… hasta el final de los tiempos” Esta es la gran promesa, la sín-tesis de todo lo que ha sido revelado desde el comienzo. Es el resumen de todas las prome-sas, de todas las aspiraciones del corazón humano. Es el resumen final de la buena Noticia de Dios, trasmitido por el Evangelio de Mateo