LECTIO DIVINA - 32ª DOMINGO DURANTE EL AÑO ‘L’

 

 

Un joven le preguntó una vez al teólogo Karl Rahner: "¿Se puede jugar al fútbol en el cielo?". Un cielo donde hubiera que renunciar a jugar al fútbol no resultaba muy atractivo.  Rahner le dio la siguiente respuesta: "Si tú quieres, naturalmente".

 

En el fondo de la pregunta del muchacho hay un estado de ánimo que está bastante extendido.  Relacionamos más bien la eternidad y el más allá con el sentimiento de pérdida de vida, más que con la esperanza de ganancia de vida.

Las palabras:  "son como ángeles", y la relativización de la comunidad matrimonial a la existencia terrena,  pueden despertar emociones semejantes de pérdida y no de ganancia.   Algo de esto puede flotar difusamente al escuchar el Evangelio de hoy.

 

ORACION INICIAL

Señor,

en aquel tiempo los saduceos se acercaron a Ti

para preguntarte sobre la resurrección.

 

Hoy también me acerco yo a Ti

para pedirte que renueves mi fe,

mi esperanza y mi amor

en la vida eterna que me prometes. Amén

 

TEXTO BÍBLICO Lc. 20, 27-38

 

“Se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano».  Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».   Jesús les dijo: «En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio.  Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob». No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».

 

LECTURA: ¿qué dice el texto evangélico?

 

El caso de los saduceos. A quien no conozca un poco la regulación jurídica del Antiguo Testamento le parecerá este episodio de los siete hermanos una historia rocambolesca. En efecto, los saduceos la construyen para llevar a Jesús a un terreno resbaladizo. Pero no es totalmente imposible. En el trasfondo está la costumbre del levirato, nacida del deseo de sobrevivir en los hijos, y practicada por las civilizaciones hititas, asirías y judías.

El padre de la novia pagaba una dote a la familia del novio, como compensación por hacerse cargo de su hija, durante toda la vida.

Si moría el varón responsable del mantenimiento, sin tener un hijo que pudiese hacerse cargo de estas obligaciones, le correspondía al cuñado, por tanto a un hermano del difunto, asegurar las obligaciones del sustento y tomar a la viuda como mujer.

 

Lo intrincado de la historia está en que la obligación del matrimonio del levirato corresponde seis veces, una tras otra, con la misma mujer.

El caso es ingenioso. Cada uno de los varones ha cumplido con sus obligaciones y tiene un derecho a esa mujer. ¿Qué derecho va a prevalecer en el cielo? Los saduceos saben que esta historia es grotesca, pero quieren probar lo absurda que es la fe en la resurrección.

 

Los saduceos no son gente sin fe. Pertenecen, como los fariseos, a los círculos piadosos de Israel. Las familias de la nobleza sacerdotal formaban parte de este grupo. Toman en serio sus deberes con la fe transmitida y acuden fielmente al templo. Sólo que no creen en la resurrección por ser conservadores y rechazar toda evolución del judaismo.

 

MEDITACIÓN: ¿qué me dice el texto Evangélico?

 

UN PROBLEMA ACTUAL.

La cuestión de si hay una resurrección de los muertos es una cuestión de cuya respuesta depende todo el sentido de nuestra vida.

La fe en la vida eterna pertenece al núcleo de la existencia humana.

Mientras uno es joven, piensa en la próxima meta, en el próximo año: los exámenes, las vacaciones, el aumento de sueldo.

Luego vienen los años en que se está aturdido por la sociedad de consumo.

Pero cuando el hombre supera la mitad de la vida, busca una última esperanza:

ü  ¿qué va a ser de mí después de la muerte?

 

JESÚS DA UNA RESPUESTA.

Es curioso cómo Jesús responde a los saduceos. La vida después de la muerte es de otra manera. No se puede comparar, en modo alguno, con la vida antes de la muerte. Los saduceos se imaginan la vida de los resucitados en el cielo como una posible prolongación de la vida en este mundo. Cristo subraya que la vida después de la muerte es una nueva creación. Allí no habrá ni muerte, ni nacimiento y, por tanto, tampoco casamiento. Esto no significa, en modo alguno, una descalificación del matrimonio.

 

"No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para El todos están vivos."

Hay algo exultante en esa frase con la que Jesús concluye su razonamiento y no deja ninguna duda sobre la resurrección de los muertos. Si Abrahán, Isaac y Jacob estuviesen muertos definitivamente, no tendría sentido esa fórmula del mismo Moisés: "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob".

 

Jesús afirma claramente la resurrección, separándose de concepciones simplistas que harían de la otra vida una simple prolongación de la vida terrena. "Son hijos de Dios, porque participan en la resurrección."

Estamos muy lejos del problema ridículo de los saduceos. Nos encontramos muy cerca de los temas preferidos de san Pablo:

"Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros; porque la expectación ansiosa de la creación está esperando la manifestación de los hijos de Dios" (Rom 8,19-21).

 

La otra vida es inimaginable, totalmente distinta de la de acá abajo. Como todo lo que se refiere a Dios sobrepasa nuestra inteligencia.

ü  Estamos ante la posibilidad de creer o no creer.

      ¿Pido a Dios que abra los ojos de mi corazón para que comprenda la esperanza a la que hemos sido llamados?

      ¿Creo que Dios es quien nos ha dado la vida?

      ¿Tengo la esperanza y certeza de que nuestra vida no acaba en callejón sin salida, sino en fiesta que ni el ojo vio, ni el oído oyó?

(De ‘Equipo Eucaristía’ Anunciar la buena noticia).

 

ORACIÓN  ¿qué le digo al Señor como respuesta a su Palabra?

Ayúdanos Señor a valorar y descubrir todo lo que Tú nos tienes preparado en el cielo.

Aumenta nuestra fe y nuestra esperanza.

Y cuando las dificultades amenazan desanimarnos, ayúdanos a recordar lo que dijo S. Pablo:

“Tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente, no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros;…”

 

CONTEMPLACIÓN ¿cómo  puedo llevar a la práctica lo que sugiere el Evangelio de hoy?

 

Las primeras generaciones cristianas mantuvieron una actitud humilde y honesta ante el misterio de la «vida eterna». Pablo les dice a los creyentes de Corinto que se trata de algo que «el ojo nunca vio ni el oído oyó ni hombre alguno ha imaginado, algo que Dios ha preparado a los que lo aman».

 

En estos tiempos faltos de esperanza, los creyentes tenemos que ratificarnos en que ese Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado y por el que muchos siguen preguntando, es el fundamento último en el que podemos apoyar nuestra confianza radical en la vida.

      ¿La fe se nos está quedando ahí, arrinconada   en algún lugar  de nuestro  interior, como algo poco importante, que no merece la pena cuidar ya en estos tiempos?

Ciertamente no es fácil creer, y es difícil no creer. Mientras tanto, el misterio último de la vida nos está pidiendo una respuesta lúcida y responsable.

 

ACCION

      La vida eterna es fruto de nuestras elecciones y opciones, de cómo vamos viviendo en esta vida,

      ¿de qué manera puedes prepararte para que cuando el Señor te llame te encuentre bien dispuesto y con las manos llenas de buenas obras?

      Concreta cómo puedes corresponder al amor que Dios  te tiene.