SEMANA SANTA 2019 REFLEXIONES
14 de abril DOMINGO DE RAMOS
Lucas 22,7.14-23.56 «Al acercarse a Betfagé y a Betania, envió a dos de sus discípulos diciéndoles: "Vayan al caserío que está frente a ustedes. Al entrar, encontrarán atado un burrito que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo aquí. Si alguien les pregunta por qué lo desatan, díganle: el Señor lo necesita". Fueron y encontraron todo como el Señor les había dicho».
Hoy comienza la semana grande de los cristianos. La llamamos Semana Santa por actualizar los momentos centrales de la vida de Jesús, el Santo entre los Santos. Podemos proponernos que ese adjetivo ‘santa’, se convierta en un objetivo para nuestra vida, a la luz del amor de Dios que se entrega por nosotros.
Con la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, montado en un burrito, aclamado por el pueblo como Rey de paz, damos inicio a la Semana Santa. Pero pronto encontrará su trono definitivo en una cruz, desde donde abrirá sus brazos para acoger a toda la humanidad. Porque es el ‘Dios crucificado’ que nos ama de manera increíble y por eso sufre con nosotros el dolor, la angustia y la misma muerte, para devolvernos, a través de su resurrección, la paz, la alegría y la vida.
La celebración del Domingo de Ramos, nos invita a estar activamente con Jesús, a tomar conciencia de lo que significa su entrega, su sufrimiento y la grandeza de su amor redentor.
Caminemos de la mano de María. Que Ella nos obtenga la gracia de que estos días dejen una huella profunda en nuestras almas. Que sean, para cada uno, ocasión de profundizar en el Amor de Dios, para poder así mostrarlo a los demás.
15 de abril LUNES SANTO
Juan 12, 1-11 María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Con este Evangelio, la liturgia nos avisa que estamos entrando en los días capitales de la vida y misión de Jesucristo, él mismo también lo sabe y nos lo hace saber: “ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura –dice el Señor-… a mí no me tendrán siempre con ustedes”.
Ante el gesto de cariño y cercanía de María, no podemos menos que dejarnos interpelar y preguntarnos cada uno de nosotros: ¿cuál será hoy nuestro gesto de amor para con el Señor? ¿qué caricia vamos a ensayar en esta semana Santa para con él? ¿cuál será el signo con que vamos a manifestarle nuestra compañía, nuestro cariño, nuestra compasión?
Jesús mismo nos avisa dónde nos espera hoy: en los pobres. Jesús ha elegido permanecer para siempre en ellos, por eso les dice a los discípulos que si bien ayer el gesto era para con él, hoy nuestros gestos de amor deben ser para con los pobres, que estarán siempre a nuestro lado, como presencia viva del Cristo Crucificado. ¿Queremos tener gestos de amor ante la pasión de nuestro Dios? Vayamos al encuentro del pobre, allí habita Cristo Crucificado, Cristo roto, Cristo solo, Cristo olvidado, Cristo negado…
Ojalá haya siempre, al lado de cada pobre, al lado de cada crucificado, uno de nosotros, un cristiano capaz de sufrir junto al otro, un cristiano capaz de acompañar al otro en su dolor, en su desprotección, en su vulnerabilidad, en su agonía... y en su Cruz.
16 de abril MARTES SANTO
Juan 13,21-33.36-38: “… Jesús se estremeció y manifestó claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería … el discípulo al que Jesús amaba, … se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?".
En la Cena Pascual, Jesús denuncia que uno de sus elegidos lo va a traicionar. También en nuestra vida existe la posibilidad de traicionar o de ofender al Maestro. Por esta razón, es necesario vivir en una continua comunión con Dios. Todos los días hemos de pedirle al Señor que nos conceda la gracia de la perseverancia final en nuestra fe. La experiencia del fracaso, de las limitaciones, de la debilidad y del pecado nos debe llevar a reflexionar en el hecho de que por nuestro solo esfuerzo nada podemos, pero ayudados de la gracia de Dios seremos fieles a la amistad de Cristo. Sin Jesús no podemos hacer nada. De San Juan hemos de aprender ese gran amor y esa gran confianza en Jesucristo. Como el discípulo amado, esta-mos llamados a buscar nuestro consuelo y alegría junto al sagrario.
Jesús, Tú me conoces bien. Sabes quién soy, sabes que sin Ti soy pobre y débil, pero contigo lo puedo todo. Te pido que nunca te alejes de mí y no permitas que yo me aparte de Ti. Te necesito, Dios mío, porque sin tu amor mi vida carece de todo sentido.
17 de abril MIÉRCOLES SANTO
Mateo 26,14-25: “"Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdo-tes y les dijo: "¿Cuánto me darán si se lo entrego?". Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo”.
Judas, uno de los doce, elegido por el Señor, que lo acompañó por tres años, que vio muchos milagros, que saboreó sus divinas palabras; que pudo tocarlo, palparlo, mirarlo, conocerlo y, quizás, amarlo. Pero su ceguera, quizás su ambición, le bajó los ojos a la tierra, a sus propios intereses, tal vez de orden meramente político, inmediato, material.
La traición no se presentó en un momento. Fue la traición de una conciencia, deformada pau-latinamente, poco a poco, comenzando en las cosas pequeñas hasta terminar... ¡en el pecado más grande! Y hasta qué punto llega el mal lo vemos en su hipocresía durante la cena pascual. Jesús sabía que lo entregaría. Y lo dejó actuar libremente. Ya sabemos el resto. Lo que no sabemos es si dentro de nosotros pueda haber algún Judas traidor de Cristo. Seamos sinceros y no nos engañemos ni engañemos a los demás. Ante Cristo preguntémosle: "¿soy yo maestro?". Jesús, no permitas que abuse de tu misericordia.
18 de abril JUEVES SANTO Institución de la Eucaristía
Juan 13,1-15 " Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo."
Iniciamos el solemne triduo pascual, días donde la Iglesia contempla el amor de Dios a la humanidad y el amor con el que Jesús nos invita a amar hasta el extremo. La centralidad de la celebración está en la Última Cena. Esta comida de Jesús es un banquete de fiesta que anti-cipa sacramentalmente el banquete del Reino en plenitud. En ella, Jesús se despide de los suyos, que ya lo están traicionando y lo van a negar y abandonar, y ofrece su vida por ellos y por todos. Y como decía el Cura Brochero: “A Jesús no le importa todo eso.., porque jus-tamente entonces es cuando su amor se acrecienta, se vigoriza, se agiganta y rebalsa y hace un milagro, que puso en admiración a los mismos ángeles. Y ese milagro fue instituir la Eucaristía, porque la Eucaristía es un milagro de amor, es una maravilla de amor...”
Recuérdame, Señor, el ejemplo de tu grandeza puesta de rodillas, y de tu simple presencia en la Eucaristía.
19 de abril VIERNES SANTO día penitencial, día de ayuno y abstinencia
Juan 18,1-19,42
La sangre, los golpes y las humillaciones de la Pasión nos pueden conmover fuertemente, pero no fueron esas las condiciones por las que Jesucristo nos alcanzó la salvación. Las su-frió, sí, pero lo que nos alcanzó el perdón fue la obediencia incondicional al Padre, ese «Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad». En nuestra vida diaria podemos ser redentores con Cristo si nos dedicamos con totalidad a hacer la Voluntad del Padre en nuestra vida. Salvaremos nuestra alma y la de los demás en la medida en que nos entreguemos a realizar lo que Dios quiere de nosotros. Para ello hay que subir a la cruz como lo hizo Cristo, es decir, solo desnudándonos de nuestra soberbia, de nuestra vanidad, de nuestros gustos y de nuestras comodidades podremos entregarnos con totalidad a la realiza-ción del plan de Dios en nuestra vida y así exclamar al final de nuestro peregrinar.
Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero a pesar de mi miseria y de mi pequeñez. Dame la gracia de experimentar en mi vida el inmenso amor que me tienes y no permitas que me acostumbre a verte crucificado. Permíteme corresponder a Tu amor subiendo cada día Contigo a la Cruz por medio del cumplimiento de la Voluntad de Tu Padre. Gracias por morir por mi; Tu sacrificio no será indiferente en mi vida.
20 de abril SÁBADO SANTO
Lucas 24,1-12 “Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco”. Las mujeres fueron las primeras que vieron este gran signo: el sepulcro vacío; y fueron las primeras en entrar.
Esa fue una noche de vela para los discípulos y las discípulas de Jesús. Noche de dolor y de temor. Los hombres permanecieron cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del día siguiente al sábado, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sus cora-zones estaban llenos de emoción y se preguntaban: “¿Cómo haremos para entrar?, ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?...”. Pero he aquí el primer signo del Acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba estaba abierta.
En esta noche de vigilia, nos viene bien detenernos a reflexionar sobre la experiencia de las discípulas de Jesús, que también nos interpela a nosotros.
“Entraron en el sepulcro”. Efectivamente, para eso estamos aquí: para entrar, para entrar en el misterio que Dios ha realizado con su vigilia de amor.
“Entrar en el misterio” significa capacidad de asombro, de contemplación; capacidad de escuchar el silencio y sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla.
Entrar en el misterio nos exige no tener miedo de la realidad: no cerrarse en sí mismos, no huir ante lo que no entendemos, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes. (Papa Francisco).
21 de abril DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Juan 20,1-9 El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y Juan han acudido presurosos al sepulcro, muy de mañana, cuando las mujeres han venido a anunciarles, despavoridas, que no han hallado el cuerpo del Señor. Piensan que alguien lo ha robado y les horroriza la idea. Los discípulos vienen entonces al monumento, y no encuentran nada. Todo como lo han dicho las mujeres. Pero Juan, el predilecto, ya ha comenzado a entrar en el misterio: ve las vendas en el suelo y el sudario enrollado aparte. Y comenta: “Vio y creyó”. Y confiesa ingenuamente su falta de fe y de comprensión de las pala-bras anunciadas por el Señor: "Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él debía de resucitar de entre los muertos".
El Papa Francisco dice: “Proclamamos le resurrección de Cristo” cuando su luz ilumina los momentos oscuros de nuestra existencia, y somos capaces de compartirla con otros; cuando sabemos sonreír y también llorar con los que lloran; cuando acompañamos a aquellos que están tristes y en peligro de perder la esperanza; cuando relatamos nuestras experiencias de fe a los que están buscando su significado y su felicidad… y ahí, con nuestra actitud, con nuestro testimonio, con nuestra vida, con nuestra alma, decimos: